sábado, 29 de enero de 2022

La sociedad envidiosa

Uno de los síntomas de la sociedad envidiosa es la búsqueda de la igualdad económica, entendida como igualdad social, considerando la desigualdad, y no la pobreza, como el gran problema a solucionar. El camino simple para la igualdad económica implica la "redistribución de la riqueza", siendo el Estado el intermediario entre el sector productivo y las masas, confiscando mediante impuestos parte del capital de aquel.

Como el capital es la principal herramienta de trabajo de una empresa, la "redistribución de herramientas" hacia sectores poco productivos, tiende a reducir la producción de riquezas por lo que la sociedad envidiosa siempre termina en la pobreza y en la autodestrucción. Mariano Grondona escribió: "La racionalidad no prevalece cuando la sociedad es envidiosa. Una persona es envidiosa cuando, en lugar de ver cuánto progresa ella misma gracias al pacto y a la cooperación social, se fija en cuánto progresa el otro por delante de ella misma".

"Entonces está dispuesta a que nadie progrese, con tal que la distancia no se acentúe. Cuando predomina esta mentalidad, dice Rawls, no hay progreso. El envidioso prefiere que el otro no progrese con tal que no corra delante de él. El celoso es el que está arriba y no quiere que el otro lo alcance; prefiere que los dos se queden donde están. En una típica sociedad celosa aristocrática, con tal que haya servicio doméstico no se quiere la industrialización. Con tal de mantener las condiciones de subordinación, se prefiere que la sociedad se quede quieta".

"La sociedad envidiosa es la que no aplaude al millonario. Curiosamente, la sociedad que renuncia al millonario, renuncia a sí misma. Al no alegrarse por el éxito ajeno, y al crear un sistema que lo bloquea, se bloquea a sí misma. La sociedad que, para que el otro no se aleje, prohíbe las consecuencias del invento, se queda sin inventores. ¿Hasta dónde las sociedades latinoamericanas no son fuertemente envidiosas? Para que no haya un Howard Hughes en la Argentina, el petróleo es del Estado; y no tenemos entonces mucho petróleo".

"La sociedad envidiosa enerva la competitividad del ganador, lo frena. Por ello, la única condición que pone Rawls para el pacto es que la sociedad no sea envidiosa. Si se es racional cuando se buscan los caminos que llevan a realizar el propio interés, entonces la envidia no es racional. Cuando la convivencia social deja de ser racional, no puede haber pacto" (De "Los pensadores de la libertad"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1986).

La grieta social que afecta a la Argentina se debe, esencialmente, al antagonismo entre los seguidores de líderes y sectores políticos que promueven la envidia y el igualitarismo (Perón, Kirchner, socialismo), por una parte, y la minoría que muestra niveles aceptables de racionalidad, por otra parte.

Conviene tener presente la desintegración de España previamente a la Guerra Civil. Tal proceso, similar al que hoy vivimos en la Argentina, se debió esencialmente a fallas morales personales, como la envidia. José Ortega y Gasset escribió: "Unos cuantos hombres, movidos por codicias económicas, por soberbias personales, por envidias más o menos privadas, van ejecutando deliberadamente esta faena de despedazamiento nacional, que sin ellos y su caprichosa labor no existiría".

"En las horas decadentes, cuando una nación se desmorona, víctima del particularismo, las masas no quieren ser masas, cada miembro de ellas se cree con personalidad directora, y, revolviéndose contra todo el que sobresale, descarga sobre él su odio, su necedad y su envidia. Entonces, para justificar su inepcia y acallar un íntimo remordimiento, la masa dice que «no hay hombres»".

"Después de haber mirado y remirado largamente los diagnósticos que suelen hacerse de la mortal enfermedad padecida por nuestro pueblo, me parece hallar el más cercano a la verdad en la aristofobia u odio a los mejores" (De "España invertebrada"-Editorial Espasa-Calpe SA-Madrid 1967).

1 comentario:

agente t dijo...

La irracionalidad está en preferir la igualación porque ésta se realiza a costa de la creación de riqueza, de saber y de vivencias, aunque en esta segunda tesitura, su extensión no sea nunca uniforme. Y es que no hay que combatir a la riqueza porque esté desigualmente repartida, sino a la pobreza porque es siempre castradora.