sábado, 30 de enero de 2021

Humildad como previa condición de la igualdad

Un error frecuente consiste en proponer ciertos sistemas políticos o económicos, o bien ciertas conductas sociales, sin atender previamente a las actitudes o predisposiciones favorables a esos objetivos. Este es el caso de la igualdad entre los integrantes de la sociedad, que se trata de establecer generalmente a costa de reducir severamente el nivel económico del medio social.

La igualdad entre seres humanos surge al poder compartir penas y alegrías ajenas como propias, de tal manera que lo bueno y lo malo que le suceda a los demás produzca en cada uno de nosotros similares efectos. Si bien ello no resulta fácil de lograr, debería ser un objetivo orientador que nos indique hacia cuál postura debemos orientar nuestra actitud característica.

La actitud favorable, para establecer una empatía emocional generalizada, es la humildad. Quienes quieren optimizar su nivel de felicidad intentarán facilitar la empatía emocional de tal manera que serán accesibles a la comunicación con un numeroso grupo de individuos. Por el contrario, el soberbio y el egoísta tratarán de limitar ese aspecto por cuanto sus espíritus competitivos predominarán ampliamente. “Humildad: de condición social modesta o inferior, de carácter desprovisto de vanidad u orgullo. Carácter de lo que es humilis, es decir, cercano a la tierra (humus), bajo” (Del “Diccionario el lenguaje filosófico” de Paul Foulquié-Editorial Labor SA-Barcelona 1967).

Mientras que la persona con cierta debilidad mental se caracteriza por estar alejada de alguna forma de la realidad, puede considerarse como persona normal a quien vive con los “pies sobre la tierra”, es decir, se considera normal desde un punto de vista psicológico, dejando de lado otros aspectos, predominantes desde un punto de vista estadístico. De ahí, entonces, que la persona normal, la que “debe ser” para que la sociedad funcione bien, es la persona humilde (en el sentido indicado).

Uno de los autores que advirtió la necesidad de crear las condiciones favorables para la concreción de la empatía emocional, fue Adam Smith. Para que predominara la concordia (armonía entre corazones) sugería elevarse o bajarse hasta la “altura” de los demás para facilitar el vínculo afectivo. Mariano Grondona escribió: “Si yo tengo un sentimiento agudo que me aqueja, que me perturba, cuando lo expreso ante el grupo social con el cual convivo, tengo que bajar el tono de ese sentimiento porque si no lo hago los demás no pueden entrar en él”.

“Si yo expreso «todo» el sentimiento que tengo, te impido entrar. He de expresarlo hasta donde te sea posible acompañarme. A la vez, a ti el sentimiento de simpatía te hará salir de tu indiferencia para «subir» a la altura hasta la cual yo «bajé». Esto se llama «concordia». La con-cordia (es decir, «corazones con…» otros) es un doble movimiento –de subir y bajar- hasta que se produce la armonía. Por eso dice Smith que generalmente «los hombres de mundo» son «apropiados», ya que están acostumbrados a compatibilizar sus estados de ánimo, a lograr el común denominador de la armonía. Por ello, «…es raro que la compañía de los hombres no nos ayude a aliviar nuestros dolores»”.

“Esta es la conclusión de Smith: «Por lo tanto, sentir mucho por los otros y poco por nosotros mismos, contener las afecciones egoístas e impulsar las benévolas, constituye la perfección de la naturaleza humana y es lo único que puede producir esa armonía de sentimientos y pasiones que constituye la gracia de la relación social. Y así como debes querer más a tu prójimo, debes quererte menos a ti mismo; hasta donde el prójimo te pueda querer». Es una manera de lograr la igualación: en el fondo, te tienes que llegar a ver a ti mismo como te ve el «espectador imparcial». Esta es la primera estación de la Teoría de los sentimientos morales” (De “Los pensadores de la libertad”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1986).

Se advierte en Adam Smith, el propulsor de la economía de mercado, que necesariamente debe existir una base moral que conduzca al intercambio equitativo, el que beneficia a ambas partes intervinientes. Tal base moral resulta enteramente compatible con la ética natural o cristiana y con el “Amarás al prójimo como a ti mismo”. Grondona agrega: “En varios pasajes de su obra (La Riqueza de las naciones), sobre todo cuando habla del intercambio entre la ciudad y el campo, Smith insiste en que el intercambio les da ganancias «a los dos». Esto, que parece dicho al pasar, es enormemente importante. En realidad, quien mejor desarrolla el análisis de lo que gana cada uno en el intercambio es Ludwig von Mises”.

“Fíjense que si la famosa «fórmula de Montaige» fuera cierta (idea estática de la economía según la cual «si alguien gana es que otro pierde», que todavía tiene predicamento entre nosotros), se enriquecería el campo «o» la ciudad, nunca «ambos». Smith empieza a refutar esa idea estática de la sociedad. Luego von Mises desarrolla esa refutación que Smith había descubierto en el mundo comercial. Von Mises generaliza la intuición de Smith, aplicándola a «todo» intercambio: no sólo económico sino también cultural”.

“Es que en el intercambio cada uno de los contratantes gana en referencia a su propio esquema de valores. Supongamos que tú me vendes un automóvil a un determinado precio; tú ganas porque en ese momento el dinero que te doy supera al automóvil en tu escala de valores y yo gano porque en mi escala de valores el automóvil está por encima del dinero. Únicamente así es posible una fructífera relación de intercambio: porque las escalas de valores son asimétricas. Esta es la palanca del progreso. Resulta que, si es posible que ambos ganen en el intercambio, a más intercambio más ganancias; mientras Montaigne conduce a Marx: a más intercambio, más explotación. Lo primero explica el progreso; lo segundo anuncia la pauperización, la formación de un creciente proletariado”.

2 comentarios:

agente t dijo...

La igualdad tiene una vertiente siniestra cuando se la entiende como igualación. Es todo aquello que se lleva a cabo para conseguir la subordinación de unos individuos naturalmente desiguales entre sí a instancias de tipo colectivo controladas conscientemente y en beneficio propio por grupos concretos, fundamentalmente al poder político o mediante el poder político. El objetivo de tales prácticas es la supresión en una medida que sea suficiente, pero siempre sin ponerlo abiertamente de manifiesto, de todas aquellas características humanas que tienen una materialización individual y por lo tanto diferente ya en presencia, grado o amplitud, tales como la conciencia moral, el pensamiento elaborado, la autodeterminación personal, la creatividad o el espíritu crítico. Actualmente el método más específico para conseguir tales objetivos es la educación pública.

Bdsp dijo...

Para individuos que no tienen en cuenta la existencia de los aspectos emocionales del ser humano, como es el caso del marxista, el único sentido que le pueden dar a la palabra "igualdad" es el de "igualdad económica"...Pero no la igualdad en lo alto, promoviendo el trabajo del vago, sino igualdad en lo bajo, robando o redistribuyendo lo que realiza el que produce...