domingo, 20 de diciembre de 2020

La reforma agraria socialista

No son pocos los partidarios de un retorno de la agricultura hacia épocas pasadas cuando un elevado porcentaje de la población laboralmente activa se dedicaba al cultivo de alimentos de origen vegetal. Las escenas idílicas de esa época reflejaban el trabajo y la virtud del hombre de campo, en contraste con la imagen denigrante del “perverso capitalista” que usufructa con la tierra que “Dios ha concedido a todos los hombres, sin distinción".

La idea básica del socialismo implica una sociedad en la que el vínculo de unión entre los seres humanos es el trabajo (y no los aspectos afectivos, como lo propone el cristianismo). De ahí el pretexto para estatizar los medios de producción ya que, se supone, no existirá una verdadera sociedad humana sin cumplir con ese requisito. Las sociedades en las que sus integrantes sólo tienen objetivos colectivos y se unen a través del trabajo y la producción, son esencialmente similares a un hormiguero o a una colmena. Henri Lefebvre escribió: “Las relaciones fundamentales para toda sociedad son las relaciones con la naturaleza. Para el hombre la relación con la naturaleza es fundamental, no porque siga siendo un ser de la naturaleza… sino, por el contrario, porque lucha contra ella. En el curso de esta lucha, pero en condiciones naturales, arranca a la naturaleza lo que necesita para mantener su vida y superar la vida simplemente natural. ¿Cómo? ¿Por qué medios? Por el trabajo, mediante los instrumentos de trabajo y la organización del trabajo”.

“Las relaciones fundamentales de toda sociedad humana son por lo tanto las relaciones de producción. Para llegar a la estructura esencial de una sociedad, el análisis debe descartar las apariencias ideológicas, los revestimientos abigarrados, las fórmulas oficiales, todo lo que se agita en la superficie de esa sociedad, todo el decorado: debe penetrar bajo esa superficie y llegar a que las relaciones de producción sean las relaciones fundamentales del hombre con la naturaleza y de los hombres entre sí en el trabajo” (De “El marxismo”-EUDEBA-Buenos Aires 1961).

Mientras el marxismo propone el trabajo productivo como vínculo básico de la sociedad, considerando al desocupado como alguien “marginado” de la misma, el liberalismo propone la cooperación social un escalón más arriba, es decir, una vez lograda la producción en forma individual, el vínculo material se establece a través de los intercambios comerciales de bienes y servicios. Esta vez, la cooperación social se establece en el mercado, siendo la competencia una ayuda para mejorar la eficacia de tal cooperación.

Debido a que en la actualidad, tanto en la industria como en la agricultura, se requieren porcentajes cercanos al 3 o al 5% de la población laboralmente activa, el vínculo de unión de tipo socialista, asociado a la agricultura, no tiene ningún sentido práctico. Si se volviera a las etapas previas, no tecnificadas, de la agricultura natural, los rendimientos caerían de tal forma que se produciría una catástrofe alimentaria mundial.

Tampoco hace falta, para llegar a una catástrofe alimentaria, el abandono de la tecnología actual, ya que bastaría aplicar las reformas agrarias socialistas (expropiación de tierras productivas) para lograr las respectivas hambrunas. Esto sucedió en épocas de Stalin, cuando obligó a los campesinos a entregar sus cosechas al Estado socialista. Al negarse mayoritariamente a entregarlas, y a seguir produciendo bajo esas condiciones, poblaciones enteras fueron cercadas produciendo unas 6 millones de víctimas en Ucrania.

La mayor hambruna de la historia se produjo, en los años 60, luego de la reforma agraria socialista aplicada por Mao-Tse-Tung en China, donde murieron entre 30 y 40 millones de sus habitantes. Incluso puede decirse que la ingesta de insectos, murciélagos y de “todo bicho que camina”, como posible inicio de la epidemia del Covid-19, puede considerarse como una consecuencia de la necesidad alimentaria de los chinos una vez destruida la agricultura nacional a través de las decisiones del Estado comunista.

Aun con la disponibilidad de tecnología adecuada, si se produce una estatización o expropiación de empresas agrícolas, la producción caerá a niveles alarmantes al ser administradas por allegados a la política; en general, vagos, incompetentes e irresponsables. Los intentos en ese sentido son promovidos en la Argentina por Juan Grabois, alguien cercano ideológicamente a Jorge M. Bergoglio, siendo el jerarca de la Iglesia, posiblemente, el mayor promotor actual del socialismo a nivel mundial.

Casi todo líder socialista, al poseer ilimitadas ambiciones de poder, encuentra en el control de la producción y distribución de alimentos, la posibilidad de extorsionar a la población de manera de alterar el antiguo lema: “El que no trabaja, no come”, reemplazándolo por “El que no obedece, no come”, que coincide con la diferencia existente entre el socialismo teórico y el socialismo real.

Respecto de la agricultura en un país socialista, puede leerse: “El sistema soviético de agricultura colectivizada también contribuye a la aspereza de la vida soviética. Mucho del problema del suministro de alimentos deriva de la naturaleza colectiva de la agricultura soviética. Como es bien sabido, la colectivización forzada de la agricultura a comienzos de la década de 1930 despojó a los agricultores soviéticos de sus tierras”.

“Lo que no es tan bien conocido es que la confiscación forzada de los suministros de cereales que la acompañó resultó en una enorme hambruna que causó la muerte de seis millones de personas solamente en Ucrania. La colectivización no sólo mató seis millones de personas, sino que paralizó permanentemente a la agricultura soviética”.

“La Unión Soviética, que en los días prerrevolucionarios era la más grande exportadora de granos del mundo, es ahora la mayor importadora de cereales del mundo. El 20% de la fuerza laboral soviética trabaja en la agricultura, comparada al 3% en Estados Unidos. Pero aun así, la Unión Soviética tiene que importar con frecuencia hasta el 25% de sus cereales”.

“Los agricultores norteamericanos, que poseen sus propias tierras, son diez veces más productivos que sus contrapartes soviéticos. Cada año se pierde alrededor del 20% de las cosechas de cereales, frutas y legumbres, así como hasta el 50% de la cosecha de papas soviética, debido al pobre sistema de almacenaje, transporte y distribución”.

“Los agricultores soviéticos no han perdido la habilidad de cultivar. Simplemente, carecen del incentivo para hacerlo en un kolkhoz. En contraste, los cultivos privados, que son atendidos por individuos durante la mañana temprano o tarde en la noche, producen el 25% de la producción agrícola total soviética, aunque abarcan apenas el 4% de la tierra arable de la Unión Soviética” (De “Marxismo: Mito y realidad”-La Nación-Buenos Aires 1985).

1 comentario:

agente t dijo...

En una agricultura de tipo socialista el gobierno induce la escasez con sus políticas favorables a la participación laboral meramente formal, la desincentivación de la iniciativa productiva y la redistribución inequitativa, a la vez que impide activamente (prohíbe) que la inversión privada pueda aliviar esa situación de penuria resultante. A continuación alega que por culpa de esa escasa producción y productividad debe profundizar su intromisión, creando así una circulo cerrado totalitario de ineficiencia, pobreza y dependencia.