lunes, 21 de enero de 2019

Peronismo y contracultura

Entre otros aspectos, el peronismo fue un movimiento de masas cuyos integrantes poca simpatía mostraban por la cultura, incluso consideraban al peronismo por encima de toda manifestación cultural. Para un peronista era prioritario el éxito partidario al éxito de la nación. Ello se hizo evidente cuando Perón participaba en golpes de Estado cuando estaba fuera del poder e incluso promovía atentados terroristas una vez perdido el poder.

En una primera etapa, en la década de los 50, promueve la lucha de los sectores peronistas en contra de los gobiernos que le sucedieron. En los años 70 establece una alianza con guerrilleros marxistas-leninistas, rompiendo la alianza una vez que logra el poder. Marta Cichero escribió respecto de la primera etapa: “Si bien hubo órdenes expresas suyas [de Perón] de resistir en forma violenta, la Resistencia no obedeció a planes. Empezó con actos pequeños, fue obra del sabotaje individual y espontáneo más que de un mecanismo organizado. En reuniones secretas, los hombres que integraban los comandos preparaban «caños», bombas precarias, inestables y peligrosas para ellos mismos. En las palabras de uno de ellos, lo hacían para defender algo que instintivamente sentían que estaban perdiendo”.

“Una correspondencia inédita revela que la Resistencia fue, antes que nada, una lucha de ideas sobre la acción a seguir, provocada por las Directivas e Instrucciones de Perón a los dirigentes y militantes. Prueba que se resistía en una trama prohibida y con palabras”.

“Perón ordenó la lucha armada y hubo peronistas que no quisieron acatar la orden. Surgió entonces entre los comandos de la Resistencia un comando teórico, fundado en la Correspondencia entre Hernán Benítez y Arturo Jauretche, contrario a la táctica «del norte», línea que bajaba desde la ciudad panameña de Colón y luego desde Caracas. Este comando teórico proponía una táctica paralela, o un eventual reemplazo en caso de que fracasara la que ordenaba seguir la Correspondencia Perón-Cooke, que integraban el Comando Superior”.

“La Resistencia fue conducida por la caligrafía de Perón, que ejercía un raro poder. Usada por algunos conductores secundarios para mantener la ambigüedad de sus mandatos y por otros para preservar al líder, esta condición a la distancia fue criticada por quien había sido el confesor de Evita y amigo suyo, el Padre Hernán Benítez. Fue quizá el único interlocutor que trató a Perón de igual a igual, se opuso a las Directivas cuando recibió el llamado violento y le exigió con dureza al jefe en el exilio que evaluara los viejos errores, que acortara la distancia, que midiera consecuencias. La ruptura entre ellos, en la Correspondencia Perón-Benítez que cierra este libro, es clave en el devenir político del Movimiento Peronista de los años 60-70”.

“Esas advertencias de Benítez resultarían proféticas cuando llegó el fin de la época «romántica y artesanal» de la Resistencia, y se formaron las primeras organizaciones armadas, iniciadas por jóvenes peronistas que desconocieron aquel largo y clandestino debate de ideas. Como ejemplo, baste citar el siguiente párrafo de una carta de Benítez a Perón en 1958: «En las actuales circunstancias, ¿no se da cuenta el General de que la represión dejará ya no treinta, ni trescientas víctimas asesinadas, sino tres mil, sino treinta mil?»” (De “Cartas peligrosas”-Editorial Planeta Argentina SAIC-Buenos Aires 1992).

La Argentina, a partir del peronismo, quedó dividida en dos sectores irreconciliables. Tal es así, que desde el sector peronista no se considera “argentino” al anti-peronista, ni tampoco el anti-peronista reconoce como argentino al peronista, justamente por considerar a sus héroes políticos encima incluso de la integridad de la patria. Alicia Jurado escribió al respecto: “El gobierno peronista, antes de que yo la conociera [a Victoria Ocampo], había demostrado ese odio metiéndola en la cárcel durante un mes, sin que se la acusara de nada ni se le diera explicación alguna al ponerla en libertad; este episodio le produjo una impresión indeleble y se refirió a él muchas veces. Para mí, la prisión de 1945 había sido una semana de exaltación y camaradería juveniles y no le di demasiada importancia; pero para Victoria, persona ya mayor y que en nada había provocado, como lo hicimos los estudiantes, la ira oficial, aquella incomprensible injusticia y el hecho de no verse en compañía de sus pares sino sola entre delincuentes, tiene que haberle parecido una pesadilla semejante a «El proceso de Kafka» o a los insólitos destinos que imagina Borges en «La lotería en Babilonia»”.

“De esas arbitrariedades nadie se vio libre. En una ocasión, por cantar el Himno Nacional en la calle, metieron presas a un grupo de señoras entre las que estaban Adela Grondona, que años después contó el hecho en un librito al que tituló «El grito sagrado». Norah, la hermana de Borges y la propia Leonor Acevedo, madre de ambos, quien por su avanzada edad cumplió la sentencia arrestada en su domicilio. Contaba Leonorcita que el comisario la reconvino por perturbar, a sus años, el orden público y ella respondió:

- No hice más que cantar mi himno.
- El nuestro –le señaló el comisario
- Así es, pero es más mío que suyo.
Y ante el asombro de su interlocutor, añadió:
- Lo escribió mi abuelo Vicente López y Planes
(De “El mundo de la palabra”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1990).

Los dirigentes peronistas creían que con el dinero robado a la sociedad, por medio del Estado, en cierta forma los haría sentirse “iguales” a los aristócratas que tanto aborrecían, aunque eso no siempre ocurrió. La citada autora agrega: “«Habla el algarrobo» era un espectáculo de gran belleza…No pudo ser más adecuado para el gran público y hasta para los chicos de la escuela, lo que no impidió que, en cuanto fue amortizada la inversión oficial y empezó a dar ganancias al museo, los cambios políticos trajeron a un director peronista que por mero odio hacia Victoria o a lo que ella representaba como personaje de elite (mala palabra para los resentidos, que acaso perdonen el dinero ajeno porque ellos también lo pueden conseguir en forma legítima o delictuosa, pero no perdonan el señorío heredado, el refinamiento y la elegancia espiritual que ningún esfuerzo les permitirá obtener), interrumpió las representaciones pretextando que la obra no encuadraba dentro de su concepto de cultura popular, dejó arruinar las instalaciones eléctricas y privó a la ciudadanía de un espectáculo de gran calidad durante los meses de verano”.

El culto a la personalidad llegó a extremos asombrosos, por lo que la tiranía peronista resultaba asfixiante para la gente decente. Alicia Jurado escribe al respecto: “Aquel gobierno, en una orgía de autopropaganda, había decretado que la mayor parte de las cosas llevase el nombre de la pareja reinante, de modo que cuando alguien decía, por ejemplo: Ahora viajaré en el subterráneo de Eva Perón a Perón para tomar el tren a Eva Perón, eso significaba que iría desde Retiro a Constitución para viajar luego a La Plata. En los colegios secundarios era lectura obligatoria «La razón de mi vida», obra atribuida a Eva Perón pero escrita por un español cuyo nombre olvido…”.

Durante las primeras presidencias peronistas, las universidades argentinas dependían del Estado, lo que implicaba que dependían directamente del Partido Peronista. Gregorio Klimovsky escribió: “Durante el peronismo, para ser profesor lo primero que se necesitaba era estar afiliado al partido peronista. Recuerdo un profesor de Fisicoquímica de la Facultad de Medicina que llegó a decir cosas que son una vergüenza desde el punto de vista científico. Atribuyó falsamente a la ley de Boyle-Mariotte un enunciado muy pintoresco: «si tenemos un recipiente que tiene tal presión y tal volumen y allí tenemos otro que tiene tales otras, el producto de la presión por el volumen de ambos es constante», lo cual es falso porque se está atribuyendo esa propiedad a dos recipientes que nada tienen que ver entre sí”.

“Esto resulta inimaginable, pero lo dijo uno de los «distinguidos» profesores que había sido nombrado durante el peronismo” (De “La construcción de lo posible” de C. Rotunno y E. Díaz de Guijarro-Libros del Zorzal-Buenos Aires 2003).

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