martes, 11 de octubre de 2016

De la Economía clásica a la Escuela austriaca

Es posible disponer de un panorama general de la historia de la economía a partir de las diferentes visiones predominantes en distintas épocas, constituyendo la secuencia principal la que va desde la Economía clásica, para continuar con la neoclásica y finalizar con la Escuela Austriaca. Estas visiones difieren en asignar la causa de la cual derivan los efectos económicos. Así, para David Ricardo, la causa principal es la oferta; para Alfred Marshall está compartida por la oferta y la demanda, mientras que, para Carl Menger, la demanda es la causa de la cual deriva todo el proceso económico.

Debe señalarse que la divergencia de opiniones sobre algo aparentemente evidente, se debe a la confusión que surge al mezclarse, por una parte, la causa material del proceso económico y, por otra, las motivaciones y necesidades personales que desencadenan el proceso. Israel M. Kirzner expresó: “La economía clásica entendió la relación de causa y efecto que constituye el fenómeno económico…esta relación de causa y efecto tiene que entenderse como impulsada por la naturaleza física. Las condiciones objetivas por el lado de la oferta determinan lo que va a ocurrir”. “La naturaleza física es la responsable del valor. El fenómeno del valor está determinado por las condiciones del lado de la oferta”. “La economía ricardiana, que es el corazón de la teoría clásica, lo ve todo determinado, explicado y entendible en virtud de la realidad física. Para los economistas clásicos la economía era la ciencia de la riqueza”.

“La economía neoclásica…comenzó a reconocerse que la explicación de las relaciones de causa y efecto que componen los fenómenos económicos tiene que situarse, al menos parcialmente, en la demanda del consumidor. En concreto, la revolución ocurrió en la teoría del valor. Los economistas clásicos veían el valor determinado por el coste. El coste de producción determinaba el valor. El economista neoclásico comenzó a reconocer que, además de las condiciones de la oferta que reflejan el coste, están las condiciones de la demanda que representan las valoraciones de los consumidores”.

“Para Marshall…lo que él explicó fue que tenemos oferta y demanda. La oferta expresa el coste objetivo. La demanda expresa la demanda subjetiva, la demanda de los consumidores. Y es la interacción de estas dos fuerzas: las fuerzas de la oferta, las fuerzas de la demanda; las fuerzas de la realidad objetiva, la realidad física, y las fuerzas de las preferencias subjetivas…Éstas son las dos hojas de las tijeras de Marshall [Diagrama de oferta y demanda vs. precio]. Éstas determinan cuál será el precio del objeto”.

“Los austriacos, comenzando con Menger, tenían una opinión diferente. Ellos veían el valor determinado solamente por las decisiones de los consumidores”. “Para los austriacos, las condiciones físicas son pasivas, son el «telón de fondo»”. “La fuerza activa, los determinantes activos de la relación causa y efecto, son las preferencias de los consumidores, los deseos de los consumidores, en el contexto, ciertamente, de unas condiciones físicas dadas” (De www.anarcocapitalista.com).

Luis Pazos escribió: “Son los pensadores de la Escuela Austriaca, los que descubren que el valor de los objetos, dentro del intercambio económico, no radica en el objeto mismo, sino en el sujeto que valora: el valor es subjetivo. Este descubrimiento es, para muchos, el origen de una revolución en el pensamiento económico, y lo consideran como uno de los descubrimientos más importantes dentro de la historia de las ideas económicas. Estas nuevas ideas sostienen una posición contraria a las teorías del valor trabajo, expuestas por Ricardo y Marx”.

“Uno de los corolarios de la teoría subjetivista es que el valor del trabajo debe determinarse a partir del valor del producto y no el valor del producto a partir del valor trabajo. En otras palabras, a diferencia de Marx y Ricardo, sostienen que es el valor del objeto lo que va a determinar el valor del trabajo y no el valor del trabajo lo que va a determinar el valor del objeto” (De “Ciencia y teoría económica”-Editorial Diana-México 1981).

La consecuencia de continuar con la teoría errónea del valor-trabajo, pudo advertirse en el fracaso del socialismo, ya que todas las deducciones que Marx establece derivan de tal concepto, poco adecuado al comportamiento del hombre. De todas formas, algunas deducciones distintas, a partir del valor-trabajo, no conducen necesariamente al socialismo.

En la actualidad, la controversia entre escuelas económicas implica un enfrentamiento entre los “neoclásicos” y los “austriacos”. Por considerar estos últimos que la economía debe describir esencialmente las acciones y decisiones humanas, resulta ser una ciencia cercana a la psicología, ya que establece descripciones verbales, antes que matemáticas. “En concepto de los economistas matemáticos, la materia de la economía es el estudio de dimensiones económicas. En opinión de los economistas lógicos es el estudio de la conducta humana; no se refiere a los bienes, sino a los hombres, a sus juicios sobre el valor, a sus preferencias y acciones” (Del Prólogo de “El socialismo” de Ludwig von Mises-Editorial Hermes SA-México 1961).

Respecto de la utilización de las matemáticas en economía, Eduardo A. Zalduendo escribió: “Von Mises reconocía tres corrientes sobre el problema de las matemáticas: la econometría mide los datos observados y, en tal caso, ya es historia económica; la segunda vertiente deriva de tener presentes las ecuaciones y las curvas empleadas, sobre todo en los estudios y presentaciones macroeconómicos (precios, costos, utilidad, etc.) desvirtúan la realidad del mercado, que es un proceso; la tercera implica que los modelos formulados con un conjunto de ecuaciones no pueden describir la complejidad de la realidad. Otro miembro de la escuela, Schumpeter, fue, sin embargo, defensor de su uso a lo largo de su vida como economista, pero nunca lo utilizó en sus escritos” (De “Breve Historia del Pensamiento Económico”-Ediciones Macchi-Buenos Aires 1998).

Aun cuando neoclásicos y “austriacos” coinciden en la importancia de la economía de mercado, difieren en cuanto a fundamentos últimos, metodología y conclusiones sobre algunos aspectos concretos de la economía. Israel M. Kirzner escribió: “La tragedia de la teoría económica «convencional» es que su actual situación, parecida a una crisis, se presenta como la consecuencia natural de un proceso intelectual que fue puesto en marcha, perversamente, por una serie de significativos avances teóricos. De alguna manera, la dinámica de esta historia ha producido, partiendo de ideas básicamente correctas, una elaborada estructura económica, deslumbrante en su sofisticación técnica, inspirada en la calidad arquitectónica de su edificio intelectual, pero gravemente deficiente en lo que respecta a todo genuino entendimiento del funcionamiento del capitalismo de mercado. Tal es, de cualquier modo, la perspectiva «austriaca» acerca del estado actual de la denominada ortodoxia «neoclásica» angloamericana en teoría económica”.

“A pesar de nuestros comentarios acerca de las raíces sanas de la economía neoclásica moderna, no debería haber ninguna duda acerca del golfo que separa la corriente principal de la visión del capitalismo de mercado, de aquélla con que los economistas austriacos se proponen reemplazarla. En la visión austriaca, un cabal estudio de la economía neoclásica sencillamente no dota a nadie de un sensible entendimiento del funcionamiento de la economía de mercado. Es esta misma circunstancia perturbadora la que ha incentivado el actual resurgimiento del interés en la tradición austriaca” (De “La crisis en la teoría económica” de Daniel Bell e Irving Kristol-Ediciones El Cronista Comercial-Buenos Aires 1983).

En cuanto a los puntos principales de divergencia, Kirzner escribió: “La economía de la corriente principal moderna exhibe un número de relaciones que, para los austriacos, aparecen como serias fallas. Estas características incluyen especialmente: a) una preocupación excesiva con el estado de equilibrio; b) una desafortunada perspectiva de la naturaleza y el rol de la competencia en los mercados; c) una atención groseramente insuficiente al rol (y al carácter subjetivo) de los conocimientos, las expectativas y el aprendizaje en los procesos de mercado; y, d) un enfoque normativo que depende mucho de cuestionables conceptos de agregación, y que por lo tanto es insensible a la idea de la coordinación del plan entre los participantes del mercado. En conjunto, estas fallas representan distorsiones muy serias, en el mejor de los casos, para el entendimiento del proceso de mercado en las economías capitalistas que pueda proporcionar la economía neoclásica moderna”.

Al priorizar los aspectos inherentes al comportamiento individual, no resulta extraño que desde la Escuela Austriaca se advierta la necesidad de establecer una explícita “ética social”. Jesús Huerta de Soto escribió al respecto: “Quizá una de las aportaciones más importantes de la teoría de la libertad en este siglo haya sido el poner de manifiesto que el análisis consecuencialista de costes y beneficios no es suficiente para justificar la economía de mercado. no se trata tan sólo de que gran parte de la ciencia económica hasta ahora desarrollada se basaba en el error intelectual de presuponer un marco estático de fines y medios dados, sino que incluso el punto de vista del análisis mucho más realista y fructífero de la Escuela Austriaca, basado en la capacidad creativa del ser humano y en el estudio teórico de los procesos dinámicos de coordinación social, tampoco es suficiente para fundamentar por sí solo y de una manera categórica el ideario liberal”.

“Y es que, aunque abandonemos el criterio estático de eficiencia paretiana y lo sustituyamos por otro más dinámico basado en la coordinación, las consideraciones de «eficiencia» nunca bastarán, por sí solas, para convencer a todos los que antepongan las consideraciones de justicia a aquéllas relativas a las distintas ideas de «eficiencia»”.

“El desarrollo de una fundamentación ética para la teoría de la libertad es imprescindible por las siguientes razones: a) el fracaso mayúsculo de la «ingeniería social» y, en concreto, del consecuencialismo que se deriva del paradigma neoclásico-walrasiano que hasta ahora ha dominado la ciencia económica; b) porque el análisis teórico de los procesos de mercado basados en la capacidad empresarial del ser humano, aun siendo mucho más potente que el análisis derivado del paradigma neoclásico, tampoco es suficiente para justificar por sí solo la economía de mercado; c) porque dada la situación de ignorancia inerradicable en la que se encuentran los seres humanos y su capacidad constante para crear nueva información, éstos necesitan de un marco de principios de comportamiento de tipo moral que les indique, de manera automática, qué comportamientos pautados deben llevar a cabo; y d) porque desde el punto de vista estratégico, básicamente son las consideraciones de tipo moral las que mueven el comportamiento reformista de los seres humanos, que en muchas ocasiones están dispuestos a realizar importantes sacrificios para perseguir lo que estiman bueno y justo desde el punto de vista moral, comportamiento que es mucho más difícil de asegurar sobre la base de fríos cálculos de costes y beneficios, que poseen además una virtualidad científica muy dudosa” (Del Estudio Preliminar de “Creatividad, Capitalismo y Justicia Distributiva” de Israel M. Kirzner-Ediciones Folio SA-Barcelona 1996).

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