miércoles, 19 de noviembre de 2014

Exceptocracia y populismo

Por “exceptocracia” se entiende el marco legal e institucional predominante en un país en donde el Poder Ejecutivo domina a los restantes poderes a través de decretos de necesidad y urgencia, y por otros medios. Parte del pueblo como el gobierno entienden que todo el poder político y económico debe quedar en manos del presidente, bajo la siguiente “matemática populista”:

50% + 1 % = 100 % y 50% - 1% = 0 %

Ello implica que quien gana las elecciones dispone de todo el poder y quien pierde no tiene derechos ni siquiera a opinar, constituyendo una falsa democracia, que es el populismo. Ricardo A. Ferraro y Luis Rappoport escriben: “El control parlamentario sobre el Poder Ejecutivo no funciona. La reforma constitucional de 1994 abrió fisuras que permiten gobernar mediante decretos de necesidad y urgencia. Y el presidente absoluto abusa de sus poderes aun por encima de la Constitución. Los parlamentarios no tienen voluntad ni incentivos para ejercer control alguno; tampoco tienen autonomía para legislar y generar –a través del Congreso-formas de interacción entre ciudadanos y el Estado”.

“Como los cortesanos de las viejas monarquías absolutas, muchos parlamentarios están condicionados en su carrera política por los favores del presidente, o bien por los gobernadores provinciales, que, en muchos casos –a todos los efectos útiles- funcionan como el presidente absoluto en sus ámbitos locales. Los gobernadores y el Senado podrían constituir un control de la discrecionalidad del presidencialismo absoluto, pero están, a su vez, condicionados por el sistema de reparto de recursos y por el intercambio de favores políticos que realiza el Poder Ejecutivo Nacional. Cuando el poder del presidente absoluto es insuficiente para conseguir la adhesión parlamentaria –a juzgar por la historia reciente-, queda abierto el camino de la corrupción lisa y llana para ratificar la inexistencia de control parlamentario” (De “Presidencialismo absoluto”-Editorial El Ateneo-Buenos Aires 2008).

Por otra parte, Mario D. Serrafero escribió: “¿Qué se entiende por exceptocracia? El gobierno de la excepción. Y aquí, importa menos quien es el soberano que lo que un tipo de gobierno representa. Si la anomia concierne a un territorio sin ley o su franco incumplimiento, la exceptocracia menta un sistema legal e institucional que se ve continuamente agujereado no ya por la decisión desnuda de un soberano sin fronteras (jurídicas), sino por una práctica regular y colectiva que se sale del ordenamiento legal y lo justifica racionalmente recreándolo en senderos que se bifurcan y coexisten. Hay un ordenamiento legal, pero éste es siempre más provisorio que lo que el cambio de costumbre, contextos y situaciones aconsejarían. Es más, la excepción puede incluso no responder a la necesidad de la realidad. Podría hasta decirse que a la realidad la construye la excepción”.

Bajo el populismo, no gobierna la ley sino el presidente, que puede ignorarla cada vez que surja un conflicto entre sus deseos y el marco legal vigente. Perfeccionando el sistema, se procede a cambiar la ley para adaptarla al capricho presidencial. “Otros conceptos como decisionismo y presidencialismo tampoco enfocan de lleno el fenómeno. Es que una exceptocracia excede la figura del primer mandatario pues envuelve el Estado, sus instituciones y la materia prima sobre la que se asienta: la sociedad. Tampoco la democracia Ejecutivista se ajusta plenamente a su contenido. Si bien es cierto que este tipo de democracia parece más permeable a un Estado Administrativo de discrecionalidad desarrollada y a la excepción que proviene de la voluntad presidencial –caprichos y antojos, incluidos-, lo cierto es que también existe un Congreso que vuelve sobre sus propios pasos, una Corte que puede graciosamente cambiar jurisprudencia y teorías que se superponen para justificar lo que hasta ayer constituía anatema del sistema y violación de principios de larga data” (De “Exceptocracia ¿Confín de la democracia?”-Ediciones Lumiere SA-Buenos Aires 2005).

Debe señalarse que el citado autor no pretende agregar un término más a los ya existentes, ya que el neologismo tan sólo le pareció útil para designar el contenido de su libro. “La teoría acerca de la correcta metodología nos advierte sobre la tentación de la invención de nuevos términos que, lejos de aportar al corpus teórico, suelen reiterar bajo otra denominación lo ya existente, confundir más de la cuenta o bien impedir la correcta acumulación de conocimientos bajo las clasificaciones y los conceptos que cuentan con el consenso de la comunidad académica”.

Si bien los distintos marcos constitucionales, al no poder prever la infinidad de posibilidades que pueden surgir, incorporan excepciones al estricto cumplimiento de la ley, tales excepciones abren las puertas para que políticos populistas consideren cualquier situación normal como algo excepcional. “El argumento de la excepción permite el infinito virar de rumbo pretendiendo que es sólo eso, una excepción, cuando en realidad se convierte en puro acontecer. Si el hecho extraordinario, no previsto y que asalta al ordenamiento jurídico estaba en la base de justificación de la excepción ahora la excepción abarca hechos ordinarios. En realidad, no se trata de un problema de justificación, pues la excepción se justifica a sí misma”.

Carlos Nino se refería a la Argentina como “un país al margen de la ley”, incluyendo tanto al pueblo como al gobierno. La excepción, constituida en regla jurídica, materializa la anomia gubernamental. Serrafero agrega: “El cambio de reglas es la lógica, no ya como patología de una dirigencia subdesarrollada y de una sociedad que sufre anorexia de cultura cívica, sino como síntoma de una creencia colectiva donde la excepción, como excepción, no existe. Y si ello es así, en realidad, no hay reglas, sólo existe la excepción como supranorma. En este marco, la excepción no crea derecho, es Derecho. La excepción barre con la cultura jurídica y habilita el territorio de la pura y cruda política. La exceptocracia es más que inseguridad jurídica, es, sobre todo, inseguridad fáctica”.

“En la exceptocracia no hay límites, sólo confusión e identidad entre derecho, hecho y, por sobre ellos, excepción. No hay excepciones, hay excepción. Y, esta última, ordena y descalabra a un mismo tiempo derecho y hecho. Si englobamos a la sociedad en franca complacencia con la exceptocracia, ¿podríamos decir que sería otra forma de democracia? ¿Quizás sus confines? Si antes teníamos una sociedad complaciente con el incumplimiento de las normas, ahora, lo es con su creación contra «legem»”.

Mientras que la democracia facilita la consecución tanto de metas inobjetables como de otras discutibles, como es la del “sueño americano”, objetivo netamente materialista, el populismo facilita la ejecución de metas aun más discutibles, como es la del “sueño latinoamericano” (o argentino): lograr vivir sin trabajar siendo mantenido por el resto de la sociedad a través del Estado distributivo, o Estado de bienestar. Bajo una aparente intención de protección social, al poco adepto al trabajo se lo termina marginando de la sociedad ya que tal protección anula su capacidad de lucha, o de supervivencia, convirtiéndolo en alguien totalmente dependiente de la protección y de la dádiva estatal. También se convierte en un marginado cuando es mirado, con cierto desprecio, por quienes trabajan arduamente para llegar a fin de mes con un monto monetario similar, ya que el Estado le quitó una parte importante del fruto de su trabajo para compensar la “desigualdad social” de quien no quiere trabajar.

En cuanto al kirchnerismo, puede decirse que es un caso típico, y acentuado, de populismo argentino. Puede describirse en base a tres aspectos básicos:

Kirchnerismo = Exceptocracia + Presidencialismo absoluto + Totalitarismo

Ello implica que “disfruta” del marco legal que favorece que haga lo que le venga en ganas para continuar acrecentando poder político y económico. Existe, además, un cambio de actitud respecto de los métodos violentos utilizados por la guerrilla de los 70 para imponer un sistema totalitario, ya que esta vez utiliza las sugerencias de Antonio Gramsci, es decir, actúa como si quisiera implantar el socialismo mediante un proceso no violento. Quique Pesoa y Luis Mattini escriben: “El gran revolucionario Antonio Gramsci fue el que lanzó la teoría de la hegemonía [supremacía que un Estado ejerce sobre otros]. Él habla del bloque hegemónico en política y lo que descubre, el gran aporte que hizo Gramsci con esto, es que los regímenes, los sistemas y los gobiernos no se mantienen por la represión. No hay sistema que se pueda mantener sólo por la represión. El sistema represivo tiene una duración que se agota”.

“Además Gramsci lo dice: en última instancia, los podemos vencer militarmente, creamos otro ejército. Él dice que los sistemas se sostienen porque en el fondo tienen la hegemonía sobre la población”.

“En ese momento [los medios de comunicación] no estaban de moda, pero él ya los visualizó como responsables. Gramsci dice que el sistema educativo es el primer responsable y esto te hace saber que cada docente es responsable”. “Después de la educación habla de las instituciones religiosas y luego de los medios de comunicación. Entonces lo que tiene el poder es hegemonía sobre eso y eso hace que la gente acepte la dominación”. “Que acepte la dominación con cierta naturalidad. Ése fue el gran aporte de Gramsci porque hasta ese momento se creía que la revolución sólo se podía hacer venciendo la parte represiva, o sea, el ejército y la policía. Gramsci escribe sobre su propia experiencia ya que él pierde en Italia no precisamente por el ejército, sino porque llegó el fascismo, y el fascismo fue la hegemonía por excelencia”, “Según él, no basta con combatir a las Fuerzas Armadas represivas sino que también hay que generar pensamiento independiente en la gente”.

“Gramsci dice que hay que desarrollar la contrahegemonía y para eso hay que tener lugar en los medios de comunicación, en la educación, e incluso en la religión. Por ejemplo, los curas del Tercer Mundo fueron contrahegemonía, vos [uno de los autores] en los medios de comunicación y lo que muchos intentamos hacer en la docencia, en el sistema educativo, eso es lo más importante….esos tres espacios. Yo soy un poco extremista,…yo digo que más importante que tomar el ejército, tomar los mandos, es tomar la universidad, ahí está la hegemonía central”. “El sistema educativo es el que puede permitirnos que dentro de veinte años tengamos una clase dirigente avivada” (De “¿Estás ahí?”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2013).

El kirchnerismo ha dado muestras de buscar el control total de los medios de comunicación y de los contenidos de la educación, favoreciendo la visión totalitaria, por lo que tiene un fuerte apoyo de los sectores populistas y totalitarios argentinos. Para esto sectores, todavía no ha caído el muro de Berlín, ni China ni Rusia adoptaron la economía de mercado; o bien lo saben muy bien, pero persiguen el fracaso y la decadencia por cuanto ellos estarán a salvo ocupando los altos mandos en un futuro gobierno totalitario.

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