martes, 30 de septiembre de 2014

El lenguaje cotidiano y la política

Quien tiene algo que ocultar, en el ámbito de la economía o de la política, trata de reducir la realidad social a un conjunto de frases hechas que la mutila, la distorsiona o la encubre totalmente. Con ese pequeño conjunto de frases se abre camino hasta llegar al poder, manteniéndolo una vez conquistado. Por el contrario, quienes se proponen construir una visión acorde a la realidad, necesitan apoyarse en ideas y conocimientos concretos, a veces difíciles de reducir a frases cortas y determinantes. Construir siempre resulta bastante más difícil que destruir.

La poca predisposición del ciudadano corriente a adquirir conocimientos concretos, le impide dedicar tiempo suficiente a un escrito cuyo tamaño vaya algo más allá del eslogan o del cliché. Incluso piensa que una ideología capaz de revertir una severa crisis moral y social se ha de construir sólo con pequeñas frases que servirán para contrarrestar aquellas vigentes, sostenedoras y promotoras de la crisis en cuestión. Si alguien puede lograr éxito por ese camino, tanto mejor para todos. José Maria Martínez Selva escribió:

“Un aspecto esencial del lenguaje político son los clichés, palabras que encapsulan, con sospechosa brevedad y sencillez, aspectos sociales complejos. Ortega decía al respecto que «los credos políticos, por ejemplo, son aceptados por el hombre medio no en virtud de un análisis y examen directo de su contenido sino merced a que se convierten en frases hechas […] El hombre medio piensa, cree y estima precisamente aquello que no se ve obligado a pensar, creer y estimar por sí mismo en esfuerzo original». El cliché consigue al mismo tiempo facilitar la comunicación y oscurecer la realidad. En cierto sentido, el cliché constituye el lenguaje como ocultación”.

Cuando no se tiene la suficiente habilidad para poner, en boca de todos, frases que constituirán creencias arraigadas, se cae en la mentira evidente y en la negación pública de la realidad, requiriéndose para ello de una buena dosis de cinismo; algo típico en los líderes populistas. “Las ideas adoptan a menudo la forma de un relato o una narración simple que emociona, convence e ilusiona a los votantes. Una breve historia que explica todo y contiene la solución de todos los problemas del momento. Esta narración ficticia puede sustituir a la realidad. Los acontecimientos que no se ven, como es el caso de los venideros, son más proclives a sufrir una elaboración lingüística que los categoriza y disfraza”.

“La apropiación de una palabra o de una expresión feliz y su inserción en el lenguaje cotidiano es de una importancia estratégica vital para el político, que consigue así introducir en la discusión política y en la opinión pública no ya un término sino una forma peculiar de ver la realidad. Se trata de conseguir que se discuta sobre lo que uno quiere que se discuta y en los términos que uno elige. Los vocablos y expresiones que se emplean, sus connotaciones, las ideas y las emociones que evocan son las únicas buenas posibles. El término, el eslogan, describe la perspectiva, la forma de ver el presente y el futuro y la dirección inequívoca en la que se debe caminar. El paso siguiente es la repetición de las palabras o los mensajes para que ocupen un lugar en la mente de la gente, formen parte de su repertorio lingüístico habitual y desempeñen así el papel de configurar sus actitudes y su comportamiento” (De “La gran mentira”-Ediciones Paidós Ibérica SA-Barcelona 2009).

Si se considera al rival político, y a sus ideas, como una parte de la realidad que se pretende tergiversar, surge la tendencia a calumniar al sector opositor. El nivel de mentiras puesto en juego en una contienda política nos dará una idea del nivel de difamación que simultáneamente se empleará. Para la descalificación del adversario se empleará cualquier justificativo que se crea conveniente. Gerardo Vidal Guzmán escribió respecto de Marco Tulio Cicerón: “Su origen plebeyo constituía una grave desventaja en una época en que los honores políticos estaban en buena medida ligados a la pureza de la sangre. Por lo general, el senado y el consulado se nutrían de patricios, y cuando algún plebeyo lograba encumbrarse a esas alturas debía estar dispuesto a soportar comentarios mezquinos y zancadillas «de clase»”. “Cicerón, sin embargo, no se acomplejaba con facilidad. Se cuenta que en una ocasión un patricio de la familia Metello interrumpió uno de sus discursos en el senado gritándole afrentosamente: «¿Quién es tu padre?» Con tal pregunta el orgulloso Metello pretendía recordarle un origen que él consideraba indigno. Cicerón permaneció impasible y se limitó a responder: «Por mi parte, Metello, tendré la delicadeza de no hacerte la misma pregunta. Como sabes, tu madre ha hecho de esa interrogante algo extremadamente delicado..»” (De “Retratos de la antigüedad romana y la primera cristiandad”-Editorial Universitaria-Santiago de Chile 2004).

El humor irónico surge del pueblo como respuesta a la necesidad de contrarrestar las mentiras con las cuales se lo degrada cotidianamente desde el sector político. Martínez Selva escribe: “No estamos indefensos ante este uso manipulador, pues el lenguaje es un instrumento que sirve tanto para manipular como para evitar que nos manipulen”. “El uso de chistes y de motes para encasillar y ridiculizar a los políticos es un ejemplo del empleo del lenguaje desde el gobernado para defenderse del poderoso”.

La utilización del lenguaje, en política, puede apuntar no sólo a la transmisión de información errónea, sino a cierta deformación del razonamiento normal, creándoles a los receptores una visión distorsionada de la realidad que puede servir tanto al gurú de una secta como al líder de un partido populista. Ello se debe a que todo hecho provoca efectos que dependen tanto de la realidad como de la forma en que observamos esa realidad. Walter Lippmann escribió: “Nuestras opiniones cubren inevitablemente un espacio mayor, un lapso más largo, un número mayor de cosas de cuanto podemos observar directamente. Por lo tanto, nacen de lo que los demás nos cuentan y de lo que imaginamos”.

“Sin embargo, ni un testigo ocular trae una imagen verdaderamente natural de una escena. La experiencia parece demostrar que dicho testigo lleva él mismo a la escena parte de lo que después saca de ella, y que, con frecuencia, lo que se toma por el relato auténtico de un hecho es una trasposición del mismo. Hay pocos hechos que simplemente se den a la conciencia; la mayoría parece existir ya, en parte, desde antes. Un relato es la combinación de una realidad y de la percepción de esa realidad, y el papel del observador es siempre selectivo y generalmente creador. Los hechos que vemos dependen de dónde estamos ubicados y de la manera de ver de nuestros ojos”.

“«Para discernir el sentido de las cosas o (dicho de otra manera) para formar hábitos de simple aprehensión de las cosas es necesario introducir: 1º la exactitud y la distinción y 2º la consistencia o estabilidad de significado en lo que de otra manera es vago e impreciso» (John Dewey)” (De “La opinión pública”-Compañía General Fabril Editora SA-Buenos Aires 1964).

La deformación de la realidad no es una cuestión asociada solamente al lenguaje, sino que proviene de problemas psicológicos arraigados. Gordon W. Allport escribió: “Cuando un verdadero paranoico se hace demagogo puede ocurrir algo desastroso. El éxito del demagogo será mayor, por supuesto, si es normal y astuto en todas las otras fases de su liderazgo. Si ocurre así, su sistema de ideas ilusorias parecerá razonable y atraerá a secuaces, especialmente a quienes también tienen ideas paranoides latentes. Pónganse juntos a un número lo bastante grande de paranoicos, o de personas con tendencias paranoides, y resultará de ello una peligrosa multitud” (De “La naturaleza del prejuicio”-EUDEBA-Buenos Aires 1962).

De la misma manera en que en Cuba se describe y explica todo fracaso social o económico, culpando al “imperialismo yankee”, impidiendo toda posibilidad de solución, en la Argentina se trata de describir y explicar la severa crisis en base a la nefasta influencia de los “fondos buitres”. En este caso se hace referencia al ave carroñera que sobrevuela observando la inminente muerte de su futura presa. Además, el buitre, en cuestiones financieras, trata de obtener ganancias exorbitantes. Debido a que el gobierno kirchnerista no tuvo la suficiente habilidad, en su momento, para comprar los bonos argentinos a un precio muy reducido, evitando problemas posteriores, se ha llegado a una situación cuyos efectos tienden a agravarse. Desde el propio gobierno se apoya la disyuntiva “patria o buitres”, asociando la patria al gobierno de turno y los buitres al sector opositor (como adherente a los grupos especuladores). Representa, además, una renuncia implícita a intentar revertir la tendencia decadente del país por cuanto se ha buscado como causa de los problemas a un grupo de inversores sobre los cuales no se tiene control alguno.

El comportamiento “buitre” se ha visto en el país en épocas en que estaba en vigencia la denominada “1050”, una ley que perjudicaba a quienes estaban pagando una vivienda con ajustes por inflación, ya que la deuda se agrandaba en lugar de achicarse con los pagos realizados. Los “buitres”, en ese caso, eran los abogados que “sobrevolaban” a los deudores que podían perder sus viviendas para quedarse con ellas mediante artilugios legales conocidos por tales especialistas. Esta es la forma en que los Kirchner actuaron tratando de lograr poder económico y, posteriormente, político.

El otro aspecto del comportamiento “buitre” implica la búsqueda de ganancias exorbitantes, esta vez con la compra y venta de terrenos que habían sido del Estado. Al respecto, P. A. Mendoza, C. A. Montaner y Á. Vargas Llosa escribieron: “Uno de los muchos «pelotazos» -como dicen en España- que pegaron los K es la compra de 60.000 metros cuadrados de terrenos por el equivalente de 60 céntimos de euro y su venta, al año siguiente, a 50 euros el metro cuadrado, es decir a un precio 72 veces superior. Es así como financiaron su hotel en Cafayate, la localidad de la Patagonia de donde salieron para gobernar el país (y dar más pelotazos que Leo Messi). Otros terrenos, que suman 129.000 metros cuadrados, fueron revendidos también en muy poco tiempo por entre 70 y 80 veces más de lo que les habían costado”. “Como todos aquellos que presiden un sistema de enriquecimiento por la vía del poder político, los K se aseguraron de que muchos allegados también vieran prosperar su situación financiera a velocidad del rayo” (De “Últimas noticias del nuevo idiota iberoamericano”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2014).

Al menos se ha podido llegar a un acuerdo lingüístico entre gobierno y oposición, definiendo al problema como una alternativa del tipo “Patria o buitres”, aunque con una diferente interpretación según el caso; buitres extranjeros para el gobierno y buitres locales para la oposición. Teniendo presente aquella frase que advierte: “Cría cuervos y te comerán los ojos”, puede cambiarse a: “Entrégale todo el poder a los buitres internos y luego resígnate a las consecuencias de tal decisión”.

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