martes, 22 de abril de 2014

Imperialismo y capitalismo

Frecuentemente, y a lo largo de la historia de la humanidad, se ha advertido que un bando ha sido calumniado y difamado por el bando rival, o competidor. De ahí que no deba extrañarnos la amplia campaña difamadora promovida por el sector socialista hacia todo lo que esté vinculado al capitalismo y que, debido al fracaso del primero, sólo le queda calumniar al segundo, convirtiendo al capitalismo en una mala palabra, casi como si se tratara de una plaga que asota a los distintos pueblos. Mientras mayor sea el éxito del capitalismo, mayor será la acción dedicada a su desprestigio.

Por las razones expuestas, es conveniente mencionar los atributos principales del capitalismo, de manera de observar claramente que no se trata de algo diabólico, como se lo presenta desde la izquierda. Podemos establecer la siguiente igualdad simbólica:

Capitalismo = Trabajo + Ahorro productivo (inversión) + Libres intercambios equitativos + Innovación

Entre los supuestos defectos atribuidos al capitalismo, aparece la tendencia hacia el imperialismo, que justificaría la razón de su éxito. Así, se supone que las grandes potencias económicas han logrado buenos resultados debido a la extracción de riquezas de sus colonias, en lugar a atribuir ese éxito a las bondades del sistema y a la adecuada adaptación de la sociedad que lo adopta. Thomas Sowell escribe al respecto: “Quizá la explicación más famosa e influyente de las diferencias económicas entre las naciones ricas y pobres es la obra de V. I. Lenin, «Imperialismo». Se trata de una obra maestra en el arte de la persuasión, ya que convenció a muchas personas de elevadísimo nivel educativo en el mundo entero, no sólo a pesar de la ausencia de testimonios empíricos en favor, sino también a pesar de una enorme y sólida cantidad de evidencias en su contra”.

“La tesis de «Imperialismo» era que las naciones capitalistas industrializadas tenían un excedente de capital, el cual con el tiempo y de acuerdo a la teoría marxista, tendería a bajar la tasa de ganancia, a menos que fuera exportada a los países pobres, no industrializados, donde podría encontrar un campo más amplio para la explotación”. “Esta teoría explicaba así, de una manera muy clara, el fracaso de las predicciones de Marx y, a la vez, suministraba una explicación política satisfactoria de las diferencias de ingresos entre ricos y pobres”.

La “habilidad” de Lenin se observa en el hecho de publicar un cuadro en el que aparecen las inversiones de los principales países capitalistas europeos de su época (Gran Bretaña, Francia y Alemania), tanto en Europa como en el resto del mundo, pero sin diferenciar, entre los países receptores, en industrializados y países pobres, aceptando implícitamente que son “todos pobres” para que se cumpla su teoría. Adopta el viejo principio que indica que, si no hay relación entre teoría y realidad, se debe cambiar o encubrir la realidad. El citado autor agrega: “Las enormes y heterogéneas categorías, América, por ejemplo, que designa todo el hemisferio occidental, impiden saber si las inversiones de las naciones industriales se hacían en las partes menos industrializadas de estas amplias categorías o en las más industrializadas. Comoquiera que sea, datos procedentes de otras fuentes ponen en claro que, de hecho, la mayoría de las inversiones extranjeras se dirigían entonces, como ahora, a otras prosperas naciones industrializadas”.

La teoría errónea de Lenin tuvo gran aceptación en el Tercer Mundo por cuanto justificaba la pobreza y el atraso de muchos países, incluso favorecía la tendencia a no trabajar ni a buscar cambios favorables, adoptando una actitud fatalista que impone resignación en algunos y violencia extrema en otros. Thomas Sowell escribe: “La combinación del genio propagandístico de Lenin con una audiencia receptiva a sus tesis, permitió que su teoría del imperialismo recibiera una gran aceptación entre intelectuales, activistas y el pueblo del Tercer Mundo. De hecho, la explotación es una explicación política perfecta de las diferencias entre ingresos. Justifica cualquier envidia o resentimiento que puedan sentir las personas con menores ingresos hacia aquellas que los tienen más elevados. Elimina cualquier estigma que pudiera implicar capacidades inferiores o acciones menos afortunadas por parte de aquellos que perciben ingresos más bajos. Lo que es peor, reemplaza cualquier tarea pesada con un sentido moralmente edificante de derechos. Poco importan los problemas empíricos y lógicos de la teoría de la explotación: los movimientos políticos pocas veces se basan en evidencias empíricas y en la lógica”.

Otra de las nefastas consecuencias de aceptar la teoría de Lenin fue el de la expropiación de empresas y capitales “imperialistas”, ya que ello profundizó el éxodo de empresas y capitales hacia los países desarrollados, por lo cual fue la teoría de Lenin la que en realidad favoreció lo que predicaba, y no el sistema capitalista. Sowell continúa: “Quienes culpaban a las naciones colonialistas de la pobreza del Tercer Mundo, continuaron haciéndolo durante décadas después de que esas colonias se convirtieran en países independientes del Tercer Mundo para confiscar la propiedad de los inversionistas extranjeros, a quienes veían como «explotadores». En los lugares en donde había comunidades o asentamientos europeos de los que era posible apoderarse, como en Zimbabwe o en Sudáfrica, este tipo de creencias suministró bases convenientes para despojar a los pobladores europeos. Sin embargo, al hacerlo, los gobiernos del Tercer Mundo revelaron sin advertirlo ellos mismos, la falacia de la creencia de que la riqueza física era crucial. De ser así, tales confiscaciones hubieran mejorado las condiciones de vida de la población indígena”.

“Pero si la prosperidad se originó gracias a la posesión de conocimiento interno, habilidades y patrones culturales, entonces transferir la riqueza física de aquellos que poseían el conocimiento, habilidades y patrones culturales necesarios a aquellos que los carecían, no podría tener grandes diferencias. El país africano de Zimbabwe es un ejemplo típico en todos los sentidos. Zimbabwe se deshizo de los últimos remanentes de su pasado colonial en los albores del siglo XXI, al expropiar a los terratenientes blancos; como reportó The New York Times, los resultados fueron los siguientes: «A lo largo de unos siete años, la economía y la calidad de vida en Zimbabwe fueron en lento e ininterrumpido declive. Este año, aún siguen declinando, pero dice la gente que con una gran diferencia: el declive ha dejado de ser tan lento..». «En semanas recientes, la autoridad nacional de energía advirtió sobre el desplome del sistema eléctrico. El colapso en el tratamiento del agua produjo un nuevo brote de cólera en la capital, Harare. Todos los servicios públicos se interrumpieron en Marondera, una capital regional con 50 mil habitantes en la parte occidental de Zimbabwe, cuando la ciudad se vio sin dinero para reparar equipos dañados. En Chitungwiza, al sur de Harare, la electricidad se suministra sólo cuatro días a la semana»” (De “Economía. Verdades y mentiras”-Editorial Océano de México SA-México 2011).

La teoría de Lenin resultó, en cierta forma, una profecía autocumplida, ya que, al favorecer las expropiaciones, con la consiguiente salida de capitales hacia los países desarrollados, se observó un beneficio para éstos al recibir capitales expulsados por los países pobres.

Dicha teoría formó parte de la táctica de despliegue del comunismo por el mundo; ya que, luego de una etapa de dirección centralizada en Moscú, se acudió al “nacionalismo” para luchar contra el imperialismo capitalista. Jordán B. Genta escribió al respecto: “Stalin, en 1944, dejó aparentemente el timón de la Revolución en las otras naciones, disolviendo el Komintern. Desde entonces la Conspiración Comunista Mundial viene adoptando una supuesta forma nacional y aparece en cada uno de los países como portaestandarte de la soberanía y paladín de la causa de la Patria en contra del agresor imperialista”.

“Los partidos comunistas han sido declarados «mayores de edad» y se ha resuelto que la Revolución Mundial se haga a través de revoluciones nacionales que se irán realizando en el momento y en la forma que los agentes locales estimen conveniente. Y por esto es que los mismos comunistas que hasta ayer renegaban de la Patria y de sus símbolos sagrados, levantando la bandera roja del rencor y entonando la Internacional por las calles de nuestra ciudad, ahora se revisten de fingido patriotismo, emplean los colores nacionales y entonan el Himno Nacional, convocando a la unión de todas las fuerzas antiimperialistas, defensoras de la soberanía y amantes de la Paz, para luchar contra los «chacales sanguinarios de la guerra» que en el día de hoy serían los democráticos anglosajones, como hace diez años habrían sido los nazis alemanes y los fascistas italianos”.

“Claro está que para cambiar de frente y pregonar las consignas que se repudiaban un momento antes, con ese descaro absoluto y esa cínica impudicia, se requiere profesar la ética de la traición o del oportunismo materialista que no reconoce ninguna valla ni límite alguno en la conducta. Es la doctrina que Lenin enseñaba a los conspiradores bolcheviques, amonestando a los tímidos que no osaban saltar todos los cercos: «Esas gentes, si todavía no saben que todos los límites en la naturaleza y en la sociedad son variables y hasta cierto punto convencionales, no tienen cura posible a menos que se sometan a un estudio prolongado»” (De “Libre examen y comunismo”-Ediciones Dictio-Buenos Aires 1976).

Como ejemplo de disfraz nacionalista, puede citarse el caso de uno de los grupos marxistas-leninistas que actuaron en la Argentina, los Montoneros, nombre usurpado a los gauchos del siglo XIX y que algunos asocian a los seguidores de Martín Miguel de Güemes, quien combatió a favor de su patria durante el periodo de la Independencia. Los Montoneros de los 70, por el contrario, se oponían a todo nacionalismo auténtico, como el promovido por el mencionado Jordán Bruno Genta, quien fuera asesinado justamente por integrantes de tal grupo debido a sus intentos por tratar de impedir que su patria fuera convertida en una nueva cárcel soviética. Los Montoneros de Lenin intentaron expandir el imperio marxista-leninista luchando en contra de la nación que los vio nacer.

Si bien sólo quedan unos pocos países bajo sistemas socialistas, sigue vigente la ideología y los principios empleados en otras épocas, como es el caso de Venezuela y, con menor énfasis, la Argentina. De ahí que sea conveniente tener siempre presente un pasado no muy lejano.

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