miércoles, 25 de marzo de 2020

El liberalismo light

Por liberalismo light, o superficial, se entiende aquella postura ideológica que prioriza la libertad y los derechos sobre la responsabilidad y los deberes individuales. Es la actitud típica del joven posmoderno a quien se le ha inculcado cierta predisposición a exigir infinidad de derechos para disponer de una ilimitada libertad. Se cree que ese es el camino, previa abolición del Estado, para solucionar los graves problemas económicos o sociales que afectan a la mayoría de las sociedades actuales. Enrique Rojas escribió respecto a tal tipo de sociedad: "Es una sociedad, en cierta medida, que está enferma, de la cual emerge el hombre light, un sujeto que lleva por bandera una tetralogía nihilista: hedonismo-consumismo-permisividad-relatividad. Todos ellos enhebrados por el materialismo".

Por lo general, nuestros derechos individuales serán satisfechos mediante los deberes de los demás. De ahí que el cumplimiento de los deberes deberá ser prioritario a la existencia de los derechos. Por lo tanto, una sociedad bien conformada ha de estar constituida por integrantes que apunten a cumplir ciertos deberes básicos hacia el resto de la sociedad. De lo contrario, se cae en la actitud del "noble déspota", que exige el cumplimiento de deberes de sus potenciales súbditos mientras piensa solamente en la satisfacción de sus derechos. Tal postura se identifica con "la virtud del egoísmo", que parece ser el lema orientador de muchos jóvenes. El citado autor escribió: "Hay dos notas descriptivas que envuelven este clima:

1- La apabullante frivolidad por la que todo se convierte en epidérmico, superficial, tópico; lo importante es seducir, provocar y ser divertido. La consecuencia de esto es una mediocridad pública, una especie de socialización de la trivialidad y de lo mediocre.

2- El ascenso del egoísmo humano hasta cotas demasiado altas, que constituye uno de los males de nuestro tiempo: la insolidaridad, el preocuparse sólo por uno mismo, porque cuando se trata de dos personas surgen demasiados problemas. Como ejemplo de lo anterior tenemos la inestabilidad conyugal de los últimos tiempos. ¿Cómo puede ser esto tan complicado? La respuesta reside en la ausencia de grandes ideales y en la caída de los valores humanos" (De "El hombre light"-Booket-Buenos Aires 2012).

Las figuras representativas del liberalismo auténtico, o tradicional, advierten por el contrario que la libertad promovida debe fundamentarse en un nivel moral adecuado, que sólo se establece con una previa predisposición a cumplir ciertos deberes, mientras que los derechos respectivos serán satisfechos cuando los demás integrantes de la sociedad también apunten al cumplimiento de deberes. Rodolfo Antonio Iribarne escribió: "En una aguda crítica del racionalismo, siguiendo a Burke, von Hayek plantea la necesidad de hondas creencias morales como sustento de la libertad, reclamando responsabilidad y reivindicando la igualdad de los preceptos legales y de las normas de conducta social como la única clase de igualdad que conduce a la libertad y que cabe implantar sin destruir la propia libertad" (Del “Diccionario de pensadores contemporáneos” de Patricio Lóizaga-Emecé Editores España SA-Barcelona 1996).

Puede decirse que las "hondas creencias morales", sugeridas por Hayek, seguramente se identificarán con el cumplimiento de deberes, o mandamientos, de carácter ético, materializando la "responsabilidad" que ha de conducir a la posterior y auténtica libertad. La palabra "responsabilidad", por el contrario, casi nunca se encontrará entre los escritos que promueven al liberalismo light.

La negación evidente de que solamente con la libertad pueden lograrse buenos resultados, lo tenemos en el caso de la libertad de prensa, ya que es posible advertir que, amparados en esa libertad, existe la posibilidad de difundir mentiras y promover odio a un nivel masivo, por lo que, necesariamente se requiere del contrapeso de la responsabilidad individual. La libertad de prensa sólo consigue resultados positivos cuando está asociada a la responsabilidad de sus participantes.

El proceso de maduración y de adquisición de una actitud responsable puede ejemplificarse en el caso de un padre y de su hijo adolescente, que pretende que le preste el automóvil. Cuando el padre advierte que su hijo todavía no tiene la suficiente responsabilidad para conducirlo, restringirá ese derecho ejerciendo cierto gobierno sobre su hijo, quien así ve limitada su libertad. La responsabilidad que deberá lograr implica poseer cierta empatía emocional que, mediante el razonamiento, le permitirá advertir los efectos que sus acciones podrán ocasionar a los demás. Cuando adquiere la responsabilidad esperada, podrá conducir el automóvil de su padre con el temor de perjudicar a alguien, o a él mismo, por lo que su conducción será aceptable. Desde ese momento, adquiere mayor libertad por cuanto su padre reconoce que ha adquirido suficiente responsabilidad personal.

El proceso que lleva a actuar en libertad implica haber previamente logrado el autogobierno, que coincide esencialmente en adoptar el gobierno de las leyes naturales sobre cada uno de nosotros. En ese caso, ya no resulta necesaria ninguna forma de gobierno del hombre sobre el hombre (tal la libertad entendida por los ideólogos liberales). Si bien esta condición puede no ser del todo accesible a ciertos sectores de la población, al menos en el corto plazo, implica un gran progreso por cuanto queda definido un objetivo orientador a lograr en el futuro.

Por lo general, términos como "voluntad" o "responsabilidad", tienden a confundirse. De ahí que lo importante radica en describir el proceso emotivo-racional elemental que les ha de dar un sentido pleno. La base de este proceso es la empatía emocional por la cual adoptamos una actitud o predisposición a compartir las penas y alegrías ajenas como propias. En ese caso, al tener presente el efecto de nuestras acciones sobre los demás, surge del razonamiento un freno para la acción que produce malos efectos y un estímulo para la acción que produce buenos efectos (conciencia moral). De este proceso ha de surgir la responsabilidad como también el autogobierno y, luego, o conjuntamente, la libertad personal.

El sentido objetivo de la vida está asociado a esta doble adaptación: a las leyes naturales (o al orden natural) y también al orden social. Puede decirse que, por lo general, estamos igualmente adaptados, o desadaptados, simultáneamente, tanto a uno como al otro orden mencionado (lo que no implica que uno vaya a estar del todo de acuerdo con lo que predomina en la sociedad en que vive). Enrique Rojas escribió: "El orden afecta al proyecto de vida, ya que éste no puede ser improvisado, hay que diseñarlo, ponerle cotas, vallas protectoras, pequeños objetivos y metas a mediano y largo plazo. La realidad zigzagueante de la existencia se encarga después de cambiar muchas cosas, darle la vuelta, con la aparición de imprevistos y problemas o asuntos inesperados. La necesidad de tener una flexibilidad dentro de este esquema personal es, simplemente, algo práctico, fundamental, que no debemos olvidar".

"Cualquier orden que se precie surge de una estructura mental bien sistematizada. Tener orden por dentro no es cualquier cosa; es más, desde él empieza uno a saber qué hacer ante ese sinfín de vaivenes y altibajos de la vida humana. Sería una pretensión inútil querer tener estructurados todos los aspectos de la existencia. El orden establece unos mínimos para desenvolvernos bien, para perseguir nuestros propósitos, a pesar de las ineludibles desviaciones que no pueden evitarse" (De "La conquista de la voluntad"-Booket-Buenos Aires 2007).

Los aspectos cognitivos y los emocionales definen las personalidades individuales. Lo esencial de estos aspectos es que estén vinculados y complementados adecuadamente. De ahí que todo progreso interior (individual primero y colectivo después) deberá darse como un acrecentamiento de ambos aspectos. Enrique Rojas escribió al respecto: "La afectividad constituye uno de los capítulos más importantes de la psicología y la psiquiatría. Las dos funciones psíquicas principales en el comportamiento humano son la inteligencia y la afectividad. Según predomine la una o la otra se derivarán dos tipologías humanas: el individuo cerebral por un lado, y el hombre esencialmente afectivo por otro; y entre ambos se encuentran estilos y formas de ser intermedios" (De "La conquista de la voluntad").

Quienes, desde la economía, suponen que el egoísmo es imprescindible para el buen funcionamiento del mercado, ignoran por lo general que las actitudes humanas, o predisposiciones, son abarcativas de todas las acciones, intercambios e interacciones entre individuo y sociedad. Por ello, cuando se promueve el egoísmo para las acciones de tipo económico, se lo está promoviendo para todo el resto de los vínculos sociales.

3 comentarios:

agente t dijo...

"Sabemos que el orden social es precario y no puede resolverse con la intervención exclusiva de la ley. Las amenazas externas e internas al mismo sólo pueden verse desterradas si las personas tienen el temple para resistirse a ellas, la fuerza de carácter, el equilibrio emocional y las simpatías por los otros seres humanos que las llevan a persistir en una causa, hacer sacrificios y comprometerse con los otros. Ese es el origen de la vital distinción que establecemos entre vicio y virtud. Además de la ley moral, la moralidad persigue buscar la virtud y evitar el vicio.
Las virtudes que inspiran nuestra admiración coinciden con la serie de cualidades que preservan la sociedad de las amenazas externas y de la decadencia interna: coraje y resolución frente al peligro, lealtad y decencia en la vida privada, justicia y caridad en la esfera pública. El énfasis se desplaza en diferentes períodos históricos y bajo distintas condiciones sociales, la virtud es algo maleable que se modela a través de circunstancias materiales, espirituales y religiosas. Con todo, la persistencia de los objetos de admiración humana resulta mucho más significativa que las variaciones locales que podamos detectar. Las antiguas virtudes del coraje, la prudencia, la sabiduría, la templanza y la justicia, a las que cabría añadir la caridad cristiana y la lealtad pagana, todavía forman la idea nuclear de lo que se entiende por excelencia humana. Esas son las cualidades que admiramos, las que deseamos que posean aquellos a quienes amamos, las que esperamos atesorar nosotros mismos.
Tales cualidades requieren un escenario social. No se trata de logros solipsísticos como la musculatura del asiduo al gimnasio o la mortificación del anacoreta. El carácter virtuoso sólo emerge en un contexto donde existen admiración o desprecio humanos, la virtud sólo puede ser propiamente ejercida y correctamente entendida en un contexto social. Pero dicho escenario social es asimismo un escenario emocional y las emociones no son reacciones frente al mundo tal como es, sino ante el mundo tal como lo entendemos".

En "Filosofía para personas inteligentes" de Roger Scruton.

Difícilmente se puede defender mejor la necesidad de prestar la debida atención a la dimensión social o relacional del sujeto humano.

Bdsp dijo...

Muy bueno. Pensaba en los "liberales" que suponen que sólo con la libertad económica se arregla todo.....Hayek dijo: "Un economista que sólo sabe de economía, es un peligro"....

Fernando dijo...
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