miércoles, 23 de octubre de 2019

¿Liberalismo sin cristianismo?

Si un docente de física imparte conocimientos acerca de la teoría de la relatividad, sin apenas nombrar a Albert Einstein, incurre en la injusticia de negar prioridades científicas, que es una de las mayores motivaciones del investigador. Si bien en épocas de Internet muy pronto se advertirá su omisión, podrá salir del paso hablando de H. Poincaré, H. Lorentz, H. Minkowski, D. Hilbert y otros científicos que hicieron aportes valiosos a dicha teoría.

La situación descripta es similar a la mantenida por algunos ideólogos liberales que ignoran abiertamente los aportes realizados por el cristianismo en favor de la libertad individual. La idea básica de tal libertad implica la no dependencia del ser humano respecto de la voluntad de sus semejantes, es decir, se promueve la abolición de toda forma de esclavitud mental o material surgida de la desigualdad entre individuos. Por ello establece la idea del Reino de Dios, o gobierno de Dios a través de la ley natural, en lugar de los diversos gobiernos del hombre sobre el hombre que desde siempre han existido.

Con el "amarás al prójimo como a ti mismo", sugiriendo compartir las penas y las alegrías ajenas como propias, promueve la igualdad esencial que debería reinar entre distintos individuos. Luego, tal igualdad impedirá la desigualdad por la cual el hombre "superior" ordena o dirige la vida del hombre "inferior". Mediante tal mandamiento logra, simultáneamente, la igualdad y la libertad. Pedro Ancarola escribió: "El cristianismo fue el primer movimiento histórico que exaltó la afirmación del espíritu libre. Su lucha, fue la lucha del alma contra la esclavitud al mal, a la enfermedad y a la muerte. El mesías judío es un libertador, más que un profeta; es un revolucionario pacífico, más que un asceta iluminado...".

"No existe otra religión que levante la bandera de la libertad como lo hiciera el cristianismo en todas las esferas de su existencia, o que centrara al hombre en el propio centro del universo, como persona soberana, única, irreiterable e inmortal. Es el cristianismo la fuente del verdadero humanismo personalista y del auténtico liberalismo histórico. Sin la doctrina de Cristo, difundida durante siglos por muchas vías diversas, el liberalismo universal laico no podría ser lo que hoy es, ni lo que fue desde su nacimiento en la conciencia adulta del hombre moderno".

"Los antiguos no conocieron la persona libre, el espíritu libre del hombre. Para que el hijo de Adán dejara de ser esclavo, tuvo que consumarse en el Gólgota la tragedia de la cruz. Y de ese árbol trágico, de su rama más débil, brotó el fruto inquebrantable del liberalismo integral" (De "Liberalismo nacional"-Ediciones Corregidor-Buenos Aires 1989).

En el subconsciente, o en la memoria, de todo individuo, coexisten infinidad de recuerdos que influyen en la conformación de su personalidad. También en el subconsciente de los pueblos coexisten ideas y creencias que con el tiempo promoverán sus respectivas idiosincracias. Quizá sea por esta razón que el liberalismo moderno surge con mayor preeminencia en los pueblos históricamente cristianos.

Es oportuno mencionar la influencia que las creencias religiosas tienen a veces en la sanción de leyes. Harold J. Berman escribió: "Es imposible comprender el carácter revolucionario de la tradición jurídica occidental sin explorar su dimensión religiosa. Se ha dicho que las metáforas de anteayer son las analogías de ayer y los conceptos de hoy. Así, las metáforas jurídicas del siglo XI fueron las analogías jurídicas del XII y los conceptos legales del XIII".

"Un ejemplo extravagante puede arrojar luz sobre las paradojas de una tradición jurídica que ha perdido contacto con sus fuentes teológicas. Si un hombre cuerdo queda convicto de asesinato y es sentenciado a muerte, pero antes de cumplida la sentencia se vuelve loco, su ejecución será aplazada hasta que recobre la cordura. En términos generales, ésta es la ley en los países occidentales y también en muchos no occidentales. ¿Por qué? La respuesta histórica, en Occidente, es que si se ejecuta a un hombre mientras está fuera de sí no tendrá la oportunidad de confesar libremente sus pecados y recibir el sacramento de la sagrada comunión. Se le deberá permitir que recupere la razón antes de que muera, para que su alma no sea condenada al fuego eterno, sino que en cambio pueda expiar sus pecados en el purgatorio y por último, el día del Juicio Final, entrar en el Reino de los Cielos. Pero, donde no se cree nada de esto, ¿para qué conservar vivo al demente hasta que se recupere, y entonces matarlo?" (De "La formación de la tradición jurídica de Occidente"-Fondo de Cultura Económica-México 1996).

En cuanto a las ideas de libertad individual, Ancarola agrega: "Con el correr de los años, el liberalismo filosófico y político comienza a presentarse al mundo como una religión ortodoxa en sí mismo, fundado en el dogma supremo de la Libertad con mayúscula. Hasta los más racionalistas y positivistas, incurren en el pecado de un dogmatismo al revés, encumbrando a la diosa razón en los templos helados del laicismo militante".

"Sin embargo, falta en Occidente la fórmula católico-liberal, y este déficit se hace notar en los países sumisos a Roma. El retraso amenaza con paralizar a la cristiandad ortodoxa y aguerrida. ¿Puede concebirse una fórmula católico-liberal? Sin duda, aunque mal les pese a quienes condenan al liberalismo como pecado".

"Los norteamericanos plasman su liberalismo en la normatividad jurídica, los franceses en los principios políticos, los alemanes en los postulados filosóficos y los ingleses en las leyes económicas. Cada uno, a su manera, había traducido la Reforma al lenguaje prosaico del Estado temporal. Es el protestantismo, en sus más diversas capillas, quien lleva adelante la transformación de las estructuras que apuntalan a las jóvenes repúblicas".

Mientras que Cristo aduce ser el hijo de Dios, sus seguidores lo consideran como "Dios hecho hombre". Quienes rechazan esta posibilidad, tienden a rechazar todo el cristianismo como algo falso y sin sentido. Por otra parte, Isaac Newton tenía ideas sobre religión algo extrañas al pensamiento científico. Sin embargo, se aceptan sus aportes científicos por ser compatibles con las leyes naturales, mientras que se rechazan las prédicas cristianas a pesar de la respectiva compatibilidad. John Maynard Keynes escribió sobre Newton: "¿Por qué se le llamó un brujo? Porque consideraba todo el universo y todo lo que hay en él como un acertijo, como un secreto que podía ser leído aplicando el pensamiento puro a cierta evidencia, a ciertas místicas que Dios había puesto por el mundo para permitir que una especie de tesoro del filósofo fuera descubierto por la humanidad esotérica".

"Creía que estas claves debían encontrarse, en parte, en la evidencia de los cielos y en la constitución de los elementos (y esto es lo que da la idea falsa de que era un filósofo natural experimental), pero en parte también en ciertos escritos y tradiciones transmitidas por los hermanos de una cadena continua, que se remontaba hasta la revelación críptica original de Babilonia. Consideraba al universo como un criptograma puesto por el Omnipotente -de la misma manera que él ocultó en un criptograma los descubrimientos del cálculo cuando se comunicó con Leibniz-. Creía que el velo se descorrería para el iniciado por medio del pensamiento puro, de la concentración mental" (De "El mundo de las matemáticas" Tomo 1-James R. Newman-Ediciones Grijalbo SA-Barcelona 1968).

Supongamos que exista una sociedad en la cual predomina netamente la predisposición a "amar al prójimo como a uno mismo". En ese caso, se tiene una sociedad ideal, que es muy distinta a una sociedad utópica, ya que la sociedad ideal constituye una optimización, o perfeccionamiento, de la sociedad real, mientras que la utópica implica una deformación de la sociedad real.

En una sociedad ideal, y desde el punto de vista económico, se advierte que la persona A intercambia bienes o servicios con la persona B, beneficiándose ambas. Además:

A intercambia también con C, D, E, F, etc.
B intercambia también con C, D, E, F, etc.

Ello implica que seres humanos libres conforman espontáneamente una "economía de mercado" que constituye un proceso autorregulado. Toda diferencia entre una economía de mercado plena, y competitiva, y una economía real, es la misma diferencia existente entre la sociedad de cooperación social ideal (que cumple con la ética cristiana) y la sociedad real que no la cumple (o que ni siquiera lo intenta).

Debido a que, en toda sociedad real, existen resabios de egoísmo (tendencia a beneficiarse unilateralmente), se advierte que los egoísmos en competencia tienden a neutralizarse hasta llegar a niveles normales. Este egoísmo se advertiría en el caso del productor que pretende elevar los precios de su mercancía exageradamente, o bien reducir los salarios de sus empleados. Justamente, esto es lo que ocurre en las economías en las que no existe un mercado competitivo, esencialmente por la negligencia generalizada que conduce a la insuficiencia de empresarios.

Por estas razones, puede decirse que la ética cristiana es una facilitadora de la economía de mercado, además de todas las ventajas que ofrece a quienes la adoptan para su cotidiana convivencia familiar y social. Muchos son, sin embargo, los que descreen de la sociedad ideal mencionada. Y ello se debe principalmente a la tergiversación del mensaje cristiano, ya que se lo asocia a la sugerencia de "hacer el bien hasta que duela".

Si ayudar a alguien provoca dolor, quien lo siente seguramente ha de ser alguien carente de empatía, ya que la persona normal se sentirá feliz por hacerlo. El altruismo, justamente, surge cuando no existe el amor, y tiende a limitarse en el tiempo. Por el contrario, suponiendo que alguna vez el ser humano asociará la felicidad a la empatía emocional, es de esperar que alguna vez llegará a esa sociedad ideal. Es por ello que Sócrates asociaba la virtud al conocimiento y los defectos morales a la ignorancia.

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