martes, 26 de marzo de 2019

La impuntualidad del argentino

La actitud negligente y egoísta respecto de los demás se advierte en el desinterés por respetar pactos establecidos teniendo como síntoma no respetar el horario convenido previamente para una reunión. Ello se debe a que llegar tarde implica hacerle perder tiempo valioso a quien debe esperar más de lo debido.

Un hecho bastante frecuente en la Argentina es el caso de una reunión de personal en una escuela pública pactado a las 8, 30 hs. previendo que ha empezar efectivamente a las 9 hs. Si a esa reunión han de concurrir unas 80 personas, es muy posible que a las 8,30 hs. sólo estén presentes 2 o 3. De ahí que el cumplidor de pactos y horarios deba perder parte de su tiempo por cuanto la mayoría ha de llegar tarde sin importarle en lo más mínimo el tiempo de los demás.

Cierta vez, alguien conviene con Albert Einstein establecer una reunión a determinada hora. Como no pudo llegar a tiempo, pide disculpas al físico por haberle hecho perder parte de su valioso tiempo, recibiendo como respuesta: “No se haga problema, para pensar es lo mismo este lugar que cualquier otro”. Posiblemente en la Argentina creamos que quienes deben esperar tardanzas ajenas sean también pensadores e intelectuales de alto nivel.

Si alguien hace simples y elementales planes de ir primeramente a un negocio para luego hacer algún trámite en una oficina cercana, verá que ello a veces puede ser imposible. Porque si un negocio indica con un aviso que el horario de atención es de 8 a 12 hs. en la mañana, advertirá que a las 8 hs. está cerrado, y que a los 8,10 hs sigue cerrado, por lo que comienza la incertidumbre acerca de si efectivamente abrirá en 5 minutos, en 10 minutos o en una 1 hora.

La acumulación de tiempo perdido a lo largo y a lo ancho del país es considerado por algunos autores como una de las principales “actividades” de los argentinos. Fernando A. Iglesias escribió: “El principal proveedor de horas «trabajadas» en el país es la ineficiencia nacional, que mantiene a los argentinos ocupados al menos tres horas por día sin importar si son o no población económicamente activa, desocupados o jubilados. Tome nota el lector de las horas que pasa haciendo colas en los hospitales y clínicas de la Patria, atascado en embotellamientos de tránsito que comienzan cuando cada uno de los conductores actúa como si estuviera solo en la Tierra, realizando trámites para enmendar las disfuncionalidades de los sectores público y privado, repitiendo el trámite porque la empleada tomó mal la dirección….” (De “Kirchner & yo”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2007).

Cuando se forma una Lista para participar en las futuras elecciones a Decano en la Regional Mendoza de la Universidad Tecnológica Nacional, un allegado a Julio C. Cobos (finalmente vencedor) invita al autor del presente escrito a integrar esa Lista en un lugar secundario. La intención de esa agrupación priorizaba reunir gente con ciertos méritos en el ejercicio de la docencia. En el caso considerado, la invitación se redujo a la expresión: “Dicen tus alumnos que no faltas nunca y que nunca llegas tarde”. Es decir, cumplir con el primer requisito exigido a cualquier empleado responsable, puede ser considerado en una universidad como un comportamiento “destacado”.

En una universidad privada de Mendoza, por otra parte, las autoridades llegaron al extremo de prohibir al bibliotecario de la Facultad prestar libros a los profesores, y no así a los alumnos, por cuanto aquellos no los devolvían y estos sí. El préstamo a los profesores sólo se efectuaba por corto tiempo exigiendo dejar como “garantía” el documento de identidad.

El incumplimiento de horarios pactados por los argentinos es fácilmente advertido por visitantes extranjeros. Georges Mikes escribió: “El representante del Consejo Británico me indicó que estuviera en el aeropuerto de la ciudad a las 9 de la mañana del día siguiente. Estuve puntualmente a las 9, y lo mismo hicieron Alec Waugh y Peter Allnut. El piloto apareció a las 10,15 hs…una sorprendente demostración de puntualidad, desde el punto de vista argentino” (De “¡Salud, amigos de Latinoamérica!”-Ediciones Siglo Veinte-Buenos Aires 1963).

Mientras que en otros países se privilegia al cliente, proveedor de los medios monetarios que sustentan toda actividad económica, en la Argentina se privilegia al “trabajador” aun a costa de desatender al cliente. Mikes escribe al respecto:”Me alegró mucho, a mi llegada a Buenos Aires, que el día siguiente era el de los gastronómicos. Empecé a gozar por anticipado. Pero mi entusiasmo se enfrió cuando descubrí que el Día de los Gastronómicos significaba que todos los restaurantes de la ciudad estaban cerrados”. “Y desde entonces, siempre que escucho la palabra «gastronómico» experimento una aguda punzada de hambre”.

Describe también una posible situación que podría darse en un restaurante: “Entramos en un restaurante a las 13 hs (es decir, si ese día no es el de los gastronómicos) y es posible que a las 13,35 el mozo nos pregunte qué deseamos; quizás a las 13,55 nos informe que olvidó todo lo que le pedimos, pero que ahora sólo necesita un «momentito» (Momentito es una expresión tan siniestra y ominosa como «más o menos». Puede significar cualquier periodo de tiempo entre 5 minutos y 5 semanas). A las 14,30 hs se nos acercará nuevamente para decirnos que el plato que ordenamos está fuera de lista, pero que nos ha traído otra cosa; podemos aceptarla o dejarla. Por supuesto, aceptamos. Un rato después pedimos mostaza; y repetimos 8 veces el pedido. Cuando ya hemos renunciado a toda esperanza, el mozo viene a informarnos que no ha olvidado el asunto; puede asegurarnos formalmente que en las dependencias interiores hay mostaza; se trata de un producto del que siempre tienen existencia. Desgraciadamente, en este preciso momento no pueden hallarlo”.

Si bien la descripción anterior puede ser exagerada, simboliza perfectamente la actitud negligente de una gran parte de los “trabajadores” argentinos, quienes consideran una molestia contestar un pregunta o responder a un pedido que puede hacerles un cliente. Esto también se observa en algunos conductores de ómnibus cuando alguien les pregunta si pasa por determinado lugar. En lugar de decirles “paso a 2 o 3 cuadras”, se limitan a decir un simple “No”, evitando un excesivo desgaste psíquico y oral.

El desinterés por el tiempo ajeno es sólo un aspecto del desinterés egoísta por los demás, que incluye intereses y valores económicos. Durante años sucesivos, el autor del presente escrito alquiló un inmueble a familiares de 5 amigos de la infancia-adolescencia, siendo estafado en 3 de esas ocasiones, ya que quedaron debiendo varios alquileres sin hacer el menor intento de saldarlos de alguna forma en el futuro. En uno de esos casos, no tenían dinero para pagar un alquiler, pero les alcanzaba para irse de vacaciones a Chile.

Lo grave del caso es que no tienen dignidad suficiente como para avergonzarse de ser estafadores, prefiriendo quedar mal ante los demás pero con unos pesos más en el bolsillo. Si uno hace una estimación del porcentaje de argentinos que se convierten en estafadores si se les presenta la oportunidad, seguramente esa cifra podría estar entre el 20 y el 30% de la población. De ahí que la decadencia económica y social sea sólo una consecuencia necesaria de una previa decadencia moral.

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