martes, 20 de junio de 2017

Patriotas y traidores

Se considera al patriotismo como una virtud por cuanto implica, dentro del ámbito de la moral social, el predominio de una actitud cooperativa, mientras que la traición, como grave defecto, implica acciones voluntarias contra la nación o contra la sociedad a las que se pertenece. Entre ambos extremos encontramos posturas indiferentes, o falta de patriotismo, que tienden a producir serios inconvenientes en la comunidad. José Ingenieros escribió: “La nación es la patria de la vida civil. Su horizonte es más amplio que el geográfico del terruño, sin coincidir forzosamente con el político, propio del Estado. Supone comunidad de origen, parentesco racial, ensamblamiento histórico, semejanza de costumbres y de creencias, unidad de idioma, sujeción a un mismo gobierno. Nada de ello basta, sin embargo. Es indispensable que los pueblos regidos por las mismas instituciones se sientan unidos por fuerzas morales que nacen de la comunidad en la vida civil” (De “Las fuerzas morales”-Ediciones Meridion-Buenos Aires 1955).

Generalmente se confunde patriotismo con nacionalismo, de la misma manera en que se confunde amor propio con egoísmo. Un nacionalista, que dice amar sólo a su nación y muy poco, o nada, a otras naciones, puede ser patriota o puede no serlo, ya que lo importante no son las declamaciones, sino las acciones con sus efectos concretos. Así, un personaje nefasto como Adolf Hitler, dejó un saldo negativo para Alemania y para Europa, a pesar de repetir que realizaba sus acciones para engrandecerlas.

En la mayor parte de los países existen patriotas y traidores. Los franceses daban muestras de gran patriotismo cuando muchos de ellos partieron de la Argentina, sin que fueran convocados, para luchar a favor de su patria en épocas de la Primera y de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, cuando los nazis ocupan Francia, no todos luchan contra el invasor sino que algunos, como el Mariscal Pétain, rechaza ese accionar, posiblemente con la intención de salvar vidas humanas ante un diagnóstico pesimista respecto de los posibles resultados de una resistencia combativa. Alain Decaux escribió: “El general de Gaulle nunca le había perdonado al Mariscal Pétain el armisticio de 1940. Para el jefe de la Francia libre, se había cometido allí un crimen sin expiación posible. ¿La política de Vichy? Reprobaba casi todos los episodios. Pero todo eso, en su fuero interno, pasaba a segundo plano. Según explicaba siempre, «Para mí, la falta capital de Pétain y de su gobierno fue haber concluido con el enemigo, en nombre de Francia, el presunto ‘armisticio’. Verdad es que, en la fecha en que se firmó, la batalla de la metrópoli indiscutiblemente se había perdido….Pero haber retirado de la guerra el imperio indemne, la flota sin mengua, la aviación en gran parte intacta, las tropas de África y del Levante sin haber perdido un solo soldado…; haber traicionado nuestras alianzas; y por sobre todo, haber sometido al Estado a la discreción del Reich, eso es lo que debería condenarse, de tal manera que Francia quedara libre de la deshonra»” (De “La Historia secreta de la Historia”-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1991).

Algo similar ocurre con el empresario Louis Renault, “colaboracionista” de los nazis, que prefiere fabricar vehículos para el ejército invasor con tal de no ver destruidas sus fábricas, algo que ocurrió indefectiblemente al ser bombardeadas luego por los ingleses. El citado autor escribe al respecto: “El 18 de agosto de 1944 comienzan en París los combates por la Liberación. El 19, Louis Renault abandona su departamento…El 20 ya no aguanta más: parte a Billancourt, que los alemanes han abandonado, Louis quiere contemplar la fábrica finalmente liberada. Su fábrica”.

“El 22, ‘L’Humanité’, que ha vuelto a aparecer, lo ataca directamente: «Renault se dedica desde 1940 a fabricar en beneficio del enemigo. Los dirigentes de la fábrica Renault deberán pagar por los soldados de las Naciones Unidas que han muerto, por culpa de su voluntarioso empeño en equipar al enemigo; deberá pagar por los centenares de inocentes muertos en los bombardeos que su traición había hecho inevitables; deberá pagar por los obreros entregados a los verdugos»” (De “Destinos fabulosos”-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1989).

No debería decirse que Pétain y Renault fueron traidores a su patria por cuanto su colaboracionismo con los nazis no tuvo como objetivo beneficiar al invasor, sino solamente tratar de proteger vidas, industrias y puestos de trabajo, si bien sus decisiones pueden haber provocado resultados similares a los que habría provocado un adherente a los nazis. Tal es así, que en una encuesta realizada en 1944 en Francia, en la cual se preguntaba a los participantes si Pétain debería ser castigado, por la negativa hubo un 58%, por la afirmativa un 32% y el 10% no opinó. Pétain fue condenado a muerte mientras que Renault murió en la cárcel en circunstancias poco claras, presumiéndose que falleció por los efectos de una golpiza.

Distinto es el caso de los partidarios marxistas para quienes su patria fue la Unión Soviética y no tenían inconvenientes en atentar contra su propio país, o promover su destrucción, con tal de que se instalara el socialismo. Cipriano Reyes fue un gremialista que conocía el accionar de los comunistas, reprochándoles tal tipo de conducta. Pedro Santos Martínez escribió: “Establecido en Berisso hacia 1940, entró en el frigorífico Armour. Retomó la lucha gremial, formando el sindicato. Allí tropezó con los comunistas. Para Reyes, los comunistas no eran de esta tierra, porque no la sienten con intuición y lealtad criollas. Giraban al ritmo de la política exterior del Gobierno soviético. Sus huelgas eran políticas y la miseria obrera era un pretexto de agitación cuando así convenía a la línea política de Moscú. No quiso saber nada con ellos. Su gremio se encontraba absorbido por una lucha continua contra los comunistas. Las escaramuzas no sólo eran verbales, sino también de lucha abierta a muerte en todos los lugares. Los comunistas atentaron contra la vida de Reyes dentro del frigorífico. Planearon que un enorme guinche cayera sobre él en el momento preciso, una voz amiga gritó: «¡Cuidado!». Cipriano atinó a moverse. El guinche cayó a su lado, y así salvó la vida” (De “La Nueva Argentina”-Ediciones La Bastilla-Buenos Aires 1976).

Cipriano Reyes fue convencido por Perón a unirse a sus filas. Sin embargo, luego de un tiempo advierte que los fines del tirano eran principalmente políticos, ya que apuntaban a favorecer sólo a los trabajadores peronistas, por lo cual se aleja del movimiento. Debe haber sido un gremialista auténtico, ya que su obra consistía en lograr mejoras laborales para los trabajadores, siendo encarcelado, por directivas de Perón, por un periodo total de unos siete años. “Cipriano Reyes acaudillaba las columnas obreras que desde todos los lugares se dirigían hacia la plaza de Mayo para rescatar a Perón. Creían que de esa manera estaban librando una lucha contra la injusticia capitalista en la cual aparecía Perón como símbolo de esos afanes. Cipriano fue, pues, el gran protagonista del 17 de octubre de 1945”.

“En Berisso combatió contra los comunistas y contra las empresas; en el Congreso, contra Perón. Todo era demasiado para un solo hombre. En julio de 1947 sufrió un atentado del que resultó ileso”.

Los comunistas tuvieron a la Unión Soviética como su verdadera patria y como centro de su religión atea. En forma semejante a los musulmanes, intentaban hacer un viaje a su patria adoptiva por lo menos una vez en la vida. Es oportuno destacar que no es malo tener dos patrias, en lugar de una, como es el caso de los inmigrantes que nunca olvidan su patria de origen. El inconveniente radica en que los marxistas aman a su patria adoptiva mientras simultáneamente conspiran contra su patria de origen; lo que constituye esencialmente una traición. Víctor José Llaver, quien viajó a la URSS con un grupo de argentinos, escribió: “Del grupo de treinta y dos viajeros por lo menos las dos terceras partes eran marxistas, muchos miembros del Partido Comunista Argentino. Ni qué decir que, para ellos, el viaje a «la Patria Socialista» constituía lo que para un mahometano la peregrinación a La Meca. Su ánimo, el fervor y el entusiasmo permanentemente resultaban envidiables, no obstante que en ocasiones ese estado de excitación era reemplazado abruptamente por un estado opuesto depresivo cuando la observación de algo negativo resultaba inocultable e inexcusable ante los no comunistas como testigos” (De “La URSS hoy”-Editorial Plus Ultra-Buenos Aires 1989).

Como la URSS tenía planes expansivos para establecer su imperio a nivel mundial, sus adherentes se convierten en traidores en sus lugares de nacimiento, como ocurrió con Montoneros y el ERP. Los miles de atentados, bombas, asesinatos, secuestros extorsivos y asaltos perpetrados muestran claramente sus intentos de destruir totalmente a su nación de origen para ver cumplido el sueño expansionista de la “Patria Socialista”. Carlton J. H. Hayes escribió: “El imperialismo soviético no era exclusivamente la expresión del nacionalismo ruso, sino un interesante reconocimiento del nacionalismo de otros pueblos. Esto atraía especialmente a pueblos «atrasados», tanto de Asia como de África, que habían estado sometidos a las potencias coloniales de Europa occidental. La infiltración comunista fue creciendo también por toda América Latina y ejerció una influencia cada vez mayor, aparentando ser un movimiento nacionalista popular y llevando a cabo una inescrupulosa campaña en contra del «imperialismo y la explotación de los yanquis». Este fue el lema que Fidel Castro esgrimió para establecer un régimen revolucionario en Cuba y para iniciar su coqueteo con la Unión Soviética” (De “El nacionalismo, una religión”-UTEHA-México 1966).

En similitud al pacto Hitler-Stalin, con Hitler traicionando sus propias promesas, se establece el pacto entre el nazi-fascista Perón con los marxistas-leninistas Montoneros, con Perón traicionando sus propias promesas una vez que los utilizó como apoyo involuntario para sus propias ambiciones personales. Toda la violencia destructiva de los años 70, tuvo el apoyo de Perón, por lo cual siguió siendo el traidor a la patria que siempre fue. Así como Hitler rompió el pacto con Stalin invadiendo la URSS, Perón rompe el pacto con Montoneros dando posteriormente la orden presidencial de exterminio.

Cuando una nación tiene como héroes nacionales a traidores que promovieron su destrucción material y humana, necesariamente ha de transitar por caminos decadentes, ya sea porque la pudrición contagiada desde esos “héroes” afectó a la población o bien porque la pudrición enquistada en la población no le permite elegir otros gobernantes que no hayan sido traidores a la patria.

Todo individuo tiene el derecho a elegir la ciudadanía que desee y a renunciar a la que naturalmente posee, aunque por ello no tiene el derecho a colaborar con algún imperialismo extranjero en la destrucción de su propio lugar de origen, tal como ocurre con la izquierda política. En el caso argentino, puede decirse que ya hemos padecido varios gobiernos, bien intencionados, con gente incapaz, que no nos hace falta ninguna ayuda de extranjeros ni de traidores locales para autodestruirnos en una forma efectiva.

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