jueves, 27 de abril de 2017

Los curas tercermundistas

Unas décadas atrás, los analistas políticos dividían al mundo en tres sectores: el Primer mundo (EEUU, Europa, Japón, principalmente), el Segundo mundo (URSS, China y demás países socialistas) y el Tercer mundo (Latinoamérica, África, Asia, principalmente). Adoptando esta división convencional, los sacerdotes tercermundistas proponían que sus países ascendieran un peldaño para arribar al Segundo mundo, sin tener en cuenta que varios países desvastados por la Segunda Guerra Mundial (como Alemania, Italia, Japón) pudieron ascender en pocos años desde una pobreza y destrucción extremas hasta convertirse en potencias económicas del Primer mundo. Si bien la laboriosidad y la idiosincrasia de los distintos pueblos son diferentes, al menos debe buscarse la mejor orientación política y económica posible aun sin pensar en llegar a los primeros puestos en la escala de los países.

Siendo el cristianismo completamente distinto del marxismo-leninismo, ya que produce resultados muy diferentes, puede decirse que quienes los ven semejantes están equivocados, o bien se han decidido a usar al cristianismo para fines ajenos a los propuestos por su fundador. Quienes consideran que la fe está sobre la razón y que ambas están sobre la verificación experimental, tienden a ignorar la realidad y a observarla según sus creencias, sin apenas molestarse por interiorizarse de los conocimientos aportados por la ciencia económica, por ejemplo, a la cual desprecian por cuanto la atribuyen al sector “explotador de los pobres” ya que “la ha creado para ejercer mejor su poder”. Sin embargo, cuando en la Alemania Occidental se produjo el “milagro alemán”, esa ciencia económica permitió alcanzar beneficios para todo el pueblo, previa adaptación mental y predisposición para el trabajo.

No solo parecen desconocer al milagro alemán sino que también parecen desconocer las catástrofes sociales producidas en la URSS debido al terror impuesto por Lenin y Stalin, y en la China bajo la revolución cultural de Mao-Tse-Tung. En esto se advierte la primera diferencia esencial entre cristianismo y marxismo-leninismo; mientras que los cristianos llegan al extremo de dar su vida por el triunfo de su religión, los marxistas-leninistas destruyen las vidas de decenas de millones de seres humanos para imponer el socialismo. En la lista macabra de los mayores asesinos masivos de toda la historia aparecen, por orden de “mérito”, Mao, Stalin y Hitler. Lo que extraña es que a los nazis nunca se les ha ocurrido comparar nazismo con cristianismo, ya que tal comparación tendría la misma lógica y validez que la comparación entre cristianismo y marxismo.

En la Argentina, algunos curas adhirieron al peronismo, que fue en su época de apogeo una imitación parcial del fascismo y del nazismo. Tal adhesión se debió al aparente apoyo a los sectores pobres cuando en realidad perjudicó a todo el país. Repartir dinero a diestra y siniestra, desde el Estado, resulta positivo y virtuoso si existe una generación de riquezas suficiente para sustentar tal redistribución, de lo contrario implica una especie de lento suicidio económico. Al menos no se conoce en el mundo algún caso en que el populismo haya sacado a un país de la pobreza o del subdesarrollo.

El pensamiento liberal, por el contrario, al tener en cuenta la ciencia económica, trata de impedir el suicidio económico al que se llega mediante el otorgamiento casi ilimitado de puestos de trabajo estatales, innecesarios e improductivos, jubilaciones sin aportes, y otras ventajas sociales cuando no existe el desarrollo suficiente para sustentar tales ayudas. Por el contrario, en lugar de que el pobre dependa de la ayuda solidaria del sector que trabaja, desde el liberalismo se sugiere a todo individuo que aprenda un oficio, que estudie, que trate de independizarse laboralmente para no depender de los demás.

Los países subdesarrollados se caracterizan por disponer de una insuficiente cantidad de empresarios, lo que impide la formación de mercados competitivos. Supongamos el caso de una sociedad en la que, debido a la idiosincrasia de sus integrantes, existe poca predisposición e iniciativa como emprendedores económicos (generalmente por esperar un empleo estatal). Si en esa sociedad se requiere un mínimo de 200 empresarios para establecer un mercado competitivo y si sólo concurren 30, entonces se establecerán varios monopolios por lo cual podrá existir explotación laboral, desocupación y pobreza. Luego, desde los sectores de izquierda criticarán la situación a la que denominarán como “capitalista” (aun cuando ni siquiera se ha formado un mercado) y culparán de todos los males a esos pocos (y malos posiblemente) empresarios en lugar de culpar a todos aquellos que huyeron de la responsabilidad de utilizar todos sus medios y capacidades para llevar adelante la economía de la sociedad.

Cristo propuso amar al prójimo como a uno mismo; el liberal entiende ese amor como una sugerencia a que cada persona se capacite para ser alguien que pueda producir lo suficiente para mantenerse junto a su familia, y que no dependa de la redistribución de recursos que el Estado extrae del sector productivo. Otros interpretan al amor al prójimo como la actitud de darle una limosna y una ayuda al necesitado, pero no en forma circunstancial, sino permanente. De esa forma se tiende a anular las capacidades individuales por cuanto la comodidad de la protección estatal le impide desarrollar sus potencialidades de lucha ante la adversidad anulando las consiguientes satisfacciones morales a las que lleva esa capacidad.

El abate Pierre recomendaba: “Antes que hablarle de Dios al hombre sin techo hay que darle primero un techo, y darle un techo ya es hablarle de Dios”. Por el contrario, Cristo recomendaba: “Primeramente buscad el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura”. En consonancia con la postura del abate, en algunas ocasiones se pudo ver algunos jóvenes que, mediante pancartas, pedían que el Estado les diera “una casa digna”, es decir, quienes deberían trabajar y luchar para hacerse su propia casa y permitir que otros las hagan, reclamaban a la sociedad que les dieran un techo. Un cura tercermundista, en lugar de indignarse contra esta desfachatez se indigna contra la sociedad egoísta que “no fue capaz de ayudar a quien no tiene techo”.

Llevará luego esa indignación contra el reducido sector de empresarios y contra el sistema “capitalista” (mercantilista debería decirse), colocando a los pobres en el lugar de victimas inocentes carentes de todo defecto. El sacerdote Carlos Mugica expresó: “Pío IX decía en el siglo pasado [se refiere al XIX] que era totalmente imposible ser socialista y cristiano. Sin hacer una mistificación del socialismo podemos afirmar hoy, con los obispos del Tercer Mundo, que «el socialismo es un sistema menos alejado del Evangelio y de los Profetas que el capitalismo opresor», y que muchos jóvenes están dispuestos a dar sus vidas, no sé si por el socialismo pero sí por la revolución, y que además van a identificar su compromiso revolucionario con su fidelidad a Cristo”.

“Después de la gran influencia de Teilhard de Chardin, del marxismo, de los grandes profetas de la Iglesia contemporánea y de los grandes profetas de nuestro tiempo como Camilo Torres, Helder Cámara, el «Che» Guevara, Marx, Freud, es decir de todos aquellos hombres que se han preocupado por el hombre y por la ventura humana…” (De “Una vida para el pueblo”-Pequén Ediciones-Buenos Aires 1984).

Es oportuno mencionar que, de los “profetas” mencionados, se conocen textos antirreligiosos y/o anticristianos, como son los casos de Guevara, Marx y Freud, por lo que resulta llamativa tal actitud. Recordemos que el Che Guevara asesinó a unas 216 personas con su propia arma, ninguna de ellas en combate, por lo que resulta sorprendente el guevarismo de alguien que se considera “cristiano”. Los curas tercermundistas tienen el triste privilegio de haber inducido a muchos jóvenes a ingresar en las filas del terrorismo de los años 70, siendo, como intelectuales, el primer eslabón de la cadena de la violencia.

El citado autor adhería al peronismo, al que interpretaba como un socialismo nacional. Incluso apoyaba el socialismo de Mao, llegando a confundir al hombre nuevo propuesto por Cristo con hombre nuevo soviético, al que se llega mediante la violencia: “Ninguna revolución social y económica podrá crear el hombre nuevo que todos buscamos, si simultáneamente no se da la revolución interior. Lo que los cristianos llamamos la conversión personal que es absolutamente irremplazable”. “Eso es lo que dice Mao cuando preconiza la revolución cultural proletaria, dice: no basta cambiar las estructuras. Mao tiene conciencia de la tremenda experiencia soviética donde es evidente que se hizo una revolución económica social, pero no una revolución cultural no una revolución política. El pueblo no accedió al poder, hay una burocracia parasitaria que se impone entre ambos”.

La “burocracia parasitaria” señalada es una consecuencia inevitable de la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y del surgimiento de una planificación estatal y de un control de los trabajadores cuando se les quitan los incentivos materiales para realizar sus actividades como también gran parte de sus responsabilidades. En los años cincuenta, a los peronistas les daba vergüenza manifestar su adhesión al tirano, aceptando tácitamente que se trataba de algo indecente. Jorge Luis Borges escribió: “Ahora hay gente que afirma abiertamente: soy peronista. En los años de oprobio nadie se atrevía a formular en el diálogo algo semejante, declaración que lo hubiera puesto en ridículo. Quienes lo eran abiertamente se apresuraban a explicar que se habían afiliado al régimen porque les convenía, no porque lo pensaran en serio” (Del Diario “Los Andes”).

El colmo del cinismo es que un pseudo-cristiano, peronista, disfrazado de sacerdote, que fue uno de los ideólogos del terrorismo de los 70, que diga que una persona decente, o antiperonista, no puede ser cristiano. Mugica expresó: “¿Cuál es la medida que tengo para darme cuenta de que hoy el peronismo es el movimiento histórico al que yo pienso, debe acceder naturalmente un cristiano para mirar las cosas del lado de los pobres? Y esto no significa que no se puede ser cristiano y no peronista. Lo que sí me parece más difícil es ser cristiano y antiperonista”.

La falta de empresarios y de una mentalidad favorable a la formación de empresas son las principales causas de la pobreza de los pueblos del Tercer mundo, ya que, habiendo necesidades y desocupados, lo que falta es el vínculo que los reúna, aunque el citado autor piense lo contrario: “Una sociedad en la que se realicen plenamente los valores cristianos, será una sociedad sin empresarios”.

La baja productividad de las economías socialistas se debe, entre otros aspectos, a la ausencia de incentivos materiales para el trabajador, Sin embargo, Mugica apoyaba esa causa de baja productividad: “Las famosas leyes económicas, de las cuales se ha hablado tanto, son leyes que a lo mejor hay que criticar desde las bases, porque el principio que las fundamenta es falso, porque es el principio del lucro”.

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