miércoles, 20 de abril de 2016

El decatlón intelectual

Así como en el deporte olímpico existen los especialistas en alguna competencia determinada, y también los decatlonistas, que se dedican a una competencia conjunta de diez especialidades, en el ámbito de la ciencia experimental existen los especialistas en alguna rama y también los científicos que se dedican a varias de ellas. Mientras que el decatlonista, por lo general, obtiene resultados inferiores a los especialistas, el científico múltiple ha de lograr un nivel inferior al de quienes se especializan en sólo una rama del conocimiento, aunque algunos de ellos hagan aportes de primer nivel en varias de esas ramas.

Se afirma que ambos extremos tienen sus ventajas e inconvenientes. Mientras que el especialista es el que “conoce todo de nada”, el filósofo o el científico social es el que “conoce nada de todo”, siendo una forma exagerada, y también representativa, de las ventajas y de las desventajas de la especialización. Cuando asistimos al médico, esperamos que sea alguien que conozca todo lo que se sabe sobre la especialidad por la que se lo consulta, aunque a veces resulta necesario recurrir al médico clínico, que domina varias especialidades, por cuanto sus conocimientos amplios pueden diagnosticar mejor alguna falencia poco común.

El físico, lingüista y médico Thomas Young realizaba investigaciones sobre jeroglíficos egipcios tratando de evitar que sus pacientes pensaran que tal actividad le restaba tiempo para actualizarse en medicina. Lesley y Roy Adkins escribieron: “En 1813 se publicó su «Introducción a la literatura médica», otra obra tan voluminosa como la de sus clases, y diez años después apareció una segunda edición. Mientras tanto, empezó a trabajar en otros campos, interesándose en muchos y muy diversos temas pero sin dedicarse por entero a uno solo. Solía publicar sus investigaciones de forma anónima o bajo pseudónimo, ya que no quería que pareciera que dedicaba demasiado tiempo a otras actividades sin relación con su profesión de médico” (De “Las claves de Egipto”-Debate-Madrid 2000).

Su nombre aparece en la física asociado al “módulo de Young”, en resistencia de materiales. Sin embargo, sus aportes más significativos los realizó en el campo de la óptica experimental. “Su investigación más sobresaliente se centraba en la teoría ondulatoria de la luz, que Newton había considerado corpuscular y Huygens ondulatoria. Young ofreció argumentos (entre 1800 y 1804) a favor de la teoría ondulatoria, apoyando su adhesión con claros y detallados informes relativos a toda una serie de elegantes experimentos realizados con vistas al estudio de las interferencias debidas a la superposición de ondas” (Del “Diccionario básico de científicos” de David Millar y otros-Editorial Tecnos SA-Madrid 1989).

En el caso de Young se advierte que, a pesar de dedicarse a varios temas de investigación, realiza algunos de gran importancia, incluso de un nivel propio de un especialista, y no de un enciclopedista. Estos también son los casos de René Descartes, Blaise Pascal y Goodfried Leibniz, quienes realizan aportes significativos tanto en matemáticas, como en física y en humanidades.

Pierre de Fermat fue el matemático más importante de su siglo. Sin embargo, era un “aficionado” que se distraía con las matemáticas mientras que su profesión estaba asociada a las leyes. También realiza aportes a la óptica geométrica. “Durante el tiempo que dedicara a sus labores de consejero del Parlamento (trabajo que no hacía demasiado bien), sorprende que Fermat encontrara tiempo suficiente para cultivar su afición por la lingüística, la poesía y, sobre todo, la matemática. A partir de 1652, año en que estuvo a punto de morir por causa de una plaga, consagró la mayor parte de su tiempo al estudio de las matemáticas, aunque no publicó sus trabajos, al menos en el sentido usual del término. Los resultados de sus investigaciones han sido descubiertos a través de cartas dirigidas a sus amigos, notas al margen en los libros que leía o en los problemas que solía proponer a otros matemáticos con el fin de hallar pruebas para los teoremas que él mismo había inventado” (Del “Diccionario básico de científicos”).

Mientras que en las ciencias exactas el científico “puede” elegir ser un especialista o bien un experto en varios temas (situación reservada a los genios), en el campo de las ciencias sociales el científico “debe” tener un conocimiento aceptable en varias de las ramas de la ciencia que tienen alguna relación con el comportamiento humano. No hace falta que haga aportes personales en la rama social en la que se especializa, sino que debe tener un conocimiento básico de biología, economía, religión, epistemología, historia, política, sociología, psicología social, psicología individual, entre otras. Este sería el “decatlón intelectual” imprescindible y necesario para el progreso efectivo de las ciencias sociales.

En lugar de mostrar las ventajas que implica conocer las distintas ramas humanistas mencionadas, se puede advertir más fácilmente las desventajas que tiene el desconocimiento de alguna de ellas, tal el caso de la biología. Desde la ciencia biológica se estudia la herencia genética del hombre, mientras que gran parte de los científicos sociales supone que el comportamiento humano depende sólo de la influencia social del medio ambiente, por lo que sus conclusiones llevan siempre a errores apreciables. Los adeptos al igualitarismo suponen que la mente es una página en blanco en la cual puede escribirse lo que uno desea esperando que de esa forma pueda modificarse la naturaleza humana creando un hombre con tendencias uniformes e igualitarias que, incluso, las generaciones posteriores heredarían sus atributos adquiridos; un lamarckismo negado por la biología que aún es sustentado por los sectores marxistas. Henry de Lesquen escribió: “La biología es hoy un poderoso antídoto contra las teorías que pretenden reducir al hombre a su medio, a su educación, descuidando la parte de la herencia. La teoría del medio se esfuerza para hacer creer que el hombre está totalmente determinado por la educación, las costumbres, etc. Deduce de ello la inocencia del criminal, quitándole toda responsabilidad. En consecuencia, el hombre no es responsable de nada. Si comete errores, «la falta es de la sociedad, del capitalismo»», etc. Esta ideología, imbuida de un marxismo difuso que ha invadido los espíritus, culpa al público, justifica de antemano una eventual revolución y niega al hombre toda responsabilidad y, por tanto, toda dignidad. Es el sustrato ideológico del archipiélago Gulag”.

“Pero el «biologismo», que comete el error reduccionista inverso de referirlo todo a la herencia, deduce, asimismo, la inocencia del criminal, quien, después de todo, no sería más que un enfermo”.

“En ambos casos el delincuente es declarado inocente debido a la circunstancia de que no se le reconoce su dignidad de hombre, basada en la responsabilidad de sus actos”.

“También el hombre puede ser descrito, en virtud de una «proyección degradante», como un conglomerado de moléculas o como un producto de la lucha de clases. El sustancial aporte de la biología moderna consiste, en este sentido, en proporcionar argumentos controlados científicamente contra el igualitarismo y la ideología de la preeminencia del medio, que reducen al hombre a la condición de simple producto del medio social. Pero la biología sola no podría dar una completa imagen de lo que es el hombre” (De “La política de lo viviente”-EUDEBA-Buenos Aires 1981).

Otro de los errores observados es el desconocimiento de lo que implica el método de la ciencia experimental, cuyo nombre indica precisamente que toda hipótesis debe ser verificada experimentalmente para tener validez. De lo contrario, se trata de propuestas no verificadas, con probabilidades de ser ciertas y también con probabilidades de ser erróneas. Cuando se habla del “conocimiento científico”, como el de las ciencias naturales, se hace referencia al caudal de conocimientos comprobados, presuponiendo que los que no verificaron su validez fueron dejados de lado. De ahí que la sociología actual esté transitando por una etapa pre-científica, o filosófica, en donde se aceptan, y se estudian, teorías que no han salido airosas de una verificación experimental.

También es posible detectar una ignorancia casi total de la ciencia económica, ya que la mayor parte de los sociólogos repiten al unísono lo que dicen los demás, que es lo mismo que afirma la “sabiduría popular” orientada por políticos populistas o totalitarios. Podría decirse que el mundo está gobernado ideológicamente por los peores hombres que poblaron el planeta: Hitler, Stalin, Lenin, Mao, etc. En sus discursos existen grandes coincidencias, especialmente cuando atacan a la economía de mercado (capitalismo) y a los sectores productivos. De ahí la acertada expresión de Jean-François Revel: “La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira”.

“¿De dónde procede el feroz odio de los intelectuales a las sociedades menos bárbaras de la historia y su rabia por destruir las únicas civilizaciones que, hasta nuestros días, han conferido precisamente a la inteligencia un papel dominante?”.

“¿Por qué los maestros, en todos los países democráticos, odian a tal punto la sociedad liberal y, para hablar concretamente, votan notoriamente más a la izquierda que la media de la sociedad de la que son miembros y cuyos niños instruyen? En el siglo XIX y en el curso de la primera mitad del siglo XX, a menudo era el ejército quien se desviaba peligrosamente de la corriente principal de la opinión pública, hacia la derecha y la extrema derecha. Hoy, son los profesores, hacia la izquierda y la extrema izquierda” (De “El conocimiento inútil”-Editorial Planeta SA-Barcelona 1989).

Todo parece indicar que en lugar de ser “decatlonistas”, intelectualmente hablando, muchos han elegido ser especialistas sociales con reducidas bibliotecas personales, que optaron por las ideologías más simples, que lo explican casi todo, pero que son totalmente erróneas y nefastas para la sociedad. Carlos Alberto Montaner escribió: “Esta característica de nuestra cultura no tendría mayor importancia si no fuera por sus destructivas consecuencias. Esta «todología» -la facultad de hablar acerca de todo sin modestia o conocimiento- practicada con gran entusiasmo por nuestros intelectuales tiene su precio: todo lo que declaran y repiten se convierte en un elemento clave de la creación de una cosmovisión latinoamericana. Esta característica de nuestra cultura tiene serias consecuencias, ya que un número significativo de intelectuales latinoamericanos es antioccidente, antiyanquis y antimercado. Más aún, aunque sus puntos de vista son contrarios a la experiencia de veinte naciones que son las más desarrolladas y prósperas de nuestro planeta, de todas formas ejercen una profunda influencia sobre la cosmovisión latinoamericana. Sus pronunciamientos tienen como efecto debilitar la democracia e impedir el desarrollo de una confianza razonable en el futuro. Si los intelectuales promueven la visión de un atemorizador amanecer revolucionario, no debería sorprendernos la fuga de los capitales ni la idea de precariedad que acompaña nuestros sistemas económicos y políticos” (De “La cultura es lo que importa” de S. P. Huntington y L. E. Harrison-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2001).

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