sábado, 19 de marzo de 2022

Salir de la crisis

La severa crisis moral y social que padecemos en la Argentina, nos induce a buscar una inmediata reversión. Ello no implica que debamos esperar que en poco tiempo se resuelvan todos los problemas existentes, sino que es imprescindible establecer un punto de partida para revertir la caída y comenzar un ascenso posterior.

Desde la política, la economía, la educación, la religión, etc., se proponen soluciones aunque, por lo general, se ignora a los demás sectores. También se ignoran las ideas y las creencias del ciudadano común, ya que existe cierta mentalidad generalizada de la sociedad que debe conocerse y subsanarse. De ahí que, la validez de un mensaje religioso, por ejemplo, quedará limitada a un sector de la sociedad. Tampoco las soluciones políticas, a partir de leyes establecidas en el Congreso Nacional, resultan suficientes para establecer el cambio de mentalidad necesario. Publio Cornelio Tácito escribió: "El Estado más corrompido es el que más leyes tiene".

Desde la economía se sugieren dos caminos posibles; el de la redistribución de lo existente, por una parte, y el del aumento de la producción, por otra parte. La primera alternativa ha fracasado rotundamente mientras que la segunda requiere de un previo cambio de la mentalidad predominante, que va desde una sociedad mayoritariamente antiempresarial y estatista a una sociedad favorable a la producción y el trabajo.

Esto implica que, antes que un pacto entre sectores políticos, o antes de adherir a la economía que mejor funciona, es necesario establecer una ideología básica que promueva el conocimiento necesario para el cambio de mentalidad previo a todo intento restaurador de lo perdido.

Para salir de la severa crisis es necesaria la participación y la cooperación activa de toda la sociedad, en lugar de esperar acuerdos entre sectores políticos, ya que, en caso de lograrse tales acuerdos, poco resultados positivos se han de esperar si la mayoría de la población mantiene sus mismas ideas, sus mismos hábitos y sus mismas costumbres.

No toda ideología orientadora podrá lograr el objetivo anterior, ya que varias de ellas no se fundamentan en las leyes naturales que rigen nuestras conductas individuales, y aún cuando las tengan en cuenta, nada garantiza que vayan a ser aceptadas por la sociedad. De ahí que nos enfrentamos otra vez con el principio de "prueba y error". Pero, sin una ideología de adaptación, como conjunto de ideas favorables a la adaptación al orden natural, muy pocas serán las probabilidades de éxito.

Las ideologías vigentes en la actualidad, ya sean establecidas explícitamente, o bien implícitamente, tienden a reemplazar, en cada cerebro, a la propia realidad. Esto conduce a un verdadero alejamiento del mundo real impidiendo toda posible cooperación entre individuos y sectores.

Lo que resulta absurdo es el caso del político que supone que tan sólo con su presencia y sus sabias decisiones, podrá cambiar el rumbo del país aun cuando la mayoría de la población mantenga sus mismas ideas, creencias y costumbres, como antes se dijo. Entre ellas aparece el predominio de los derechos sobres los deberes. Ortega y Gasset advertía que "el hombre masa no tiene obligaciones, sino sólo derechos"; de ahí que toda sociedad de masas ha de fracasar como sociedad, ya que se requiere formar una sociedad de individuos no masificados, para que la realidad impere en sus mentes antes que lo haga cualquier forma de ideología vigente.

La decadencia argentina se debe esencialmente a fallas morales, ya que, si tanto la política, como la economía, la educación, etc., están en crisis, ello implica que es el propio ser humano el afectado de una crisis moral. Simone Weil escribió: “La noción de obligación prima sobre la de derecho, que le es subordinada y relativa. Un derecho no es eficaz por sí mismo, sino únicamente por la obligación a que corresponde; el cumplimiento efectivo de un derecho proviene no de quien lo posee, sino de los otros hombres que se reconocen obligados hacia él. La obligación es eficaz desde que es reconocida. Una obligación que no fuera reconocida por nadie, no perdería nada de la plenitud de su ser. Un derecho que no es reconocido por nadie no es gran cosa”.

“No tiene sentido decir que los hombres poseen por una parte derechos y por otra deberes. Estas palabras expresan diferentes puntos de vista. Su relación es la de objeto y sujeto. Un hombre considerado en sí mismo sólo tiene deberes, entre los que se cuentan ciertos deberes para consigo mismo. Los otros, considerados desde su punto de vista, sólo tienen derechos. A su vez tiene derechos cuando es considerado desde el punto de vista de los otros, que reconocen sus obligaciones para con él. Un hombre que estuviera solo en el universo no tendría ningún derecho, pero tendría obligaciones” (De “Raíces del existir”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2000).

Una ideología de adaptación al orden natural no debe ser otra cosa que un conjunto de ideas coherentes basadas en el principio o ley básica de supervivencia, como lo es la empatía emocional, que implica una predisposición permanente a compartir las penas y las alegrías ajenas como propias, que no es otra cosa que la ética cristina. Esta vez deberá quedar desprovista de los misterios que la alejan de la gente ya que la religión moral prioriza comportamientos antes que creencias.

1 comentario:

agente t dijo...

La imposibilidad de cooperación que trae el alejamiento de la realidad que inducen las ideologías se refuerza con la creciente grupalización de la sociedad, su separación en compartimentos estancos basados en la ocupación, la orientación sexual o la vecindad más o menos amplia y que tienen su verdadera razón de ser en la disputa de la cercanía o la influencia sobre el poder para de esa forma obtener más beneficios para sí, naturalmente a costa del resto. Proceso desarticulador que sólo es posible en un estado y una economía fuertemente intervencionistas.