martes, 9 de julio de 2019

Igualitarismo y elitismo en el socialista

En los socialistas activos, como ideólogos o como políticos, se observan dos características típicas que resultan contradictorias u opuestas entre sí. Por una parte muestran una tendencia hacia un igualitarismo extremo por el cual aborrecen toda forma de desigualdad social y económica, hasta llegar al extremo de intentar borrar los rastros de desigualdad biológica que heredamos del proceso evolutivo. Por otra parte, sus acciones son impulsadas por una desmesurada ambición por la conquista o el mantenimiento del poder, ya que esencialmente se sienten distintos o superiores al resto de los mortales.

Puede establecerse una analogía con algunos fanáticos religiosos que creían ser los herederos exclusivos de la verdad revelada y que ello legitimaba sus aspiraciones a constituirse en una elite separada del resto de la sociedad. Milovan Djilas escribió: "Partiendo de la premisa de que sólo ellos conocen las leyes que gobiernan la sociedad, los comunistas llegan a la conclusión demasiado simple y anticientífica de que ese supuesto conocimiento les da el poder y el derecho exclusivo a modificar la sociedad y dirigir sus actividades. Éste es el error más importante de su sistema".

"La monarquía no tenía una idea tan elevada de sí misma como la que los comunistas tienen de sí mismos, ni era tan absoluta como ellos" (De "La nueva clase"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1957).

Como la mayor parte de los políticos, aunque en forma mucho más acentuada, los socialistas muestran una cara en la etapa de las promesas y otra muy distinta en la etapa de las realizaciones. Adam Ulam escribió al respecto: "El marxismo en el poder es exactamente lo opuesto al marxismo en la revolución...Puede pensarse que el marxismo es una ideología con dos fases. La fase revolucionaria desaparece tras la revolución. Se desechan los matices democráticos del marxismo, se extirpa el anarquismo revolucionario y comienza el deber de construir, antitético en espíritu y en medios a la fase revolucionaria. Este proceso no es suave ni automático. Entra en una serie de realizaciones...que impiden una aplicación fiel de los principios con los que se llevó el partido al poder, lo cual sucede en la era post-revolucionaria, imposibilitando la construcción del socialismo" (Citado en "Los peregrinos políticos" de Paul Hollander-Editorial Playor-Madrid 1987).

Al socialista lo orienta la fe ciega en una ideología que supone tan cierta como una "verdad revelada" y, al igual que el creyente religioso, se siente un partícipe elegido de una elite que tiene a su cargo la difícil misión de provocar cambios profundos en la humanidad. Lewis Coser escribió: "Los intelectuales son hombres que nunca parecen satisfechos de las cosas tal como son, que apelan al uso y las costumbres. Cuestionan la verdad del momento en términos de una verdad más elevada y más amplia; se oponen a los llamamientos a la realidad invocando «algo impráctico». Se consideran a ellos mismos como custodios especiales de ideas abstractas, como la razón, la justicia y la verdad, guardianes celosos de las normas morales..." (Citado en "Los peregrinos politicos").

Ante la creencia de poseer cierta superioridad intelectual y moral, es frecuente una secreta ambición por el logro del poder, pero desde una postura superior. Paul Hollander escribió: "Cuando aparece la alienación, no es tanto como resultado de la hostilidad hacia los que están en el poder, sino que más bien surge de la sensación de estar excluido del poder. Lewis Feuer escribió que «La frustración de su voluntad de gobernar ha sido la fuente inconsciente más profunda de la alienación del intelectual. Con ella ha quedado alienada...su ansia de fusionarse...con el poder físico del pueblo, ya sea campesinado, proletariado, pueblos primitivos, razas de color o naciones subdesarrolladas»".

"Idealismo y ambición de poder, desinterés y compromiso, la legitimación del sistema social y su subversión, la autonomía y la disposición a ser elegido, el despliegue de los impulsos críticos y su subordinación a los objetivos ideológicos, reflexión y tendencia a la acción; todo esto forma parte de la conflictiva imagen de los intelectuales".

Milovan Djilas menciona algunos rasgos psicológicos comunes al fanático creyente y al socialista activo: "Cierto está que el partido tiene que asegurar el fin mediante instrumentos especiales, lo que lo convierte en algo dominante y supremo en sí mismo, como la Iglesia de la Edad Media. He aquí lo que decía en 1411 Dietrich von Nieheim, obispo nominal de Verden: «Cuando su existencia está amenazada, la Iglesia se libera de sus edictos morales. La unidad como fin santifica todos los medios: la perfidia, la traición, la tiranía, la simonía, las prisiones y la muerte. Pues todas las órdenes sacerdotales existen a causa de los fines de la sociedad y la personalidad debe ser sacrificada al bien general»".

"También estas palabras parecen haber sido pronunciadas por algún comunista contemporáneo". "Según la propia Iglesia, trataba de salvar las almas pecadoras y herejes destruyendo los cuerpos. Consideraba permitidos todos los medios terrenales con el propósito de alcanzar el reino de los cielos".

"Pero los comunistas desean ante todo la autoridad física o estatal. La persecución intelectual y la fiscalización de las ideas, ejercidas por razones dogmáticas, son sólo medios auxiliares para fortalecer el poder del Estado. A diferencia de la Iglesia, el comunismo no es el sostén del sistema, sino su encarnación".

El problema del socialismo activo, no reside en que los comportamientos mencionados sean propios de minorías o excepciones, sino que, una vez logrado el poder, constituyen justamente "la nueva clase". Los socialistas aducen que los medios de producción estatizados serán de los trabajadores, o del proletariado. Sin embargo, en todo socialismo real tales medios irán a formar parte del patrimonio de la "nueva clase". De ahí que el socialismo, como una "sociedad sin clases", es algo imposible de lograr, al menos por esa vía.

En cuanto al socialista que se opone a la formación de elites separadas del resto de la sociedad, como fue el caso de Djilas, pronto será relegado y, en su caso, encarcelado por nueve años por oponerse a la formación de esa nueva clase y por denunciarla en el libro mencionado. El citado autor, quien fuera un jerarca del comunismo de Yugoslavia, describe la situación por la cual escuchó a su conciencia antes que obrar en contra de ella: "Me vi aislado, con mis camaradas despreciándome y denigrándome, calumniándome, con mi familia aterrorizada y en el límite de sus fuerzas. Me vi entre la «gentecilla», que no tendría manera de saber si yo era un loco o un sabio. Pero el combate interior fue de breve duración. No pasaría de unos minutos hasta ordenar mis pensamientos y recuperarme de mis aprensiones. Porque ya sabía, sí, sabía, repito, que aquél era mi auténtico ser, y que no podría renunciar al mismo a pesar de las vacilaciones a que había sucumbido a pesar de la prueba tremenda con que tendría que acabar por enfrentarme" (De "La sociedad imperfecta"-Editorial Ariel SA-Barcelona 1969).

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