jueves, 30 de abril de 2015

El anti-mal no es el bien

Es frecuente observar personas que, al contemplar actitudes y costumbres erróneas, en el sentido de que producen resultados indeseables, las adoptan como referencia para hacer todo lo contrario en la creencia en que el bien es lo opuesto al mal. En realidad, el bien es opuesto al mal siempre y cuando adoptemos como referencia las leyes naturales que conforman el orden natural. De lo contrario, este criterio puede conducir a resultados alejados del bien.

Este es el caso del individuo que observa a quienes viven casi con exclusividad para gozar de los placeres de la comida dejando de lado otros valores (¡Sí! ¡La preferencia por la buena comida es un valor!) adoptándolos como referencia para fingir una falsa espiritualidad consistente en comer poco y mal, mientras que, en realidad, “espiritualidad” implica un desarrollo óptimo de nuestras aptitudes afectivas e intelectuales, que poco tiene que ver con lo que se come. Incluso algunos “cristianos” caen en ese error mientras que el propio Cristo era a veces criticado por comer bastante.

Algo similar ocurre con la avaricia, que es tomada como referencia para hacer todo lo contrario, llegándose a malgastar el dinero en cosas superfluas para demostrar que no se tiene aquel defecto. Pero el caso extremo ocurre en el caso de la riqueza, cuando no se distingue entre quien tiene bastante dinero por ser un exitoso empresario y el político que lo tiene porque lo robó luego de pasar un tiempo en el Estado a cargo del gobierno. Luego, con la palabra “rico” se iguala a quien produce bienes útiles y necesarios dando trabajo a muchas personas con el vulgar delincuente que previamente embaucó a miles de personas para obtener los votos necesarios para acceder al poder. Para completar el absurdo, se considera a la pobreza como una virtud sin advertirse que la falta de dinero suficiente implica siempre alguna falla individual o colectiva, excepto cuando se debe a razones ajenas a las decisiones humanas.

También es común asociar el calificativo de “buena persona” a quien no hace mal a nadie. En realidad, si se trata de alguien que no hace bien ni mal, resulta ser una persona éticamente neutra, por lo que debe reservarse tal calificativo al que hace el bien a los demás. Esto nos retrotrae a los mandamientos de Moisés que sugieren no matar, no robar, etc. Si alguien se encierra en su casa sin hacer el bien ni el mal, cumple con la mayoría de tales mandamientos. Por el contrario, cuando Cristo promueve el “Amarás al prójimo como a ti mismo” sugiere adoptar una actitud que luego generará el bien en todas y en cada una de las interacciones y circunstancias sociales en las que participe el individuo que la pone en práctica.

Si decir mentiras es algo malo, decir todo lo que se piensa sobre los demás implica confundir la “verdad” con las propias opiniones o juicios personales. También en este caso se incurre en un error. En todo caso, se trataría de una excesiva sinceridad que puede afectar a las demás personas.

La tendencia pesimista a mirar la sociedad creyéndola bastante peor de lo que es, resulta ser a veces una forma de exaltar los propios valores sin tener que hacer ningún esfuerzo personal por mejorar la propia actitud afectiva y cognitiva. También en este caso se observa que no se toma como referencia a las leyes naturales sino al resto de las personas que conforman la sociedad. Se buscan los valores morales relativos, en lugar de absolutos, siendo un aspecto más de los errores derivados del relativismo moral que afecta a la mayor parte de las sociedades en crisis.

En cuestiones de política se observan actitudes similares cuando alguien se define como anti-algo en lugar de acentuar su postura a favor de alguna tendencia definida. Si bien resulta positivo definirse como anti-totalitario, tal postura debe ser la consecuencia de haber previamente adoptado una definida posición pro-democrática. Es la referencia adoptada la que potencia una postura mientras que una anti-postura refleja en realidad no haber sostenido alguna actitud intelectual definida. Alexandr Solyenitzin escribió:

“Existe una palabra que tiene amplia divulgación: «anticomunismo». Es una palabra mal compuesta y carece de sentido. Está compuesta de tal modo que parece que el comunismo fuera una cosa eterna, fundamental y básica. El anticomunismo y los anticomunistas se determinan por relación con el comunismo. ¿Por qué digo que esta palabra está mal construida? Porque la compusieron hombres que carecen de nociones etimológicas: la concepción eterna, la concepción permanente es la humanidad. Y el comunismo es la anti-humanidad. Quien dice anticomunista dice contra lo antihumano. Una mala construcción. Hay que decirlo así: lo que está en contra del comunismo está a favor del hombre. ¡No reconocer y negar la ideología comunista del odio contra la humanidad es el verdadero humanismo!” (De “En la lucha por la libertad”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1976).

Quienes viven en función del odio a los demás, se hacen dependientes y esclavos de sus enemigos. De ahí el sabio consejo cristiano de “amar al enemigo”, o al menos no odiarlo, por cuanto odiarlo implicaría malograr nuestra propia vida. El que odia a quien actúa mal, no advierte que el propio orden natural impide ser feliz a quienes equivocan el camino, y odiar a tales personas implica ubicarse en un peldaño todavía inferior. De ahí que se sienta desprecio o repugnancia por nazis y marxistas en lugar de odio. Justamente, la debilidad ideológica y moral de los totalitarismos se advierte en que existen sólo en función de sus “enemigos”; sin judíos ni “razas inferiores” no existiría el nazismo, y sin burguesía o clase social “incorrecta”, no habría marxismo.

El anti-mal confundido con el “bien”, de mayor trascendencia histórica, ha sido el marxismo. Nacido como reacción al capitalismo, lo adopta como referencia para hacer todo lo contrario en la creencia de que así se lograrán resultados positivos, sin advertir que, en realidad, al adoptar esa postura, el remedio resulta bastante peor que la enfermedad. Existen sistemas económicos que pueden no dar resultados positivos por cuanto no existe una mentalidad compatible con ellos y mucho menos un nivel moral que los sustente, sin que sea necesario destruirlos para adoptar posturas totalmente opuestas.

De ahí que Karl Marx haya propuesto el “socialismo científico” en base a eliminar la propiedad privada de los medios de producción junto a la prohibición de los intercambios libres en el mercado. Supone que sin propiedad privada y sin mercado se darán las condiciones para la solución de todos los problemas de la sociedad. No establece propiamente una teoría económica que describa el libre accionar de los hombres buscando una optimización del proceso, ya que simplemente propone el anti-capitalismo sin dar demasiados detalles.

Las cosas no terminan ahí ya que Marx sostiene que la economía es el motor de la sociedad y de la historia, pretendiendo mejorar todos los aspectos humanos a partir de la economía. Solyenitzin escribió: “El comunismo es un intento tan torpe de explicar la sociedad y el hombre, como si un cirujano se valiera del hacha del carnicero para una delicada operación. Todo lo que hay de delicado y agudo en la psicología individual y en la organización de la sociedad –un organismo todavía más complicado- lo reducen a un grosero proceso económico”.

Adviértase que tal postura resulta ser una consecuencia necesaria de haber adoptado previamente una actitud atea, esto es, reconocer la existencia de leyes naturales suponiendo un universo sin sentido y sin finalidad alguna. Al no tener en cuenta un posible objetivo del hombre y de la humanidad, asociado a Dios o al orden natural, necesariamente debe adoptarse como referencia alguna postura ya existente, tal como el capitalismo. Al negar toda referencia objetiva, en la propia realidad, rechaza la posibilidad de una postura a favor del sentido objetivo (el bien absoluto) o en contra del mismo (el mal absoluto) cayendo en el relativismo moral, que es la base de toda crisis afrontada por una sociedad. Solyenitzin escribe al respecto:

“El comunismo nunca ocultó su negación de los conceptos morales absolutos. Se mofa de las nociones de bien y mal como categorías absolutas. Considera la moralidad como un fenómeno relativo a la clase. Según las circunstancias y el ambiente político, cualquier acción, incluyendo el asesinato, y aún el asesinato de millares de seres humanos, puede ser mala como puede ser buena. Depende de la ideología de clase que lo alimente. ¿Y quien determina la ideología de clase? Toda la clase no puede reunirse para decidir lo que es bueno y lo que es malo. Pero debo decir que, en este sentido, el comunismo ha progresado. Logró contagiar a todo el mundo con esta noción del bien y del mal. Ahora no sólo los comunistas están convencidos de esto. En una sociedad progresista se considera inconveniente usar seriamente las palabras bien y mal. El comunismo supo inculcarnos a todos la idea de que tales nociones son anticuadas y ridículas. Pero si nos quitan la noción del bien y mal, ¿Qué nos queda? Nos quedan sólo las combinaciones vitales. Descendemos al mundo animal. Y por esto, la teoría y la práctica del comunismo son absolutamente inhumanas”.

La actitud marxista respecto del capitalismo ha sido igualmente adoptada respecto de la religión, especialmente la cristiana. Es posible afirmar que, actualmente, en muchas sociedades, se advierte una clara intención de hacer todo lo que la Iglesia prohíbe y de no hacer todo lo que la Iglesia promueve. En este caso se hace referencia a la Iglesia tradicional cristiana y no hacia sectores eclesiásticos que coinciden con el marxismo. El ateísmo ha penetrado incluso en la propia institución destinada a promover la creencia en valores y en referencias absolutas tales como las existentes en el universo y en la propia naturaleza humana.

El Estado totalitario resulta ser, posiblemente, la bestia triunfante en las visiones apocalípticas. En esas visiones aparecen los adoradores de la bestia, que exige a sus victimas homenajes permanentes. La infinita soberbia de las autoridades de la antigua URSS puede evidenciarse en casos como el del escritor Boris Pasternak, autor de la célebre novela “El Doctor Zhivago”, que fuera llevada al cine y conocida en Occidente. Quienes esperaban encontrar en ella algunas insinuaciones en contra del comunismo se sintieron defraudados, ya que no esperaban que la reacción adversa del Kremlin ante la concesión del Premio Nobel de Literatura a Pasternak, se haya debido a que en su obra no se exaltaban las virtudes de la Revolución, y no porque expresara algo en su contra.

La ciencia experimental progresa y se fundamenta en el proceso de prueba y error, o hipótesis y experimentación. Luego, el marxismo no busca errores en su teoría, ni los admite cuando aparecen, negando incluso la propia realidad como referencia para evaluar sus resultados. De ahí que sea una postura anticientífica; una postura bastante inferior incluso a la de quienes realizan ciencia errónea.

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