martes, 6 de septiembre de 2011

Los ciclos económicos

Visualizando gráficas de la evolución temporal de las distintas variables económicas de un país, como pueden ser los precios, la producción nacional, etc., se observa un comportamiento de tipo oscilatorio, con máximos y mínimos que se suceden a través de los años. Prácticamente cualquier país, en cualquier época (salvo algunas excepciones), muestra estas fluctuaciones económicas, si bien con ciertas particularidades de cada caso. Una de las tareas de los economistas es la predicción aproximada de estos ciclos de la economía, o bien dilucidar la manera de evitar las depresiones acentuadas.

Si tenemos presente que el proceso del mercado consiste en un sistema autorregulado, con la existencia de realimentación negativa, como también es el caso de los sistemas de control automático, no deberíamos asombrarnos por este comportamiento. Incluso puede decirse que lo asombroso sería que no existiese tal comportamiento.
Los estados oscilatorios se producen luego de la aparición de alguna perturbación interna o externa al sistema. Tal perturbación afecta a los tomadores de decisiones que tratan de protegerse, o bien de beneficiarse, ante el cambio producido. Las decisiones de productores y de consumidores dependen, además de su poder adquisitivo, de sus estados anímicos predominantes. Edmund Conway escribió: “Las economías son, por su misma naturaleza, propensas a los ciclos de auge y crisis: los mercados oscilan de la confianza al pesimismo y los consumidores de la codicia al miedo. Qué controla estas variables es algo que seguimos sin entender del todo pues están sometidas a los caprichos de la naturaleza humana” (De “50 cosas que hay que saber de economía”-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2011).

Una economía con crecimiento ideal sería aquella que aumenta linealmente su producción anual a un ritmo igual al del crecimiento anual de la población, o bien algo mayor para sacar de la pobreza a los sectores que la padecen.

Para evitar las perturbaciones que producen los ciclos de la economía, desde el liberalismo se sugiere que el Estado no intervenga con anterioridad a una posible crisis, mientras que la intervención posterior es algo aceptado por todos los sectores. Por el contrario, los sectores con tendencia socialista promueven la intervención estatal en todo momento.

Las distintas teorías propuestas consisten esencialmente en considerar algunas de las perturbaciones como las más influyentes. Paul A. Samuelson establece el siguiente resumen de tales teorías:

1- La monetaria, que atribuye el ciclo a la expansión y contracción del crédito bancario (Hawtrey, Friedman, etc.).
2- La teoría basada en los inventos, que atribuye el ciclo a la ola de importantes inventos [innovaciones] tales como el ferrocarril (Schumpeter, Hansen, etc.).
3- La psicológica que considera el ciclo como una epidemia en la que los individuos se contagian unos a otros el optimismo y el pesimismo (Pigou, Bagehot, etc.).
4- La teoría del subconsumo, que dice que, en comparación con lo que se podría destinar a la inversión, va demasiada cantidad de renta a la gente rica y a la frugal en comparación con la que podría invertirse (Hobson, Sweezy, Foster, Catchings, etc.).
5- La teoría de la inversión excesiva, que establece que las crisis son causadas más bien por exceso que por la escasez de inversión (Hayek, von Mises, etc.).
6- La teoría de las manchas solares y de las cosechas (Jevons, Moore). (Del “Curso de economía moderna”-Aguilar SA de Ediciones-Madrid 1978).


La teoría más llamativa es la de las manchas solares y las cosechas. Resulta que el Sol exhibe un periodo, entre mínimos y máximos de radiación, de unos once años, por lo que las cosechas quedan afectadas por ese ciclo. Incluso, en la corteza de troncos de viejos árboles, pueden observarse circunferencias concéntricas que exhiben la periodicidad mencionada. La teoría comentada tiene, por lo expuesto, una aplicación limitada sólo a la agricultura, si bien, en algunos países, la influencia en toda la economía puede ser apreciable.

Las formas más evidentes de distorsión del mercado ocurren cuando el Estado emite dinero circulante a un ritmo mayor al del crecimiento de la producción, o bien cuando otorga créditos a tasas inferiores a la vigente en el mercado financiero. Cuando ocurre alguna de estas perturbaciones, o ambas, el productor trata de aumentar la oferta al mercado, suponiendo que el aumento de la demanda se ha producido en una forma natural y no ficticia. Eduardo Fracchia y Cecilia Adrogué escriben: “Puede ser que, en un primer momento, ante un aumento en la demanda, fruto de la mayor circulación de dinero, el productor crea que su producto ahora es más demandado, y en consecuencia aumente su producción. Pero, con el correr del tiempo, no bien descubra que aumentó la demanda de todos los bienes a causa de que hay más dinero circulando, realizará el movimiento contrario, reduciendo su producción y aumentando los precios” (De “Macroeconomía aplicada”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 2008).

Los procesos inflacionarios son los más representativos en cuanto a los efectos oscilatorios que las perturbaciones producen en la economía. Cuando el Estado aumenta el circulante monetario excesivamente, la economía se reactiva y, al menos en el sector mayoritario, crece la euforia y el optimismo. Sin embargo, de ser persistente ese proceso, comenzarán a notarse algunos inconvenientes. Así, el exportador verá como día a día crecen sus costos de producción y cada vez más sus productos dejan de ser competitivos en el mercado internacional, debiendo finalmente cesar en su actividad o bien producir exclusivamente para el consumo interno.
También el asalariado que aspira a adquirir su casa propia verá como, año a año, el costo de las viviendas crece a un ritmo mayor que el del crecimiento de sus ingresos.

Recordemos que la severa crisis que apareció en los EEUU, en el 2008, se inició debido a la existencia de una ley que imponía a los bancos el otorgamiento de un cierto porcentaje de créditos para la construcción de viviendas, sin tener en cuenta lo que sugería el mercado. Cuando los bancos dejan de “prestar dinero al rico” (que puede devolverlo) para “prestar dinero al pobre” (que no puede devolverlo), comienzan los inconvenientes a pesar de las mejores intenciones que se hayan tenido.

Mientras que los ciclos de la economía implican una sucesión de crisis y auges posteriores, debidos a perturbaciones en el proceso, hay quienes sueñan con “la caída y destrucción del capitalismo” y son quienes, precisamente, aducen que el Estado debe intervenir en todo momento en el proceso autorregulado que es el mercado.

La caída del capitalismo, de ocurrir, sería una especie de Apocalipsis para la humanidad, y resulta ser una “profecía” establecida por el propio Karl Marx, debido a cierta interpretación particular que ofrece respecto del mercado. La “bancarrota inevitable” del capitalismo es expuesta mediante un ejemplo por Paul C. Martin:

“Al principio el capitalista tenia un capital de 1.000.000 de marcos. Explota a cien trabajadores, de los cuales obtiene un beneficio de 200.000 marcos. Su cuota de beneficio es, finalmente, del 20%”.
“De sus beneficios se gasta la mitad en seguir su vida de lujo, es decir, 100.000 marcos. El resto lo añade al capital invertido (Marx llama a eso acumulación) que asciende a 1.100.000 marcos”.
“Ahora el capitalista comienza su segundo ejercicio, con los mismos cien trabajadores y un capital de 1.100.000 marcos. Sigue explotando a cien trabajadores de los cuales sigue obteniendo un beneficio de 200.000 marcos. Su cuota de beneficio descendió, pues, al 18,2%. Y así sucesivamente”
“Esta es toda la «teoría» que posteriormente ha sido hecha más emocionante con algunos cortes y añadidos, pero que siempre conduce a la misma consecuencia: Mientras que el capitalista siga explotando al trabajador de manera más larga e intensiva y mayor sea su beneficio (en términos absolutos), su cuota de beneficios será cada vez menor (relativamente). Con ello la sociedad se «debilita» cada vez más…desde luego sólo de modo óptico”.
“La historia del capitalismo podrá prolongarse en tanto que éste pueda resistir su acumulación de capital. Sus libros de contabilidad le van mostrando, de año en año, resultados cada vez más miserables. Pero los capitalistas son tan estúpidos que no se dan cuenta de que esto significa una especie de trampa”.
“Una empresa que aún tiene beneficios no «puede quebrar». ¿Cómo podría hacerlo? Ni aun cuando, como afirma Marx, la cuota de beneficios cae, cae y cae, pues siempre quedaría un margen de beneficios por pequeño que sea” (De “Cash, estrategia frente al Crack”-Editorial Planeta SA-Barcelona 1986).

De las conclusiones anteriores de Marx, éste sostiene que los capitalistas han de vender sus empresas a otros capitalistas estableciéndose una concentración cada vez mayor de capital, mientras que habrá cada vez más obreros desocupados. Este será el fin del capitalismo a lo que seguirá el socialismo. Pero en el socialismo propuesto por Marx, no existirá la propiedad privada de los medios de producción, por lo cual la concentración de capital, en el Estado, será total. (Al menos la profecía se cumplió respecto de la caída del socialismo, o capitalismo estatal, por él favorecido)

Las inexactitudes y contradicciones de Marx son muchas, pero no debemos olvidar que se trata de un “agitador de masas”, según la expresión de Ludwig von Mises, y son las masas las destinatarias de sus escritos, mientras que los adeptos a la “todología” (universitarios que suponen que la obtención de un diploma en una actividad los habilita para ser especialistas en todas las ramas del saber sin siquiera haberse interiorizado suficientemente de sus contenidos) son sus principales difusores. Agrega Paul C. Martin: “Marx hace ejercicios malabares. Verdaderamente quiere que desparezca el odiado capitalismo. Pero del modo como lo explica con su teoría de la descendente tasa de beneficios, el capitalismo nunca puede morir. Para ello Marx tendría que haber desarrollado una teoría del creciente índice de pérdidas. Pero no llegó a ello”.

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