El multiculturalismo, aceptado por varios países europeos, se basa en la supuesta igualdad de todas las culturas, al menos en cuanto al derecho a ser admitidas en tales países. Sin embargo, no toda cultura nacional o regional produce los mismos resultados que los producidos por otras culturas diferentes. De ahí que algunas afianzarán el proceso de adaptación cultural al orden natural mientras que otras podrán inducir un retroceso en tal proceso.
Si toda cultura, con su religión y con su idioma, es tan válida como las demás, los inmigrantes a un país extranjero no deberían molestarse por aprender el idioma del país receptor, y mucho menos adaptarse a los hábitos y costumbres locales. Esta mentalidad conduce a la formación de guetos aislados del resto de la sociedad. Al no insertarse tampoco laboralmente, muchos de estos inmigrantes encontrarán en el delito una “salida laboral”.
Este es el caso de Suecia, país tradicionalmente seguro, que en la actualidad es uno de los más violentos de Europa, y en donde el 90% de los delitos son cometidos por inmigrantes o por la primera generación de suecos hijos de inmigrantes. Medios periodísticos aseguran que en Estocolmo actúan entre 50 y 60 bandas delictivas organizadas, que luchan entre ellas produciendo asesinatos y explosiones con bastante frecuencia, además de una importante cantidad de violaciones de mujeres.
Debido a que los menores son inimputables según las leyes suecas, éstos son captados por las bandas criminales para realizar actos delictivos. Incluso estos hechos se han “exportado” a Dinamarca, que es otra sociedad en peligro de caer bajo el dominio de las bandas criminales.
Gran parte de los inmigrantes reciben todo tipo de ayuda del Estado sueco, con viviendas incluidas, con recursos pagados al Estado por los habitantes suecos. Nos imaginamos cómo se ha de sentir un ciudadano cuando ve que parte de sus impuestos va a parar a gente que no trabaja y que tarde o temprano tiende a destruir esa nación.
Gente “generosa” con los recursos ajenos, critica severamente a los países que ponen trabas a la inmigración extranjera, aunque pocas veces se les ha escuchado hablar en contra del multiculturalismo y en contra de quienes van a vivir como parásitos sociales, incluso con la pretensión de algunos de imponer su propia religión a la sociedad receptora, como es el caso de algunos sectores islámicos.
Existen en la actualidad países que expulsan a sus habitantes y países que atraen a esos expulsados. Los que expulsan a sus habitantes son los que pregonan una “economía humana” (socialista) que insertaría a todo integrante de la sociedad “sin excluir” a nadie. Aunque en realidad excluye a muchos cubanos o venezolanos, que optan por emigrar cuando pueden. Por otra parte, según Jorge Bergoglio, existe una “economía criminal” (capitalista) que supuestamente “excluiría” a la gente, aunque en realidad casi todos quieren ir a países desarrollados para ser “explotados” y “excluidos” de la sociedad, según el razonamiento bergogliano.
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