Por Ludwig von Mises
Hace 300 años las diferencias económicas entre los distintos países o pueblos del mundo no eran tan fuertes como en la actualidad [década de los 50], había algunas tribus salvajes, por supuesto, pero a excepción de estas, la mayor parte del mundo tenía el mismo nivel de desarrollo tecnológico y de civilización. Y entonces algo pasó en ciertos países, el capitalismo se desarrolló en Occidente, se produjo una acumulación e inversión de capital, la tecnología fue perfeccionada, la civilización occidental se elevó, y hoy en el mundo existe una impresionante diferencia entre los países «avanzados» de la civilización occidental y la situación de los países «atrasados».
Estas diferencias fueron incluso mucho más agudas a principios y mitad del siglo XIX. Un hombre que hubiera visitado Inglaterra y Rumania en el año 1700 no habría encontrado ninguna gran diferencia en sus métodos de producción, pero para el año 1850 estas diferencias eran tan grandes que alguien podía decir y algunos creer, que las diferencias nunca se salvarían.
Estas diferencias se basaban en el hecho de que se produjo una gran inversión de capital, una mucha mayor inversión de capital en los países de Occidente, pero estas inversiones de capital, estos bienes de capital no son más que productos intermedios. La ventaja que estos países avanzados habían logrado sobre los países atrasados es en esencia una diferencia de tiempo. Las naciones occidentales han comenzado antes en el camino hacia la mejora económica, los países «atrasados» aún tienen que comenzar. Para todos estos países «avanzados» en la actualidad hubo un tiempo en que ese proceso de mejora fue lento, porque había que descubrir lo que hacía falta hacer, sin embargo para todos los países atrasados en la actualidad es más fácil, no tienen que hacer experimentos y fallar, no tienen que descubrir las ideas de nuevo, pueden simplemente adoptarlas de los países occidentales, y en cuestión de tiempo las diferencias de nivel económico se reducirán.
Y no había secretismo sobre los inventos tecnológicos que la civilización occidental había logrado, los jóvenes más inteligentes de los países atrasados eran enviados a estudiar a las universidades en los países occidentales para aprender todo lo que pudieran aprender sobre los métodos de producción , y así poder llevar estas ideas a sus propios países, pero la tecnología no es la única cosa, lo que faltaba en los países atrasados era la mentalidad que ha producido el capitalismo en occidente y las instituciones que lo hacen posible, que son traídas por esta mentalidad.
El capitalismo no se desarrolló en los países atrasados porque a la gente no le gustaba el capitalismo, y porque los empresarios estaban expuestos a riesgos que no existían en Occidente, en donde existe el Imperio de la Ley. Y lo que estas naciones atrasadas necesitaban era cambiar de forma radical su mentalidad, sus ideas sobre la economía, tenían que reconocer que cuantas más personas ricas hubiera mejor para los pobres, que el hecho de que haya personas ricas es necesario para acabar con la pobreza de las masas, pero esta idea no ha calado en ellos, y cuanto más se alejan de Europa, menos se dan cuenta de que la clave del desarrollo del capitalismo no ha sido el conocimiento tecnológico y los bienes de capital sino la mentalidad que hizo posible la acumulación de capital y bienes de capital a gran escala.
La gente en las naciones atrasadas, en especial en Asia, sólo les importaba su atraso tecnológico. Si estos países tenían gobiernos fuertes, fuertes en dominar su propio país, la primera cosa que les interesaba, lo que más envidia les producía por encima de todo, era el mejor armamento y balística producidos en Occidente. Estos reyes del mundo del Este estaban interesados primero de todo en tener mejores armas, tenían poco interés en otras cosas, y los patriotas que no consideraban la guerra como manifestación primaria del ser humano, se interesaron en la tecnología, así enviaron a sus hijos a universidades politécnicas de Occidente, e invitaron a profesores y empresarios de la industria a ir a sus países. Pero no se dieron cuenta que la diferencia clave entre Este y Oeste (Occidente) son las ideas.
Si a las personas de las naciones atrasadas se las hubiera dejado solas, probablemente nunca habrían salido de su atraso, probablemente nunca habrían adoptado las ideologías necesarias para transformar sus países en avanzadas economías. Aún si hubieran hecho esto habría sido un proceso muy lento, habría sido necesario que hubieran comenzado desde las bases más inferiores, primero tendrían que haber acumulado capital para construir por ejemplo el equipamiento y maquinaria de las minas, para así poder producir hierro, y de este hierro poder producir metales, y luego ferrocarriles, y todo esto habría sido un proceso muy largo y muy lento.
Pero lo que realmente ocurrió fue un fenómeno que nadie en el siglo XVIII había considerado, lo que se produjo fue la inversión extranjera. Desde el punto de vista de la historia del mundo, la inversión extranjera es uno de los fenómenos más importantes. La inversión extranjera significa que los capitalistas en Occidente suministran el capital necesario para la transformación de parte del sistema económico de los países atrasados para convertirse en sociedades modernas. Esto era algo totalmente nuevo, algo desconocido en épocas anteriores. En 1817, cuando David Ricardo escribió su Principios de Economía Política y Tributación, simplemente asumió que no existía tal cosa como el fenómeno de invertir en países extranjeros.
La inversión de capital que se desarrolló en el siglo XIX fue muy diferente de lo que había ocurrido bajo el antiguo sistema colonial, de lo que se había desarrollado desde el siglo XV. En aquella época se había comenzado una carrera en busca de materiales para la agricultura, recursos naturales y productos que no podían ser obtenidos en Europa. Una explicación ridícula de su deseo por comerciar fue que los poderes coloniales estaban interesados en apoderarse de los mercados extranjeros para su producción; de hecho los poderes coloniales explotaron las colonias para así obtener recursos, estaban muy felices por no tener que dar nada a cambio por lo que ellos se llevaban, por obtener los productos extranjeros gratis. Estos primeros colonos eran más piratas y ladrones que comerciantes, consideraban la idea de vender en el extranjero sólo como alternativa de emergencia en caso de que no pudieran obtener lo que necesitaban sin pagar. Ellos tenían muy poco interés en invertir, sólo querían llevarse sus recursos.
Por supuesto, no pudieron evitar que algunos de los ciudadanos de sus propios países se asentaran en estas colonias y comenzaran su trabajo de cultivo y agricultura. Como resultado de estas aventuras empresariales coloniales desde el siglo XV al siglo XVIII, algunas de estas colonias se desarrollaron, la más importante de estas fue, por supuesto, Estados Unidos, y seguido, fueron los países de Latinoamérica, pero desde el punto de vista de los empresarios y comerciantes europeos había poco interés en el hecho de que algunas personas de las clases bajas migraran y se establecieran en los Estados Unidos. Durante mucho tiempo probablemente consideraron las islas del Caribe más importantes porque allí se podía producir algo que querían: el azúcar. Los asentamientos en el continente no fueron parte de la política colonial; estos se desarrollaron al margen de las ideas de los gobiernos, al menos no gracias a ellos.
En el siglo XVIII ya existía cierta inversión en las colonias norteamericanas, pero aún no era un fenómeno de gran importancia histórica. La verdadera inversión extranjera comenzó en el siglo XIX; esta inversión extranjera fue diferente a la anterior inversión colonial en el sentido de que se produjo en territorios y propiedades gobernados por gobiernos extranjeros.
Esta inversión extranjera se desarrolló de dos formas; una forma fue la inversión en colonias en propiedad de los varios poderes coloniales, es decir, en países dependientes de naciones europeas, por ejemplo, las inversiones británicas en la India. Pero aún más importantes fueron las inversiones en países que eran políticamente independientes, y algunos de los cuales eran muy desarrollados, como los Estados Unidos. Los ferrocarriles americanos, por ejemplo, fueron construidos en gran medida con la ayuda de capital europeo, las inversiones en Estados Unidos, Canadá y Australia fueron diferentes de las inversiones en otros países extranjeros porque estos tres países no eran «atrasados», en el sentido de que careciesen de mentalidad de emprendedor. La historia de estas inversiones fue muy distinta de las del resto de países porque el capital fue usado en forma eficiente, y también porque todo el dinero de la inversión fue reparado. En las décadas de 1860 y 1870 una de las oportunidades de inversión más importante para los europeos era invertir en Estados Unidos.
Mas adelante….
Varios ciudadanos franceses habían realizado inversiones en México, cuando la gente de México adoptó una actitud deshonesta hacia esos inversores, el gobierno de Napoleón III se embarcó en la década de 1860 en una gran aventura en México. Al principio, trajo cierto éxito al ejército francés, pero al final no acabó como esperaban los franceses.
Los países que se habían beneficiado de la inversión extranjera malinterpretaron y confundieron el significado y las ventajas de la inversión extranjera. Ahí se produjo un movimiento popular contra los inversores extranjeros. En todo el mundo, el principio de la soberanía nacional tomó fuerza, se mantenía que una nación externa no tiene el derecho de interferir si los derechos de los ciudadanos de otro país están siendo violados. Esta fue la llamada teoría de la soberanía, para entrar no os ponemos obstáculos, pero después, las inversiones estaban por completo a merced de la soberanía de la nación, estos países declararon que los extranjeros eran explotadores, y trataron de demostrar dicha explotación por medio de diversas teorías que no merece la pena mencionar.
Los marxistas proporcionaron varias teorías que relacionaban la inversión extranjera con el imperialismo, sus ideas decían que el imperialismo era malo y que debía ser abolido. Las teorías marxistas, especialmente las de Rosa Luxemburgo (1871-1919), no pueden explicarse sin entrar en toda la teoría del valor-trabajo de Karl Marx. Estas teorías marxistas del imperialismo decían que la inversión extranjera era perjudicial tanto para el país que realizaba la inversión como para el país que la recibía. La inversión extranjera es imperialismo –el imperialismo significa guerra- y por tanto, los países extranjeros son conquistadores.
El ciudadano promedio hoy se sorprende de ver cómo algunas personas etiquetan a Estados Unidos de ser un poder imperialista, y que un préstamo otorgado por los Estados Unidos a otro país significa agresión contra ese país. Este es el producto de las ideas marxistas, ¿pero son verdaderas? ¿verdaderamente los capitalistas y los inversores de un país fueron a países extranjeros, como estas ideas proclaman, para simplemente aprovecharse de ellos sin aportar nada a cambio?.
(Extractos de “Marxismo desenmascarado”-Unión Editorial SA-Madrid 2020).
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