lunes, 4 de noviembre de 2024

La actitud como respuesta característica

Así como existirían tantas huellas digitales distintas como personas existan, en principio, puede decirse que existirán tantas actitudes características como personas existan. Tal actitud, considerada como una respuesta típica o personal ante diversos estímulos, es un atributo imprescindible para conocer a las personas.

Dicha respuesta depende de todo lo que llevamos depositado en nuestro cerebro, por lo que depende tanto del pasado como del presente y de lo biológicamente heredado como de lo culturalmente adquirido. La definición más general será:

Actitud característica = Respuesta / Estímulo

De ahí que toda acción humana puede expresarse como:

Acción (Respuesta) = Actitud característica x Estímulo

A continuación se menciona la opinión de un reconocido psicólogo social:

CONCEPTO DE ACTITUD

Por Kimball Young

Por desgracia, el término actitud tiene dos significados, uno amplio y otro estrecho. Fue usado primero en un sentido bastante limitado, para indicar una predisposición motriz y mental a la acción. Después se lo empleó con un alcance algo mayor, para señalar tendencias reactivas específicas o generalizadas, que influyen sobre la interpretación de nuevas situaciones y la respuesta frente a éstas.

Algunos autores, sin embargo, han usado el término actitud para referirse a la totalidad de la vida interior –la masa aperceptiva de ideas, opiniones y disposiciones mentales- en contraste con las pautas y hábitos manifiestos. Sobre la base de una significación tan amplia e imprecisa, tanto profanos como psicólogos continúan considerando que los términos opinión y actitud son sinónimos.

Por nuestra parte, vamos a emplear la palabra en un sentido más estricto, que indica una tendencia a la acción. Una actitud es esencialmente una forma de respuesta anticipatorio, el comienzo de una acción que no necesariamente se completa. En este sentido, resulta mucho más dinámica y permite predecir más fácilmente las tendencias del comportamiento que una mera opinión o idea.

Es preciso señalar tres rasgos importantes propios de una actitud. En primer lugar, si bien no deben ser confundidas con imágenes o ideas verbalizadas (palabras), las actitudes están generalmente asociadas a imágenes, ideas u objetos externos de la atención. En segundo lugar, las actitudes expresan una dirección. Vale decir, no sólo señalan el comienzo de la respuesta manifiesta a una situación, sino también imprimen una dirección a esa actitud. Se caracterizan por implicar acercamiento o alejamiento, gusto o disgusto, reacciones favorables o desfavorables, amores u odios, y cómo éstos están dirigidos a situaciones específicas o generalizadas. En tercer lugar, las actitudes –al menos las más significativas- están vinculadas con sentimientos y emociones. Asociaciones de agrado o desagrado respecto de un objeto o situación –miedo, cólera, amor y todas las complejas emociones aprendidas- intervienen en las actitudes.

Las actitudes son hábitos internos en su mayor parte inconscientes, e indican las tendencias reales de la conducta manifiesta mejor que las expresiones verbalizadas que llamamos opiniones. Entonces, si se trata de predecir el comportamiento de un individuo, es más importante conocer sus actitudes que conocer sus imágenes mentales, sus ideas o sus opiniones. La observación de Emerson: “Lo que tu eres resuena con tanta fuerza en mis oídos que no puedo escuchar lo que dices”, expresa precisamente la influencia de las actitudes antes que de los meros verbalismos, en nuestros juicios sobre los demás.

Las actitudes ofrecen, pues, un indicio para desenredar la maraña de las motivaciones humanas. Sin embargo, es muy poco lo que sabemos acerca de cómo surgen las actitudes, porque su formación es, en su mayor parte, inconsciente. Con frecuencia, impresiones que en nuestra experiencia son marginales, determinan nuestra respuesta, porque los estímulos tangenciales han alcanzado los estratos profundos de nuestras actitudes.

En suma, pues, se puede definir una actitud como la tendencia o predisposición aprendida, más o menos generalizada y de tono afectivo, a responder de un modo bastante persistente y característico, por lo común positiva o negativamente (a favor o en contra), con referencia a una situación, idea, valor, objeto o clase de objetos materiales, o a una persona o grupo de personas.

(De “Psicología de las actitudes”-Varios autores-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 1967).

Al considerar la existencia de componentes emocionales y de componentes cognitivas de la actitud característica, se amplía el concepto haciéndolo operable, es decir, permitiendo extraer varias conclusiones inmediatas. Sin embargo, aún cuando se conozca con cierta amplitud el concepto de actitud, no será sencillo provocar el cambio orientado a una mejora ética generalizada. Ello se debe a que toda actitud cooperativa está vinculada a la visión personal que del mundo tiene cada individuo. Si tal visión no es compatible con la realidad, o es parcialmente compatible e incompleta, las posibilidades de cambio y mejora se ven bastante limitadas.

1 comentario:

agente t dijo...

Si la actitud característica se aprende ello deja a la educación y a las demás formas de influencia social un campo muy grande de actuación.