viernes, 15 de noviembre de 2024

Justificación de la conquista

Mientras los seres humanos avanzamos en materia de conocimientos científicos, asociados a un innegable avance tecnológico, en materia de ética podemos avanzar bastante y también retroceder otro tanto, cuando las circunstancias son propicias para la intromisión de ideologías ineficaces. Este es el caso actual, cuando la ética bíblica va siendo dejada de lado argumentando que la Iglesia en el pasado produjo las Cruzadas, la Inquisición y la conquista de América, procesos desligados parcial, o totalmente, de las prédicas evangélicas originales. John Gray escribió: "En ciencia, el progreso es un hecho. En ética y en política es una superstición. El avance cada vez más acelerado del conocimiento científico alimenta la innovación técnica y produce con ello una incesante corriente de nuevos inventos. Ese es precisamente uno de los puntos sobre los que se basa el enorme aumento de las cifras de población humana en los últimos cientos de años".

"Por mucho que los autores posmodernos pongan en cuestión el progreso científico, este es innegablemente real. Lo ilusorio es creer que pueda lograr una modificación fundamental de la condición humana. En ética y en política, los avances no son acumulativos. Lo que se ha ganado en un momento puede también perderse en otro, que es lo que con el tiempo acaba ocurriendo con casi total seguridad" (Citado en "¡República Urgente!" de S. Kovadloff y H.M. Guyot-Emecé Ediitores SA-Buenos Aires 2021).

La manera eficaz de combatir al cristianismo implica asociarlo a los errores cometidos por la Iglesia Católica, interpretados principalmente por el marxismo. Así, la mayor parte de las personas suponen que todos los objetivos perseguidos por los seres humanos son "económicos", por lo que la conquista de América, además del objetivo monetario, buscaba la eliminación, casi "deportiva", de los aborígenes. Descartaban la existencia de objetivos religiosos, aún con los errores propios de esos logros. Recordemos que, para quienes estuvieron convencidos de la existencia de un premio celestial o de un castigo infernal, poco o nada les habrá interesado el logro de riquezas ni tampoco otra cosa que la conversión de los habitantes del nuevo mundo al ámbito cristiano.

En algunos libros se describe con cierta precisión la labor de los colonizadores en distintos países de América. Se nota el interés religioso en el legado que dejaron y que está a la vista de todos. Por supuesto que todo eso se puede negar y pensar que todos los españoles vinieron a esclavizar indios, lo que entonces invalida la opinión de que vinieron a asesinarlos masivamente. Si alguien busca esclavos para beneficiarse con su trabajo, entonces no les conviene matarlos.

El problema visible no pasa por la popularidad de Cristo, ni por la vigencia de sus prédicas interpretadas por tal o cual iglesia, ni siquiera por la continuidad de la Iglesia Católica, sino por los efectos negativos que ha de tener la ausencia de la ética natural al ser reemplazada por alguna ideología totalitaria, como son el marxismo y el islam. Estamos en una etapa de elección entre la ética bíblica, por una parte, y por "éticas" totalitarias, marxistas e islámicas, por otra parte. Para ello debemos tener presente la supervivencia de las sociedades actuales en lugar de los errores cometidos hace cientos o miles de años por los predicadores bíblicos y católicos. Lo que llama la atención es el rechazo de toda violencia católica y una simultánea aceptación de la "guerra santa" promovida desde el Corán. La inacción europea, en estos aspectos, conduce a una lenta pero segura usurpación islámica orientada a la imposición de un totalitarismo teocrático.

A continuación se menciona un artículo en el cual se interpreta el proceso colonizador de España en una forma algo diferente al establecido por el marxismo:

JUSTIFICACIÓN DE LA CONQUISTA

Por Jorge H. Sarmiento García

Fundadamente se ha sostenido que fue el espíritu de Cruzada el ideal cristiano medieval, el que presidió el Descubrimiento; desechadas las tesis de la simple aventura marítima renacentista, o de las ansias excluyentes de logrerías económicas, se explica el acto por su finalidad ostensible de frenar el avance islámico. Luego, la Cruzada se transformó en Misión evangelizadora y se plasmó en la Conquista militante: la monarquía reconocía como una de sus tareas principales la evangelización de los indígenas, y se encargaba de la organización y los gastos de la Misión.

Destaca Vittorio Messori que los pueblos de América Central habían caído bajo el terrible dominio de los invasores aztecas, uno de los pueblos más feroces de la historia, con una religión oscura basada en los sacrificios humanos masivos. Durante las ceremonias que todavía se celebraban cuando llegaron los conquistadores para derrotarlos, en las grandes pirámides que servían de altar se llegaron a sacrificar a 80.000 jóvenes de una sola vez. Las guerras se producían por la necesidad de conseguir nuevas víctimas. De no haberse producido la llegada de los españoles, la población habría quedado reducida al mínimo como consecuencia de la hecatombe provocada por los dominadores entre los jóvenes de los pueblos sojuzgados. La intransigencia y a veces el furor de los primeros católicos desembarcados encuentran una fácil explicación ante esta oscura idolatría en cuyos templos se derramaba sangre humana.

Algo menos sanguinarios –agrega- eran los incas, los otros invasores que habían esclavizado a los indios del sur, a lo largo de la cordillera de los Andes. Pero los incas practicaban sacrificios humanos para alejar un peligro, una carestía, una epidemia. Las víctimas, a veces niños, hombres o vírgenes, eran estranguladas o degolladas, en ocasiones se les arrancaba el corazón a la manera azteca.

Entre otras cosas, el régimen impuesto por los dominadores incas a los indios fue un claro precursor del “socialismo real” al estilo marxista. Obviamente, como todos los sistemas de este tipo, funcionaba tan mal que los oprimidos colaboraban con los pocos españoles que llegaron providencialmente para acabar con él.

Igual que en la Europa oriental del siglo XX, en los Andes del siglo XVI estaba prohibida la propiedad privada, no existían el dinero ni el comercio, la iniciativa individual estaba vedada, la vida privada se veía sometida a la dura reglamentación por parte del Estado.

Y, a manera de toque ideológico “moderno”, adelantándose no sólo al marxismo sino también al nazismo, el matrimonio era permitido sólo si se seguían las leyes eugenésicas del Estado para evitar “contaminaciones raciales” y asegurar una “cría humana” racional.

A este terrible escenario social, es preciso añadir que en la América precolombina nadie conocía el uso de la rueda (a no ser que fuera para usos religiosos), ni del hierro, ni se sabía utilizar el caballo que, al parecer, ya existía a la llegada de los españoles y vivía en algunas zonas en estado bravío, pero los indios no sabían cómo domarlo ni habían inventado los arreos. La falta de caballos significaba también la ausencia de mulas y asnos, de modo que si a ello se añade la falta de la rueda, en aquellas zonas montañosas todo el transporte, incluso el necesario para la construcción de los enormes palacios y templos de los dominadores, lo realizaban las hordas de esclavos.

Sobre estas bases los juristas españoles, dentro del marco de la “igualdad natural de todos los pueblos”, reconocieron a los europeos el derecho y el deber de ayudar a las personas que lo necesitasen. Y no puede decirse que los indígenas precolombinos no estuviesen necesitados de ayuda. No hay que olvidar que por primera vez en la historia, los europeos se enfrentaban a culturas muy distintas y lejanas. A diferencia de cuanto harían los anglosajones, que se limitarían a exterminar a aquellos “extraños” que encontraron en el Nuevo Mundo, los ibéricos aceptaron el desafío cultural y religioso con una seriedad que constituye una de sus glorias.

(De “Apuntes históricos argentinos”-Ediciones Dike-Foro de Cuyo-Mendoza 2005)

1 comentario:

agente t dijo...

La teoría, es decir, las leyes castellanas de la colonización, sí tuvieron una preocupación por el alma y la vida de los nativos americanos, pero la práctica dejó mucho que desear. El propio Colón era partidario y llevó a cabo la esclavización de indios y los dirigentes castellanos que le siguieron o participaban de esa visión crudamente económica o hacían la vista gorda para no molestarla. Los propios eclesiásticos llegaron a tener en muchos casos esclavos a su directa orden y servicio.