miércoles, 27 de noviembre de 2024

La diferencia entre buscar “ser” y buscar el “hacer”

Podemos establecer una escala, del 0 al 10, considerando cierta valoración subjetiva de fines a lograr, calificando con un 0 la ausencia de objetivos, y las nulas acciones correspondientes para lograrlo, mientras el 10 corresponde al mayor objetivo posible. Podemos, además, distinguir dos actitudes extremas en estos casos.

Mientras que algunos tratan de “ser” triunfadores, teniendo el 10 como objetivo permanente, viven una vida de perdedores porque posiblemente nunca lleguen al ideal. Incluso se da el caso de que algunos adoptan actitudes ficticias suponiendo haber llegado a cumplir su objetivo, siendo éste un defecto que Ortega y Gasset observa en muchos argentinos. De ahí su expresión: “¡Argentinos a las cosas!”, queriendo decir, seguramente, "Dedíquense a hacer antes que a ser".

Quienes buscan el “hacer”, priorizan las acciones a los sueños y se conforman con tener siempre algo más que el pequeño objetivo concreto propuesto, es decir, si el objetivo para sentirse bien es lograr 1 o 2 puntos, posiblemente transitarán por una escala de valores de 3, 4, 5, y así sucesivamente, sintiéndose siempre “ganadores” por cuanto han logrado más de lo que tenían como meta inmediata.

Por lo general se dice que, para llegar lejos, hacen falta objetivos elevados, lo cual es cierto siempre y cuando se realicen las acciones correspondientes a ese objetivo. Pero también es posible llegar a metas elevadas a partir de las acciones correspondientes aun cuando no estén siempre presentes en la mente los elevados objetivos.

El que trata de ser, como objetivo prioritario, es el que no tiene vocación definida y trata de usar un título universitario, por ejemplo, para tener cierto prestigio personal y ocupar así un lugar social anhelado. La vocación verdadera se advierte en el hacer, en las acciones concretas.

Jorge Fernández Díaz escribió al respecto: “Para Ortega y Gasset la diferencia entre argentinos y europeos estaba cifrada en dos verbos enfrentados: ser y hacer. Contrariamente a nuestros cosmopolitas y laboriosos ancestros del Viejo Continente (hacer), los argentinos llevaban una vida ensimismada, revertida sobre sí mismos, en la que vivían eternamente consagrados a la construcción de su propio personaje (ser)”.

“«Un europeo elige ser escritor porque quiere escribir –decía Ortega-. Un argentino elige escribir porque quiere ser escritor». Tal vez esa anotación de los años 30 explique en parte nuestra sed identitaria, producto del aluvional fenómeno inmigrante, y el consecuente éxito del nacionalismo, tóxico antídoto que no nos ha abandonado jamás”.

“Agrega el articulista Pablo Giussani que esa monomanía por la imagen, ese permanente deseo por la acción autotestimonial, se reproducía en los años 70: «Un político revolucionario es un hombre que quiere la revolución. Un militante de extrema izquierda es un hombre que quiere ser revolucionario»” (De “Una historia argentina en tiempo real”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2021).

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