domingo, 17 de noviembre de 2024

El gran intermediario

Una de las críticas que los socialistas emiten en contra del sistema capitalista consiste en apuntar contra las sucesivas intermediaciones que sufre un producto, encareciéndolo respecto de un intercambio sin tales intermediaciones; de ahí la propuesta de eliminarlas. Cuando una empresa pequeña vende un producto, seguramente lo hará sin intermediación alguna. Pero si se trata de una gran empresa, y quiere hacer lo mismo, verá la necesidad de crear varios centros de venta en las diversas provincias que constituyen una nación. Como la especialidad de la empresa no es el comercio, sino la industria, seguramente optará por la venta al por mayor a mayoristas ya ubicados en esos lugares.

Seguramente que a la gran empresa le resultará mucho más fácil, y más económico, emplear tal intermediación que invertir en locales para establecer una venta sin intermediarios. La intermediación no se establece para elevar los precios al consumidor, sino para tratar de reducir los costos finales. Los objetivos de la producción capitalista se orientan a la mejora de la calidad de sus productos y a la reducción de los precios, de manera de salir airosos en la competencia empresarial con otras empresas.

En una economía de mercado, toda transacción implica un intercambio entre A y B, en el cual ambas partes se benefician; de lo contrario cesará todo intercambio posterior. Para eliminar las sucesivas intermediaciones, los sistemas socialistas proceden según el siguiente esquema:

A entrega su producción a E (Estado) y E (Estado) provee al consumidor B

Puede advertirse fácilmente que de esa forma se han eliminado todas las intermediaciones capitalistas, pero también puede advertirse que se ha creado un gran intermediario (el Estado) que, por lo general, absorbe gran parte de las energías productivas de una sociedad, empeorando las cosas en lugar de establecer una mejora.

También los socialistas critican la concentración de poder económico de las empresas aduciendo que 20, 50 o 100 familias poseen el equivalente monetario a lo que posee cierto porcentaje de la población mundial. Por ejemplo, el grupo Rockefeller no es de una sola familia, ya que quienes más acciones poseen no superan el 1% del total. Y si fuera de un solo dueño, habría que felicitarlo por dirigir y facilitar la producción de una enorme cantidad de bienes y servicios. Cualquier persona normal puede deducir en forma inmediata que tal cuantiosa producción no ha de ser para el consumo personal del dueño, como parece ser la creencia de los adherentes al socialismo. Estos siempre comentan las “injusticias” de la desigualdad entre los que mucho poseen y los que nada poseen. Producir enorme cantidad de productos para consumo masivo es también visto como algo negativo por parte de los socialistas.

Lo sorprendente del caso es la forma en que los socialistas intentan solucionar el “problema” de los que mucho producen, es decir, problema para los envidiosos pero solución para eliminar la pobreza. Tal "solución" socialista consiste en nacionalizar o estatizar el sector productivo para ser dirigido por los socialistas al mando del Estado. Como lo militar, lo político, lo cultural, etc., también dependen del Estado, se establece una concentración de poder muchísimo mayor que el existente en cualquier economía de mercado. Cuando tal concentración cae en manos de una sola persona, o de unas pocas, que nada han producido, existe el enorme riesgo de posibilitar grandes catástrofes sociales o humanitarias, como fue lo que ocurrió bajo los mandos de Mao, Stalin, Lenin y Hitler.

Respecto a la condena de la producción de riquezas, Julián Marías escribió: "Es curiosa una demagogia existente que no perdona la creación de riqueza -tal vez porque se desea la perpetuación de la pobreza para poder manipular y dominar a los hombres-. Cuando se dice que tales países «consumen» tal porcentaje de los productos, casi siempre se trata de que los que los «crean» o producen, consumen una fracción de ellos, y gracias a esto viven mucho de los demás" (Del "Tratado sobre la convivencia"-Ediciones Martínez Roca SA-Barcelona 2000).

Las masas, fácilmente engañadas por los “intelectuales” socialistas, terminan apoyando ideologías que han fracasado estrepitosamente a lo largo y a lo ancho del planeta. Incluso tales embaucadores hacen creer que la “planificación socialista de la producción” es la gran solución para casi todos los problemas sociales e individuales. No advierten que sin mercado no es posible disponer de precios relativos y, de ahí, es imposible el cálculo económico y la planificación subsiguiente. Un absurdo más en la base de toda argumentación socialista.

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