viernes, 22 de noviembre de 2024

La tiranía de la mayoría

Quienes idolatran a un cantante o a un jugador de fútbol, seguramente quisieran estar en su lugar. También esto ocurre en política, ya que, quienes idolatran a un tirano, seguramente quisieran estar en su lugar. Por ello no es raro que la tiranía de la mayoría sea un potencial peligro en poblaciones en donde predominan ideas poco democráticas.

En la actualidad puede observarse cómo, a través de las redes sociales de Internet, se vislumbran actitudes de tipo totalitario cuando se trata de “cancelar” o expulsar de la sociedad a alguien que se opone a lo que propone u opina la mayoría. Ya en el siglo XIX tal comportamiento fue previsto por Alexis de Tocqueville, escribiendo algo representativo de lo que podría surgir en la mente de un integrante de esa mayoría: “Eres libre de no pensar como yo; tu vida, tus bienes, todo sigue siendo tuyo. Pero desde el día de hoy eres un extraño entre nosotros. Mantendrás tus privilegios en la ciudad, pero se volverán inútiles. Te mantendrás entre los hombres, pero perderás tus derechos a la humanidad. Cuando te acerques a uno de tus semejantes, éstos huirán de ti como de un ser impuro; y quienes crean en tu inocencia, incluso éstos te abandonarán, pues la gente, a su vez, huiría de ellos. Vete en paz. Te dejo la vida, pero te la dejo peor que la muerte” (Citado por Javier Ruiz Portella en Revista de Occidente. Ciudadanía-Buenos Aires 2005).

Ruiz Portella escribió: “Contrariamente a los grandes pensadores conservadores –un Joseph de Maistre, un Edmund Burke, por ejemplo-, lo que realmente inquieta a Tocqueville no es la desvalorización de los antiguos principios, la pérdida de las verdades sustantivas de la religión y la tradición. Tocqueville ama y afirma tanto la libertad como la igualdad de condiciones que el nuevo orden del mundo promueve. Pero, al mismo tiempo, es en esa misma libertad e igualdad democráticas donde descubre la fuente de la más implacable de las tiranías. La más implacable…y, no obstante, la más inaparente, la más aceptada o «consensuada»: lo que él llamará «la tiranía de la mayoría»”.

La tiranía de Perón, como ejemplo de "tiranía de la mayoría", fue legitimada por el voto popular. Aun cuando fue un totalitarismo, se la considera como un gobierno “democrático”, es decir, fue legítimo su acceso al poder, pero no su gestión. La mentalidad separatista de sus adeptos pudo advertirse fácilmente, cuando cada peronista sentía deseos de gobernar y denigrar a todo el que se oponía a sus creencias y a su ídolo, estableciendo una ruptura social que lleva decenas de años y que no parece tener fin. Tal ruptura, conocida como la grieta social, debe ser limitada o anulada por quienes la crearon, lo que por el momento parece poco probable que ocurra.

El principal ideólogo promotor de la tiranía de la mayoría fue Jean J. Rousseau, respecto del cual Javier Ruiz Portella escribió: “Si se piensa que no es posible sufrir una iniquidad por parte de la mayoría, no lo es por la misma razón por la cual, en el mundo antiguo, era imposible sufrir una injusticia por parte de Dios. Como decía Rousseau, «la voluntad general siempre es justa… Y si la opinión contraria a la mía es la que prevalece, esto simplemente prueba que yo ando equivocado». Si la mayoría es pues el referente último, si la opinión pública es la expresión de lo verdadero, justo y bueno –si la mayoría es Dios-, entonces todo el razonamiento de Tocqueville se desmorona de arriba abajo”.

Si bien puede no haber coincidencias respecto a la mejor forma de gobierno del Estado, o respecto del mejor sistema económico, la historia nos muestra que tanto la democracia liberal como la economía de mercado funcionan mejor que otras formas, por lo que no debe olvidarse que el éxito en la aplicación del “mejor sistema” depende bastante del nivel moral de los integrantes de la sociedad, siendo el objetivo prioritario intentar una mejora en ese sentido.

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