Muchos suponen que la religión se opone a la ciencia y que por ello, en el futuro, sólo se mantendrá vigente esta última. Sin embargo, si reemplazamos la palabra “Dios” por “Orden natural”, se mantendrán válidas la mayoría de las expresiones bíblicas, o una gran parte de ellas. Ello implica que la religión revelada, tal como la conocemos, posiblemente le dará paso a una religión estrechamente ligada a la ciencia, que será la religión natural.
Esto no resulta tan novedoso, ya que en el siglo XVII, al identificar a Dios con su obra (las leyes naturales que conforman todo lo existente), Baruch de Spinoza afirmaba “Deus sive natura” (Dios o la naturaleza). En este caso, con “naturaleza” se refería a las leyes naturales que conforman el orden natural.
Por lo general, con cierta animadversión, se califica a Spinoza como panteísta, asociándolo a religiones primitivas que consideraban como Dios a todo lo existente, que no es lo mismo que designar con la palabra “naturaleza” a aquellas leyes naturales a las cuales nos debemos adaptar.
Lo interesante en todo esto, desde el punto de vista ético, y en cuanto a lo que es accesible a nuestras decisiones, no existe una diferencia esencial entre religión revelada y religión natural, ya que el cristianismo podría interpretarse como una religión natural, a pesar de la oposición y rechazo absoluto que provendrá de gran parte de los adeptos a la religión revelada. Prefieren observar el lento fin de la religión revelada, asociado a una grave crisis moral, con tal de no cambiar sus creencias en lo más mínimo.
Mientras que la religión revelada (sobrenatural) se apoya en la fe en un Dios invisible, que intervendría en los acontecimientos humanos, la religión natural se basa en la evidencia en la existencia de leyes naturales. La existencia del Dios que interrumpe tales leyes o cambia las condiciones iniciales en una secuencia de causas y efectos, no parece ser compatible con la realidad que observamos cotidianamente.
Al no haber necesidad de enviados de Dios, ya sean considerados como verdaderos o bien como falsos, sino tan sólo leyes naturales observables, se inicia el camino hacia la construcción de una sola religión universal, identificada esencialmente con el cristianismo. Así, las prédicas cristianas seguirán teniendo validez, no porque se trate del verdadero enviado de Dios, sino porque tales prédicas son compatibles con la naturaleza humana, adoptando el criterio de validez asociado a la ciencia experimental.
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