martes, 28 de enero de 2025

Suecia y la inmigración destructiva

El multiculturalismo, aceptado por varios países europeos, se basa en la supuesta igualdad de todas las culturas, al menos en cuanto al derecho a ser admitidas en tales países. Sin embargo, no toda cultura nacional o regional produce los mismos resultados que los producidos por otras culturas diferentes. De ahí que algunas afianzarán el proceso de adaptación cultural al orden natural mientras que otras podrán inducir un retroceso en tal proceso.

Si toda cultura, con su religión y con su idioma, es tan válida como las demás, los inmigrantes a un país extranjero no deberían molestarse por aprender el idioma del país receptor, y mucho menos adaptarse a los hábitos y costumbres locales. Esta mentalidad conduce a la formación de guetos aislados del resto de la sociedad. Al no insertarse tampoco laboralmente, muchos de estos inmigrantes encontrarán en el delito una “salida laboral”.

Este es el caso de Suecia, país tradicionalmente seguro, que en la actualidad es uno de los más violentos de Europa, y en donde el 90% de los delitos son cometidos por inmigrantes o por la primera generación de suecos hijos de inmigrantes. Medios periodísticos aseguran que en Estocolmo actúan entre 50 y 60 bandas delictivas organizadas, que luchan entre ellas produciendo asesinatos y explosiones con bastante frecuencia, además de una importante cantidad de violaciones de mujeres.

Debido a que los menores son inimputables según las leyes suecas, éstos son captados por las bandas criminales para realizar actos delictivos. Incluso estos hechos se han “exportado” a Dinamarca, que es otra sociedad en peligro de caer bajo el dominio de las bandas criminales.

Gran parte de los inmigrantes reciben todo tipo de ayuda del Estado sueco, con viviendas incluidas, con recursos pagados al Estado por los habitantes suecos. Nos imaginamos cómo se ha de sentir un ciudadano cuando ve que parte de sus impuestos va a parar a gente que no trabaja y que tarde o temprano tiende a destruir esa nación.

Gente “generosa” con los recursos ajenos, critica severamente a los países que ponen trabas a la inmigración extranjera, aunque pocas veces se les ha escuchado hablar en contra del multiculturalismo y en contra de quienes van a vivir como parásitos sociales, incluso con la pretensión de algunos de imponer su propia religión a la sociedad receptora, como es el caso de algunos sectores islámicos.

Existen en la actualidad países que expulsan a sus habitantes y países que atraen a esos expulsados. Los que expulsan a sus habitantes son los que pregonan una “economía humana” (socialista) que insertaría a todo integrante de la sociedad “sin excluir” a nadie. Aunque en realidad excluye a muchos cubanos o venezolanos, que optan por emigrar cuando pueden. Por otra parte, según Jorge Bergoglio, existe una “economía criminal” (capitalista) que supuestamente “excluiría” a la gente, aunque en realidad casi todos quieren ir a países desarrollados para ser “explotados” y “excluidos” de la sociedad, según el razonamiento bergogliano.

domingo, 26 de enero de 2025

Alberdi y Sarmiento opinaban sobre la Francia del siglo XIX

La opinión que se tiene de una nación, o de sus habitantes, depende bastante de la personalidad de quien opina, ya que alguien que posee una personalidad predispuesta a la soledad, verá dificultosa su inserción social, y su opinión será bastante distinta de quien tenga una personalidad extrovertida. Así, el solitario Alberdi, estando en Francia, escribió lo siguiente (1843): “Hoy he convalecido de una enfermedad gástrica, de tres días. No he carecido de asistencia; sin embargo, he recordado mucho mi país. Yo me siento aburrido y triste en París. Pienso con placer en el mar. Me he enflaquecido mucho; pero aún no estoy como en América”.

“Ya en París hace un poco de frío. El país tiene otro aspecto: la gente elegante se ha dejado ver en las calles que están sembradas de coches y carruajes aristocráticos. La campaña ha quedado abandonada por el bello mundo. La Opera Italiana acaba de abrirse. Hoy se da Norma; pero yo estoy a las ocho de la noche en mi cuarto, solo, triste, débil, oyendo el ruido de los coches que pasan por debajo de mi ventana, que cae sobre la calle Bergère”.

“Ya he dado pasos sobre mi pasaporte: mañana le tendré sacado completamente. Dentro de cuatro días me voy de París al Havre, donde debo tomar pasaje para América. ¡Cuánto suspiro por verme en aquellos países! ¡Qué bella es la América! ¡Qué consoladora! ¡Qué dulce! Ahora lo conozco: ahora que he conocido estos países de infierno; estos pueblos de egoísmo, de insensibilidad, de vicio dorado y prostitución titulada. Valemos mucho y no lo conocemos; damos más valor a Europa que el que se merece”.

“En cuanto a sus celebridades, ¡ah! ¡Qué equivocaciones padecemos! Cuantas veces ni se conoce aquí un nombre de autor francés que en nuestros países está en todas las bocas. Cuántos de ellos no se creerían injuriados groseramente si recibiesen aquí uno de los aplausos que les hacemos por allí, sin que por esto dejen de ser vanos, pues, lo son aunque sin perder la cordura” (De “La París de los argentinos” de Jorge Fondebrider-Bajo la luna-Buenos Aires 2010).

Respecto de Alberdi, Jorge Fondebrider escribió: “Juan Bautista Alberdi (1810-1884), «el ausente que nunca salió del país» -según sus propias palabras- pasó cuarenta y seis años de los setenta y cuatro que vivió lejos de la patria. En 1838 se vio obligado a refugiarse en Montevideo a consecuencia de su oposición a la tiranía de Rosas. En 1843, las adversas circunstancias políticas, lo llevaron a realizar un primer viaje a Europa, desde donde, al cabo de tres meses, se dirigió a Chile, su país de residencia por diez años”.

“El 9 de julio de 1854, mientras se dedicaba a la actividad privada como abogado en Valparaíso, recibió el nombramiento del general Urquiza para representar al país en Europa. A mediados del año siguiente partió para hacerse cargo de la misión encomendada, que consistía en representar a la Confederación ante los gobiernos de Inglaterra, Francia, España y la Santa Sede. Sin embargo, en 1862, la caída del gobierno de Urquiza lo despojó de su cargo, dejándolo varado en Europa”.

“Instalado en París, sobrevivió malamente gracias a sus ahorros. Finalmente, al cabo de cuarenta años de ausencia, regresó brevemente a la Argentina en 1879. El general Roca, a la sazón futuro presidente, se proponía volver a nombrarlo embajador en Francia, pero una campaña en contra del autor de Las Bases frustró la designación. Alberdi, aquejado por la parálisis de su mano izquierda y de sus piernas, regresó a Francia, donde vivió modestamente sus últimos años. Un recrudecimiento de su dolencia, llevó a su internación en una clínica privada de Neuilly-sur-Seine, donde murió en la mayor soledad el 19 de junio de 1884”.

En el caso de Sarmiento, si bien se trataba de una especie de experimento sociológico, nunca uno se podía imaginar creando observaciones colectivas hacia cualquier cosa. Al respecto escribió: “El flâneur tiene derecho de meter sus narices por todas partes. El propietario lo conoce en su mirar medio estúpido, en su sonrisa en la que se burla de él, y disculpa su propia temeridad al mismo tiempo. Si Ud. se para delante de una grieta de la muralla y la mira con atención, no falta un aficionado que se detiene a ver qué está usted mirando; sobreviene un tercero, y si hay ocho reunidos, todos los pasantes se detienen, hay obstrucción en la calle, atropamiento. ¿Este es, en efecto, el pueblo que ha hecho las revoluciones de 1789 y 1830? ¡Imposible! Y, sin embargo, ello es real: hago todas las tardes sucesivamente dos o tres grupos para asegurarme de que esto es constante, invariable, característico, maquinal en el parisiense”.

“En otro signo, he reconocido el pueblo de las grandes cosas, el brazo de hierro de las ideas. Aquel francés terror de la Europa en los campos de batalla, aquel autor y actor de las grandes revoluciones sociales que echa a rodar tronos cada diez años, es el hombre más blando, más atento, más comedido. El pueblo de blusa, como si dijéramos de poncho, el peón y el diputado son iguales en sus expresiones de comedimiento”.

“Por la incertidumbre de las miradas reconoce alguno al extranjero, y se le acerca y le ofrece darle las señas que busca. Me ha sucedido ser así adivinado; echarme en la dirección indicada, perderme de nuevo, encontrar a mi hombre que me ha seguido, y dándome de nuevo las señas, perderme por tercera vez, y mi ángel tutelar volver por tercera vez a encaminarme. Y esto le ha pasado cien veces a todo extranjero, y es fama y opinión común que sólo en Francia y sobre todo en París, se encuentra esta benevolencia pública, esta bondad fraternal. Sólo en París también, el extranjero es el dueño, el tirano de la ciudad” (Citado en “La París de los argentinos”).

sábado, 25 de enero de 2025

Lucio V. Mansilla visita en París a Juan Bautista Alberdi

Por Lucio V. Mansilla

UNA VISITA A ALBERDI

Se comprenderá entonces fácilmente que en 1879, en uno de mis viajes a Europa, teniendo como tenía mi familia en París, quisiera yo ver en persona a este argentino célebre, cuyos escritos diversos sobre nuestra organización ya había medio leído y entendido un poco mejor que en la primera época de mis informaciones –todo lo cual no era, sin embargo, más que una documentación informe de noticias, de lecturas descosidas, de decires interesados y hasta de preocupaciones.

Una vez en Francia, busqué al ex ministro de la Confederación, cesante de todo cargo diplomático.

Vivía el hombre modestísimamente en París en una casa amueblada, más parecida a un hotel que a una casa de huéspedes, ocupando dos cuartos con balcón a la calle, una calle triste como él, con entrada y sin salida, lo que se llama un impasse. El uno era el aposento; el otro, la sala de recibo o comedor. Aquí comimos, siendo yo el que primero fue invitado.

Me acompañaba mi malograda hija María Luisa. “Traiga usted a su niña –me había dicho Alberdi- así estaremos mejor; la mujer adorna la mesa; luego la señorita es tan inteligente que no nos molestará”. Accedí, como es natural.

Yo lo había visto siempre a Alberdi a través de mi idealidad; sabía que era pequeño de talla; no me imaginaba, sin embargo, que lo fuera tanto como en realidad lo era.

El lector querrá que se le haga, cuanto antes, algo así como una silueta en un medallón.

Imaginaos un hombre antípoda de Sarmiento: éste, músculos y fuerza, de manos burdas, ágil como los boxeadores, listo siempre a mostrar los puños por cualquier cosa; aquél, todo lo contrario, un cartílago nervioso, alimentado sobriamente. No he visto nunca dos caracteres sobresalientes más auténticos, dos naturalezas más discordantes; como sus letras; como sus procedimientos; la letra de Sarmiento, grande, redonda, clara, casi sin perfiles, una letra gorda, maciza como su estilo vigoroso, preñado; la de Alberdi, una letra puros perfiles, pequeña, ligada por rasgos continuos –como su pensamiento, una letra finísima, como su frase incisiva.

(De “La París de los argentinos” de Jorge Fondebrider-Bajo la luna-Buenos Aires 2010).

viernes, 24 de enero de 2025

Retroceso cultural woke

Si la cultura de una sociedad depende esencialmente de las ideas y creencias en ella predominantes, puede decirse que la cultura occidental está siendo atacada por varios frentes: marxismo, islamismo, wokismo, etc. Lo peor de todo es que no existe una ideología, aceptada al menos, que se oponga a ese espíritu destructor.

Mientras que en otras épocas era el cristianismo quien se oponía a todo avasallamiento ideológico con su ética bíblica, en la actualidad, y a través de la Teología de la Liberación y de Jorge Bergoglio, la Iglesia Católica resulta ser una eficaz colaboradora de las ideologías destructoras.

Cuando se habla de los ataques a la mentalidad occidental, no se lo hace adoptando un punto de vista sectorial. Por el contrario, se trata de respaldar una mentalidad que apunta al pleno desarrollo de las potencialidades individuales y a la supervivencia plena de los seres humanos, que por cierto coincide con algunas religiones no bíblicas y también con filosofías aceptadas en países no occidentales.

En el artículo más abajo reproducido, se advierte una interesante y ajustada descripción de la mentalidad woke, de gran influencia en algunos sectores norteamericanos. Sin embargo, la oposición que parece presentar consiste en el tradicional teísmo, que consiste en una inacción del creyente que deja todo “en manos de Dios” suponiendo que su creencia basta y sobra para lograr la vida eterna. Tal postura, que tiende a rechazar el mundo real y cotidiano enfocando todo su interés en una vida posterior, sólo tiene aceptación en un limitado sector de la sociedad, por lo que no resulta efectiva para la lucha ideológica ante las desviaciones culturales destructivas antes mencionadas.

Si se interpreta al cristianismo como una religión natural, mediante la cual todo individuo se concentra en los méritos del más acá en lugar de sospechar que la sola creencia en el más allá asegura la vida eterna, existirá la predisposición a compartir penas y alegrías ajenas como propias cumpliendo con la prioridad implícita y explícita en los Evangelios. La fortaleza ideológica de la religión natural subyace en su compatibilidad con las leyes naturales observables que rigen el comportamiento de todos los seres humanos. Ante una posible adhesión a una religión basada en lo evidente y en lo accesible a nuestras decisiones, se está mucho más cerca de rebatir los desvíos culturales que atentan seriamente contra la supervivencia plena de todos los seres humanos.



EN MARCHA A LA DESTRUCCIÓN

Por Fernando Miguel Salon

La ideología woke o progre está queriendo destruir a Occidente. Como contrapartida, la defensa y mantenimiento de filosofías y formas de vida sanas y tradicionales está reaccionando en varias partes del mundo. Desafortunadamente no es así en todos los países, aún.

La palabra woke se remonta a tiempos de problemas raciales en USA, y luego su significado y contenido fue ampliado para cubrir una amplia gama de cosas mezcladas, la mayoría de las cuales van contra la ley natural. La palabra luego fue castellanizada como progre o progresista, que no es representativa de su significado, pues en el diccionario el progresismo significa avanzar y renovar.

Avanzar siempre es ir para adelante, para mejor. Progresar es crecer (i.e.: el país progresa, el alumno progresa, el deportista progresa). En política, por ejemplo, un partido progresista -en castellano o en inglés- pregona planes para el progreso y desarrollo del país.

Pero la ideología progre está 180 grados en sentido contrario, retrocede a lo que está mal. Es una contradicción en sí misma. Entonces, la palabra “progre” no representa lo que la ideología es: rebeldía injustificada y decadencia moral y social. Por lo tanto, debería denominarse ideología retro, no progre.

EL ESCANDALO

Veamos qué quiere la autodenominada ideología progre:

Pretende estar en el centro de la escena con el escándalo. Escándalo es pregonar lo que está mal pretendiendo convencer que está bien. Su táctica es llamar la atención groseramente. Y con ello, distraer la atención de las cosas importantes.

Pretende tener todos los derechos, y ninguna obligación. La mayoría de las veces derechos que no son tales pues avasallan los derechos legítimos de los demás.

Derechos LGTB, derecho al aborto, derecho a ser recibido en cualquier lado, derecho a hacer marchas, derecho a censurar a los demás, derecho a exigir todo, derecho a decir que sus ideas -aunque erradas- deben ser respetadas, derecho a tener igual sueldo que el que es más productivo, derecho a incluirse en las estadísticas y decir que no tiene ventajas, derecho a la llamada diversidad cultural aunque eso destruya la verdadera cultura, derecho a gastar o querer gastar el dinero de los ciudadanos que pagan impuestos, derecho a defender ciegamente ideas de izquierda ya fracasadas, derecho a cualquier vanidad estéril, derecho a pretender tener un sistema improductivo gubernamental que los acoja, y derecho a pretender tener leyes inicuas que protejan sus excentricidades.

Pretende masculinizar a la mujer olvidándose que hombre y mujer son diferentes, y que la mujer tiene un rol irreemplazable que es ser madre. Al equipararla con el hombre, la mujer se olvida de esto, y la natalidad baja estrepitosamente, con las consecuencias que trae la falta de reemplazo poblacional. La mujer no puede masculinizarse pues eso no es natural. La ideología de género es parte de este serio problema.

Pretende que sus caprichos sean subsidiados y mantenidos por un sistema socialista, pues en el capitalismo el progre tendría que trabajar duro, lo cual es física y espiritualmente saludable. Si al progre se le exige trabajar, probablemente dirá que está un una cultura tóxica, y que es avasallado, acosado, o discriminado.

Pretende no respetar a nadie, pues impone sus ideas rebeldes cueste lo que cueste y destruya lo que destruya, ya sea familia, sociedad, fuente laboral o nación. Ello sucede porque no tiene una conciencia bien formada, y si la tuvo la perdió. El progre no tiene el hábito de saber escuchar. Y quien no escucha con atención y apertura mental, no aprende.

INTOLERANTES

Es intolerante, pues cualquier persona que pretenda ser conservadora de la tradición será vista como un derechista, como un loco, o un nazi. Y cualquier cosa sanamente conservadora y justa será vista como anticuada, por más que sea probadamente buena.

Pregona igualdades en cosas que son desiguales por naturaleza, y se olvida de las igualdades realmente importantes. Quiere fabricar escenarios de fantasía con cosas, dichos y actitudes de moda, que más temprano que tarde pasarán de la imaginación al olvido.

Es un egoísta, pues pretende imponer sus ideas para su propio beneficio. Es decir, pregona lo que le conviene y apetece, sin importarle las consecuencias. Y generalmente lo hace o lo pretende hacer por la fuerza.

Padece de falsedad ideológica o doble discurso, pues difunde cosas que no practica. Simula ser víctima, pero en realidad sucede que anhela cosas que no puede alcanzar. Si las alcanzara, dejaría de ser progre al instante. Mientras tanto, viajes y champán para el progre. Pues el que es realmente pobre no dedica su tiempo a cuestiones woke, sino a ganarse el pan de ese día y a rezar.

Es fácilmente manipulable por noticias falsas, periódicos de izquierda, y manipuladores inescrupulosos de masas. Por lo tanto es débil y corruptible. No sabe del concepto de familia, ni del esfuerzo de crearla y llevarla adelante. Pone sus preferencias sexuales (¿a quien le importa?) por delante de los intereses de la sociedad. Y por delante de la educación de los niños.

El progre defiende el aborto; el que no lo es defiende el derecho a la vida. El progre va al psicólogo a contarle sus frustraciones; el que no lo es va a trabajar sin distracciones.

El progre quiere tenerlo todo servido, y si no, emigrar; el que no lo es lucha por construir, paso a paso, día a día, y se conforma con lo que es capaz de ganar, generar y tener.

Es ateo, pues sus ideas no van de la mano con los mandamientos y virtudes de Dios sino que van directamente en contra. Les molesta la religión, pues pone en evidencia sus faltas.

Es egoísta, individualista y avaro, y no practica obras de misericordia. No le interesa el prójimo.

Es ignorante, pues no sabe de ninguna corriente filosófica ni moral. Ignora la historia de la humanidad, la cual quiere corregir aunque hayan pasado 2000 años desde Cristo, o 500 desde la conquista de América, para no remontarnos a los orígenes de la humanidad. No sabe que la humanidad evolucionó (cuando lo hizo) con otra forma de pensar y hacer, es decir, sin ideas progres.

SOBERBIA

El progre se cree el centro del universo a través de su soberbia; el que no lo es es humilde y manso de corazón, y sabe que él o ella son hijos de Dios y que no tienen ellos la última palabra, sino el Creador.

El progre no pide perdón ni se arrepiente; el que no lo es se arrodilla por sus faltas, y llora para tratar de no caer nuevamente. El no-progre razona en la verdad. Si se demora, su conciencia lo alerta. Aun con sus defectos, el no-progre nunca llegara al extremo del woke.

Exigen, hacen ruido, molestan, insultan, agreden.

¿Qué tipo de libertad es esa? ¿La de la soberbia? ¿La del atropello? ¿Adónde nos llevara el incremento de tanta decadencia?

Esta ideología está patrocinada y promocionada por algunos medios periodísticos, por redes sociales, por gobiernos, y, para peor, por organizaciones supranacionales que bajo la bandera de algo noble dejan caer la semilla de maldad de la ideología progre para que poco a poco lave el cerebro de los jóvenes y en el futuro ya nadie recuerde lo que es correcto.

Hay rechazos notables en USA, en Hungría, en Polonia, en Austria, en Alemania, en Italia, y en nuestro país también, sólo para hablar de nuestro hemisferio donde esta ideología woke esta arruinando a Occidente.

La causa raíz de la ideología progre es el alejamiento de Dios. Con total certeza, estas ideas nunca se hubieran expandido entre gente cristiana. Fuera de nuestro hemisferio no hay tantos problemas, y por ello algunos países no occidentales están logrando credibilidad y respeto. ¡No nos quedemos atrás!

En suma, lo que hoy se da en llamar progre o woke no es más que lo que antes llamábamos “rebeldes sin causa”. Sucede que hoy los progres tienen más rebeldías sumadas, y pueden diseminarlas e influenciar. Por eso tales rebeldías sin causa son más peligrosas que antes.

Hay progres declarados, y progres que no saben que lo son. Los segundos son más peligrosos, pues pueden difundir sus ideas en forma sutil y convencer a gente desprevenida. Como el Diablo, que a veces es más dulce que la miel sólo para poder abrirse camino y contaminar.

¡Que la ideología woke no nos sorprenda distraídos en cosas mundanas! ¡Tengamos aceite para nuestras lámparas!

Como punto de esperanza, el progre es una moda. Las modas son pasajeras si uno mira a través de las épocas. Esperemos que pase antes de que sea más tarde aún, pues la ideología está bastante extendida y se ha metido en la cabeza de mucha gente, desafortunadamente haciendo retroceder a una parte de la humanidad.

Mientras tanto, Dios los mantendrá limitados en su accionar para darles tiempo al arrepentimiento y a encontrar el camino. Y a nosotros nos toca ayudar en eso.

(De www.laprensa.com.ar)

jueves, 23 de enero de 2025

Ayuda estatal al pobre vs. "Ayuda" estatal al rico

Especialmente en sociedades que detestan a los empresarios y al capitalismo, se considera como un serio error que el Estado apoye o beneficie de alguna manera a las empresas. En lugar de considerar tales ayudas (excepciones impositivas, por ejemplo) como un aliciente para la inversión productiva, se dice tranquilamente que el gobierno “ayuda a los ricos”, sin hacer distinción entre inversores que promueven el trabajo y la generación de riquezas y el rico que ha utilizado maniobras ilegales para lograr su patrimonio.

Supongamos que un empresario presenta un proyecto para realizar una central hidroeléctrica, con un dique y un embalse, y un camino hasta ese lugar, en un país subdesarrollado. Si la inversión requiere de 1.000 millones de dólares, y el empresario dispone sólo de 900 millones, es posible que el gobierno de turno lo “ayude” con los 100 millones que faltan. De esa manera se habrá promovido una solución laboral para muchos, junto a la ampliación de la agricultura de la zona y la posible instalación de nuevos emprendimientos. Con el tiempo, con la venta de energía, el peaje del camino, etc., el empresario recuperará parte de su inversión.

Desde los sectores de izquierda, seguramente protestarán por cuanto el hecho de que el Estado ayude a una empresa es algo casi inmoral, sin contemplar los beneficios que surgirán con el tiempo. Por el contrario, si el Estado tuviese disponible 1.000 millones de dólares, posiblemente considerarían oportuno redistribuirlos igualitariamente entre la población. Si la población fuese de 1 millón de habitantes, cada uno recibiría 1.000 dólares, solucionando problemas particulares por un breve tiempo, mientras el capital ha sido destruido para ser consumido en su totalidad.

Muchos están escandalizados cuando escuchan que un pequeño porcentaje de la población posee un gran porcentaje de la riqueza mundial, sin apenas tener en cuenta cuánto produce esa minoría. Tal riqueza, por lo general, está materializada en acciones de empresas. Si se estableciera la redistribución socialista igualitaria entre toda la población mundial, se solucionarían muchos problemas económicos particulares por un breve tiempo, pero es posible que muchas empresas desaparecerían con un empeoramiento generalizado de la economía.

Lo que poco se tiene en cuenta es que, cuando alguien logra un importante nivel económico en forma legal, seguramente lo hizo beneficiando en forma directa o indirecta a la sociedad. Y para calificar a los ricos se debe tener presente cuánto produce y cómo obtuvo su dinero. El combate hacia la riqueza casi siempre conduce a la pobreza generalizada.

En los años 60, en los EEUU, el gobierno destinó miles de millones de dólares para eliminar la pobreza, no logrando buenos resultados, promoviendo además muchas rupturas familiares al quedar libres de obligaciones quienes vieron que la sociedad, vía Estado, mantenía a sus hijos, permitiéndoles iniciar una vida ociosa. Parece que sólo funciona bien la inversión productiva para que la distribución sea del trabajo, y no del dinero, la que permite erradicar la pobreza. Alberto Benegas Lynch (h) y Martín Krause escribieron: “Un meduloso estudio de Michael Tanner muestra que el gobierno de los EEUU declaró «la guerra a la pobreza» en 1965, se gastaron en ese país 5,4 billones de dólares para «combatir» la pobreza hasta 1996".

"El resultado de esa guerra y de los respectivos combates que insumió la cantidad referida de recursos –monto verdaderamente impresionante por cierto- es que hay más gente bajo la línea de pobreza sobre el total de la población que la que había al comenzar «la contienda». Para apreciar la cantidad astronómica de recursos que significaban los 5,4 billones de dólares consumidos por el gobierno en esta pelea tan mal concebida, señala el autor que con esa cantidad se podrían comprar los activos netos de las 500 empresas «top» según la revista Fortune y toda la tierra destinada a la producción agrícola de los EEUU”.

“El estudio revela que al comenzar este «programa» en 1965, 70 centavos de cada dólar llegaban a los destinatarios y el gobierno retenía 30 y, en la actualidad, las cifras se revirtieron: sólo 30 centavos de cada dólar llegan al destinatario y 70 se quedan en el camino, es decir, en las agencias gubernamentales y en los bolsillos de los burócratas. Y tengamos nuevamente en cuenta que estamos hablando del país más eficiente de la tierra…imaginemos lo que queda para el resto” (De "En defensa de los más necesitados"-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1998).

Desde el liberalismo no se promueve a un sector, como el de los empresarios, sino a un sistema que funciona mucho mejor que otro que no funciona (el socialismo). Ludwig von Mises expresó: “El capitalismo no son las ideas de los capitalistas, el capitalismo es un sistema económico. Las ideas de los individuos capitalistas pueden ser contrarias en muchos sentidos a los principios de la economía de mercado”.

“Siempre ha habido empresarios que solicitando privilegios, protección, etc., y como la opinión pública siempre ha sido favorable a estas cosas, obtuvieron lo que querían. No fue culpa de los lobbies. Siempre ha habido lobbies a favor y lobbies en contra. Ni siquiera es necesario proteger a las industrias prematuras, las industrias pueden madurar sin esa protección, si algunos obtienen privilegios y otros no, al final los que no los obtienen están siendo discriminados. Si los que no tienen privilegios piden privilegios es fácil entenderlo”.

“La voluntad para hacer que ese sistema de privilegios desaparezca depende, no de los empresarios, sino de la opinión pública, con los ideólogos, los hombres de Estado, los políticos y las campañas políticas. Si existen privilegios para unos, entonces todos querrán privilegios”.

“El capitalismo no es a los ricos y a los capitalistas a quienes más beneficia, sino a la mayoría de la gente. La esencia del capitalismo es la producción en masa para todos. Los consumidores que tienen el rol de tener siempre razón, son quienes salen beneficiados con el capitalismo. La institución del capitalismo no es un premio para los que se portan bien, es una institución en beneficio de las naciones y de la gente”.

“Si una persona capitalista se porta mal no hace falta que trates de castigarlo aboliendo el capitalismo, por lo tanto, todos los escritores y autores de ciencia ficción, la literatura y las caricaturas que representan la imagen de unos malos capitalistas, y que dicen que el capitalismo debe ser abolido, no entienden la cuestión”.

“No estoy a favor de la economía de mercado y en contra del socialismo por el hecho de que los capitalistas sean buenas personas, algunos lo son y otros no; en este sentido no son diferentes del resto de la gente. Estoy a favor del capitalismo porque beneficia a la humanidad. No estoy en contra del socialismo porque los socialistas sean malas personas, sino porque trae miseria, anula el progreso y destruye la libertad” (Respuestas luego de una conferencia) (De “Marxismo desenmascarado”-Unión Editorial SA-Madrid 2020).

martes, 21 de enero de 2025

Los riesgos de la concentración socialista de poder

Los socialistas, al aplicar las ideas de Marx y Lenin, proceden a expropiar los medios de producción a la vez que concentran en el Estado todo el poder posible. Cuando el mando absoluto cae en manos de algún líder violento, se crean las condiciones para una catástrofe social, como las ocurridas en la URSS y en la China maoísta.

Una de las razones por la cual cae el Imperio Soviético está asociada al arribo de Gorbachov al poder supremo. Como se trataba de un líder incapaz de ejercer la violencia contra su propio pueblo, el sistema llega a su fin. Es posible que en Venezuela tengan que esperar varios años hasta que llegue al poder alguna persona ética y mentalmente normal para que el sistema chavista caiga, excepto que sea antes desalojado por una fuerza militar extranjera.

En la actualidad, si un militar venezolano pretende rebelarse contra el régimen, seguramente será encarcelado o fusilado de inmediato. De ahí que resulta poco probable que tenga éxito algún levantamiento militar interno. Para colmo de males, Nicolás Maduro cuenta con el apoyo de poderosas asociaciones criminales, extendidas por varios países, como es el caso del Tren de Aragua.

En cierta forma, se repiten con Maduro y allegados, algunas circunstancias que recuerdan el caso de Stalin, quien respondía con violencia ante todo aquello que le disgustaba de alguna manera, ordenando el asesinato incluso de muchos partidarios del comunismo. Zbigniew Brzezinski escribió: “La titánica guerra que más tarde se desarrolló entre la Alemania nazi de Hitler y la Rusia soviética de Stalin ha hecho que muchos olvidaran que la lucha entre ellas fue una guerra fraticida entre dos ramas de una fe común. Por cierto que la una se proclamaba opuesta en forma inconmovible al marxismo y predicaba un odio racial sin precedentes, y la otra se veía como el único vástago verdadero del marxismo en la práctica de un odio de clases sin precedentes. Pero ambas elevaron al Estado al rango del más alto órgano de acción colectiva, las dos usaron el terror brutal como medio para imponer la obediencia social, y ambas se dedicaron a asesinatos en masa, sin paralelo en la historia de la humanidad”.

“Las dos organizaron su control social con medios similares, que iban desde los grupos juveniles hasta los informantes de vecindario y hasta los medios de comunicación de masas centralizados y totalmente censurados. Y por último, ambas afirmaban que se encontraban dedicadas a construir Estados «socialistas» todopoderosos”.

“En el plano filosófico, Lenin y Hitler fueron defensores de ideologías que necesitaban de la ingeniería social en gran escala, se arrogaron el papel de árbitros de la verdad y subordinaron a la sociedad a una moral ideológica, basada en la guerra de clases, la una, y la otra en la supremacía racial, y justificaron toda acción que llevase hacia adelante las misiones históricas que habían elegido. Hitler fue un estudioso del concepto bolchevique de partido militarizado de vanguardia y del concepto leninista de adaptación táctica al servicio de la victoria estratégica final, tanto para adueñarse del poder como para remodelar la sociedad. En términos institucionales, Hitler aprendió de Lenin a construir un Estado basado en el terror, completo, con su complejo aparato de policía secreta, su recurso al concepto de la culpabilidad del grupo en la administración de la justicia y sus juicios espectaculares, orquestados” (De “El gran fracaso”-Javier Vergara Editor SA-Buenos Aires 1989).

En cuanto a Stalin Robert Greene escribió:

EL NARCISISTA DE CONTROL ABSOLUTO

En la etapa temprana de su periodo como primer ministro de la Unión Soviética, José Stalin (1878-1953) causaba muy buena impresión en casi todas las personas que empezaban a tratarlo. Aunque era mayor que buena parte de sus lugartenientes, les pedía que lo tutearan. Se mostraba muy accesible incluso entre los funcionarios de bajo rango. Escuchaba con tal intensidad e interés que penetraba con los ojos y parecía captar las dudas y pensamientos más profundos.

Sin embargo, su principal rasgo consistía en hacer sentir importantes y parte del círculo íntimo de revolucionarios a sus interlocutores. Los rodeaba los hombros con un brazo cuando se despedía de ellos en su oficina y siempre terminaba sus reuniones con una nota íntima. Como tiempo después escribiría un joven, quienes lo trataban «ansiaban verlo de nuevo», porque «les hacía sentir que ya los unía a él un lazo indestructible». En ocasiones se mostraba un poco distante de sus cortesanos, y eso los volvía locos; luego recuperaría su buen humor, y volverían a gozar de su afecto.

Parte de su encanto residía en el hecho de que personificaba la Revolución. Era un hombre del pueblo, tosco y algo rudo, pero con quien un ruso promedio podía identificarse. Y antes que nada, podía ser muy gracioso. Le gustaba cantar y contar chistes picantes. Con estas cualidades, no es de sorprender que haya amasado poder poco a poco y asumido por completo el control de la maquinaria soviética. No obstante, al paso de los años y cuando su poder aumentó, dejó ver otro lado de su carácter. Su aparente amabilidad no era tan sencilla como parecía. Quizá la primera señal significativa de esto en su círculo íntimo fue el destino de Serguéi Kirov, poderoso miembro del Politburó, gran amigo y confidente de Stalin desde el suicidio de la esposa de éste, en 1932.

Kirov era un entusiasta, un hombre sencillo que hacía amigos con facilidad y era capaz de reconfortar a Stalin, pero que empezó a volverse demasiado popular. En 1934, varios líderes regionales se acercaron a él para hacerle un ofrecimiento: ya no soportaban el trato brutal que confería Stalin a los campesinos; instigarían un golpe de Estado y deseaban que Kirov fuera el nuevo primer ministro. Éste no quebrantó su lealtad: le reveló el complot a Stalin, quien se lo agradeció mucho, pero desde entonces cambió de actitud hacia él, a una frialdad antes nunca vista.

Kirov comprendió el predicamento en el que se hallaba: le habían hecho saber a Stalin que no era tan popular como creía, y que otro era más apreciado que él. Sintió el peligro en que se encontraba e hizo cuanto pudo para aplacar la inseguridad de Stalin. En apariciones públicas mencionaba su nombre más que nunca, sus elogios se volvieron más excesivos. Esto sólo acrecentó la desconfianza de Stalin, como si Kirov se empeñara demasiado en encubrir la verdad. Kirov recordó que en el pasado había hecho muchas bromas procaces a expensas de Stalin; en su momento, había sido una expresión de su proximidad, pero ahora Stalin veía esas bromas bajo una luz distinta. Kirov se sintió atrapado e indefenso.

En diciembre de 1934, un pistolero solitario lo asesinó fuera de su oficina. Pese a que nadie pudo implicar directamente a Stalin, era casi indudable que esa muerte había tenido su aprobación tácita. En los años siguientes, todos los amigos de Stalin fueron arrestados, lo que condujo a la gran purga dentro del partido gobernante de fines de la década de 1930, en la que cientos de miles perdieron la vida. A casi todos sus principales lugartenientes se les arrancaron confesiones bajo tortura; Stalin escuchaba con atención los relatos de los torturadores sobre la desesperación que habían mostrado sus otros valientes amigos. Él se reía cuando se enteraba de que algunos de ellos habían caído de rodillas y suplicado entre lágrimas que se les concediera una audiencia con el líder para pedir perdón por sus pecados y salvar su vida. Esta humillación parecía deleitarle.

¿Qué le había pasado? ¿Qué había hecho cambiar a ese hombre antes tan sociable? A sus amigos más próximos podía mostrarles todavía un afecto sincero, pero en un instante se volvía contra ellos y precipitaba su muerte. Otros rasgos extraños saltaban a la vista ahora. Stalin era por fuera sumamente modesto, la encarnación del proletariado. Si alguien sugería que se le rindiera tributo público, reaccionaba molesto; proclamaba que un individuo no debía ser objeto de tanta atención. Aun así, su nombre e imagen aparecían por todos lados. El periódico Pravda publicaba información de todo lo que hacía, lo que rayaba casi en el endiosamiento. En un desfile militar, un grupo de aviones voló en formación para componer el apellido del líder. Él negaba tener cualquier participación en ese creciente culto a la personalidad, pero no hacía nada para detenerlo.

Ahora era común que hablara de sí mismo en tercera persona, como si se hubiera convertido en una fuerza revolucionaria impersonal, y por tanto infalible. Si en un discurso pronunciaba mal una palabra, todos los demás oradores debían pronunciarla así. «Si yo la hubiera dicho bien», confesó uno de sus principales terratenientes, «él habría pensado que lo corregía». Y esto podía ser un acto suicida.

Cuando fue un hecho que Hitler se preparaba para invadir la Unión Soviética, Stalin procedió a supervisar cada detalle del esfuerzo bélico. Reprendía una y otra vez a sus colaboradores por relajar sus afanes: «Soy el único que hace frente a todos estos problemas…¡Me han dejado completamente solo!», se quejó en una ocasión. Pronto, muchos de sus generales se sintieron en un dilema: si decían lo que pensaban, él podía ofenderse, pero si cedían a su opinión se encolerizaba. «¿Qué sentido tiene hablar con ustedes?», reprochó una vez a un grupo de generales. «A todo lo que digo, contestan: 'Sí, camarada Stalin; desde luego, camarada Stalin…es una sabia decisión, camarada Stalin'». Enfurecido por sentirse solo en el esfuerzo bélico, despidió a sus generales más competentes y experimentados. Él mismo vigilaba cada detalle de la guerra, hasta la forma y el tamaño de las bayonetas.

En poco tiempo se convirtió en cuestión de vida o muerte para sus lugartenientes descifrar con tino sus estados de ánimo y caprichos. Era decisivo no provocar su ansiedad, que lo volvía peligrosamente impredecible. Había que mirarlo a los ojos para que no diera la impresión de que se le ocultaba algo, pero si se le miraba demasiado tiempo se sentía nervioso y cohibido, una combinación muy arriesgada. Había que tomar notas cuando hablaba pero no escribir todo lo que decía, para no despertar sospechas. Algunos que eran francos con él corrían con suerte, mientras que otros iban a dar a la cárcel. Quizá la solución era saber cuándo introducir una pizca de franqueza sin dejar de ceder en casi todo momento. Deducir lo que pensaba se convirtió en una ciencia esotérica que sus allegados discutían entre sí.

El peor de los destinos era ser invitado a cenar a su casa y a ver una película a altas horas de la noche. Resultaba imposible negarse a esa invitación, cada vez más frecuente después de la guerra. Por fuera, todo era igual que antes: una íntima y cordial fraternidad de revolucionarios. Pero por dentro era el terror. Ahí, en borracheras que duraban toda la noche (y en las que él consumía bebidas debidamente diluidas), no les quitaba los ojos de encima a sus principales lugartenientes. Los obligaba a beber demás para que perdieran el control. Se deleitaba en el aprieto en que los ponía para no decir o hacer nada que los incriminara.

Lo más grave ocurría al final de la velada, cuando sacaba su gramófono, ponía música y les ordenaba a sus colaboradores que bailaran. Obligaba a Nikita Kruschev, su futuro sucesor como primer ministro, a que hiciera el gopak, una danza extenuante en la que se realiza un gran número de cuclillas y patadas, y que a menudo le provocaba vómito a Kruschev. A otros les hacía bailar juntos en medio de ruidosas carcajadas, a la vista de hombres adultos a los que forzaba a danzar como una pareja. Ésta era la forma última de control: el titiritero que coreografiaba cada uno de sus movimientos.

(De “Las leyes de la naturaleza humana”-Editorial Océano de México SA-México 2019).

lunes, 20 de enero de 2025

Ética de los deberes vs. "Ética" de los derechos

Mientras que, hasta hace algunos años, predominaba la ética de los deberes, a través de los mandamientos bíblicos, como el “No matarás”, en la actualidad se dejó de lado tal ética para ser reemplazada, aparentemente, por una “ética” de los derechos. Así, poco se habla de cumplir con tales mandamientos a la vez que predomina por todas partes la figura de los “derechos humanos”.

Para que se cumpla con los derechos humanos, que todo habitante del planeta debe gozar, se debe primeramente cumplir con los “deberes humanos” respectivos. Sin embargo, como en los centros educacionales, en todos sus niveles, se habla siempre de “derechos” y casi nunca de “deberes”, la tendencia es que tales derechos cada vez serán menos respetados.

En realidad, no se trata de un reemplazo de una ética de los deberes por una “ética de los derechos”, ya que esta última no existe, sino que se trata de una abolición de la ética elemental, al menos desde el punto de vista de su difusión masiva en la sociedad.

Toda ética implica sugerencias concretas sobre lo que debe hacerse y también sobre lo que no debe hacerse, es decir, hacer el bien y evitar el mal. Pero son sugerencias accesibles a las decisiones de todo individuo. En cambio, una divulgación de los derechos que tenemos como ciudadanos del mundo, no lleva una sugerencia concreta a cumplir por cada uno de nosotros; de ahí la inexistencia de una posible “ética de los derechos”.

A medida que transcurren los años, predomina la idea de que las acciones humanas que facilitan nuestra vida en sociedad, han de ser compatibles con previos acuerdos o consensos entre seres humanos. Antes, por el contrario, predominaba la idea de que los acuerdos individuales se establecían ante Dios. Como la religión moral ha ido decayendo por varias causas, tal idea ha perdido su eficacia. Sin embargo, admitiendo la existencia de leyes naturales que rigen todo lo existente, y de un orden natural emergente, es posible retornar a la anterior ética de los deberes aduciendo que esta vez será un “acuerdo”, no entre seres humanos, sino ante tal orden natural.

Así, si hemos de adoptar una ética de los deberes, que ha de satisfacer, como consecuencia, los derechos de los demás, no la adoptaremos pensando en los demás, sino en uno mismo. Nuestra dignidad humana estará vinculada a la forma en que nos adaptamos al orden natural que es el que nos impone una serie de obligaciones y restricciones para permitir nuestra supervivencia individual y colectiva.

En cuanto a la forma histórica en que se desarrolla nuestra adaptación cultural al orden natural, Carlos Rodríguez Braun escribió: "Gracias a Dios, el importante componente liberal del cristianismo se ha ido abriendo camino en décadas recientes. Lo tiene también el judaísmo, empezando por la idea central de la primacía de Dios sobre todas las cosas, es decir, también sobre el poder político".

"Paul Johnson subraya en Historia de los judíos que en la visión judeocristiana no existe un contrato social sino uno con Dios, «un Dios ético que actúa como una suerte de benigno monarca constitucional limitado por sus propios rectos acuerdos». Las personas tenemos deberes recíprocos, pero «la sociedad, o su representante, el rey o el Estado, en ninguna circunstancia tenía una autoridad ilimitada sobre el individuo. Solo Dios la tenía». El delito y el pecado eran contra otra persona, no contra el Estado".

"De esta forma, «la igualdad ante la ley se convirtió en un axioma judío incuestionable». Como los cristianos, los israelitas son iguales ante Dios y su ley. Eso vale para gobernantes y gobernados: «Como todos estaban igualmente sujetos a la ley, el sistema fue el primero que incorporó el doble mérito del Estado de Derecho y la igualdad ante la ley… la mayor salvaguardia posible para el individuo», aunque estuvo condicionada por las prioridades de una sociedad tan perseguida".

"La libertad entre los judíos deriva de «la santidad de la vida y la dignidad de la persona», y también de la responsabilidad: «los judíos odiaban la dependencia», querían ayudar a los pobres, no enriquecerlos con subsidios, y sobre todo que se tejiera una red de solidaridad voluntaria, no forzada con impuestos" (De "Judaísmo liberal" en www.elcato.org).

domingo, 19 de enero de 2025

La violencia ideologizada

Para distinguirla de la violencia común, existente en la mayoría de las sociedades, puede denominarse “violencia ideologizada” a la que es promovida por ideólogos para establecer una futura lucha violenta, o bien asesinatos masivos, como en el caso de los sistemas totalitarios. El ideólogo tiende a inducir en la sociedad una actitud similar a la del psicópata, que carece de empatía emocional. Así los nazis inducían en la población alemana una actitud de desprecio ante las supuestas “razas inferiores”. Adicionalmente, culpaban a los judíos por haber sido derrotados durante la Primera Guerra Mundial, para que sintieran también odio hacia ese sector.

Algo similar ocurre con los ideólogos marxistas, quienes inducen el odio generalizado hacia la clase burguesa, culpando al sistema capitalista de todos los males que ocurren en la sociedad, Mientras que los nazis inducían una actitud similar a la de los psicópatas, quizás predominante sobre el odio, los marxistas tienden a inducir predominantemente una actitud de odio hacia sus enemigos.

En la actualidad, uno de los ideólogos más influyentes es Jorge Bergoglio. Al calificar a la economía capitalista, o de mercado, como una “economía criminal”; sistema que tiende a excluir a las personas y a promover la violencia urbana, recomienda a la gente a “hacer lío” cuando se trata de un país que tiende al capitalismo. En caso contrario, cuando se trata de un país como Venezuela, recomienda “dialogar”, de manera de colaborar con la continuidad de ese régimen.

Quienes siguen fieles al marxismo-leninismo, tienden a aceptar los crímenes masivos de Lenin, Stalin y otros líderes comunistas opinando que esos crímenes eran “necesarios”. Adhieren además a los crímenes en países como Cuba, Venezuela, Nicaragua, etc. Quienes rechazan esos crímenes dejan de ser marxistas. Incluso escritores como Aldous Huxley consideraron las “buenas intenciones” de tales líderes, escribiendo al respecto: “Varios millones de paisanos fueron muertos de hambre deliberadamente en 1933 por los encargados de proyectar los planes de los Soviets. La inhumanidad acarrea el resentimiento; el resentimiento se mantiene bloqueado por la fuerza. Como siempre, el principal resultado de la violencia es la necesidad de emplear mayor violencia. Tal es pues el planteamiento de los Soviets; está bien intencionado, pero emplea medios inicuos que están produciendo resultados totalmente distintos de los que se propusieron los primeros autores de la revolución” (De “El fin y los medios” de Aldous Huxley–Editorial Hermes–Buenos Aires 1955).

Recientemente, en un diario español apareció una nota en la cual tratan de calificar como “crímenes sin odio” (con "buenas intenciones", como diría Huxley) a los efectuados contra sacerdotes durante la Guerra Civil española. Tema tratado en el siguiente artículo:



PROGRESISTAS QUE MATAN SIN ODIAR

Carlos Rodríguez Braun indica que los autodenominados progresistas adolecen habitualmente de un defecto argumental, que consiste en que, al tener que defender objetivos contradictorios –por ejemplo, la memoria y el borrado del pasado; el ataque a Dios y la divinización del Estado; la protección del trabajador y la vulneración de sus derechos.

Más de 6.000 curas y monjas fueron asesinados en España durante la Guerra Civil, sobre todo en 1936. No hubo juicios, aunque sí torturas y vejaciones. Comprenderá usted mi asombro cuando leí en El País: "Las razones ocultas de las matanzas de clérigos de 1936". Con este subtítulo: "Una investigación contradice la tesis de la explosión de odio como causa principal y detecta un carácter ‘estratégico’ de los asesinatos de religiosos en la Guerra Civil".

Conviene señalar tres problemas de la izquierda: con la Iglesia, con el odio y con la lógica.

Decía Dalmacio Negro sobre Gramsci: "pensaba que el marxismo sólo podría triunfar si se eliminaba la religión cristiana". La razón estribaba en que la religión opera como fortaleza privada de las personas frente al poder político. Quienes abogan por la extensión de éste, los antiliberales de todos los partidos, la han visto siempre como una enemiga.

En segundo lugar, la cuestión del odio es importante para la izquierda, que ha elaborado una ficción conforme a la cual invita a perseguir "delitos de odio", que es algo que por definición sólo puede cometer la derecha. Con la manipulación de la historia, herramienta clave para legitimarse políticamente, la izquierda no puede permitir que se la vea como odiadora –analicé hace unos años en este rincón de La Razón la historia de esta mentirosa propaganda revestida de justa dignidad: "El odio progresista".

Por fin, los autodenominados progresistas adolecen habitualmente de una deficiencia argumental, que consiste en que, al tener que defender objetivos contradictorios –por ejemplo, la memoria y el borrado del pasado; el ataque a Dios y la divinización del Estado; la protección del trabajador y la vulneración de sus derechos– acaban arrojando piedras sobre su propio tejado. En este caso, pretenden extraer el odio de los crímenes religiosos, y su iniciativa se vuelve mucho más brutalmente en su contra.

Sospecho que en El País no entendieron lo que escribían. La tesis es que los republicanos no mataron por odio sino por estrategia para erosionar la capacidad de movilización de los enemigos de la izquierda. Fue una respuesta "más fría, técnica, racional...una imagen más cerebral de la represión". O sea, mucho peor. Como apuntó Juan Manuel de Prada en ABC: "Queriendo negar un crimen de odio, reconocen la existencia de un calculado genocidio".

(De www.elcato.org)

jueves, 16 de enero de 2025

Étienne de La Boétie

Por Wendy McElroy

Un ensayo del siglo XVI intitulado Discourse of Voluntary Servitude del jurista francés Étienne de La Boétie (1530–1563) discurre acerca de una cuestión que obsesiona a aquellos que aman la libertad: ¿Por qué los individuos obedecen leyes que son injustas?

El Discourse ofrece una perspectiva. Él mismo examina la psicología de aquellos que obedecen, la de aquellos que imparten las órdenes, y la de aquellos que se resisten a ellas. La Boétie estaba en particular, interesado en dilucidar porqué obedece la gente. Se preguntaba, “Si un tirano es un solo hombre y sus súbditos son muchos, ¿por qué consienten ellos su propia esclavitud?”.

La Boétie no consideraba que el Estado gobernase principalmente a través de la fuerza. En principio, había muchos más esclavos que agentes del Estado: incluso si un pequeño porcentaje del populacho se negaba a obedecer una ley, esa ley se volvía inaplicable. Además, la mayoría de los individuos obedecían sin que fuesen obligados a hacerlo. La Boétie desarrolló una explicación alternativa a la que denominó la “servidumbre voluntaria”.

La Boétie adquirió su prestigio sobre la base de un breve ensayo en el que sostenía que la tiranía es “derrotada de manera automática” cuando los individuos se rehúsan a consentir su propia esclavitud. Su argumento ha llevado a que muchos concluyeran que la resistencia no-violenta y la desobediencia civil son las mejores estrategias con las cuales oponerse al poder estatal.

Antecedentes de La Boétie

El Discourse circuló en un principio en Francia de manera privada (alrededor del año 1553) con el telón de fondo de la guerra exterior y del conflicto interno. Las naciones-estado europeas—gobiernos que reclamaban vastas facultades dentro de territorios definidos, estaban en su apogeo. Los monarcas absolutos colisionaban unos con otros y con sus propios ciudadanos a los cuales les exigían dinero y obediencia. El siglo XVI dio nacimiento a la tiranía que eventualmente conduciría a la Revolución Francesa.

La Boétie se encontraba bien posicionado para observar a la sociedad a su alrededor, la cual estaba gobernada por el Rey Francisco I. Nacido en una familia opulenta y políticamente conectada, La Boétie escapó del analfabetismo, de la miseria y de la enfermedad que afectaban a la mayoría de sus compatriotas. El hambre era algo tan común que los hombres tallaban cruces sobre el pan recién horneado para simbolizar la santidad de la comida. Las plagas aparecían repetidamente. Mientras que el campesino luchaba por sobrevivir, los impuestos estatales consumían un tercio o más de sus ingresos, con los diezmos de la iglesia absorbiendo otro décimo. Bandas errantes de soldados robaban alimentos a su antojo y secuestraban a los hijos jóvenes para cubrir sus filas. No obstante ello, la Francia del siglo XVI, con una población estimada de 16 millones de habitantes, era la nación más rica, más civilizada y más populosa en Europa.

Francia era también una monarquía, lo que significaba que el poder nacional no se encontraba distribuido entre los parlamentos o las autoridades locales sino que reposaba solamente en el rey. A fin de recaudar dinero para la guerra, Francisco le vendía títulos a los “nouveaux riche” quienes formaban una nueva aristocracia. Mientras tanto, las legiones de abogados aumentaban a medida que se dedicaban a administrar al Estado creciente.

¿Qué papel desempeñaba el hombre común? Su obediencia era esencial para la autoridad estatal, pero existían varios reclamos sobre su lealtad. Dios exigía obediencia pero el monarca absoluto era ungido por Dios y bendecido por la Iglesia Católica. El surgimiento de los protestantes en Francia —llamados hugonotes– implicaba que un segmento creciente de la sociedad no reconocía a la autoridad divina del rey. Existían también lealtades provinciales. La mayoría de los franceses le brindaban primariamente lealtad a la provincia de su nacimiento antes que a la nación o al rey, y las provincias diferían ampliamente en costumbres, practicas religiosas, y lenguaje. El rey temía que las potencias extranjeras se aliasen con las provincias rebeldes, especialmente aquellas con una tendencia hacia el protestantismo.

La obediencia se volvió más difícil de procurar con la invención de la imprenta, la cual puso a disposición del hombre común a las opiniones disidentes. A medida que las publicaciones se difundían, también lo hicieron los intentos de censura. En 1559, fue publicada la primera lista papal de libros prohibidos.

El Discourse fue muy probablemente escrito mientras La Boétie era un estudiante de abogacía en la Universidad de Orleáns, destacada por su actividad hugonota. De hecho, uno de sus profesores sería más tarde quemado en la hoguera por hereje. El ensayo fue en respuesta a un evento especifico —la Revuelta de la Gabela en Bordeaux. La gabela era un impuesto muy impopular sobre la sal, la cual no solamente era una necesidad humana sino también un monopolio gubernamental. Los manifestantes asesinaron al director general de la gabela junto a dos de sus oficiales. En represalia, 140 plebeyos fueron muertos, muchos otros fueron azotados, y se impusieron multas exorbitantes.

La Boétie era un observador perspicaz de las demandas concurrentes sobre la obediencia del pueblo. Cuando los individuos finalmente se rebelaban, observaba y se preguntaba porqué el Estado parecía ser capaz de hacer cualquier cosa que deseaba, sin importar cuan tiránica ella fuese. ¿Por qué la gente no se levantaba nuevamente, esta vez en masa? Como resultado de tal especulación, La Boétie escribió lo que el historiador francés Pierre Mesnard ha llamado “la solución humanista al problema de la autoridad”.

El discurso sobre la servidumbre voluntaria

¿Por qué los individuos gustosamente consienten su propia esclavitud? Para La Boétie, la obediencia colectiva de la sociedad se origina en “un vicio para el cual ningún término puede ser hallado lo suficientemente ruin, de cuya naturaleza en sí misma se reniega y al que nuestras lenguas se rehúsan a mencionar”. La Boétie denominaba a este vicio monstruoso la “servidumbre voluntaria”.

¿Pero por qué esta servidumbre voluntaria es un vicio en lugar de ser una virtud? Debido a que la misma contradice a la naturaleza, explicaba La Boétie. A cada hombre le es dada su propia capacidad de razonar, y la virtud radica en cultivar su propia independencia innata. Incluso dentro de los animales inferiores, existe un fuerte y natural impulso a la libertad. Los animales que han probado la libertad se resisten al cautiverio, aunque eso pudiese costarles incluso la vida. Exclamaba La Boétie,

Dado que las propias bestias, aun las hechas para el servicio del hombre, no pueden acostumbrarse al control sin protestar, ¿qué maligno designio ha desnaturalizado tanto al hombre que él, la única criatura realmente nacida para ser libre, carece de la memoria de su condición original y del deseo de retornar a ella?

La libertad del hombre exigía la muerte de la tiranía. El defender el tiranicidio contra un gobernante que ha quebrantado las leyes de Dios no era nada novedoso en la teoría europea, pero La Boétie tenía un enfoque diferente: la manera de “matar” a un tirano era destruyendo su poder a través de la resistencia no-violenta. De esa forma, el pueblo mataba no a un hombre sino a la propia tiranía. La libertad requería solamente que un número suficiente de individuos le retirasen su consentimiento y cooperación. Después de todo,

el que de ese modo gobierna tiránicamente sobre ustedes, posee solamente dos ojos, solamente dos manos, solamente un cuerpo…; en verdad no posee nada más que el poder que ustedes le confieren para destruirlos. ¿Dónde ha adquirido él ojos suficientes como para espiarlos, si ustedes no se los proveen por sí mismos? ¿Cómo puede tener él tantos brazos con los cuales golpearlos, si no los toma prestados de ustedes? Los pies que pisotean vuestras ciudades, ¿de dónde los obtiene si no son los vuestros?

Sin embargo los agricultores continuaban sembrando cultivos que eran confiscados. La gente acumulaba bienes para que los soldados los saquearan y criaban hijas para que ellos las violaran. Observaban como los hijos eran secuestrados para integrar las fuerzas armadas y morían peleando las batallas de otros. La Boétie se refería al campesino,

Ustedes entregan vuestros cuerpos al trabajo duro a efectos de que él [el tirano o el Estado] pueda dedicarse a sus gustos y revolcarse en sus obscenos placeres; se debilitan a sí mismos a fin de que el más fuerte y el más poderoso los tengan a raya.

Para comprender porqué la gente consentía su propia esclavitud, La Boétie consideró primero el lado frívolo de la cuestión: la psicología del tirano.

La psicología del tirano

La teoría política tradicional definía a la tiranía haciendo referencia a la fuente del poder del gobernante. Es decir, ¿alcanzó el gobernante su posición mediante el nacimiento –la “consagración de Dios”– o de algún otro modo “legítimo”? Si así ocurrió, se consideraba que el rey podía gobernar justamente incluso si lo hacía malamente.

En contraste, La Boétie declaraba que el origen del poder era irrelevante para la definición de tiranía. Si un hombre gobernaba justamente era legítimo; si lo hacía de mala manera, era un tirano.

Los tiranos caen dentro de tres categorías: aquellos elegidos para mandar; aquellos que heredaron el poder; y aquellos que lo detentaban por la fuerza. La Boétie se rehusaba a darle importancia a los medios por los cuales los tiranos alcanzaban el poder debido a que su método de gobierno parecía ser el mismo.

Pero a La Boétie le interesaba particularmente la psicología de los gobernantes elegidos, debido a que parecía que un gobernante cuyo poder provenía del pueblo debía ser “más soportable” que el de los otros. Debía ser agradecido o al menos reconocer su dependencia de la voluntad del pueblo. Sin embargo, cuando el gobernante elegido prueba el poder, “planea jamás renunciar a su cargo”. El truco consistía en generar el consentimiento futuro del pueblo a efectos de asegurarse su continuidad en el poder. ¿Pero cómo?

La Boétie exploró las formas principales por las que un gobernante creaba el consentimiento.

El comienzo del mandato de un tirano era el periodo más dificultoso debido a que aquellos que no habían consentido su gobierno serían renuentes a obedecer, y la fuerza bruta podía ser necesaria. La fuerza bruta podía sofocar al disenso en el corto plazo, pero la misma nunca fue una buena opción. La violencia engendraba mártires, incrementaba la resistencia popular contra la autoridad, y evidenciaba la cara desagradable del poder de manera demasiado rotunda.

Pero a medida que transcurría el tiempo, la tarea del tirano se veía facilitaba. A través del condicionamiento y del entrenamiento, las generaciones futuras aceptarían pasivamente a la autoridad y obedecerían de manera automática. La Boétie observaba,

Es increíble cuan pronto el pueblo se vuelve súbdito, como de forma tan súbita cae en un descuido tan completo de su libertad que la misma difícilmente pueda ser reavivada al punto de volverla a obtener, obedeciendo tan fácil y tan voluntariamente que uno es llevado a afirmar, al percibir dicha situación, que este pueblo en verdad no ha perdido su libertad sino que se ha ganado su esclavitud.

Generaciones que nacieron “bajo la servidumbre y que luego se nutrieron y criaron en la esclavitud” aceptaban su condición como algo natural. De esta manera, La Boétie veía a la “costumbre” como la primera explicación de la servidumbre voluntaria. La gente consideraba que la vida siempre había sido de esta manera, que la vida siempre sería de esta manera; y, por lo tanto, se necesitaba de un gran esfuerzo para introducir una nueva visión.

El pensador del Renacimiento Francés Michel de Montaigne, quien era el mejor amigo de La Boétie, dramatizaba el increíble poder de la tradición en su ensayo intitulado “Of Custom.” El mismo se inicia con estas palabras

Él pareciera haber tenido una percepción correcta y verdadera del poder de la costumbre, fue quien por vez primera ideó el relato de una compatriota que, habiéndose acostumbrado a jugar con y a cargar en sus brazos a un becerro joven, y que continuó haciéndolo de manera cotidiana a medida que el mismo crecía, logró mediante esta costumbre, que, cuando el mismo creció y se volvió un gran buey, ella seguía siendo capaz de levantarlo.

Pero, sostiene La Boétie, unos pocos tratan siempre de deshacerse del “peso de la servidumbre”, quizás debido a que “recuerdan a sus ancestros y a sus situaciones anteriores”. Conscientes de la historia, comparan al pasado con el presente y se atreven a anhelar un futuro mejor:

Estos son quienes, poseyendo buenas mentes, las han entrenado adicionalmente mediante el estudio y el aprendizaje. Incluso si la libertad desapareciese por completo de la tierra, tales hombres la inventarían.

El control de la información

Después de que la mayoría se hubiese acostumbrado a la obediencia automática, el principal desafío del tirano era el de reducir la disidencia. Existían dos medios básicos para hacerlo: controlar a la prensa y monopolizar la educación, en razón de que los “libros y la enseñanza, más que cualquier otra cosa, le brindan a los hombres el juicio para comprender su propia naturaleza y para aborrecer la tiranía”. De este modo, el tirano evitaba que el pueblo comparase al pasado con el presente; y controlaba que lo que la gente creyera fuese posible en el futuro.

Además, con el control de la información, el tirano podía “educar” al pueblo en la creencia de que actuaba solamente para favorecer el bienestar público. Él podía inculcar el dogma de que su administración era una personificación viviente de conceptos tales como la justicia, la tradición, el patriotismo, la ley y el orden, o el bien público. Así, oponerse al tirano se torna equivalente a oponerse a dichos conceptos.

El tirano reforzaba esta imagen de perpetuidad mediante un proceso de mistificación: es decir, procuraba aparecer como algo más grande de lo que un mero ser humano es. Así, el gobernante alineado con la religión, juraba hacer respetar la ley de la tierra, recurrir a la autoridad de una constitución o de un documento fundacional, etcétera. Presidía sobre las exhibiciones de pompa, vestía a sus agentes en uniformes, construía monumentos, participaba en rituales del cargo, y alojaba a las autoridades de sus tribunales y de otras instituciones en costosos e impresionantes edificios.

Este era un segundo motivo que explica porqué los individuos le rendían obediencia automática –una prensa regulada y un sistema escolar los había convencido de que la autoridad del gobernante era legitima. La mistificación de su poder los llevaba un paso más adelante: se volvían atemorizados por él y lo veían como algo más que un mero ser humano, tan falible como ellos mismos.

El soborno

Los individuos que no podían ser atemorizados bien podían ser comprados. Y, de esa manera, el gobernante se involucraba también en dadivas.

La Boétie señalaba que los “juegos, farsas, espectáculos, gladiadores, bestias extrañas, medallas, cuadros, y otros de tales narcóticos” patrocinados por el Estado eran utilizados por los “pueblos antiguos”. Estas distracciones eran “el señuelo hacia la esclavitud”. El pueblo se fascinaba tanto por sus placeres que no se percataban de su esclavitud. En otras épocas, los gobernantes literalmente alimentaban al pueblo mediante la distribución de raciones de alimentos. “Y entonces todos vergonzosamente gritarían, ‘Larga vida al Rey!’ destacaba desdeñosamente La Boétie. “Los tontos no se percataban de que meramente estaban recuperando una porción de su propia propiedad, y de que su gobernante no podría haberles dado lo que se encontraban recibiendo sin primero habérselo quitado a ellos”. Al proveer pan y circo —bienestar estatal y distracciones populares— el pueblo era sobornado para que entregara su libertad.

Este soborno directo empalidecía en significación, no obstante, junto a una forma indirecta a la que La Boétie denominaba “la causa principal y el secreto de la dominación, el apoyo y el basamento de la tiranía”. Este era el soborno institucionalizado mediante el cual millones de personas eran empleadas en puestos públicos y recibían fondos financiados con impuestos a fin de poder pagar sus cuentas. Estos empleados estatales “se aferraban al tirano” y le ofrecían su lealtad. Algunos empleados estatales, tales como los oficiales de policía, se convertían en las manos del Estado, alcanzando a toda la sociedad para implementar leyes y políticas. Los intelectuales apoyados mediante los impuestos, tales como los profesores universitarios y los beneficiarios de becas gubernamentales, se volvían la voz del Estado, defendiendo su legitimidad. Aún otros, desempeñándose como oficinistas o agentes menores, hacían que la maquinaria diaria del Estado rechinase.

Durante generaciones, una vasta nueva clase de individuos emergía dentro de la sociedad: individuos que servían al Estado a cambio de un salario financiado con impuestos. Estos empleados estatales voluntariamente destruían su propia libertad y la de sus vecinos. Y lo hacían sin pensarlo debido a que la fuerza de la costumbre los llevaba a creer que las cosas siempre habían sido de esta manera y que siempre lo serían.

La solución de La Boétie para la servidumbre voluntaria

Retire su consentimiento, quite su cooperación. Le aconsejaba La Boétie al hombre común,

No les pido que coloquen las manos sobre el tirano para derribarlo, sino simplemente que ya no lo apoyen más; entonces lo verán, como un gran Coloso, cuyo pedestal ha sido apartado, caer por su propio peso y romperse en pedazos.

Por ofrecer este consejo, Gene Sharp, autor de la obra definitiva sobre la no-violencia, The Politics of Nonviolence, comentaba,

El Discourse de La Boétie es un ensayo altamente significativo sobre la fuente última del poder político, los orígenes de la dictadura, y los medios por los cuales los individuos pueden evitar la esclavitud política y liberarse.

Este fue el legado del Discourse. ¿Pero qué hay del hombre real? A la temprana edad de 33 años, La Boétie murió en los brazos de su amigo Montaigne, quien por este suceso se vio motivado a escribir su famoso ensayo “On Friendship”. El ensayo retrataba a la relación entre ellos como a una “unión de almas”. Y fue fundamentalmente a través de este ensayo que un mundo más amplio conoce a Étienne de La Boétie.

Es solamente en los círculos políticos que son celebrados los puntos de vista de La Boétie sobre la psicología de la tiranía y de la obediencia. Allí es reconocido como una de las primeras voces en favor de la desobediencia civil y de la resistencia no-violenta contra la autoridad.

Si La Boétie está en lo correcto, si la libertad es un impulso humano natural, entonces la propia naturaleza apoya la lógica de no cooperar con la tiranía. Existe algo dentro del hombre y de la bestia que resiste la tensión de una correa. En vez de romper la tensión atacando a aquellos que detentan las riendas, La Boétie le decía a la gente que dejasen que la tensión aminore. Los individuos deberían rechazar tanto a la violencia como a la sumisión. Simplemente deberían decir NO.

En esa palabra, yace la libertad.

Traducido por Gabriel Gasave

(De www.elindependent.org)

Tercera vía (entre capitalismo y socialismo)

Son muchos los autores que proponen una tercera vía económica que tenga las ventajas que ofrecen el capitalismo y el socialismo, pero que carezca de sus defectos. Desde el punto de vista capitalista, todos los defectos son atribuidos al socialismo y las limitaciones del capitalismo se deben a una pobre adaptación social a tal sistema de producción y distribución de bienes y servicios. Desde el punto de vista socialista, todos los defectos son atribuidos al capitalismo y los evidentes fracasos del socialismo son atribuidos a alguna forma destructiva ajena al sistema.

En la economía capitalista, o economía de mercado, es el consumidor el que comanda las acciones de los productores. Mediante la decisión de comprar o de abstenerse de hacerlo, orientan las decisiones de los empresarios, siendo el precio de mercado una guía para sus decisiones productivas.

En las economías socialistas, son los planificadores estatales quienes comandan las acciones de los productores, indicando qué producir, en qué cantidad y en qué calidad, entre otras cosas. En una tercera vía no serían los consumidores ni el Estado los que comandarían la producción, por lo que, en principio, no sería posible la “solución” de la tercera vía.

Existe, sin embargo, la posibilidad de que exista un comando mixto entre consumidores y Estado, lo que esencialmente constituye la propuesta socialdemócrata. Al encontrar fallas o limitaciones en el proceso del mercado, sugieren solucionarlos a partir de la intervención estatal en la economía (intervencionismo).

Desde la postura capitalista (o liberal) al considerar que el proceso del mercado constituye un proceso autoorganizado, descrito mediante un sistema de realimentación negativa, toda perturbación externa tiende a desorganizarlo, y a empeorar lo que se quiso solucionar. Además, las intervenciones estatales tienden a constituir un sistema inestable que puede terminar, si los políticos “ayudan”, en el socialismo totalitario que tan malos resultados ha dado siempre.

Por ejemplo, si un alimento de primera necesidad tiene un precio excesivo, según el criterio del gobierno intervencionista, por decreto se le impondrá un precio máximo (inferior al precio de mercado que motivó el decreto). Es posible que varios productores, que tenían márgenes de ganancia pequeños, ya no les convenga producir tal alimento, bajando la producción. Además, como el precio bajó por decreto, seguramente aumentará el consumo, por lo que es posible que comience a haber escasez del alimento.

Para solucionar el problema de la escasez, el gobierno decretará precios máximos para la materia prima y los demás insumos requeridos para la elaboración del alimento en cuestión, produciéndose el mismo inconveniente anterior, pero esta vez más generalizado. Confiados en las ventajas de la “tercera vía” el proceso intervencionista seguirá profundizándose ya que tal intervencionismo involucrará no sólo los precios de los productos, sino también otras variables de la economía.

Al deteriorarse completamente el proceso del mercado, ya no será posible lograr el motivo inicial de “unir lo mejor del capitalismo con lo mejor del socialismo”, porque la economía capitalista ha quedado totalmente deteriorada. Ludwig von Mises escribió: “Los intervencionistas no se aproximan al estudio de los asuntos económicos con interés científico. La mayoría se mueve por un envidioso resentimiento contra aquellos cuyas rentas son superiores a las suyas. Esta inclinación les hace imposible ver las cosas como realmente son. Para ellos, lo principal no es mejorar las condiciones de las masas, sino dañar a empresarios y capitalistas incluso si esta política hace víctima a la inmensa mayoría del pueblo” (De “Caos planificado”-Unión Editorial SA-Madrid 2022).

Cuando un alimento de primera necesidad resulta caro para mucha gente, la solución implica lograr una mayor producción. Para ello debe establecerse una economía sana, esto es, que el Estado no debe gastar más de lo que recibe y los gastos deben ser estrictamente necesarios, y no superfluos, evitando toda forma de derroche. Además, cada ciudadano debería producir por lo menos lo que consume, abandonando la idea de ser mantenido, junto a su familia, por el resto de la sociedad vía Estado benefactor. Estas ideas tan elementales han hecho que quienes las pregonan sean vistos casi como personas extrañas o revolucionarias, siendo un síntoma de la crisis moral de la época.

miércoles, 15 de enero de 2025

Descentralización del poder vs. Concentración del poder

Es posible describir a las dos posturas extremas en política y economía, liberalismo y socialismo, como una postura descentralizadora de poder la primera y como concentradora de poder la segunda. Así, el liberalismo propone en política la división de poderes del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), el cambio de gobierno periódicamente mediante elecciones y la economía de mercado, en base a una competencia entre muchas empresas para evitar toda forma de monopolio.

Las posturas socialistas, por el contrario, proponen la abolición de la propiedad privada de los medios de producción en vista a formar un monopolio estatal, incorporando a los poderes Legislativo y Judicial bajo el mando del Ejecutivo, para prolongar el poder absoluto en el tiempo, si la población lo permite o si no es capaz de impedirlo.

Al distribuir el poder económico, el político, el cultural, el religioso, y toda forma de poder, desde el liberalismo se trata de impedir la formación de un poder concentrado capaz de promover las grandes catástrofes humanas como las producidas por los totalitarismos del siglo XX. Por el contrario, los líderes políticos que aspiran a conquistar poderes ilimitados en el espacio y en el tiempo, aun pisoteando toda regla ética, ven en el Estado la vía para cumplir con sus perversos proyectos.

Resulta fácil advertir que la propaganda socialista invierte completamente la realidad, ya que culpa al liberalismo por promover “el poder económico en pocas manos” mientras aduce que la estatización de los medios de producción conduce a una “distribución popular de los medios de producción”. De ahí que siga teniendo validez aquella “amenaza” liberal hacia los socialistas: Mientras ustedes sigan mintiendo sobre nosotros, nosotros seguiremos diciendo la verdad sobre ustedes.

A manera de ejemplo se menciona un hecho ocurrido en la ex Unión Soviética, cuando recién en el año 1966 se juzga a dos escritores en función de sus escritos. Antes de esa situación, los juicios eran decididos en función de las coincidencias ideológicas, o no, entre jueces y acusados, dejándose de lado las pruebas concretas. En la actualidad este criterio puede imperar en países como Cuba o Venezuela, siendo algo normal a la luz de la ideología socialista.

Al respecto leemos: “El juicio se abrió el 10 de febrero de 1966 y duró cuatro días. Hubo en él varios elementos poco usuales, y desde cierto punto de vista, sin precedentes: esto es, que por primera vez en la historia de la Unión Soviética se procesaba a dos escritores por lo que habían escrito. En el pasado muchos autores soviéticos fueron encarcelados, desterrados, ejecutados o silenciados, pero nunca mediante un juicio en el que la principal evidencia contra ellos fuera su obra literaria”.

“Al poeta Gumilev se lo fusiló por haber participado aparentemente en una conspiración contrarrevolucionaria. Boris Pilniak había sido denunciado en los últimos años de la década del 20 por haber publicado una obra en el extranjero; pero no se lo procesó y cuando finalmente lo arrestaron y desapareció en 1937, nunca se llegaron a especificar los cargos. A Isaac Babel se lo detuvo en 1939, aparentemente no por algo que hubiese escrito –hacía años que apenas publicaba- sino por motivos no literarios que jamás fueron revelados. Ajmatova y Zoschenko fueron denunciados en 1946 por escribir con espíritu antisoviético, pero no se los procesó ni sufrieron otras sanciones de carácter administrativo fuera de su expulsión de la Unión de Escritores Soviéticos”.

“Boris Pasternak, quien publicó Doctor Zhivago en el extranjero, en un auténtico acto de desafío, fue atacado y perseguido, se lo llamó cerdo y renegado, pero nunca se lo sometió a procedimientos penales. En el caso más reciente de proceso a escritores, el de Josef Brodski en Leningrado, los cargos fueron de «parasitismo» y no se usó en su contra el contenido de su obra literaria” (De la Introducción de “Proceso a los escritores” por Max Hayward-Editorial Americana-Buenos Aires 1967).

martes, 14 de enero de 2025

La "justicia" totalitaria

El lema de la "justicia social" o "justicia totalitaria" podría asociarse a una expresión atribuida a Eva Perón: "Cada necesidad genera un derecho". También resulta compatible con el lema socialista: "De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad".

A la "justicia social" se la ha denominado también como "justicia redistributiva". Para que ella se cumpla, debe el Estado confiscar parte de la producción y de la propiedad buscando cierta igualdad económica en la población. La acción del Estado confiscador es el primer síntoma de la tendencia hacia el totalitarismo, expresión que significa "Todo en el Estado". Con la justicia totalitaria, no sólo se busca remediar la pobreza, sino principalmente la desigualdad (para que nadie sienta envidia). Quienes más y mejor producen han de tener mayor cantidad de riqueza, por lo que son combatidos por generar "desigualdad social", incluso culpándoselos por no distribuir generosamente sus ganancias, por lo que el Estado habría de justificar su existencia realizando tal acción igualadora. Sin embargo, al culpar a un sector de la sociedad por la pobreza y la desigualdad, se promueve la violencia urbana. Carlos Mira escribió: “Desde las iglesias de las grandes ciudades hasta las capillas más humildes de los más ocultos rincones del país, se ha llevado a los oídos de los fieles la creencia en el reparto de la riqueza existente (solidificando la imagen de la riqueza como una montaña de bienes inmutables) y en la superioridad moral de la pobreza”.

“El repiquetear constantemente sobre la mente de personas, ya bastante castigadas por las condiciones a las que el subdesarrollo las obliga a vivir, con la idea de que lo que a ellas les falta lo tienen otros, puede transformarse en algo muy peligroso para la tranquilidad pública. Del mismo modo, intentar una explicación económica del delito por la vía de justificar (o explicar) la delincuencia como una especie de consecuencia lógica de la pobreza puede llevar a la sociedad a experimentar hechos constantes de desasosiego al encontrar los delincuentes casi una licencia sociológica que justificaría y explicaría su accionar”.

“Este peligro se ha verificado y profundizado en la Argentina de los últimos años. Una extendida ola de explicadores profesionales de la delincuencia ha deslizado la idea de que la sociedad injusta ha marginado a los pobres y que éstos han salido a la calle, cargados con armas y municiones, para arrancar lo que creen que otros le privaron de disfrutar. Acto seguido, casi justifican ese accionar como la consecuencia de situaciones sociales de privaciones que parecerían justificar el robo, el asesinato, el secuestro y hasta la violación. Para estos cráneos, estas acciones vendrían a «equiparar los tantos» de una Justicia Divina a la que se ha desconocido”.

“No resulta extraño entonces, que sean, justamente, las tendencias izquierdistas de la sociedad las que más se destacan a la hora de elaborar las «teorías socioeconómicas del delito», porque ellas deben ver a los delincuentes como a los proletarios que están «arrancándole a la burguesía todo el capital» en una especie de avanzada hacia su consolidación como «clase dominante»”.

“Haber llegado a elaborar, con pretensiones de seriedad, teorías que justifican el delito y la delincuencia; haber elevado a posiciones trascendentes a propagadores de esas teorías y haber insinuado que la delincuencia es una especie de compensación por la injusticia social, es suficiente como para demostrar en qué línea está la Argentina. Es obvio que, siguiendo esa línea, no habrá desarrollo económico” (De “Así somos…y así nos va”-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2007).

lunes, 13 de enero de 2025

¿Por qué la gente admite el socialismo?

A pesar de los reiterados fracasos y de las catástrofes sociales ocurridas en el siglo XX, el socialismo tiene todavía un alto porcentaje de adhesión. No resulta fácil encontrar explicaciones al respecto, a pesar de que resulta evidente que la gente trata de escapar de todo país socialista tratando de entrar a un país capitalista. Por el contrario, son muchas las voces que, rechazando esta evidencia, prefieren el socialismo y denigran al capitalismo.

Entre las posibles razones aparece la situación en que alguien que ha sido estafado o engañado intelectualmente, dedicando años de su existencia a promover una ideología errónea, no se atreve a reconocer la realidad y sigue buscando justificativos para seguir denigrando al capitalismo y deseando su derrumbe, olvidando que la economía de mercado es una economía natural que surge en forma espontánea cuando los integrantes de la sociedad tienen una aceptable libertad de elección.

Ante la obcecación manifiesta de quienes no aceptan la realidad, se ha dicho que, por lo general, es la mentira la que se defiende con uñas y dientes, y no así la verdad.

Otra posible razón puede encontrarse observando el comportamiento de los fanáticos del fútbol. Así, es frecuente que un hincha de River prefiera ver perder a Boca en lugar de ver ganar a River. Es decir, si ver ganar a River le produce cierto grado de felicidad, es posible que ver una derrota de Boca le produzca una felicidad mayor aún. Lo mismo en el caso de los hinchas de Boca.

En el caso de la adhesión a los sistemas políticos y económicos ocurre algo similar. Para un socialista no hay nada mejor que observar alguna catástrofe que le ocurra a Estados Unidos, como fue el caso del atentado a las torres de Nueva York. En ese momento, la jefa de Madres de Plaza de Mayo reconoció haber “festejado” el atentado que produjo algunos miles de muertos. En una encuesta radial, el 55% de los participantes manifestó haber reaccionado en una forma similar.

Ludwig von Mises, en otro continente y en otra época, advirtió también la característica principal de la psicología socialista, escribiendo al respecto: “No vale la pena hablar demasiado del resentimiento y de la envidiosa malevolencia. Está uno resentido cuando odia tanto que no le preocupa soportar daño personal grave con tal de que otro sufra también. Gran número de los enemigos del capitalismo saben perfectamente que su personal situación se perjudicaría bajo cualquier otro orden económico. Propugnan, sin embargo, la reforma, es decir, el socialismo, con pleno conocimiento de lo anterior, por suponer que los ricos, a quienes envidian, también, por su parte, padecerán” (De “Liberalismo"–Editorial Planeta-De Agostini SA–Barcelona 1994).

El socialista es el que tiene la predisposición a entristecerse ante el éxito ajeno y alegrarse ante la desgracia ajena, especialmente si “ajeno” significa capitalismo o capitalista. La envidia y la burla son los síntomas que delatan el odio que les han sabido inculcar los ideólogos a los que tanto admiran.

domingo, 12 de enero de 2025

Liberalismo teológico y mercado de religiones

Recientemente, mediante un comunicado del arzobispo de la Provincia de Santa Fe, se manifiesta que dicha provincia "no es, ni puede ser, de ninguna manera católica", en abierta oposición a la tradicional postura católica por la cual se la considera como la única religión verdadera. Esto implica, en cierta forma, admitir una especie de liberalismo teológico por el cual las diversas religiones han de luchar en el "mercado de religiones" tratando de convencer a la mayor cantidad de adeptos, sin intervención del Estado.

Al respecto leemos: “La Constitución vigente declara que «la religión de la Provincia (Santa Fe) es la Católica, Apostólica y Romana, a la que le prestará su protección más decidida, sin perjuicio de la libertad religiosa que gozan sus habitantes». Es prácticamente una profesión de fe […] hoy semejante párrafo es inadmisible desde todo punto de vista […] la Provincia no es, ni puede ser, de ninguna manera católica”.

Mario Caponnetto y Miguel de Lorenzo comentan lo anterior: "Estas palabras no pertenecen a un político laicista, ni a un jerarca de la masonería, ni siquiera a un dirigente socialista o socialdemócrata. Créase o no, son palabras textuales de un Comunicado o Declaración del Arzobispado de Santa Fe que lleva la firma de su titular, Monseñor Sergio Fenoy, y la del Obispo Auxiliar, Monseñor Matías Vecino. El documento está refrendado además por el Equipo Arquidiocesano de Pastoral Social y la Junta Arquidiocesana de Educación del Arzobispado. Los obispos, sin que nadie les haya pedido explicación alguna, se han creído obligados una vez más a claudicar, a renunciar a la Verdad de la Iglesia de Cristo. Se anticipan por las dudas, no vaya a ser que alguno, que tampoco cree, o que cree aún menos que ellos, pudiera sentirse agraviado".

"Lamentamos tener que afirmar que estas declaraciones son vergonzosas, absolutamente indignas de quienes tienen a su cargo el grave deber de regir, instruir y santificar a su grey y, sobre todo, contrarias a la doctrina y a la tradición de la Iglesia" (Del artículo "Acerca de la declaración pluralissta del arzobispo de Santa Fe" en www.laprensa.com.ar).

El pluralismo religioso ha sido aceptado, al menos a partir de ciertas declaraciones, por el propio Jorge Bergoglio, para quien todas las religiones son más o menos iguales. En realidad, las éticas derivadas o propuestas por las diversas religiones son distintas, y a veces bastante distintas. De ahí que también sus efectos, al ponerlas en práctica, serán distintos. Luego, algunas religiones serán mejores que otras.

Desde el punto de vista de la fe, o desde las religiones tradicionales, no resulta posible llegar a entendimiento alguno por cuanto todas, o casi todas, se definen como la "religión verdadera" o que proviene del "enviado verdadero de Dios", etc. Poco o nada se tienen en cuenta los efectos que producen en la sociedad.

Si se tiene en cuenta que la ética cristiana, basada en la empatía emocional, produce los mejores resultados, en caso de cumplirse con el "Amarás al prójimo como a ti mismo", existe cierta legitimidad en reclamar su mayor veracidad, justamente por ser compatible con la principal ley natural que apunta a nuestra supervivencia individual y colectiva, es decir, la mencionada empatía emocional. Así, si tenemos la predisposición a compartir penas y alegrías ajenas como propias, nunca haremos el mal a nadie porque será nuestro propio mal, mientras que trataremos de hacer el bien a los demás porque será también nuestro propio bien.

Debido a que la Iglesia Católica actual predica en realidad una ética cercana al marxismo-leninismo, estando casi totalmente alejada del cristianismo original y de la ética bíblica, no debería protestarse por el pedido del arzobispo de que el catolicismo sea dejado de lado en la Constitución de un Estado provincial. Si se tiene en cuenta el criterio de la ley natural y de la posible compatibilidad de las diversas éticas posibles, no sería necesario el apoyo estatal para una ética natural que sólo puede y debe afianzarse por sus propios méritos.