La educación moral integral, al llevar implícita la existencia de la actitud característica, tiende a promover una actitud cooperativa que debe priorizarse a una educación vial, a una educación sexual y a toda educación especializada. Es fácil advertir que la persona egoísta e irresponsable lo ha de ser en el estudio, en el trabajo, en la conducción de un vehículo, etc. De ahí que la educación moral, como orientador de actitudes, debería priorizarse ante otras posibilidades.
En los distintos ámbitos educativos se ha impuesto obligatoriamente la ESI (Educación sexual integral) que vendría a reemplazar (o así parece) a la antigua Educación moral integral, o educación tradicional. Pareciera que la idea básica implica desconocer el alma de las personas para tener presente sólo sus cuerpos, simbolizando como "alma" al conjunto de aspectos emocionales o morales de todo individuo.
Cuando se habla de sexo a los niños y a los jóvenes, a partir de las ideas predominantes en la ESI, se produce una separación importante entre lo emocional y lo sexual, por lo que también podríamos hablar de una "Educación genital integral", que parece introducirse en muchas aulas argentinas. Se ha llegado a una hipersexualización de niños y adolescentes, y a una especie de "inflación sexual". Recordemos una expresión de Viktor Frankl: "El sexo, como el dinero, cuando se inflaciona pierde su valor".
A continuación se mencionan algunos escritos aparecidos en el Diario La Prensa (digital)
SILEONI Y LA ESTÉTICA DE LA BATACLANA
Por Claudio Chaves
Fue la periodista Claudia Peiró, siempre atenta a las cuestiones educativas, quien dio la voz de alarma sobre libros, que cargados de un voltaje sexual explícito, son enviados a las escuelas por el ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires. La denuncia la realizó en una nota publicada en Infobae el 4 de noviembre pasado. No voy a repasar en el presente artículo los párrafos ya publicados, carece de sentido replicarlos. Lo cierto es que si al lector le interesa puede ingresar a la nota y apreciará, una manera de decir, que no se tratan de obras de arte como aseguró el ministro sino de textos que rozan la pornografía.
Otros periodistas tomaron el caso y la vicepresidente Victoria Villarruel hizo lo mismo con duras declaraciones contra el ministro. Dio un paso más, organizó un seminario en el Senado.
Ante el escándalo apareció el ministro. Hay que patear al chancho para que aparezca el dueño. En su descargo el profesor Sileoni desmintió que fueran libros utilizados para educación sexual, esto es la ESI, Educación Sexual Integral, asignatura curricular, por lo tanto obligatoria y bajo su absoluta responsabilidad, de modo que como ya es habitual en su conducta desde que es funcionario público, realizó un pase de Verónica, y al no resultar textos obligatorios esquiva la acusación y eleva la puntería pues se trata de libros para un programa denominado Identidades bonaerenses, presentado en sociedad por el gobernador Axel Kicillof. ¡De modo que miren para otro lado, no a mí!
EL DESCARGO
En su descargo el ministro aseguró que son textos para trabajar junto al docente con una guía perfectamente estudiada, faltaba agregar hemos cuidado con esmero a los chicos, como manifiestan las bataclanas luego de un desnudo o una escena sexual a propósito del director y los camarógrafos.
Aseguró, también el ministro, que los libros no van a las escuelas sino a las bibliotecas. Otro pase de Verónica, bibliotecas hay en casi todas las escuelas, pero también por fuera de ellas. ¡No me miren sólo a mí! Sobre este disparate no hay mucho más para decir.
OTRA BARBARIDAD DE SILEONI
Para fortalecer su posición aseguró, criticando el sesgo conservador de las acusaciones y de quienes las realizan: “Es paradójico a los doce años pueden ir presos pero a los diecisiete no pueden leer este libro”. ¡Gol!, gritó.
Primero, miente, los libros observados son recomendados a partir de los quince años. Segundo, miente también, un chico de doce años no va preso. Y tercero la comparación es un disparate.
El ministro es una de las tantas voces progresistas que han destruido la escuela argentina. Equipara a un precoz delincuente con un estudiante. Peras con manzanas. Qué tendrá que ver una acción delictual de un menor por fuera de la escuela con la vida escolar de un joven estudiante. Debería ampliar el concepto el ministro.
CUANDO LA INTIMIDAD SE HACE PÚBLICA
El progresismo corroe la sociedad, la cultura, los valores y las tradiciones como jamás la izquierda dura lo hubiera realizado. En este sentido el progresismo es más peligroso que lo que en su momento fue la izquierda. Es nihilismo crudo. Sin analizarlo en todos sus frentes sólo mencionaré, por el caso que nos convoca, lo actuado por la provincia de Buenos Aires.
La sexualidad en cualquiera de sus manifestaciones es una conducta que remite a la intimidad, a lo privado. ¿Qué necesidad tiene el progresismo de arrastrar al espacio público lo que es de la esfera privada? ¿Se trata de banalizar y desacralizar uno de los espacios que nos diferencian de los animales? ¿O se trata de estatizar las emociones privadas? No sé, habría que estudiarlo más, lo evidente es que el ministro como las bataclanas hablan de la sexualidad públicamente con el más absoluto descaro, como si fuera una práctica más de Cross-Fitness o de una dieta saludable. La escuela debe ser preservada de la frivolidad y la liviandad moral.
(De www.laprensa.com.ar)
LOS NIÑOS Y LA ESI
Señor director:
Soy madre de cinco hijos. Ellos son mi tesoro. Creo que para la mayoría de los padres no hay mayor tesoro que sus hijos. Tres de mis hijos ya son universitarios, pero a los dos menores los hemos tenido que llevar a un sistema de educación a distancia después de que, en una clase de biología, la profesora excediera su rol de docente e interpusiera su propia concepción de la sexualidad en plena clase. Después de esto, sentimos con mi marido la necesidad de proteger sus almas conservando y cuidando su inocencia. Que aprendan el bien, la verdad y la belleza. Por eso buscamos la opción de la educación en casa.
Entiendo que los chicos deban aprender biología, el ciclo de la vida de los seres vivos, las pautas y técnicas del autoconocimiento, y demás materias. Aspectos como el dominio del carácter, la convivencia y comprensión entre sus pares, el respeto y el amor a la Patria. Cultivar el espíritu con lecturas que los eleven y los hagan soñar con cosas grandes. Una buena educación debe entusiasmarlos con un mundo mejor donde el esfuerzo y la dedicación sean reconocidos. Pero lo que está pasando en muchos colegios no es eso. El programa ESI se cuela en la educación de nuestros hijos, en temas muy personales que, me animo a decir, deberían ser privativos de los padres. Con la transversalidad que impone la ley de ESI se está sexualizando la educación. Se inquieta el espíritu de los chicos, violentando su inocencia y pudor. La información que se está dando excede lo que corresponde al ámbito de un aula donde hay niños con distintas necesidades y sensibilidades.
Nosotros, pudimos elegir una opción distinta de educación, pero no todos los padres tienen esa posibilidad. Lo que si podemos hacer todos, es involucrarnos y decir un rotundo “NO” cuando los programas atenten contra nuestras convicciones. Nuestros hijos son nuestra responsabilidad y nadie va a defenderlos de los atropellos mejor que nosotros. Tenemos que animarnos y hacer todo lo que esté a nuestro alcance para impedir que sigan promoviendo programas que lejos de orientar a una sana niñez la corrompen e hipersexualizan. Educar quiere decir “hacer crecer”, “tirar para arriba”. Exijamos una mejor educación. Mejores ámbitos escolares, en lo edilicio y también en el contenido. Nuestros impuestos deben usarse para mejorar las condiciones intelectuales, deportivas, artísticas y no para promocionar programas de dudosa procedencia que nada tienen que ver con nuestras raíces, costumbres y creencias.
Pía López Sanabria
(De www.laprensa.com.ar)
martes, 12 de noviembre de 2024
lunes, 11 de noviembre de 2024
Mises vs. Marx
Ha sido Ludwig von Mises, posiblemente, el autor que realizó las críticas más completas al marxismo, ya que no sólo consideraba los errores filosóficos, económicos y políticos de tal ideología, sino que también iba al fondo de la cuestión al considerar los aspectos éticos y emocionales subyacentes a tal orientación filosófica. Algunos autores incluso comentan que hubo ciertos desencuentros entre Mises y Friedrich von Hayek precisamente por la postura extrema del primero, que por cierto estaba acertado en su actitud, como la historia demostró en forma suficiente.
A continuación de mencionan párrafos extraídos de “Marxismo desenmascarado” de Ludwig von Mises (Unión Editorial SA-Madrid 2020).
Marx creía que «los intereses» eran independientes de las ideas y pensamiento humano, Marx dijo que el socialismo era el sistema ideal para los proletarios, que el interés de las clases determinaba el pensamiento de la gente y que esta situación causaba irreconciliables conflictos entre las distintas clases. Marx entonces regresó al punto por donde había comenzado, que el socialismo era el sistema ideal.
El concepto fundamental del Manifiesto Comunista es ese de «Clases» y de «Lucha de clases», pero Marx no explicó lo que era una Clase. Marx murió en 1883, 35 años después de la publicación del Manifiesto Comunista, en esos 35 años realizó muchas publicaciones, pero en ninguna de ellas explica lo que él se refería por una clase.
De hecho, las «clases» no existen en la naturaleza, es nuestro pensamiento, al organizar en categorías, que construye el concepto de clases en nuestra mente. La pregunta no es si las clases sociales existen en el sentido de Karl Marx, la cuestión es si podemos utilizar el concepto de clases sociales en la forma en que Marx pretendía.
Marx no se dio cuenta de que la cuestión de los intereses de un individuo, o de una clase, no puede resolverse refiriéndose simplemente al hecho de que existe tal cosa como «los intereses», y que las personas actúan de acuerdo a dichos intereses. Dos preguntas debemos hacernos, uno, ¿hacia qué fin último se dirigen esos intereses de la gente? Y dos, ¿qué métodos quieren aplicar para alcanzar esos fines?
Marx señala las tácticas usadas por los sindicatos laborales como inefectivas, y decía, debían ser cambiadas. Parafraseando: «los sindicatos quieren mejorar las condiciones de los trabajadores dentro del sistema capitalista, esto es un sinsentido y una pérdida de tiempo. Trabajando dentro del marco del sistema capitalista no existe la posibilidad de mejora de las condiciones de los trabajadores. Lo máximo que los sindicatos pueden alcanzar de esta forma es sólo un pequeño éxito. Los sindicatos deben abandonar esta política conservadora y adoptar una política revolucionaria. Deben luchar por la abolición de la sociedad de salarios y trabajar por la llegada del socialismo».
Marx consideraba a los trabajadores no calificados como el tipo de mano de obra normal, y el trabajador cualificado como la excepción. Escribió en uno de sus libros que el progreso en la mejora tecnológica de las máquinas produce la desaparición de los especialistas porque las máquinas pueden ser operadas por cualquiera, no se necesita ninguna habilidad especial para operar una máquina. Por lo tanto, el tipo de hombre normal del futuro será el no-especialista.
Con respecto a muchas de sus ideas, Marx pertenecía a una anterior etapa de la humanidad, especialmente en la construcción de su filosofía de la historia. Marx sustituyó la evolución de la mente de Hegel por la evolución de los factores materialistas de producción; no se dio cuenta que los factores de producción, máquinas y herramientas, son producidas en la mente humana, y él decía que estas máquinas y herramientas inevitablemente traerían el socialismo. Su teoría ha sido llamada Materialismo Dialéctico.
Cuando a sus seguidores se les preguntaba si consideraban el entero proceso inevitable ¿por qué no apoyan la evolución en lugar de la revolución? Respondían, no existe la evolución de la vida, ¿no es el nacimiento de la vida en sí misma una revolución?
De acuerdo a Marx, la misión del Partido Socialista no era influir, sino simplemente ayudar a lo inevitable.
La teoría de Marx de la ideología fue confeccionada para desacreditar los escritos de la burguesía. Si los propietarios deben pensar de acuerdo al interés de clase, ¿qué significa que haya desacuerdo y discrepancia entre ellos mismos? La confusión hace la situación difícil de explicar. Cuando existe discrepancia entre los proletarios lo llaman «traidor social». En 1917, cuando Lenin intentó revolucionar el mundo entero, Karl Kautsky se opuso a la idea, y debido a esta discrepancia, esta importante figura del partido se convirtió de la noche a la mañana en un traidor social, y fue llamado tal cual, entre muchos otros nombres.
Esta idea es como esa de los racistas. Los fascistas alemanes decían que cierto conjunto de ideas políticas eran alemanas y que todo verdadero alemán debía pensar igual, así pensaban los nazis. De acuerdo a los nazis lo mejor era entrar en guerra con otros. Pero algunos alemanes, Kant, Goethe y Beethoven por ejemplo, tenían distintas ideas «no alemanas». Si toda persona alemana debe pensar de una forma determinada, ¿quién decidirá qué ideas son alemanas y cuáles no alemanas? La respuesta sólo puede ser que una «voz interior» es en última instancia el criterio, la regla. Esta posición necesariamente conduce a conflictos que resultan en guerras civiles o incluso guerras internacionales.
Había dos grupos de rusos, ambos considerados a sí mismos proletarios, los bolcheviques y los mencheviques. La única forma de resolver la discrepancia entre ellos era haciendo uso de la fuerza y la eliminación. Los bolcheviques ganaron. Luego, entre las filas de los comunistas bolcheviques aparecieron diferencias de opinión, por ejemplo entre Trotsky y Stalin, y la única forma de resolver estos conflictos fue una purga. Trotsky fue obligado a exiliarse, empujado hasta México, y allí en 1940 fue perseguido hasta la muerte. Stalin no creó nada, volvió al Marx revolucionario de 1859, no al Marx intervencionista de 1848.
Marx no era pacifista, no dijo que la guerra fuera algo malo, él sólo dijo que como los liberales habían dicho tal cosa, la guerra entre las naciones no tenía sentido. Marx dijo guerra, es decir, revolución, término con el que él quiere decir una guerra civil, considerada necesaria. Tampoco Frederick Engels era un pacifista; él estudiaba ciencia militar día tras día con el objetivo de prepararse para la misión que a sí mismo se había asignado como comandante en jefe de todas las naciones, como comandante en jefe de los proletarios de todos los países unidos. Recordad, este era el hombre que participaba en la caza del zorro vestido de marqués, y le decía a Marx que este era el mejor ejercicio para un futuro comandante.
Una de las razones por lo que las ideas de Marx eran mal entendidas entre el público fue la forma en cómo Engels las había explicado, por ejemplo, mirad el discurso que Engels dio en el entierro de Marx, «Marx descubrió la ley del desarrollo histórico de la humanidad, es decir, el simple hecho, hasta ahora oculto bajo los mantos ideológicos, de que los hombres deben comer, beber, tener ropa y cobijo antes de poder dedicarse a la política, a la ciencia, el arte o la religión». Y aunque sí, nadie puede negar esto, pero ahora si alguien dice algo en contra de las ideas marxistas, entonces ellos podrían decir, «¿cómo puede ser tan ingenuo para negar que uno tiene que comer antes que filosofar?».
También, está la teoría de las fuerzas productivas materialistas, pero no son capaces de dar una explicación de cómo se forman esas fuerzas. La teoría del materialismo dialéctico dice que las fuerzas productivas materialistas llegan al mundo, uno no sabe cómo llegan, ni de dónde vienen, pero resulta que son estas fuerzas productivas materialistas las que lo crean todo, es decir, la superestructura.
Los Estados, los gobiernos, los partidos conservadores, no siempre se oponían al socialismo, por el contrario, el personal del gobierno tenía un sesgo a favor de la expansión del poder del gobierno, incluso podemos decir que existe una tendencia o sesgo cognitivo por trabajar en el gobierno, y que consiste en que toda persona que trabaja en el gobierno busca, no cortar su trabajo o reducir el tamaño del Estado, sino lo contrario, se busca aumentar el tamaño del Estado y su poder.
En los primeros días del socialismo, los críticos del socialismo solían culpar a los socialistas por su ignorancia de la naturaleza humana. Una persona que tiene que ejecutar el plan de otro no es alguien a quien podamos llamar humano; ante esta crítica los socialistas respondieron «si la naturaleza humana está en contra del socialismo, entonces la naturaleza humana debe ser cambiada». Karl Kautsky dijo esto muchos años antes, pero no explicó cómo debía hacerse.
Todos planificamos, él planifica ir a trabajar, él planifica ir a casa, y él planea leer un libro, y planea mil cosas más, «un gran plan» elimina los planes de todos los demás. Entonces sólo un plan puede ser supremo. Si el «gran» plan y los planes de los individuos entran en conflicto, ¿el plan de quién será superior? ¿quién decide? ¡La policía decide! Y se deciden a favor del gran plan.
El enfoque de los conductistas dice «condicionaremos a las otras personas». Pero ¿quiénes son los «nosotros»? ¿Y quiénes son las «otras personas» hoy? Dicen, «las personas están condicionadas por muchas cosas, por el capitalismo, por la historia, por el bien, por gente buena, por gente mala, por la Iglesia, etc.». Esta filosofía no nos da ninguna respuesta más que la respuesta que nosotros ya hemos visto. Toda la idea de esta filosofía es que debemos aceptar lo que Karl Marx nos dijo porque tenía el gran don: se le concedió por la Providencia, por las fuerzas productivas materialistas, con el descubrimiento de la ley de la evolución histórica. Él sabe el fin hacia el que la historia dirige la humanidad. Esto conduce eventualmente al punto en que debemos aceptar la idea que el partido, el grupo, la banda, que ha derrotado a los demás por la fuerza de las armas es el gobernante correcto, que es llamado por las fuerzas productivas materialistas a «condicionar» a todas las demás personas.
La gente subestima el poder de las ideas, sin embargo, no hay nada más importante en el mundo que las ideas. Ideas y nada más será lo que decidirá el resultado de esta batalla intelectual. Es un error pensar que el resultado de esta batalla será determinado por cosas que no sean ideas.
A continuación de mencionan párrafos extraídos de “Marxismo desenmascarado” de Ludwig von Mises (Unión Editorial SA-Madrid 2020).
Marx creía que «los intereses» eran independientes de las ideas y pensamiento humano, Marx dijo que el socialismo era el sistema ideal para los proletarios, que el interés de las clases determinaba el pensamiento de la gente y que esta situación causaba irreconciliables conflictos entre las distintas clases. Marx entonces regresó al punto por donde había comenzado, que el socialismo era el sistema ideal.
El concepto fundamental del Manifiesto Comunista es ese de «Clases» y de «Lucha de clases», pero Marx no explicó lo que era una Clase. Marx murió en 1883, 35 años después de la publicación del Manifiesto Comunista, en esos 35 años realizó muchas publicaciones, pero en ninguna de ellas explica lo que él se refería por una clase.
De hecho, las «clases» no existen en la naturaleza, es nuestro pensamiento, al organizar en categorías, que construye el concepto de clases en nuestra mente. La pregunta no es si las clases sociales existen en el sentido de Karl Marx, la cuestión es si podemos utilizar el concepto de clases sociales en la forma en que Marx pretendía.
Marx no se dio cuenta de que la cuestión de los intereses de un individuo, o de una clase, no puede resolverse refiriéndose simplemente al hecho de que existe tal cosa como «los intereses», y que las personas actúan de acuerdo a dichos intereses. Dos preguntas debemos hacernos, uno, ¿hacia qué fin último se dirigen esos intereses de la gente? Y dos, ¿qué métodos quieren aplicar para alcanzar esos fines?
Marx señala las tácticas usadas por los sindicatos laborales como inefectivas, y decía, debían ser cambiadas. Parafraseando: «los sindicatos quieren mejorar las condiciones de los trabajadores dentro del sistema capitalista, esto es un sinsentido y una pérdida de tiempo. Trabajando dentro del marco del sistema capitalista no existe la posibilidad de mejora de las condiciones de los trabajadores. Lo máximo que los sindicatos pueden alcanzar de esta forma es sólo un pequeño éxito. Los sindicatos deben abandonar esta política conservadora y adoptar una política revolucionaria. Deben luchar por la abolición de la sociedad de salarios y trabajar por la llegada del socialismo».
Marx consideraba a los trabajadores no calificados como el tipo de mano de obra normal, y el trabajador cualificado como la excepción. Escribió en uno de sus libros que el progreso en la mejora tecnológica de las máquinas produce la desaparición de los especialistas porque las máquinas pueden ser operadas por cualquiera, no se necesita ninguna habilidad especial para operar una máquina. Por lo tanto, el tipo de hombre normal del futuro será el no-especialista.
Con respecto a muchas de sus ideas, Marx pertenecía a una anterior etapa de la humanidad, especialmente en la construcción de su filosofía de la historia. Marx sustituyó la evolución de la mente de Hegel por la evolución de los factores materialistas de producción; no se dio cuenta que los factores de producción, máquinas y herramientas, son producidas en la mente humana, y él decía que estas máquinas y herramientas inevitablemente traerían el socialismo. Su teoría ha sido llamada Materialismo Dialéctico.
Cuando a sus seguidores se les preguntaba si consideraban el entero proceso inevitable ¿por qué no apoyan la evolución en lugar de la revolución? Respondían, no existe la evolución de la vida, ¿no es el nacimiento de la vida en sí misma una revolución?
De acuerdo a Marx, la misión del Partido Socialista no era influir, sino simplemente ayudar a lo inevitable.
La teoría de Marx de la ideología fue confeccionada para desacreditar los escritos de la burguesía. Si los propietarios deben pensar de acuerdo al interés de clase, ¿qué significa que haya desacuerdo y discrepancia entre ellos mismos? La confusión hace la situación difícil de explicar. Cuando existe discrepancia entre los proletarios lo llaman «traidor social». En 1917, cuando Lenin intentó revolucionar el mundo entero, Karl Kautsky se opuso a la idea, y debido a esta discrepancia, esta importante figura del partido se convirtió de la noche a la mañana en un traidor social, y fue llamado tal cual, entre muchos otros nombres.
Esta idea es como esa de los racistas. Los fascistas alemanes decían que cierto conjunto de ideas políticas eran alemanas y que todo verdadero alemán debía pensar igual, así pensaban los nazis. De acuerdo a los nazis lo mejor era entrar en guerra con otros. Pero algunos alemanes, Kant, Goethe y Beethoven por ejemplo, tenían distintas ideas «no alemanas». Si toda persona alemana debe pensar de una forma determinada, ¿quién decidirá qué ideas son alemanas y cuáles no alemanas? La respuesta sólo puede ser que una «voz interior» es en última instancia el criterio, la regla. Esta posición necesariamente conduce a conflictos que resultan en guerras civiles o incluso guerras internacionales.
Había dos grupos de rusos, ambos considerados a sí mismos proletarios, los bolcheviques y los mencheviques. La única forma de resolver la discrepancia entre ellos era haciendo uso de la fuerza y la eliminación. Los bolcheviques ganaron. Luego, entre las filas de los comunistas bolcheviques aparecieron diferencias de opinión, por ejemplo entre Trotsky y Stalin, y la única forma de resolver estos conflictos fue una purga. Trotsky fue obligado a exiliarse, empujado hasta México, y allí en 1940 fue perseguido hasta la muerte. Stalin no creó nada, volvió al Marx revolucionario de 1859, no al Marx intervencionista de 1848.
Marx no era pacifista, no dijo que la guerra fuera algo malo, él sólo dijo que como los liberales habían dicho tal cosa, la guerra entre las naciones no tenía sentido. Marx dijo guerra, es decir, revolución, término con el que él quiere decir una guerra civil, considerada necesaria. Tampoco Frederick Engels era un pacifista; él estudiaba ciencia militar día tras día con el objetivo de prepararse para la misión que a sí mismo se había asignado como comandante en jefe de todas las naciones, como comandante en jefe de los proletarios de todos los países unidos. Recordad, este era el hombre que participaba en la caza del zorro vestido de marqués, y le decía a Marx que este era el mejor ejercicio para un futuro comandante.
Una de las razones por lo que las ideas de Marx eran mal entendidas entre el público fue la forma en cómo Engels las había explicado, por ejemplo, mirad el discurso que Engels dio en el entierro de Marx, «Marx descubrió la ley del desarrollo histórico de la humanidad, es decir, el simple hecho, hasta ahora oculto bajo los mantos ideológicos, de que los hombres deben comer, beber, tener ropa y cobijo antes de poder dedicarse a la política, a la ciencia, el arte o la religión». Y aunque sí, nadie puede negar esto, pero ahora si alguien dice algo en contra de las ideas marxistas, entonces ellos podrían decir, «¿cómo puede ser tan ingenuo para negar que uno tiene que comer antes que filosofar?».
También, está la teoría de las fuerzas productivas materialistas, pero no son capaces de dar una explicación de cómo se forman esas fuerzas. La teoría del materialismo dialéctico dice que las fuerzas productivas materialistas llegan al mundo, uno no sabe cómo llegan, ni de dónde vienen, pero resulta que son estas fuerzas productivas materialistas las que lo crean todo, es decir, la superestructura.
Los Estados, los gobiernos, los partidos conservadores, no siempre se oponían al socialismo, por el contrario, el personal del gobierno tenía un sesgo a favor de la expansión del poder del gobierno, incluso podemos decir que existe una tendencia o sesgo cognitivo por trabajar en el gobierno, y que consiste en que toda persona que trabaja en el gobierno busca, no cortar su trabajo o reducir el tamaño del Estado, sino lo contrario, se busca aumentar el tamaño del Estado y su poder.
En los primeros días del socialismo, los críticos del socialismo solían culpar a los socialistas por su ignorancia de la naturaleza humana. Una persona que tiene que ejecutar el plan de otro no es alguien a quien podamos llamar humano; ante esta crítica los socialistas respondieron «si la naturaleza humana está en contra del socialismo, entonces la naturaleza humana debe ser cambiada». Karl Kautsky dijo esto muchos años antes, pero no explicó cómo debía hacerse.
Todos planificamos, él planifica ir a trabajar, él planifica ir a casa, y él planea leer un libro, y planea mil cosas más, «un gran plan» elimina los planes de todos los demás. Entonces sólo un plan puede ser supremo. Si el «gran» plan y los planes de los individuos entran en conflicto, ¿el plan de quién será superior? ¿quién decide? ¡La policía decide! Y se deciden a favor del gran plan.
El enfoque de los conductistas dice «condicionaremos a las otras personas». Pero ¿quiénes son los «nosotros»? ¿Y quiénes son las «otras personas» hoy? Dicen, «las personas están condicionadas por muchas cosas, por el capitalismo, por la historia, por el bien, por gente buena, por gente mala, por la Iglesia, etc.». Esta filosofía no nos da ninguna respuesta más que la respuesta que nosotros ya hemos visto. Toda la idea de esta filosofía es que debemos aceptar lo que Karl Marx nos dijo porque tenía el gran don: se le concedió por la Providencia, por las fuerzas productivas materialistas, con el descubrimiento de la ley de la evolución histórica. Él sabe el fin hacia el que la historia dirige la humanidad. Esto conduce eventualmente al punto en que debemos aceptar la idea que el partido, el grupo, la banda, que ha derrotado a los demás por la fuerza de las armas es el gobernante correcto, que es llamado por las fuerzas productivas materialistas a «condicionar» a todas las demás personas.
La gente subestima el poder de las ideas, sin embargo, no hay nada más importante en el mundo que las ideas. Ideas y nada más será lo que decidirá el resultado de esta batalla intelectual. Es un error pensar que el resultado de esta batalla será determinado por cosas que no sean ideas.
domingo, 10 de noviembre de 2024
Ideologías que no funcionan
Si consideramos que una ideología es un conjunto organizado de ideas (algo similar a una teoría científica axiomática), puede decirse que encontraremos ideologías con fundamento científico e ideologías sin ese fundamento; ideologías compatibles con la realidad e ideologías incompatibles (en diversos grados). De ahí que sería beneficioso que las ideologías poco adaptadas a la realidad fueran dejadas de lado, principalmente cuando producen pésimos resultados al ponerlas en práctica. Por lo general, las diversas ideologías se aceptan o se rechazan mediante una fe positiva o una fe negativa, respectivamente, sin tener en cuenta la coherencia lógica interna y mucho menos, sin tener en cuenta sus resultados concretos.
En cuanto a la veracidad de las opiniones de los filósofos, debe tenerse presente que, por lo general, excluyen los datos precisos y concretos de la realidad, por lo que inspiran poca confianza. Así, Karl Marx sostiene que el sistema capitalista, para mantener su vigencia, le concede a los empleados tan sólo lo necesario para su subsistencia. Si acaso ello siempre ocurriera, el "capitalista explotador" podría quedarse sin su mejor factor de la producción y habría de sucumbir empresarialmente ante esa pérdida. Es por ello que los empresarios en competencia en el mercado, por el contrario, tratan en lo posible de mantener a su capital humano en lugar de intentar pagarle lo menos posible, como supone la mayoría de la gente. Es un caso similar al de los clubes de fútbol; si los clubes les pagaran muy poco a sus jugadores, éstos buscarán de inmediato otros clubes, perjudicándose los clubes de origen simultáneamente en que favorecen a los clubes competidores.
En otra parte, Marx afirma que los asalariados cada vez ganarán menos hasta vivir en condiciones de extrema pobreza, lo que resulta contradictorio con lo anterior. En realidad, el nivel de salarios está en función del nivel de capital productivo invertido, siendo esa realidad desconocida por Marx. A mayor capital, mayor nivel de salarios. Al respecto, Ludwig von Mises escribió: "Marx creía en la Ley de Hierro de los Salarios (Iron Law of Wages); él tomó esta idea como uno de los fundamentos de su teoría económica. La ley de hierro de los salarios sigue viva en muchos libros de texto, en la mente de muchos políticos y, consecuentemente, en muchas de nuestras leyes. De acuerdo a esta ley, el nivel de salarios es determinado por la cantidad de comida y otras cosas necesarias requeridas para la manutención y reproducción de la vida, para mantener a los hijos de los trabajadores hasta que ellos puedan trabajar por sí mismos en las fábricas".
"Si el nivel de salarios aumenta por encima de este punto, el número de trabajadores se incrementaría y el aumento de trabajadores tiraría los salarios a la baja otra vez. Los salarios no pueden caer por debajo de este punto porque entonces se daría una escasez de mano de obra. Esta ley considera a los trabajadores como una especie de microbios o ratones, sin libertad de elección o capacidad de elegir. Si tu piensas que es absolutamente imposible bajo el sistema capitalista que los salarios se desvíen de ese nivel, ¿cómo es que entonces puedes seguir hablando, como hacía Marx, sobre el progresivo empobrecimiento de los trabajadores, de ser inevitable?".
"Existe una contradicción total entre la idea marxista de la ley de hierro del nivel de salarios, según la cual los salarios se mantendrán en un nivel en el que será suficiente para mantener la subsistencia de los trabajadores, y su filosofía de la historia, que sostiene que los trabajadores serán más y más empobrecidos hasta que sean conducidos a una rebelión, y por ende trayendo al socialismo. Por supuesto, ambas teorias son insostenibles. Incluso 50 años atrás los más prominentes escritores socialistas se vieron obligados a reconstruir sus ideas en un intento por apoyar sus teorías. Lo que es increíble, es que durante un siglo, desde los escritos de Marx, nadie ha señalado esta contradicción, y esta no es la única contradicción en las ideas de Marx".
"Lo que realmente destrozó a Marx fue su idea del progresivo empobrecimiento de los trabajadores. Marx no se dio cuenta de que la característica más importante del capitalismo es la producción a gran escala para las necesidades de las masas; el principal objetivo de los capitalistas es producir para el mayor número de personas, ni tampoco vió cómo bajo el capitalismo el cliente siempre tiene razón. En su posición como ganador del salario, el trabajador no puede determinar lo que debe hacerse. Pero en su posición como cliente él es realmente el jefe, y le dice al jefe, el emprendedor, lo que debe hacer. Su jefe debe obedecer las órdenes de sus trabajadores en la forma en que son miembros del público comprador".
"La señora Beatriz Webb, como otros socialistas, era la hija de un hombre de negocios bienhechor. Como otros socialistas, ella pensó que su padre era un autócrata que daba órdenes a todo el mundo, y ella no se daba cuenta de que su padre estaba sujeto a la soberanía y órdenes de sus clientes en el mercado. La gran señora Webb no era más inteligente que el más ingenuo de los carteros, que sólo ve que su jefe le da órdenes" (De "Marxismo desenmascarado"-Unión Editorial SA-Madrid 2020).
El capitalismo es considerado por Jorge Bergoglio como una "economía criminal". Si desaparecieran los pobres, y al igual que los dictadores socialistas, la Iglesia Católica se quedaría "sin clientela", de ahí la prédica socialista del principal ideólogo a nivel mundial. Para mantener en vigencia a los sistemas totalitarios, Bergoglio recomienda a la gente "dialogar" con los gobernantes; de lo contrario, en los países democráticos, recomienda "hagan lío".
En cuanto a la veracidad de las opiniones de los filósofos, debe tenerse presente que, por lo general, excluyen los datos precisos y concretos de la realidad, por lo que inspiran poca confianza. Así, Karl Marx sostiene que el sistema capitalista, para mantener su vigencia, le concede a los empleados tan sólo lo necesario para su subsistencia. Si acaso ello siempre ocurriera, el "capitalista explotador" podría quedarse sin su mejor factor de la producción y habría de sucumbir empresarialmente ante esa pérdida. Es por ello que los empresarios en competencia en el mercado, por el contrario, tratan en lo posible de mantener a su capital humano en lugar de intentar pagarle lo menos posible, como supone la mayoría de la gente. Es un caso similar al de los clubes de fútbol; si los clubes les pagaran muy poco a sus jugadores, éstos buscarán de inmediato otros clubes, perjudicándose los clubes de origen simultáneamente en que favorecen a los clubes competidores.
En otra parte, Marx afirma que los asalariados cada vez ganarán menos hasta vivir en condiciones de extrema pobreza, lo que resulta contradictorio con lo anterior. En realidad, el nivel de salarios está en función del nivel de capital productivo invertido, siendo esa realidad desconocida por Marx. A mayor capital, mayor nivel de salarios. Al respecto, Ludwig von Mises escribió: "Marx creía en la Ley de Hierro de los Salarios (Iron Law of Wages); él tomó esta idea como uno de los fundamentos de su teoría económica. La ley de hierro de los salarios sigue viva en muchos libros de texto, en la mente de muchos políticos y, consecuentemente, en muchas de nuestras leyes. De acuerdo a esta ley, el nivel de salarios es determinado por la cantidad de comida y otras cosas necesarias requeridas para la manutención y reproducción de la vida, para mantener a los hijos de los trabajadores hasta que ellos puedan trabajar por sí mismos en las fábricas".
"Si el nivel de salarios aumenta por encima de este punto, el número de trabajadores se incrementaría y el aumento de trabajadores tiraría los salarios a la baja otra vez. Los salarios no pueden caer por debajo de este punto porque entonces se daría una escasez de mano de obra. Esta ley considera a los trabajadores como una especie de microbios o ratones, sin libertad de elección o capacidad de elegir. Si tu piensas que es absolutamente imposible bajo el sistema capitalista que los salarios se desvíen de ese nivel, ¿cómo es que entonces puedes seguir hablando, como hacía Marx, sobre el progresivo empobrecimiento de los trabajadores, de ser inevitable?".
"Existe una contradicción total entre la idea marxista de la ley de hierro del nivel de salarios, según la cual los salarios se mantendrán en un nivel en el que será suficiente para mantener la subsistencia de los trabajadores, y su filosofía de la historia, que sostiene que los trabajadores serán más y más empobrecidos hasta que sean conducidos a una rebelión, y por ende trayendo al socialismo. Por supuesto, ambas teorias son insostenibles. Incluso 50 años atrás los más prominentes escritores socialistas se vieron obligados a reconstruir sus ideas en un intento por apoyar sus teorías. Lo que es increíble, es que durante un siglo, desde los escritos de Marx, nadie ha señalado esta contradicción, y esta no es la única contradicción en las ideas de Marx".
"Lo que realmente destrozó a Marx fue su idea del progresivo empobrecimiento de los trabajadores. Marx no se dio cuenta de que la característica más importante del capitalismo es la producción a gran escala para las necesidades de las masas; el principal objetivo de los capitalistas es producir para el mayor número de personas, ni tampoco vió cómo bajo el capitalismo el cliente siempre tiene razón. En su posición como ganador del salario, el trabajador no puede determinar lo que debe hacerse. Pero en su posición como cliente él es realmente el jefe, y le dice al jefe, el emprendedor, lo que debe hacer. Su jefe debe obedecer las órdenes de sus trabajadores en la forma en que son miembros del público comprador".
"La señora Beatriz Webb, como otros socialistas, era la hija de un hombre de negocios bienhechor. Como otros socialistas, ella pensó que su padre era un autócrata que daba órdenes a todo el mundo, y ella no se daba cuenta de que su padre estaba sujeto a la soberanía y órdenes de sus clientes en el mercado. La gran señora Webb no era más inteligente que el más ingenuo de los carteros, que sólo ve que su jefe le da órdenes" (De "Marxismo desenmascarado"-Unión Editorial SA-Madrid 2020).
El capitalismo es considerado por Jorge Bergoglio como una "economía criminal". Si desaparecieran los pobres, y al igual que los dictadores socialistas, la Iglesia Católica se quedaría "sin clientela", de ahí la prédica socialista del principal ideólogo a nivel mundial. Para mantener en vigencia a los sistemas totalitarios, Bergoglio recomienda a la gente "dialogar" con los gobernantes; de lo contrario, en los países democráticos, recomienda "hagan lío".
jueves, 7 de noviembre de 2024
Jorge Luis Borges y la religión
ENTREVISTA (realizada en los años 60)
Periodista: Hablemos un poquito de Dios. ¿Usted cree en Dios?
Borges: Sí, pero no en un Dios personal, Creo que hay un propósito moral en el Universo. En todo caso, debemos obrar como si hubiera un propósito moral. Pero no creo en castigos ni recompensas.
P: Si hay un propósito moral, tiene que haber justicia. ¿Usted cree que hay justicia en el Universo?
B: Somos nosotros los que debemos obrar con justicia. Un castigo o una recompensa son humillaciones. Creo que de igual manera que al tratar con otra persona debemos obrar con nuestro criterio, y no con la conducta del otro; así debemos obrar con respecto al Universo.
P: Me parece algo oscuro, ¿a usted no?
B: Si algo es de difícil definición debe considerarse oscuro. A Unamuno, por ejemplo, le interesaba muchísimo la idea de una inmortalidad personal. A mí no. Yo lo que creo es que el sentido del Bien y del Mal es algo profundo. Stevenson dice que hay actos que una hormiga no puede cometer en el sentido de que no quiere cometerlos…
P: ¿Es lo que los católicos llaman «la ley natural»?
B: Sí, es eso. Stevenson dice que un marinero, por ejemplo, por analfabeto que sea y aunque esté borracho, es capaz de salvar a un compañero de morir ahogado, o que un soldado debe defender a su bandera, porque los dos así lo sienten, aunque no puedan razonarlo. Es decir, hay una ley moral que está más allá de la razón.
P: Eso se parece mucho a la «ley natural» de los católicos, aunque usted dice que no es católico
B: Así es; no lo soy
P: ¿Cristiano?
B: Mmm, no sé
P: Cuénteme, Borges, su mamá, ¿qué es?, su papá, ¿qué fue?
B: Mi padre era un spenceriano liberal; mi madre es católica. Yo ni católico ni cristiano. En fin, si puedo llamarme cristiano, tiendo más a ser protestante que católico. Mire, no quiero desatar una guerra carlista… lo que le puedo decir es que, en materia de religión, conviene pertenecer a las minorías, porque las minorías están obligadas a ser tolerantes; en cambio, las mayorías casi siempre han impuesto sus verdades por la fuerza, lo que me parece justo desde sus puntos de vista, porque si yo creo que cuatro y tres son siete, y tengo la fuerza de mi lado, no voy a permitir que un minoritario cualquiera venga a decirme que son seis o nueve. Por eso le digo: hay que pertenecer a minorías; uno está obligado entonces a tolerar que dos más dos sumen cinco, lo que no deja de ser encantador; ¿no le parece?
P: Me parece
B: Ahora, claro, hay católicos y católicos. Mi madre, por ejemplo, es tan tolerante que es, como yo, pro judía. Cuando la última guerra, fue a visitarla el embajador de Israel a su casa de Charcas y Maipú y, claro, el hombre estaba asustado, temeroso, y entonces mi mamá lo tranquilizó, o intentó tranquilizarlo, diciéndole que estaba segura de que no iba a pasar nada y cuando se despidieron mi madre le dijo: “Vaya, ahora, y récele a su paisana la Virgen”, ahí en La Merced, porque ahí tiene, ¿ve?, tengo una sobrina que se indigna cuando me oye decir que Cristo, María, los apóstoles, San Pablo, eran todos judíos…; en cambio, mi madre, no. Es muy católica, pero es tolerante, y esas cosas las entiende perfectamente bien. Más allá de mis preferencias, además, me parece indiscutible que hay dos pueblos esenciales en lo que respecta a la formación de la cultura occidental: Grecia e Israel. La filosofía se la debemos a los griegos, y a los judíos nada menos que la Biblia, y no sólo la religión católica es una rama de ese tronco, sino también la musulmana y todas las protestantes. ¿Cómo no voy a ser pro judío?
P: Bueno…entonces es una preferencia, ¿Por qué dice «más allá de mis preferencias»?
B: Porque a mí me puede gustar el café o el dulce de leche, y a usted no, pero el reconocimiento a Grecia y al pueblo judío está más allá de mis preferencias y de las suyas; es una forma del Universo.
(De “El mundo de Borges”-Diario Ámbito Financiero-Buenos Aires 1985).
En la misma revista aparece el siguiente escrito de Borges:
ME ATRAE EL PROTESTANTISMO
Podemos creer o no creer en el cristianismo, pero es indudable que procede del judaísmo. Siendo católico, me siento atraído al protestantismo. Yo creo que lo que me atrae en el protestantismo, o en algunas formas de protestantismo, es la ausencia de una jerarquía. Quiero decir que lo que atrae a mucha gente hacia la Iglesia Católica –la pompa, la liturgia, las jerarquías eclesiásticas, los esplendores de la arquitectura- eso es precisamente lo que me aleja a mí. Como dije, yo no sé si soy cristiano, pero si lo soy, lo soy de un modo que está más cerca del metodismo que de la Iglesia Católica. Y digo esto con todo respeto. Expreso lo que siento, una propensión, una tendencia de mi espíritu.
Creo que el movimiento actual de la Iglesia Católica corresponde a una debilidad. Cuando la Iglesia era fuerte, no era tolerante; cuando la Iglesia era fuerte, quemaba y perseguía. Pero creo que en buena parte la tolerancia de la Iglesia corresponde a debilidad, y no porque sea más broad-minded [de miras amplias], porque no puede serlo. Las Iglesias –cualquiera que sea, católica, protestante- no han sido tolerantes y además no tienen por qué ser tolerantes. Si yo creo estar en posesión de la verdad, no tengo por qué ser tolerante con aquellos que están arriesgando su salvación creyendo en errores; al contrario, casi tengo la obligación de perseguirlos. No puedo decir: “No es importante que usted sea protestante porque al final todos somos hermanos de Cristo”. No. Decir eso ya es muestra de escepticismo.
Periodista: Hablemos un poquito de Dios. ¿Usted cree en Dios?
Borges: Sí, pero no en un Dios personal, Creo que hay un propósito moral en el Universo. En todo caso, debemos obrar como si hubiera un propósito moral. Pero no creo en castigos ni recompensas.
P: Si hay un propósito moral, tiene que haber justicia. ¿Usted cree que hay justicia en el Universo?
B: Somos nosotros los que debemos obrar con justicia. Un castigo o una recompensa son humillaciones. Creo que de igual manera que al tratar con otra persona debemos obrar con nuestro criterio, y no con la conducta del otro; así debemos obrar con respecto al Universo.
P: Me parece algo oscuro, ¿a usted no?
B: Si algo es de difícil definición debe considerarse oscuro. A Unamuno, por ejemplo, le interesaba muchísimo la idea de una inmortalidad personal. A mí no. Yo lo que creo es que el sentido del Bien y del Mal es algo profundo. Stevenson dice que hay actos que una hormiga no puede cometer en el sentido de que no quiere cometerlos…
P: ¿Es lo que los católicos llaman «la ley natural»?
B: Sí, es eso. Stevenson dice que un marinero, por ejemplo, por analfabeto que sea y aunque esté borracho, es capaz de salvar a un compañero de morir ahogado, o que un soldado debe defender a su bandera, porque los dos así lo sienten, aunque no puedan razonarlo. Es decir, hay una ley moral que está más allá de la razón.
P: Eso se parece mucho a la «ley natural» de los católicos, aunque usted dice que no es católico
B: Así es; no lo soy
P: ¿Cristiano?
B: Mmm, no sé
P: Cuénteme, Borges, su mamá, ¿qué es?, su papá, ¿qué fue?
B: Mi padre era un spenceriano liberal; mi madre es católica. Yo ni católico ni cristiano. En fin, si puedo llamarme cristiano, tiendo más a ser protestante que católico. Mire, no quiero desatar una guerra carlista… lo que le puedo decir es que, en materia de religión, conviene pertenecer a las minorías, porque las minorías están obligadas a ser tolerantes; en cambio, las mayorías casi siempre han impuesto sus verdades por la fuerza, lo que me parece justo desde sus puntos de vista, porque si yo creo que cuatro y tres son siete, y tengo la fuerza de mi lado, no voy a permitir que un minoritario cualquiera venga a decirme que son seis o nueve. Por eso le digo: hay que pertenecer a minorías; uno está obligado entonces a tolerar que dos más dos sumen cinco, lo que no deja de ser encantador; ¿no le parece?
P: Me parece
B: Ahora, claro, hay católicos y católicos. Mi madre, por ejemplo, es tan tolerante que es, como yo, pro judía. Cuando la última guerra, fue a visitarla el embajador de Israel a su casa de Charcas y Maipú y, claro, el hombre estaba asustado, temeroso, y entonces mi mamá lo tranquilizó, o intentó tranquilizarlo, diciéndole que estaba segura de que no iba a pasar nada y cuando se despidieron mi madre le dijo: “Vaya, ahora, y récele a su paisana la Virgen”, ahí en La Merced, porque ahí tiene, ¿ve?, tengo una sobrina que se indigna cuando me oye decir que Cristo, María, los apóstoles, San Pablo, eran todos judíos…; en cambio, mi madre, no. Es muy católica, pero es tolerante, y esas cosas las entiende perfectamente bien. Más allá de mis preferencias, además, me parece indiscutible que hay dos pueblos esenciales en lo que respecta a la formación de la cultura occidental: Grecia e Israel. La filosofía se la debemos a los griegos, y a los judíos nada menos que la Biblia, y no sólo la religión católica es una rama de ese tronco, sino también la musulmana y todas las protestantes. ¿Cómo no voy a ser pro judío?
P: Bueno…entonces es una preferencia, ¿Por qué dice «más allá de mis preferencias»?
B: Porque a mí me puede gustar el café o el dulce de leche, y a usted no, pero el reconocimiento a Grecia y al pueblo judío está más allá de mis preferencias y de las suyas; es una forma del Universo.
(De “El mundo de Borges”-Diario Ámbito Financiero-Buenos Aires 1985).
En la misma revista aparece el siguiente escrito de Borges:
ME ATRAE EL PROTESTANTISMO
Podemos creer o no creer en el cristianismo, pero es indudable que procede del judaísmo. Siendo católico, me siento atraído al protestantismo. Yo creo que lo que me atrae en el protestantismo, o en algunas formas de protestantismo, es la ausencia de una jerarquía. Quiero decir que lo que atrae a mucha gente hacia la Iglesia Católica –la pompa, la liturgia, las jerarquías eclesiásticas, los esplendores de la arquitectura- eso es precisamente lo que me aleja a mí. Como dije, yo no sé si soy cristiano, pero si lo soy, lo soy de un modo que está más cerca del metodismo que de la Iglesia Católica. Y digo esto con todo respeto. Expreso lo que siento, una propensión, una tendencia de mi espíritu.
Creo que el movimiento actual de la Iglesia Católica corresponde a una debilidad. Cuando la Iglesia era fuerte, no era tolerante; cuando la Iglesia era fuerte, quemaba y perseguía. Pero creo que en buena parte la tolerancia de la Iglesia corresponde a debilidad, y no porque sea más broad-minded [de miras amplias], porque no puede serlo. Las Iglesias –cualquiera que sea, católica, protestante- no han sido tolerantes y además no tienen por qué ser tolerantes. Si yo creo estar en posesión de la verdad, no tengo por qué ser tolerante con aquellos que están arriesgando su salvación creyendo en errores; al contrario, casi tengo la obligación de perseguirlos. No puedo decir: “No es importante que usted sea protestante porque al final todos somos hermanos de Cristo”. No. Decir eso ya es muestra de escepticismo.
miércoles, 6 de noviembre de 2024
Conformación de actitudes y libre albedrío
Nuestra actitud característica, que nos orienta y predispone a la acción, depende de nuestros atributos biológicos heredados y también de la influencia de nuestro medio familiar y social. Al respecto, Leo Kanner escribió: “Las actitudes son creadas por las actitudes de los demás, que influyen en ellas y pueden modificarlas, favorable o desfavorablemente; éstas son, por consiguiente, determinantes esenciales del desarrollo de la personalidad y de la conducta”.
“Las actitudes de los demás son tan importantes en la psicología y la psicopatología, como los agentes bacterianos y tóxicos y las drogas medicamentosas en la salud y la enfermedad del cuerpo. Actúan sobre el niño desde que nace, e incluso pueden comenzar a trazar un molde de fuerzas mucho antes de que la criatura haya sido concebida. Lo cual es totalmente distinto de la supersticiosa creencia en las «influencias prenatales», tomada de la astrología o el folklore. El valor de las actitudes de los demás como fuerza motivadora ha sido demostrada muchas veces” (De “Psicología de las actitudes”-Varios Autores-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 1967).
Al existir leyes naturales que rigen todo lo existente, incluso a nuestras conductas personales, surge el interrogante acerca de si existe la libertad de elección o bien, de alguna forma, estamos determinados por el resto de nuestros días. Una ley natural es el vínculo permanente entre estímulo y respuesta, o entre causa y efecto, por lo que la actitud característica es una de esas leyes. Generalmente se asocia el determinismo a la existencia de leyes naturales causales, si bien las condiciones iniciales en toda secuencia de causas y efectos debe también tenerse presente. La existencia de leyes causales no implica necesariamente un estricto determinismo, es decir, un futuro que se ha de cumplir indefectiblemente en forma independiente a nuestros gustos y deseos.
Si no existe tal determinismo estricto, ello implica la existencia de libertad de elección o libre albedrío. Y esto podemos vincularlo a la conformación de nuestras actitudes. Si nuestra actitud depende de las actitudes de otras personas, y las actitudes de esas personas, a su vez, dependen de las actitudes de otras personas, llegamos a la evidente conclusión que nuestras acciones y decisiones dependen de la influencia de una infinidad de personas, si bien tal dependencia puede ser ínfima en muchos casos.
No existiría la libertad de elección si un Dios interviniente en los acontecimientos humanos “corrigiera” o “dirigiera” nuestras acciones, siendo la principal causa de lo que nos ha de suceder. De ahí el fatalismo admitido por los seguidores de Mahoma (y por muchos cristianos). Para no complicarnos con discusiones que poco aclaran las cosas, debemos tener presente, sobre todo, lo que antes se dijo, es decir, que nuestra actitud depende de la influencia, en el pasado y en el presente, de una infinidad de actitudes asociadas a otras personas.
“Las actitudes de los demás son tan importantes en la psicología y la psicopatología, como los agentes bacterianos y tóxicos y las drogas medicamentosas en la salud y la enfermedad del cuerpo. Actúan sobre el niño desde que nace, e incluso pueden comenzar a trazar un molde de fuerzas mucho antes de que la criatura haya sido concebida. Lo cual es totalmente distinto de la supersticiosa creencia en las «influencias prenatales», tomada de la astrología o el folklore. El valor de las actitudes de los demás como fuerza motivadora ha sido demostrada muchas veces” (De “Psicología de las actitudes”-Varios Autores-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 1967).
Al existir leyes naturales que rigen todo lo existente, incluso a nuestras conductas personales, surge el interrogante acerca de si existe la libertad de elección o bien, de alguna forma, estamos determinados por el resto de nuestros días. Una ley natural es el vínculo permanente entre estímulo y respuesta, o entre causa y efecto, por lo que la actitud característica es una de esas leyes. Generalmente se asocia el determinismo a la existencia de leyes naturales causales, si bien las condiciones iniciales en toda secuencia de causas y efectos debe también tenerse presente. La existencia de leyes causales no implica necesariamente un estricto determinismo, es decir, un futuro que se ha de cumplir indefectiblemente en forma independiente a nuestros gustos y deseos.
Si no existe tal determinismo estricto, ello implica la existencia de libertad de elección o libre albedrío. Y esto podemos vincularlo a la conformación de nuestras actitudes. Si nuestra actitud depende de las actitudes de otras personas, y las actitudes de esas personas, a su vez, dependen de las actitudes de otras personas, llegamos a la evidente conclusión que nuestras acciones y decisiones dependen de la influencia de una infinidad de personas, si bien tal dependencia puede ser ínfima en muchos casos.
No existiría la libertad de elección si un Dios interviniente en los acontecimientos humanos “corrigiera” o “dirigiera” nuestras acciones, siendo la principal causa de lo que nos ha de suceder. De ahí el fatalismo admitido por los seguidores de Mahoma (y por muchos cristianos). Para no complicarnos con discusiones que poco aclaran las cosas, debemos tener presente, sobre todo, lo que antes se dijo, es decir, que nuestra actitud depende de la influencia, en el pasado y en el presente, de una infinidad de actitudes asociadas a otras personas.
lunes, 4 de noviembre de 2024
La actitud como respuesta característica
Así como existirían tantas huellas digitales distintas como personas existan, en principio, puede decirse que existirán tantas actitudes características como personas existan. Tal actitud, considerada como una respuesta típica o personal ante diversos estímulos, es un atributo imprescindible para conocer a las personas.
Dicha respuesta depende de todo lo que llevamos depositado en nuestro cerebro, por lo que depende tanto del pasado como del presente y de lo biológicamente heredado como de lo culturalmente adquirido. La definición más general será:
Actitud característica = Respuesta / Estímulo
De ahí que toda acción humana puede expresarse como:
Acción (Respuesta) = Actitud característica x Estímulo
A continuación se menciona la opinión de un reconocido psicólogo social:
CONCEPTO DE ACTITUD
Por Kimball Young
Por desgracia, el término actitud tiene dos significados, uno amplio y otro estrecho. Fue usado primero en un sentido bastante limitado, para indicar una predisposición motriz y mental a la acción. Después se lo empleó con un alcance algo mayor, para señalar tendencias reactivas específicas o generalizadas, que influyen sobre la interpretación de nuevas situaciones y la respuesta frente a éstas.
Algunos autores, sin embargo, han usado el término actitud para referirse a la totalidad de la vida interior –la masa aperceptiva de ideas, opiniones y disposiciones mentales- en contraste con las pautas y hábitos manifiestos. Sobre la base de una significación tan amplia e imprecisa, tanto profanos como psicólogos continúan considerando que los términos opinión y actitud son sinónimos.
Por nuestra parte, vamos a emplear la palabra en un sentido más estricto, que indica una tendencia a la acción. Una actitud es esencialmente una forma de respuesta anticipatorio, el comienzo de una acción que no necesariamente se completa. En este sentido, resulta mucho más dinámica y permite predecir más fácilmente las tendencias del comportamiento que una mera opinión o idea.
Es preciso señalar tres rasgos importantes propios de una actitud. En primer lugar, si bien no deben ser confundidas con imágenes o ideas verbalizadas (palabras), las actitudes están generalmente asociadas a imágenes, ideas u objetos externos de la atención. En segundo lugar, las actitudes expresan una dirección. Vale decir, no sólo señalan el comienzo de la respuesta manifiesta a una situación, sino también imprimen una dirección a esa actitud. Se caracterizan por implicar acercamiento o alejamiento, gusto o disgusto, reacciones favorables o desfavorables, amores u odios, y cómo éstos están dirigidos a situaciones específicas o generalizadas. En tercer lugar, las actitudes –al menos las más significativas- están vinculadas con sentimientos y emociones. Asociaciones de agrado o desagrado respecto de un objeto o situación –miedo, cólera, amor y todas las complejas emociones aprendidas- intervienen en las actitudes.
Las actitudes son hábitos internos en su mayor parte inconscientes, e indican las tendencias reales de la conducta manifiesta mejor que las expresiones verbalizadas que llamamos opiniones. Entonces, si se trata de predecir el comportamiento de un individuo, es más importante conocer sus actitudes que conocer sus imágenes mentales, sus ideas o sus opiniones. La observación de Emerson: “Lo que tu eres resuena con tanta fuerza en mis oídos que no puedo escuchar lo que dices”, expresa precisamente la influencia de las actitudes antes que de los meros verbalismos, en nuestros juicios sobre los demás.
Las actitudes ofrecen, pues, un indicio para desenredar la maraña de las motivaciones humanas. Sin embargo, es muy poco lo que sabemos acerca de cómo surgen las actitudes, porque su formación es, en su mayor parte, inconsciente. Con frecuencia, impresiones que en nuestra experiencia son marginales, determinan nuestra respuesta, porque los estímulos tangenciales han alcanzado los estratos profundos de nuestras actitudes.
En suma, pues, se puede definir una actitud como la tendencia o predisposición aprendida, más o menos generalizada y de tono afectivo, a responder de un modo bastante persistente y característico, por lo común positiva o negativamente (a favor o en contra), con referencia a una situación, idea, valor, objeto o clase de objetos materiales, o a una persona o grupo de personas.
(De “Psicología de las actitudes”-Varios autores-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 1967).
Al considerar la existencia de componentes emocionales y de componentes cognitivas de la actitud característica, se amplía el concepto haciéndolo operable, es decir, permitiendo extraer varias conclusiones inmediatas. Sin embargo, aún cuando se conozca con cierta amplitud el concepto de actitud, no será sencillo provocar el cambio orientado a una mejora ética generalizada. Ello se debe a que toda actitud cooperativa está vinculada a la visión personal que del mundo tiene cada individuo. Si tal visión no es compatible con la realidad, o es parcialmente compatible e incompleta, las posibilidades de cambio y mejora se ven bastante limitadas.
Dicha respuesta depende de todo lo que llevamos depositado en nuestro cerebro, por lo que depende tanto del pasado como del presente y de lo biológicamente heredado como de lo culturalmente adquirido. La definición más general será:
Actitud característica = Respuesta / Estímulo
De ahí que toda acción humana puede expresarse como:
Acción (Respuesta) = Actitud característica x Estímulo
A continuación se menciona la opinión de un reconocido psicólogo social:
CONCEPTO DE ACTITUD
Por Kimball Young
Por desgracia, el término actitud tiene dos significados, uno amplio y otro estrecho. Fue usado primero en un sentido bastante limitado, para indicar una predisposición motriz y mental a la acción. Después se lo empleó con un alcance algo mayor, para señalar tendencias reactivas específicas o generalizadas, que influyen sobre la interpretación de nuevas situaciones y la respuesta frente a éstas.
Algunos autores, sin embargo, han usado el término actitud para referirse a la totalidad de la vida interior –la masa aperceptiva de ideas, opiniones y disposiciones mentales- en contraste con las pautas y hábitos manifiestos. Sobre la base de una significación tan amplia e imprecisa, tanto profanos como psicólogos continúan considerando que los términos opinión y actitud son sinónimos.
Por nuestra parte, vamos a emplear la palabra en un sentido más estricto, que indica una tendencia a la acción. Una actitud es esencialmente una forma de respuesta anticipatorio, el comienzo de una acción que no necesariamente se completa. En este sentido, resulta mucho más dinámica y permite predecir más fácilmente las tendencias del comportamiento que una mera opinión o idea.
Es preciso señalar tres rasgos importantes propios de una actitud. En primer lugar, si bien no deben ser confundidas con imágenes o ideas verbalizadas (palabras), las actitudes están generalmente asociadas a imágenes, ideas u objetos externos de la atención. En segundo lugar, las actitudes expresan una dirección. Vale decir, no sólo señalan el comienzo de la respuesta manifiesta a una situación, sino también imprimen una dirección a esa actitud. Se caracterizan por implicar acercamiento o alejamiento, gusto o disgusto, reacciones favorables o desfavorables, amores u odios, y cómo éstos están dirigidos a situaciones específicas o generalizadas. En tercer lugar, las actitudes –al menos las más significativas- están vinculadas con sentimientos y emociones. Asociaciones de agrado o desagrado respecto de un objeto o situación –miedo, cólera, amor y todas las complejas emociones aprendidas- intervienen en las actitudes.
Las actitudes son hábitos internos en su mayor parte inconscientes, e indican las tendencias reales de la conducta manifiesta mejor que las expresiones verbalizadas que llamamos opiniones. Entonces, si se trata de predecir el comportamiento de un individuo, es más importante conocer sus actitudes que conocer sus imágenes mentales, sus ideas o sus opiniones. La observación de Emerson: “Lo que tu eres resuena con tanta fuerza en mis oídos que no puedo escuchar lo que dices”, expresa precisamente la influencia de las actitudes antes que de los meros verbalismos, en nuestros juicios sobre los demás.
Las actitudes ofrecen, pues, un indicio para desenredar la maraña de las motivaciones humanas. Sin embargo, es muy poco lo que sabemos acerca de cómo surgen las actitudes, porque su formación es, en su mayor parte, inconsciente. Con frecuencia, impresiones que en nuestra experiencia son marginales, determinan nuestra respuesta, porque los estímulos tangenciales han alcanzado los estratos profundos de nuestras actitudes.
En suma, pues, se puede definir una actitud como la tendencia o predisposición aprendida, más o menos generalizada y de tono afectivo, a responder de un modo bastante persistente y característico, por lo común positiva o negativamente (a favor o en contra), con referencia a una situación, idea, valor, objeto o clase de objetos materiales, o a una persona o grupo de personas.
(De “Psicología de las actitudes”-Varios autores-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 1967).
Al considerar la existencia de componentes emocionales y de componentes cognitivas de la actitud característica, se amplía el concepto haciéndolo operable, es decir, permitiendo extraer varias conclusiones inmediatas. Sin embargo, aún cuando se conozca con cierta amplitud el concepto de actitud, no será sencillo provocar el cambio orientado a una mejora ética generalizada. Ello se debe a que toda actitud cooperativa está vinculada a la visión personal que del mundo tiene cada individuo. Si tal visión no es compatible con la realidad, o es parcialmente compatible e incompleta, las posibilidades de cambio y mejora se ven bastante limitadas.
domingo, 3 de noviembre de 2024
El nacimiento de la religión universal
Cuando decimos que algo tiene validez universal, asociado a cuestiones humanas o sociales, seguimos con el antiguo concepto derivado de la visión por la cual se consideraba que el sistema planetario solar constituía el “universo”, siendo nuestro planeta el centro del mismo. En la actualidad deberíamos decir que algo tiene validez planetaria, en lugar de universal. Por el contrario, las leyes naturales estudiadas por la ciencia experimental, como la física, siguen teniendo validez universal, y no sólo planetaria.
Por lo general se valora al judaísmo por el hecho de haber promovido el monoteísmo, como un paso importante en la religión. Pero no menos importante ha sido el cristianismo al promover una religión universal (o planetaria). En realidad, toda religión que sea compatible con las leyes naturales debe tener esa universalidad, por cuanto tales leyes resultan válidas para todo habitante del planeta. Ese es el primer requisito para considerar que una religión ha de ser verdadera, de lo contrario se trataría de una construcción de tipo subjetivo.
El nacimiento del cristianismo se debe a la conjunción de varios factores, de lo contrario no habría podido instaurarse. En primer lugar provenir de una religión monoteísta, como la judía. Luego habría de lograr instalarse en un sitio favorable para su difusión, como lo fue el Imperio Romano. Para ello debió ser compatible con las ideas morales aceptadas en Roma, como fue el caso del estoicismo. Ello implica que una religión, o cualquier ideología de adaptación al orden natural, no dependen sólo de sus propiedades intrínsecas, para su posterior difusión, sino también del “terreno favorable” en donde se la hace conocer.
Estos aspectos han sido considerados por Ángel Ganivet, quien, considerando a España como parte de la Roma imperial, escribió: “Cuando se examina la constitución ideal de España, el elemento moral y en cierto modo religioso más profundo que en ella se descubre, como sirviéndole de cimiento, es el estoicismo; no el estoicismo brutal y heroico de Catón, ni el estoicismo sereno y majestuoso de Marco Aurelio, ni el estoicismo rígido y extremado de Epicteto, sino el estoicismo natural y humano de Séneca”.
“Séneca no es un español, hijo de España por azar: es español por esencia; y no andaluz, porque cuando nació aún no habían venido a España los vándalos; que a nacer más tarde, en la Edad Media quizás, no naciera en Andalucía, sino en Castilla”.
“Toda la doctrina de Séneca se condensa en esta enseñanza: No te dejes vencer por nada extraño a tu espíritu; piensa, en medio de los accidentes de la vida, que tienes dentro de ti una fuerza madre, algo fuerte e indestructible, como un eje diamantino, alrededor del cual giran los hechos mezquinos que forman la trama del diario vivir; y sean cuales fueran los sucesos que sobre ti caigan, sean de los que llamamos prósperos, o de los que llamamos adversos, o de los que parecen envilecernos con su contacto, mantente de tal modo firme y erguido, que al menos se pueda decir siempre de ti que eres un hombre”.
“Sin necesidad de buscar relaciones subterráneas entre las doctrinas de Séneca y la moral del cristianismo, se puede establecer entre ellas una relación patente e innegable, puesto que ambas son como el término de una evolución y el comienzo de otra evolución en sentido contrario; ambas se encuentran y se cruzan, como viajeros que vienen en opuestas direcciones y han de continuar caminando cada uno de ellos por el camino que el otro recorrió ya”.
“Por esto la moral cristiana, aunque lógicamente nacida de la religión judaica, era negativa para los judíos, puesto que, dando por terminada su evolución religiosa, les cerraba el horizonte de sus esperanzas y les condenaba a recluirse dentro de una religión acabada ya, perfecta y, por lo tanto, inmutable; así como la moral estoica, fundada legítimamente sobre lo único que la filosofía había dejado en pie, sobre lo que subsiste aún en los periodos de mayor decadencia, el instinto de nuestra propia dignidad, era negativa tanto para los griegos como para los romanos, porque derivaba del esfuerzo racional, pretendía construirlo todo sin el apoyo de la razón, por un acto de adhesión ciega, que andaba tan cerca de la fe como la moral cristiana andaba cerca de la pura razón”.
“Los que se maravillan de la rápida y al parecer inexplicable propagación del cristianismo, debían de considerar cómo, destruida la religión pagana por la filosofía y la filosofía por los filósofos, no quedaba más salida que una creencia que penetrase, no en forma de símbolos venidos a la sazón muy a menos, sino en forma de rayo ideal, taladrando e incendiando; y los que se espantan ante el sangriento holocausto de los mártires innumerables, debían de pensar que así como la muerte de Jesús era una condición profética, esencial, necesaria y complementaria de las doctrinas de los Evangelios, así también el martirio de muchos cristianos era el único medio eficaz de propaganda. Sin su sacrificio, Jesús hubiera sido un moralista más; y sin el sacrificio de los mártires, el cristianismo hubiera sido una moral más, agregada a las muchas que han existido y existen sin ejercer visible influencia” (De “Idearium español”-Editorial TOR-Buenos Aires 1947).
En realidad, el cristianismo no es, o nunca hubiese sido, “una moral más”, ya que puede considerarse como la moral natural apta para la supervivencia individual y colectiva de los seres humanos, si bien aparece en forma implícita en otras éticas aparecidas a lo largo de la historia. Ello se debe a que existen sólo cuatro posibles actitudes emocionales básicas, y sólo una de ellas es la que nos acerca a nuestra adaptación al orden natural.
Si a alguien le ocurre algo bueno o algo malo, y somos capaces de compartir esa alegría o ese dolor, hemos adoptado la actitud del amor. Si cambiamos alegría ajena por dolor propio y dolor ajeno por alegría propia, hemos adoptado el odio. Si solamente nos interesan nuestros estados de ánimo, y somos indiferentes a lo que le sucede a los demás, hemos adoptado el egoísmo, y si tampoco nos interesa demasiado lo que nos ocurre a nosotros mismos, hemos llegado a la indiferencia. Adviértase que no existen otras posibilidades, si bien hemos de tener en cuenta que nuestra actitud está conformada con distintos porcentajes de dichas componentes emocionales básicas.
La “elección” de una de ellas, como la actitud cooperativa e igualitaria del amor al prójimo, es independiente de si la ética que la promueve ha venido de lo alto, de Dios, de la historia o de donde venga; la dificultad no reside en su origen, sino en las formas en que se la desvirtúa o se la reviste de misterios o embrollos de palabras, que parece ser la afición más valorada por teólogos y filósofos.
Por lo general se valora al judaísmo por el hecho de haber promovido el monoteísmo, como un paso importante en la religión. Pero no menos importante ha sido el cristianismo al promover una religión universal (o planetaria). En realidad, toda religión que sea compatible con las leyes naturales debe tener esa universalidad, por cuanto tales leyes resultan válidas para todo habitante del planeta. Ese es el primer requisito para considerar que una religión ha de ser verdadera, de lo contrario se trataría de una construcción de tipo subjetivo.
El nacimiento del cristianismo se debe a la conjunción de varios factores, de lo contrario no habría podido instaurarse. En primer lugar provenir de una religión monoteísta, como la judía. Luego habría de lograr instalarse en un sitio favorable para su difusión, como lo fue el Imperio Romano. Para ello debió ser compatible con las ideas morales aceptadas en Roma, como fue el caso del estoicismo. Ello implica que una religión, o cualquier ideología de adaptación al orden natural, no dependen sólo de sus propiedades intrínsecas, para su posterior difusión, sino también del “terreno favorable” en donde se la hace conocer.
Estos aspectos han sido considerados por Ángel Ganivet, quien, considerando a España como parte de la Roma imperial, escribió: “Cuando se examina la constitución ideal de España, el elemento moral y en cierto modo religioso más profundo que en ella se descubre, como sirviéndole de cimiento, es el estoicismo; no el estoicismo brutal y heroico de Catón, ni el estoicismo sereno y majestuoso de Marco Aurelio, ni el estoicismo rígido y extremado de Epicteto, sino el estoicismo natural y humano de Séneca”.
“Séneca no es un español, hijo de España por azar: es español por esencia; y no andaluz, porque cuando nació aún no habían venido a España los vándalos; que a nacer más tarde, en la Edad Media quizás, no naciera en Andalucía, sino en Castilla”.
“Toda la doctrina de Séneca se condensa en esta enseñanza: No te dejes vencer por nada extraño a tu espíritu; piensa, en medio de los accidentes de la vida, que tienes dentro de ti una fuerza madre, algo fuerte e indestructible, como un eje diamantino, alrededor del cual giran los hechos mezquinos que forman la trama del diario vivir; y sean cuales fueran los sucesos que sobre ti caigan, sean de los que llamamos prósperos, o de los que llamamos adversos, o de los que parecen envilecernos con su contacto, mantente de tal modo firme y erguido, que al menos se pueda decir siempre de ti que eres un hombre”.
“Sin necesidad de buscar relaciones subterráneas entre las doctrinas de Séneca y la moral del cristianismo, se puede establecer entre ellas una relación patente e innegable, puesto que ambas son como el término de una evolución y el comienzo de otra evolución en sentido contrario; ambas se encuentran y se cruzan, como viajeros que vienen en opuestas direcciones y han de continuar caminando cada uno de ellos por el camino que el otro recorrió ya”.
“Por esto la moral cristiana, aunque lógicamente nacida de la religión judaica, era negativa para los judíos, puesto que, dando por terminada su evolución religiosa, les cerraba el horizonte de sus esperanzas y les condenaba a recluirse dentro de una religión acabada ya, perfecta y, por lo tanto, inmutable; así como la moral estoica, fundada legítimamente sobre lo único que la filosofía había dejado en pie, sobre lo que subsiste aún en los periodos de mayor decadencia, el instinto de nuestra propia dignidad, era negativa tanto para los griegos como para los romanos, porque derivaba del esfuerzo racional, pretendía construirlo todo sin el apoyo de la razón, por un acto de adhesión ciega, que andaba tan cerca de la fe como la moral cristiana andaba cerca de la pura razón”.
“Los que se maravillan de la rápida y al parecer inexplicable propagación del cristianismo, debían de considerar cómo, destruida la religión pagana por la filosofía y la filosofía por los filósofos, no quedaba más salida que una creencia que penetrase, no en forma de símbolos venidos a la sazón muy a menos, sino en forma de rayo ideal, taladrando e incendiando; y los que se espantan ante el sangriento holocausto de los mártires innumerables, debían de pensar que así como la muerte de Jesús era una condición profética, esencial, necesaria y complementaria de las doctrinas de los Evangelios, así también el martirio de muchos cristianos era el único medio eficaz de propaganda. Sin su sacrificio, Jesús hubiera sido un moralista más; y sin el sacrificio de los mártires, el cristianismo hubiera sido una moral más, agregada a las muchas que han existido y existen sin ejercer visible influencia” (De “Idearium español”-Editorial TOR-Buenos Aires 1947).
En realidad, el cristianismo no es, o nunca hubiese sido, “una moral más”, ya que puede considerarse como la moral natural apta para la supervivencia individual y colectiva de los seres humanos, si bien aparece en forma implícita en otras éticas aparecidas a lo largo de la historia. Ello se debe a que existen sólo cuatro posibles actitudes emocionales básicas, y sólo una de ellas es la que nos acerca a nuestra adaptación al orden natural.
Si a alguien le ocurre algo bueno o algo malo, y somos capaces de compartir esa alegría o ese dolor, hemos adoptado la actitud del amor. Si cambiamos alegría ajena por dolor propio y dolor ajeno por alegría propia, hemos adoptado el odio. Si solamente nos interesan nuestros estados de ánimo, y somos indiferentes a lo que le sucede a los demás, hemos adoptado el egoísmo, y si tampoco nos interesa demasiado lo que nos ocurre a nosotros mismos, hemos llegado a la indiferencia. Adviértase que no existen otras posibilidades, si bien hemos de tener en cuenta que nuestra actitud está conformada con distintos porcentajes de dichas componentes emocionales básicas.
La “elección” de una de ellas, como la actitud cooperativa e igualitaria del amor al prójimo, es independiente de si la ética que la promueve ha venido de lo alto, de Dios, de la historia o de donde venga; la dificultad no reside en su origen, sino en las formas en que se la desvirtúa o se la reviste de misterios o embrollos de palabras, que parece ser la afición más valorada por teólogos y filósofos.
Anticomunismo no es fascismo
Ante la búsqueda de la unificación del enemigo, la propaganda socialista tiende a calificar a toda oposición como fascista. El fascismo de Mussolini propone "Todo en el Estado. Nada fuera del Estado", por lo que resulta fácil advertir que tiene muchas semejanzas con el socialismo, ya que la abolición de la propiedad privada tiende justamente a que todo pertenezca al Estado.
Desde el liberalismo se propone algo distinto, es decir, una sociedad promovida desde la propiedad privada y la libertad individual, con un Estado mínimo en muchos casos. Sin embargo, generalmente se califica de "fascista" al sector liberal, de donde se advierte que resulta imposible cualquier forma de diálogo o entendimiento con quienes tergiversan la realidad hasta hacerla irreconocible.
La oposición entre fascismo y socialismo puede mirarse como la oposición de dos mafias que se disputan un mismo territorio, aunque con una diferencia importante: en la lista de los mayores asesinos de la historia aparecen Mao y Stalin en los primeros lugares, mientras que Mussolini casi no aparece en la lista.
Lo que en realidad resulta calamitoso es el caso del liberal que caracteriza a socialistas como Chávez, Fidel Castro o Maduro como "fascistas", en cierta forma encubriéndolos para dejar abiertas en el futuro las puertas de acceso de los socialistas al poder.
Se menciona un artículo al respecto:
¡ALGO DE IMAGINACIÓN, CAMARADAS!
Por Miguel Angel Iribarne
Entre 1934 y 1935, a través de las reuniones producidas primero en Amsterdam y luego en la Sala Pleyel de París, el movimiento comunista internacional definió como su enemigo fundamental no ya al capitalismo, la burguesía o la socialdemocracia, como venía ocurriendo desde el golpe bolchevique de 1917, sino -clara y categóricamente- al fascismo.
Se entendia de esa manera no sólo al fascismo propiamente tal -el italiano, que había alcanzado el poder en 1922- sino igualmente al nacionalsocialismo alemán y a distintas corrientes de autoritarismo anticomunista que venían proliferando tanto en Europa como en América. En la Argentina este giro se manifestó en el intento, abortado, de constituir un Frente Popular con radicales, socialistas y demoprogresistas, intento reverdecido en la Unión Democrática de 1946 con el resultado que conocemos.
El enfrentamiento al fascismo fue así lo que funcionó como pasaporte del PC al escenario de la democracia, sacándolo del gueto en que la previa política estalinista de “clase contra clase” lo había encerrado.
Y en la memoria de los comunistas nunca dejó de ser percibido como tal, es decir, como la estrategia más vendedora para lograr avanzar sin mostrar el propio –espantable- rostro.
Han pasado noventa años. El fascismo realmente existente ha sido aplastado política y militarmente. La Unión Soviética se ha derrumbado. China se ha vuelto socialista primero y capitalista luego. Las naciones europeas han abandonado buena parte de sus competencias jurídicas a favor de un ente supraestatal. Ha nacido el Estado de Israel y ha estallado la jihad islamista. La migración musulmana ha comenzado a cambiar el rostro demográfico y cultural de varios países de Europa. Ha llegado la revolución digital y, con ella, la sociedad redificada. Se han alterado las estructuras de producción y los hábitos de consumo. Hemos comenzado a asomarnos a las oportunidades y a los riesgos de la Inteligencia Artificial. Nada importa todo ello. A la hora de suscitar una consigna que intente recuperar su legitimidad agonizante, Nicolás Maduro propone, desde Caracas, organizar “la Internacional Antifascista”.
IDEA PLATONICA
Los socialistas del siglo XXI – es decir, los neocomunistas- ratifican como enemigo al de hace casi un siglo. ¿Pero, entonces, de qué fascismo se trata? Estamos ante un concepto propio de la Política, y, por ende, situado y datado. O ante una cuestion metafísica, una suerte de Idea platónica, impermeable a la usura del tiempo y siempre recurrente? Se trata de participar de un debate –de una lucha, incluso- específicamente política o de optar por el terrorismo ideológico? ¿Y qué queda del análisis marxista en todo esto?
En 2024, como en 1935, el fascismo tiene un alcance preciso y un rol asignado dentro de la estrategia comunista. Debe designar a toda fuerza política o corriente de opinión que se proponga, coherente y sistemáticamente, resistir al comunismo. Al propio tiempo se trata de proveer a éste último de un camouflage adecuado para avanzar sin despertar excesivos recelos en un escenario democrático.
El antifascismo fue así, una suerte de maccarthismo invertido avant la lettre y se pretende que hoy produzca réditos similares a los de noventa años atrás. Para ello, como en los mejores tiempos de la Komintern, se precipitan los corresponsales locales, al frente de los cuales se sitúa Eduardo Barcesat, constitucionalista de cabecera del estalinismo en la Argentina (piénsese en lo oximorónico de dicho título…).
Nunca como ahora tiene tanta vigencia la frase de Marx sobre la tragedia y la farsa: Castro representaría la primera y Maduro la segunda, aunque es difícil negar que el bolivariano tiene la capacidad de sumar ambas.
(De www.laprensa.com.ar)
Desde el liberalismo se propone algo distinto, es decir, una sociedad promovida desde la propiedad privada y la libertad individual, con un Estado mínimo en muchos casos. Sin embargo, generalmente se califica de "fascista" al sector liberal, de donde se advierte que resulta imposible cualquier forma de diálogo o entendimiento con quienes tergiversan la realidad hasta hacerla irreconocible.
La oposición entre fascismo y socialismo puede mirarse como la oposición de dos mafias que se disputan un mismo territorio, aunque con una diferencia importante: en la lista de los mayores asesinos de la historia aparecen Mao y Stalin en los primeros lugares, mientras que Mussolini casi no aparece en la lista.
Lo que en realidad resulta calamitoso es el caso del liberal que caracteriza a socialistas como Chávez, Fidel Castro o Maduro como "fascistas", en cierta forma encubriéndolos para dejar abiertas en el futuro las puertas de acceso de los socialistas al poder.
Se menciona un artículo al respecto:
¡ALGO DE IMAGINACIÓN, CAMARADAS!
Por Miguel Angel Iribarne
Entre 1934 y 1935, a través de las reuniones producidas primero en Amsterdam y luego en la Sala Pleyel de París, el movimiento comunista internacional definió como su enemigo fundamental no ya al capitalismo, la burguesía o la socialdemocracia, como venía ocurriendo desde el golpe bolchevique de 1917, sino -clara y categóricamente- al fascismo.
Se entendia de esa manera no sólo al fascismo propiamente tal -el italiano, que había alcanzado el poder en 1922- sino igualmente al nacionalsocialismo alemán y a distintas corrientes de autoritarismo anticomunista que venían proliferando tanto en Europa como en América. En la Argentina este giro se manifestó en el intento, abortado, de constituir un Frente Popular con radicales, socialistas y demoprogresistas, intento reverdecido en la Unión Democrática de 1946 con el resultado que conocemos.
El enfrentamiento al fascismo fue así lo que funcionó como pasaporte del PC al escenario de la democracia, sacándolo del gueto en que la previa política estalinista de “clase contra clase” lo había encerrado.
Y en la memoria de los comunistas nunca dejó de ser percibido como tal, es decir, como la estrategia más vendedora para lograr avanzar sin mostrar el propio –espantable- rostro.
Han pasado noventa años. El fascismo realmente existente ha sido aplastado política y militarmente. La Unión Soviética se ha derrumbado. China se ha vuelto socialista primero y capitalista luego. Las naciones europeas han abandonado buena parte de sus competencias jurídicas a favor de un ente supraestatal. Ha nacido el Estado de Israel y ha estallado la jihad islamista. La migración musulmana ha comenzado a cambiar el rostro demográfico y cultural de varios países de Europa. Ha llegado la revolución digital y, con ella, la sociedad redificada. Se han alterado las estructuras de producción y los hábitos de consumo. Hemos comenzado a asomarnos a las oportunidades y a los riesgos de la Inteligencia Artificial. Nada importa todo ello. A la hora de suscitar una consigna que intente recuperar su legitimidad agonizante, Nicolás Maduro propone, desde Caracas, organizar “la Internacional Antifascista”.
IDEA PLATONICA
Los socialistas del siglo XXI – es decir, los neocomunistas- ratifican como enemigo al de hace casi un siglo. ¿Pero, entonces, de qué fascismo se trata? Estamos ante un concepto propio de la Política, y, por ende, situado y datado. O ante una cuestion metafísica, una suerte de Idea platónica, impermeable a la usura del tiempo y siempre recurrente? Se trata de participar de un debate –de una lucha, incluso- específicamente política o de optar por el terrorismo ideológico? ¿Y qué queda del análisis marxista en todo esto?
En 2024, como en 1935, el fascismo tiene un alcance preciso y un rol asignado dentro de la estrategia comunista. Debe designar a toda fuerza política o corriente de opinión que se proponga, coherente y sistemáticamente, resistir al comunismo. Al propio tiempo se trata de proveer a éste último de un camouflage adecuado para avanzar sin despertar excesivos recelos en un escenario democrático.
El antifascismo fue así, una suerte de maccarthismo invertido avant la lettre y se pretende que hoy produzca réditos similares a los de noventa años atrás. Para ello, como en los mejores tiempos de la Komintern, se precipitan los corresponsales locales, al frente de los cuales se sitúa Eduardo Barcesat, constitucionalista de cabecera del estalinismo en la Argentina (piénsese en lo oximorónico de dicho título…).
Nunca como ahora tiene tanta vigencia la frase de Marx sobre la tragedia y la farsa: Castro representaría la primera y Maduro la segunda, aunque es difícil negar que el bolivariano tiene la capacidad de sumar ambas.
(De www.laprensa.com.ar)
viernes, 1 de noviembre de 2024
Ideologías invasivas
Una ideología invasiva es aquella que, en un cerebro, reemplaza a la propia realidad. Este proceso es conocido como un “lavado de cerebro” y se produce cuando existen habilidosos “lavadores” o bien existe un auto-lavado por parte de personas negligentes para pensar. Se atribuye a Henri Poincaré la siguiente expresión: “Dudar de todo o creerlo todo, son dos soluciones igualmente cómodas, pues tanto una como la otra nos eximen de reflexionar”.
El fanático, por lo general, es el negligente con altas pretensiones. Este es el caso de quienes, en la época de Galileo, leían la Biblia y los textos de Aristóteles. De esa manera se “aseguraban” ocupar el lugar más alto en la intelectualidad de la época y se oponían con firmeza a todo lo que contradijera alguna de sus creencias.
El hombre masa, desde el punto de vista cognitivo, es aquel que adopta como referencia todo lo que diga o lo que piense la mayoría, sin apenas atreverse a tomar la realidad como referencia. El caso de la política es el más importante por cuanto los procesos eleccionarios son determinados principalmente por personas totalmente ideologizadas. Así, cuando un corrupto e ineficaz intendente peronista convirtió al departamento de Guaymallén, Mendoza, casi en un basural, un fanático adepto afirmaba que ello se debía a que “la gente come ahora más cantidad de alimentos”.
En las épocas del muro de Berlín, el sector socialista manifestaba que tal muro fue realizado para "impedir la contaminación social" proveniente de occidente. De la misma forma en que el fanático considera a su ideología como la verdad absoluta, rechaza toda otra ideología tergiverzando, ridiculizando y difamándola.
En realidad, todos los seres humanos tenemos en nuestra mente ideas y creencias que pueden considerarse como una ideología (conjunto de ideas y creencias), pero es muy distinto tener en la mente una ideología compatible con la realidad, sujeta a verificación permanente, a admitir ideas y creencias adoptadas como la verdad absoluta y que, por lo tanto, no están sujetas a validación posterior alguna y están establecidas para ser propagadas a nivel planetario.
Se menciona un artículo al respecto:
TIPOS SOCIALES: LOS IDEOLOGIZADOS
Por Jose Luis Rinaldi
Quizá este tipo social resulte algo difícil de reconocer, pues suele mimetizarse con lo correctamente político, aunque muchas veces no sea eso más que un artilugio que usa para confundir y no mostrar de inicio su cerrazón.
El ideologizado, en el sentido común y habitual del término, es aquel que, negador de la realidad, alejado interiormente de las personas y cosas que lo rodean, tiene en su mente un sistema cerrado, concluso, autosuficiente, desde el cual cree tener respuesta para todo y la necesidad de ponerlo en práctica. Y no cualquier respuesta, sino la única válida y posible que no es otra que la suya.
Si bien es más fácil de identificar en el ámbito de lo político, termina el ideologizado aplicando su sistema a otros aspectos, sean sociales, económicos, filosóficos y hasta religiosos. No se trata de derechas o de izquierdas; de liberales o coletivistas; de privatistas o estatistas; de populistas o antipopulistas; la ideología que profesa, que muchas veces no es más que “el relato”, está por encima de esas categorías; seguramente elegirá alguna de esas posturas y la absolutizará, porque el ideologizado lo que hace es aplicar su esquema mental preconcebido a los hechos, las circunstancias, a lo contingente, con lo cual, en lugar de ver la realidad como es, la ve bajo las antiparras de su ideología.
No aplica los principios a las circunstancias, sino que son las circunstancias las que deben adecuarse a sus ideas, de allí la ideología. No hay adecuación de la inteligencia a las cosas, sino que las cosas deben entrar en alguna de sus categorías mentales.
RESPUESTAS ABSOLUTAS
Las respuestas que da son absolutas, aunque generalmente lo son sobre cuestiones relativas, opinables y que pueden tener diversas lecturas o interpretaciones: así, por ejemplo, sólo puede haber un sistema político legítimo (que será el que ellos propician), las mayorías nunca se equivocan (salvo que no coincidan con su posición, en cuyo caso han sido engañadas), los obreros son todos buenos y en el peor de los casos no tienen maldad sino ignorancia, o son todos malos e impiden el progreso económico; los empresarios son todos explotadores o son los salvadores de la Nación; la globalización es absolutamente buena o absolutamente mala; el progreso tecnológico es siempre conveniente para el hombre o definitivamente atroz, los animales tienen derechos inalienables… los grises no figuran en su juego mental. La verdad no existe, pero cuidado con contradecir lo que él afirma que es la verdad …
REALIDAD E INTERESES
Y así como suele absolutizar lo que es relativo y opinable y relativizar lo que sí es absoluto, muchas veces la ideología busca encubrir o esconder la realidad para poner su ideología al servicio de ciertos intereses; es en estos casos cuando, después de absolutizar lo contingente, paradójicamente se convierte en el más extremo relativista de aquello que sí está más cerca de ser considerado absoluto: como la existencia de Dios Creador, los valores culturales profundos de una sociedad, la heroicidad de sus próceres, la existencia de vida humana desde la concepción, el valor de la fidelidad conyugal, la ética de la virtud, la familia como base del grupo social…
ACTO DE PEREZA INTELECTUAL
De esta forma, el ideologizado, no indaga ni analiza ni reconoce la realidad, sino que, en un acto de pereza intelectual extrema, le aplica categorías nacidas en su mente, o peor aún, en la mente de terceros y así, a través del relato, es como angosta y achica su visión, no se permite crecer y expandirse, usar sus capacidades intelectuales. La realidad debe quedar encerrada o ubicada en alguna de sus categorías mentales como sea; quiere ser progresista pero termina siendo retrógrado, no está abierto a la verdad sino a la idea que ya se hizo de la realidad o al modelo que quiere aplicar “a priori” a las circunstancias que debió contemplar y analizar previamente y no lo hizo.
Suele entonces tener una conciencia errada o falsa de lo que le rodea junto a una incapacidad para salir de su error y dar respuestas válidas; suele plantear soluciones a los problemas imposibles de aplicar o de llevar a la práctica; cristaliza, solidifica y endurece su pensamiento y su modo de razonar, dice defender la libertad pero vive esclavo de sus ideas, sus posturas se vuelven fanáticas cuando no totalitarias, pues nada ni nadie puede contradecirlas, todo tiene una respuesta desde su sistema hermético aunque si observara los hechos vería su error, manifiesta ser abierto pero sólo lo es respecto de aquello que le conviene o que prefiere que lo sea. Esa postura lo hace propenso a aceptar y compartir “el relato” que otros confeccionan y que su pereza mental facilita su convencimiento.
Parece como que el miedo a lo desconocido lo lleva a encerrarse y aferrarse a su pensamiento y así sólo puede dar respuestas desde su sistema; el recurrir a la violencia para imponer la ideología va creciendo en su intimidad como único modo (nuevo absolutismo) de resolver sus diferencias con otros, y luego traducirse en sus palabras y actos, con una justificación a partir de su propio pensamiento, al que, pese a las fallas que tiene por no ver la realidad, la denomina la verdad.
EL PROJIMO
Y la ideología que profesa también termina afectando e influyendo en su vida íntima, en sus afectos, emociones y sentimientos; el otro sólo vale si comparte mis ideas; el otro no es otro en cuanto otro, es otro en tanto es una extensión y un instrumento para lograr expandir mi pensamiento; el amor al otro no es entrega, apertura, sacrificio, paciencia, solidaridad, servicio, sino un apéndice y apenas una sensación al servicio de la ideología.
El otro, el prójimo, si no encaja en su sistema que es el único que vale, si lo cuestiona, necesariamente se convierte en su enemigo; no hay lugar para diálogos fecundos, para intercambio de visiones, para discrepancias respetuosas. Es un enemigo que no sólo no participa de su mundo, sino que es un peligro y una amenaza para poder implementar la ideología, por lo que de allí a su eliminación no hay demasiado trecho. La relación amigo-enemigo se da solo en el pensamiento ideologizado.
Mientras por una parte quedan afectadas sus relaciones con aquellos que no piensan como él, por la otra su estrechez de miras lo lleva a endiosar a algunas personas que son revestidas de un áurea y de una perfección propia de los dioses del Olimpo, dado que como parte de su ideología, nunca se equivocan y están llamadas a las grandes transformaciones para lograr el mundo perfecto en el cual, como parte intrínseca de su ideología, también erróneamente creen.
Esos pocos iluminados son los ideólogos, que generalmente se dan en el mundo político y que son vistos como la encarnación de todo su sistema de pensamiento y son quienes lo manifiestan, enseñan a los demás y los guían. “El relato” que construyen los ideólogos le resulta atractivo pues los exime de pensar y de usar su libertad, constituyendo generalmente el modo de pensar de los ideologizados.
¿Puede ser feliz la persona ideologizada? A esta altura la respuesta es obvia: en modo alguno. Suele ser una persona retorcida, encerrada, miedosa de perder la falsa seguridad que le brinda la ideología, en quien la sonrisa es sólo una mueca, su mirada no es franca, la alegría de vivir le produce escozor, cargo de conciencia, es perder tiempo, pues en la ideología no hay lugar para el ocio creador, sabe que tiene libertad para pensar pero prefiero no usarla, no hay lugar para la amistad, para los afectos, para los sentimientos, para el dar y recibir cariño y consuelo, para la bondad y mucho menos, para la belleza. Un pesimismo y una mirada supuestamente crítica lo persigue.
LA TRAMPA
Una lástima que su encierro no le permita insertarse realmente en la sociedad pues si hay algo que precisa, es necesidad de asombro, de admiración, de interrogarse ante la realidad, de vincularse con el otro, de apertura a los demás y de afecto; su sistema de pensamiento no le permite acceder a todo ello, pues es su propia trampa; si todo está ya resuelto desde mi yo mental, ¿cómo encontrar el camino para reconocer al otro en cuanto otro?.
Y entonces, mientras la ideología lo vuelve más cerrado, más difícil le resulta encontrar y disfrutar de las múltiples oportunidades y variaciones del mundo real.
Termina siendo dañino no solo para sí sino también para el sociedad, pues además de no llegar a insertarse en ella, pretende su transformación hacia su única forma de vivir: triste, errónea, agobiante, pesimista, carente de matices y de colores.
(De www.laprensa.com.ar)
El fanático, por lo general, es el negligente con altas pretensiones. Este es el caso de quienes, en la época de Galileo, leían la Biblia y los textos de Aristóteles. De esa manera se “aseguraban” ocupar el lugar más alto en la intelectualidad de la época y se oponían con firmeza a todo lo que contradijera alguna de sus creencias.
El hombre masa, desde el punto de vista cognitivo, es aquel que adopta como referencia todo lo que diga o lo que piense la mayoría, sin apenas atreverse a tomar la realidad como referencia. El caso de la política es el más importante por cuanto los procesos eleccionarios son determinados principalmente por personas totalmente ideologizadas. Así, cuando un corrupto e ineficaz intendente peronista convirtió al departamento de Guaymallén, Mendoza, casi en un basural, un fanático adepto afirmaba que ello se debía a que “la gente come ahora más cantidad de alimentos”.
En las épocas del muro de Berlín, el sector socialista manifestaba que tal muro fue realizado para "impedir la contaminación social" proveniente de occidente. De la misma forma en que el fanático considera a su ideología como la verdad absoluta, rechaza toda otra ideología tergiverzando, ridiculizando y difamándola.
En realidad, todos los seres humanos tenemos en nuestra mente ideas y creencias que pueden considerarse como una ideología (conjunto de ideas y creencias), pero es muy distinto tener en la mente una ideología compatible con la realidad, sujeta a verificación permanente, a admitir ideas y creencias adoptadas como la verdad absoluta y que, por lo tanto, no están sujetas a validación posterior alguna y están establecidas para ser propagadas a nivel planetario.
Se menciona un artículo al respecto:
TIPOS SOCIALES: LOS IDEOLOGIZADOS
Por Jose Luis Rinaldi
Quizá este tipo social resulte algo difícil de reconocer, pues suele mimetizarse con lo correctamente político, aunque muchas veces no sea eso más que un artilugio que usa para confundir y no mostrar de inicio su cerrazón.
El ideologizado, en el sentido común y habitual del término, es aquel que, negador de la realidad, alejado interiormente de las personas y cosas que lo rodean, tiene en su mente un sistema cerrado, concluso, autosuficiente, desde el cual cree tener respuesta para todo y la necesidad de ponerlo en práctica. Y no cualquier respuesta, sino la única válida y posible que no es otra que la suya.
Si bien es más fácil de identificar en el ámbito de lo político, termina el ideologizado aplicando su sistema a otros aspectos, sean sociales, económicos, filosóficos y hasta religiosos. No se trata de derechas o de izquierdas; de liberales o coletivistas; de privatistas o estatistas; de populistas o antipopulistas; la ideología que profesa, que muchas veces no es más que “el relato”, está por encima de esas categorías; seguramente elegirá alguna de esas posturas y la absolutizará, porque el ideologizado lo que hace es aplicar su esquema mental preconcebido a los hechos, las circunstancias, a lo contingente, con lo cual, en lugar de ver la realidad como es, la ve bajo las antiparras de su ideología.
No aplica los principios a las circunstancias, sino que son las circunstancias las que deben adecuarse a sus ideas, de allí la ideología. No hay adecuación de la inteligencia a las cosas, sino que las cosas deben entrar en alguna de sus categorías mentales.
RESPUESTAS ABSOLUTAS
Las respuestas que da son absolutas, aunque generalmente lo son sobre cuestiones relativas, opinables y que pueden tener diversas lecturas o interpretaciones: así, por ejemplo, sólo puede haber un sistema político legítimo (que será el que ellos propician), las mayorías nunca se equivocan (salvo que no coincidan con su posición, en cuyo caso han sido engañadas), los obreros son todos buenos y en el peor de los casos no tienen maldad sino ignorancia, o son todos malos e impiden el progreso económico; los empresarios son todos explotadores o son los salvadores de la Nación; la globalización es absolutamente buena o absolutamente mala; el progreso tecnológico es siempre conveniente para el hombre o definitivamente atroz, los animales tienen derechos inalienables… los grises no figuran en su juego mental. La verdad no existe, pero cuidado con contradecir lo que él afirma que es la verdad …
REALIDAD E INTERESES
Y así como suele absolutizar lo que es relativo y opinable y relativizar lo que sí es absoluto, muchas veces la ideología busca encubrir o esconder la realidad para poner su ideología al servicio de ciertos intereses; es en estos casos cuando, después de absolutizar lo contingente, paradójicamente se convierte en el más extremo relativista de aquello que sí está más cerca de ser considerado absoluto: como la existencia de Dios Creador, los valores culturales profundos de una sociedad, la heroicidad de sus próceres, la existencia de vida humana desde la concepción, el valor de la fidelidad conyugal, la ética de la virtud, la familia como base del grupo social…
ACTO DE PEREZA INTELECTUAL
De esta forma, el ideologizado, no indaga ni analiza ni reconoce la realidad, sino que, en un acto de pereza intelectual extrema, le aplica categorías nacidas en su mente, o peor aún, en la mente de terceros y así, a través del relato, es como angosta y achica su visión, no se permite crecer y expandirse, usar sus capacidades intelectuales. La realidad debe quedar encerrada o ubicada en alguna de sus categorías mentales como sea; quiere ser progresista pero termina siendo retrógrado, no está abierto a la verdad sino a la idea que ya se hizo de la realidad o al modelo que quiere aplicar “a priori” a las circunstancias que debió contemplar y analizar previamente y no lo hizo.
Suele entonces tener una conciencia errada o falsa de lo que le rodea junto a una incapacidad para salir de su error y dar respuestas válidas; suele plantear soluciones a los problemas imposibles de aplicar o de llevar a la práctica; cristaliza, solidifica y endurece su pensamiento y su modo de razonar, dice defender la libertad pero vive esclavo de sus ideas, sus posturas se vuelven fanáticas cuando no totalitarias, pues nada ni nadie puede contradecirlas, todo tiene una respuesta desde su sistema hermético aunque si observara los hechos vería su error, manifiesta ser abierto pero sólo lo es respecto de aquello que le conviene o que prefiere que lo sea. Esa postura lo hace propenso a aceptar y compartir “el relato” que otros confeccionan y que su pereza mental facilita su convencimiento.
Parece como que el miedo a lo desconocido lo lleva a encerrarse y aferrarse a su pensamiento y así sólo puede dar respuestas desde su sistema; el recurrir a la violencia para imponer la ideología va creciendo en su intimidad como único modo (nuevo absolutismo) de resolver sus diferencias con otros, y luego traducirse en sus palabras y actos, con una justificación a partir de su propio pensamiento, al que, pese a las fallas que tiene por no ver la realidad, la denomina la verdad.
EL PROJIMO
Y la ideología que profesa también termina afectando e influyendo en su vida íntima, en sus afectos, emociones y sentimientos; el otro sólo vale si comparte mis ideas; el otro no es otro en cuanto otro, es otro en tanto es una extensión y un instrumento para lograr expandir mi pensamiento; el amor al otro no es entrega, apertura, sacrificio, paciencia, solidaridad, servicio, sino un apéndice y apenas una sensación al servicio de la ideología.
El otro, el prójimo, si no encaja en su sistema que es el único que vale, si lo cuestiona, necesariamente se convierte en su enemigo; no hay lugar para diálogos fecundos, para intercambio de visiones, para discrepancias respetuosas. Es un enemigo que no sólo no participa de su mundo, sino que es un peligro y una amenaza para poder implementar la ideología, por lo que de allí a su eliminación no hay demasiado trecho. La relación amigo-enemigo se da solo en el pensamiento ideologizado.
Mientras por una parte quedan afectadas sus relaciones con aquellos que no piensan como él, por la otra su estrechez de miras lo lleva a endiosar a algunas personas que son revestidas de un áurea y de una perfección propia de los dioses del Olimpo, dado que como parte de su ideología, nunca se equivocan y están llamadas a las grandes transformaciones para lograr el mundo perfecto en el cual, como parte intrínseca de su ideología, también erróneamente creen.
Esos pocos iluminados son los ideólogos, que generalmente se dan en el mundo político y que son vistos como la encarnación de todo su sistema de pensamiento y son quienes lo manifiestan, enseñan a los demás y los guían. “El relato” que construyen los ideólogos le resulta atractivo pues los exime de pensar y de usar su libertad, constituyendo generalmente el modo de pensar de los ideologizados.
¿Puede ser feliz la persona ideologizada? A esta altura la respuesta es obvia: en modo alguno. Suele ser una persona retorcida, encerrada, miedosa de perder la falsa seguridad que le brinda la ideología, en quien la sonrisa es sólo una mueca, su mirada no es franca, la alegría de vivir le produce escozor, cargo de conciencia, es perder tiempo, pues en la ideología no hay lugar para el ocio creador, sabe que tiene libertad para pensar pero prefiero no usarla, no hay lugar para la amistad, para los afectos, para los sentimientos, para el dar y recibir cariño y consuelo, para la bondad y mucho menos, para la belleza. Un pesimismo y una mirada supuestamente crítica lo persigue.
LA TRAMPA
Una lástima que su encierro no le permita insertarse realmente en la sociedad pues si hay algo que precisa, es necesidad de asombro, de admiración, de interrogarse ante la realidad, de vincularse con el otro, de apertura a los demás y de afecto; su sistema de pensamiento no le permite acceder a todo ello, pues es su propia trampa; si todo está ya resuelto desde mi yo mental, ¿cómo encontrar el camino para reconocer al otro en cuanto otro?.
Y entonces, mientras la ideología lo vuelve más cerrado, más difícil le resulta encontrar y disfrutar de las múltiples oportunidades y variaciones del mundo real.
Termina siendo dañino no solo para sí sino también para el sociedad, pues además de no llegar a insertarse en ella, pretende su transformación hacia su única forma de vivir: triste, errónea, agobiante, pesimista, carente de matices y de colores.
(De www.laprensa.com.ar)
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