martes, 11 de marzo de 2025

Sobrenaturalismo y subjetivismo

La actual visión científica del universo resulta compatible con la idea de que todo lo existente está regido por leyes naturales invariantes, siendo la ley natural el vínculo existente entre causas y efectos. Sin embargo, desde posturas religiosas se supone que, además de tales leyes, existen las “leyes sobrenaturales”, o bien se supone que las leyes naturales son cambiadas o interrumpidas por Dios dando lugar así a los fenómenos sobrenaturales.

La posible existencia de lo sobrenatural, o de las intervenciones de Dios en los acontecimientos humanos, da lugar a creencias de tipo subjetivo, ya que muchos son los “llamados por Dios” para difundir la voluntad de la deidad, lo que conduce generalmente a severos conflictos y luchas de nunca acabar. Por el contrario, si sólo consideráramos la existencia de leyes naturales invariantes, nos aproximaríamos al objetivismo que prevalece en la ciencia experimental y que le permitió lograr sus grandes conquistas.

Mientras que, desde la religión natural, que rechaza lo sobrenatural, nos preguntamos acerca de cómo funciona el orden natural, o cuál es la voluntad aparente implícita en las leyes naturales que rigen nuestras conductas individuales, desde la religión sobrenatural surge la pregunta acerca de cuál es la voluntad de un Creador con atributos similares a los de los seres humanos. De ahí que en este último caso surgen también variadas opiniones de tipo subjetivo.

Cuando Benjamín Franklin crea el pararrayos, muchos “creyentes” consideraban que ese invento impedía que Dios se manifestara libremente enviando castigos “incendiarios” a ciertos pecadores. De esa forma, se caracterizaba a Dios como un ser vengativo que requería del apaciguamiento a través de la súplicas y alabanzas humanas, dejándose completamente de lado la religión moral para retornar a los antiguos paganismos.

Cuando surgen las primeras lámparas de aceite y de gas, también surgen oposiciones por parte de quienes descalifican esos inventos por oponerse a la voluntad de Dios al haber creado el día y la noche. Hendrik von Loon escribió: “El común de los hombres tenía un santo temor de los efluvios peligrosos, que se suponían salidos de una grieta del infierno, y por nada del mundo se hubieran avenido a tenerlos en su casa, por miedo de amanecer asfixiado en su propio lecho”.

“Estos dignos siervos del Señor ofrecían toda una serie de razones para justificar la desaprobación al nuevo sistema de iluminación. Por lo general basaban su interdicción en el capítulo del Génesis que explica cómo Dios creó el día y la noche”.

“Pero la más brillante excusa para alejar a los faroleros de las calles fue la que dio a los bienaventurados habitantes el alcalde la de ciudad de Colonia, quien declaró que el uso del gas no sólo era anticristiano sino también antipatriótico. Porque, aducía, la gente que vive en ciudades iluminadas con linternas de gas, ya no se dejaría impresionar por las iluminaciones festivas, y las iluminaciones de fiestas eran fuente de inspiración de una forma exaltada de patriotismo y de respeto para con la dinastía reinante” (De “Historia de las invenciones”-Editorial ACME SA-Buenos Aires 1964).

Las disputas entre religiones, calificadas como “verdaderas” por sus seguidores, y “falsas” por el resto, es el germen de violentas disputas sin solución aparente, por cuanto tales calificaciones se asocian a la voluntad de Dios manifestada en algún momento. Por el contrario, siguiendo el criterio de la ciencia experimental, la religión verdadera es aquella que pregona una ética compatible con las leyes psicológicas naturales que gobiernan a cada uno de nosotros, y que, además, producen los mejores resultados al poner en práctica los mandamientos éticos respectivos.

Las religiones sobrenaturales han dejado de ser religiones morales para convertirse en religiones cognitivas, en donde el mayor mérito no consiste en cumplir con los mandamientos bíblicos, sino en creer en misterios muchas veces incompatibles con las leyes naturales y con la lógica elemental. Puede decirse que a las leyes naturales las hizo Dios, mientras que a las leyes sobrenaturales las hicieron los hombres.

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