En los años 70, cuando el nivel de pobreza en la Argentina era de un 5%, surgen los movimientos terroristas de izquierda con el aparente motivo de “ayudar a los pobres”, entre otros. En realidad, en plena guerra fría, el principal objetivo era instaurar el socialismo para que el Imperio Soviético se expandiera hasta reinar en el futuro en todo el planeta. Entre los grupos terroristas aparece Montoneros, calificados por Pablo Giussani como "la soberbia armada".
El grupo Montoneros, junto al ERP, mentían sobre la situación económica y social del país, de la misma forma en que Perón lo hizo en su momento y también Fidel Castro respecto de Cuba. Cambiaban la realidad para justificar sus ilimitadas ambiciones de poder. Jean Françoise Revel escribió: “Una de las primeras observaciones de Tucídides al comienzo de la Guerra del Peloponeso, muestra la falta de curiosidad que tienen los hombres respecto de las exactitudes de los hechos, de las verdades más accesibles en materia de política y de historia, así como su capacidad para perpetuar convicciones que carecen de fundamento, que muchas veces aunque en vano, han sido reducidas a la nada por la más elemental de las informaciones” (De “El Estado megalómano”-Editorial Planeta SA-Barcelona 1982).
El terrorismo de izquierda se caracterizaba por la ilimitada soberbia de sus ejecutores, materializada por la creencia de ser conocedores absolutos de las leyes de la sociedad y de la historia, hasta arrogarse el derecho de asesinar preventivamente a una parte importante de la población, es decir, aquella parte que nunca admitiría el sistema totalitario que proponían. Así, Mario Roberto Santucho, líder del ERP, estimaba “necesaria” la eliminación preventiva de un millón de argentinos.
Los terroristas seguían los lineamientos ideológicos de Ernesto Che Guevara, como también lo hicieron varios “sacerdotes” tercermundistas. Guevara expresó: “El odio como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales al ser humano y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así: un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal” (Citado en “Por amor al odio” de Carlos Manuel Acuña-Ediciones del Pórtico-Buenos Aires 2000).
Otros guerrilleros expresaban también sus deseos de matar. “Esos imbéciles (de los críticos)... no han visto nuestras manos sucias de pólvora y sangre” (Juan José Hernández Arregui).
“Si uno se preocupa por las vidas no hace política. Hacer política es preocuparse por el poder, no por las vidas” (Mario Eduardo Firmenich).
“Acá los esperamos con armas, búsquennos y nosotros, si podemos, los vamos a matar” (Eduardo Anguita).
“Yager explicó que una guerra implicaba un sacrificio y parte de ese sacrificio era matar” (Marcelo Larraquy).
(Citas de “La guerrilla en sus libros” Tomo II, de Enrique Díaz Araujo-El Testigo Ediciones-Mendoza 2009).
Como el “enemigo brutal” de Guevara estaba lejos, en el hemisferio norte, los izquierdistas consideraban como cipayos, pro EEUU, a todo aquel que no aceptara las prédicas de izquierda, por lo que su vida carecia totalmente de valor para los adherentes a la izquierda política.
La adhesión de sectores del peronismo a los planes socialistas, se deben a que Perón también era un partidario de la violencia extrema. De ahí sus múltiples y frecuentes instigaciones a sus seguidores a luchar contra los “enemigos” (los anti-peronistas o gente decente). Perón escribió: “Cuanto más violentos seamos, mejor: al terror no se lo vence sino con otro terror superior” (De la Correspondencia Perón-Cooke).
Perón usaba a Montoneros para volver al poder, mientras que Montoneros usaba a Perón por similares razones. Pero, cuando Perón accede a su tercera presidencia, vuelca la violencia extrema contra sus antiguos aliados, ya que no los necesitaba ni quería compartir el poder con nadie. Vicente Gonzalo Massot escribió: “El choque de dos fuerzas –las organizaciones terroristas de un lado; el Estado Nacional del otro- no consentía sobrevivientes. La condición esencial del conflicto, su naturaleza, radicaba en que unos y otros podían recurrir a cualquier medio para aniquilar al contrario y eliminarlo así de la faz de la Tierra”.
“El resultado militar de la contienda, que tuvo un principio y un fin en el tiempo, fue favorable a las Fuerzas Armadas. Inversamente, el resultado político favoreció a sus adversarios. Fenómeno éste –que los vencedores terminaran haciendo el papel de vencidos y los perdedores ganasen la batalla política después de muertos- nunca antes visto, cuanto menos en el mundo moderno” (Del Prólogo de “Por amor al odio”).
Entre los aspectos por los cuales muchos sectores se ubicaron ideológicamente del lado de los terroristas, surge el proceso de “victimización” de los llamados “jóvenes idealistas” que asesinaban para establecer un “mundo mejor”. Es un caso similar a la oposición existente contra Nayib Bukele, presidente de El Salvador, por cuando las masas hipócritas sienten pena por los cientos o miles de delincuentes encerrados en las cárceles de ese país. Cuando estaban libres, en El Salvador había una tasa anual de asesinatos de 100 por cada 100.000 habitantes. Luego de las decisiones de Bukele, se redujo a algo más de 2 cada 100.000 habitantes. Los antiguos asesinos de máxima peligrosidad aparecen como víctimas inocentes ante las mentes izquierdistas. Debemos recordar que para los izquierdistas, todo delincuente ha sido previamente marginado de la sociedad por un sistema económico injusto, y que el delito es una justa venganza contra esa sociedad.
Cuando se habla del Nunca Más, se hace referencia a que nunca más las Fuerzas Armadas deberían reprimir a grupos terroristas que pretendan instaurarnos el socialismo. Sería más efectivo promover un previo Nunca Más a bandas terroristas como Montoneros y ERP, ya que así se va a asegurar el Nunca Más de la represión estatal.
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