Es bueno valorarse uno mismo y también es bueno que nos valoren los demás; de ahí que muchas veces sobreestimamos nuestras habilidades o nuestros conocimientos cometiendo errores que perjudican a los demás, por lo que tratamos de negar nuestras culpas aduciendo que hemos obrado con "buenas intenciones", cuando en realidad es nuestro egoísmo el que ha promovido esos errores.
La estimación prioritaria de las buenas intenciones sobre los resultados de nuestras acciones, otras veces es observada en los "creyentes" que suponen estar "purificados por el Espíritu Santo", debido exclusivamente a sus creencias, por lo que es común observarlos cometer alguna maldad basados en supuestas "buenas intenciones". Suponen que un fingido arrepentimiento los dejará limpios para una próxima maldad. La religión moral se transforma en religión cognitiva, por no decir que se trata de un vulgar paganismo.
Entre los autores ocupados de estos temas aparece Agustín Álvarez, quien escribió: “Dividir a los hombres en bien intencionados y mal intencionados es un progreso, sin duda, con relación a la antigua división en patriotas y traidores que, por mal de nuestros pecados, todavía sobrevive en algunos espíritus demasiado al natural. Desgraciadamente, para que el patriotismo o la buena intención sirvan de algo, es necesario que las consecuencias de un acto no dependan del acto mismo, sino de la intención del agente, y no es esto lo que sucede en la realidad de las cosas, sino todo lo contrario. Una vez producido el acto, es un hecho con existencia y atributos propios, no reglados por la voluntad del agente sino por la naturaleza de las cosas; ni el patriotismo ni la intención pueden suprimir, ni aún suspender, la menor consecuencia del hecho mismo”.
“Para el caso, tan indiferentes son los móviles de un acto bueno, como los móviles buenos de un acto malo. Lavalle fusiló a Dorrego con patriotismo y buena intención, y lo mismo hubiera sucedido, lo que sucedió después, si lo hubiese fusilado por los móviles opuestos, pero hubiera sucedido más o menos lo contrario si con mala intención lo hubiera dejado vivo”.
“El querer hacer las cosas demasiado bien suele ser el medio más seguro de hacerlas demasiado mal, pues, sin duda, el patriotismo y la buena intención determinan el acto, pero como no son infalibles, cuanto mayor es el bien que se proponen hacer, tanto más grande resulta el zambardo, en caso de error, que es lo normal en Sud América, porque en los pueblos atrasados lo natural es que los partidos no pueden sufrirse, pues lo propio de la barbarie es la intolerancia, en virtud de que «la tolerancia es la caridad de la inteligencia»”.
“Del mismo modo que la justicia no consiste en saber lo que a cada uno le corresponda, sino en dárselo efectivamente, el buen gobierno no consiste en la sabiduría verbal de los discursos, programas y manifiestos sino en el resultado de los hechos. Lo que realmente importa, para el bien o para el mal, no es la intención de los actos sino sus consecuencias”.
“El patriotismo que mata, la buena intención que arruina, son calamidades peores que la peste, bien que sirvan, y acaso por eso mismo, para tranquilizar la conciencia de un egoísta, que, con tal de evitarse hasta el remordimiento de los males que causa, llega hasta echarles la culpa a sus propias víctimas. Sacar del gobierno todos los beneficios posibles, cargar a los gobernados con todos los perjuicios consiguientes, y hasta con el remordimiento de los actos propios, es lo más sudamericano que pueda darse, y bien que pueda parecer excesivo ante el falso concepto de la humanidad que han fabricado los filósofos de gabinete, se ajusta por completo a la máxima fundamental de la psicología positiva: el hombre busca el placer y huye del dolor, con el menor trabajo posible” (Citado en “Perfiles del Apóstol” de Pedro Cervetto-El Ateneo-Buenos Aires 1934).
Por otra parte, quienes siguen fieles a la ideología marxista-leninista, aceptan sin inconvenientes los crímenes masivos cometidos por Lenin, Stalin y otros líderes comunistas opinando que esos crímenes eran “necesarios”. Adhieren además a los "necesarios" crímenes en países como Cuba, Venezuela, Nicaragua, etc. Quienes rechazan esos crímenes dejan de ser marxistas. Incluso escritores como Aldous Huxley consideraron las “buenas intenciones” de tales líderes, escribiendo al respecto: “Varios millones de paisanos fueron muertos de hambre deliberadamente en 1933 por los encargados de proyectar los planes de los Soviets. La inhumanidad acarrea el resentimiento; el resentimiento se mantiene bloqueado por la fuerza. Como siempre, el principal resultado de la violencia es la necesidad de emplear mayor violencia. Tal es pues el planteamiento de los Soviets; está bien intencionado, pero emplea medios inicuos que están produciendo resultados totalmente distintos de los que se propusieron los primeros autores de la revolución” (De “El fin y los medios” de Aldous Huxley–Editorial Hermes–Buenos Aires 1955).
A pesar de los graves efectos de la aplicación del socialismo, sus seguidores pretenden mantener su supremacía moral aduciendo estar motivados por "buenas intenciones", en oposición a los sectores liberales motivados por "intereses egoístas". Al respecto, Carlos Alberto Montaner escribió: “En rigor, lo que ha ocurrido es, a un tiempo, fascinante y sorprendente: los neopopulistas, que partieron de un análisis materialista, al perder la argumentación que poseían, se han apoderado del lenguaje religioso, renunciando al examen de la realidad. Ya no tienen en cuenta los hechos sino sólo las motivaciones. Han asumido un discurso teológico de culpas y pecados, en el que se valoran las virtudes del espíritu y se rechazan las flaquezas de la carne”.
“Tener es malo. Luchar por sobresalir es condenable. Lo bueno es la piedad, la conmiseración, el apacible amor por el prójimo. Y nada de eso puede encontrarse en la «selva» del mercado, donde las personas luchan con dientes y uñas para aniquilar a los competidores. Ellos, en cambio, los neopopulistas, representan a los pobres, son los intermediarios de la famélica legión ante el mundo y los únicos capaces de definir el bien común. Ellos irán al cielo. Los neoliberales al infierno. En cierta forma se puede hablar de un debate posmoderno. Los neopopulistas han renunciado a la racionalidad. Les resultaba demasiado incómoda” (De “La libertad y sus enemigos”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2005).
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