viernes, 7 de marzo de 2025

Afectos brindados y afectos recibidos

Por lo general, se siguen describiendo los fenómenos sociales como se hacía en pleno siglo XIX, es decir, en base a clases sociales y no en base a individuos, predominando la visión sociológica en lugar de la visión de la psicología social. Ello conduce a considerar la existencia de clases sociales, lucha entre clases debido a la desigualdad existente y posibles soluciones.

Una de las principales conclusiones es que la violencia existente en una sociedad se debe a la “desigualdad social”, entendida principalmente como una “desigualdad económica”. De ahí que, por lo general, se consideran culpables de la situación de violencia a los creadores de esa desigualdad, que son los empresarios, o el sector productivo en general. La solución evidente, de ser acertado el diagnóstico, es la “redistribución de las riquezas”; ello implica la distribución, entre los pobres, de la principal herramienta de la producción: el capital. En realidad, tal redistribución va dirigida hacia el Estado, lo que no es lo mismo, siendo este proceso destructivo el que conduce a la igualdad en la pobreza, o a la existencia de un sector improductivo que domina el Estado (la “nueva clase”) y una gran mayoría sumida en la pobreza.

Si el sector empresarial es el culpable de todos los males de la sociedad, se le asocian todos los defectos morales posibles, mientras que a los sectores pobres se les asocian todas las virtudes posibles, de ahí que no se hace nada para que mejoren sus condiciones culturales y morales, lo que produce una continuidad de su situación.

Principalmente desde la Iglesia Católica se sostiene que el sector pecaminoso (el empresarial) debería intentar aumentar su capacidad de amar y orientarlo hacia los pobres, mientras que éstos casi no necesitan realizar cambio alguno. Esta mentalidad ha dado lugar a la “Iglesia pobre y para pobres”, es decir, Iglesia virtuosa para virtuosos.

En el cristianismo auténtico, no se hace distingo entre ricos y pobres, o entre empresarios y el resto, ya que se habla del “prójimo”. Mientras que resulta evidente que todo niño deba recibir afectos para la formación óptima de su personalidad, en el caso de los adultos pobres, por el contrario, lo que les hace falta, no es tanto recibir afecto como los niños, sino aumentar su capacidad de amar, lo que los llevará posiblemente a mejorar sus atributos personales y a una mejora social y económica.

De la misma manera en que se promueve la violencia suponiendo que el delincuente eligió su errado camino debido a la existencia de un sistema económico injusto (es decir, todo sistema que no sea el socialismo), se promueve la pobreza y la miseria generalizadas ignorando los defectos visibles de la gente con pocas aptitudes productivas, ya que ni siquiera se preocupan por aprender alguna actividad productiva, entre otros aspectos.

Si hemos de considerar cuál ha de ser el mejor camino para las mejoras sociales e individuales, puede decirse que todo habitante del planeta debería intentar mejorar el nivel de su empatía emocional, intentando lograr una mejor predisposición a compartir las penas y las alegrías ajenas como propias.

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