domingo, 9 de marzo de 2025

¿Se puede pactar con Putin?

Cuando el presidente de Ucrania reclamaba seguridad, ante un posible pacto de paz con Putin, con la intermediación de los EEUU, lo hacía por cuanto Putin es un político que varias veces rompió tratados en forma unilateral. El principal pacto celebrado entre Rusia y Ucrania, en el cual Ucrania entregaba su arsenal nuclear a Rusia, luego de la disolución de la Unión Soviética, lo hizo a cambio de la promesa de que Rusia respetaría los límites geográficos de ambos países en ese momento, tratado que Putin ha desconocido varias veces.

A continuación se transcribe un artículo en el cual se hace una analogía entre Hitler y Putín, por cuanto también el líder nazi se caracterizaba por establecer pactos y luego traicionarlos, siendo uno de ellos el pacto celebrado con sir Neville Chamberlain:

DONALD CHAMBERLAIN INDIGNA A EUROPA

Por Rodolfo Enrique Gallo del Castillo

Pocas veces había ocurrido en la Historia un suceso parecido a la fallida mediación, en el Salón Oval de la Casa Blanca, entre un exultante Donald Trump y un cauteloso Volodómir Zelenski. En principio, parecía un simple acto protocolar para la firma de un acuerdo comercial entre los Estados Unidos y Ucrania para que este último país cediera la mitad de sus tierras raras al país anfitrión, en concepto de compensación económica a los Estados Unidos por su apoyo bélico a Ucrania desde el 24 de Febrero de 2022, cuando fue invadida por cientos de miles de soldados rusos divididos en cuatro columnas.

A medida que avanzaban los diálogos, resaltaban el profundo desacuerdo interno existente entre Trump y Zelenski. Dice el Mago Merlín, en una escena memorable de los "Hechos de la Corte del Rey Arturo y sus Nobles Caballeros", escrita por John Steinbeck: "Ya verás, Arturo, cuando llegue la hora de la verdad, cómo tus sentimientos te precipitarán hacia tu destino".

Los sentimientos de Donald Trump hacia su socio y amigo Vladimir Vladimirovich Putin están totalmente fuera de discusión. Piensan igual, sienten igual, y creen ser los salvadores de sus respectivos países. Por lo tanto, el ambiente de la reunión en el Salón Oval era notoriamente hostil hacia Zelenski, enemigo mortal de Putin. Trump había llegado acompañado por dos de sus mejores espadas (es una forma de decir) su vicepresidente Vance; y Marco Rubio, Jefe del Departamento de Estado.

Palabras van, palabras vienen. El clima se enrarecía, pero por causas muy concretas. Trump, Vance y Rubio querían alcanzar un acuerdo diplomático. Basta de guerra decían. Muere mucha gente, la destrucción económica es infernal, caen las redes eléctricas, la infraestructura se hace añicos.

El líder ucraniano no lo negaba, pero simplemente decía que para dejar de pelear en la guerra eran necesarias garantías concretas para asegurar la paz, como tropas, armas y complejos sistemas de defensa.

Pero Usted solamente piensa en pelear, le espetaba Rubio a Zelenski: ¿Porque no recurre a la diplomacia?

Ya habían pasado del timbre normal a los gritos: ¿De qué diplomacia me hablan, de la de Putín? ¿Quién jamás cumplió su palabra, incluso en los acuerdos firmados por él?, dijo firmemente Zelenski.

¡Déjese ya de pedir garantías -porfiaba Trump- lo verdaderamente importante es el acuerdo!

¡Usted tiene demasiado odio a Putin cómo para firmar un Acuerdo de Paz con la Federación Rusa! ¡Vuelva cuando esté más sereno y calmado!

Y así, en medio de gritos y empujones, echaron a Zelenski del preciado Salón Oval de la Casa Blanca norteamericana.

En una palabra: no pudieron acordar nada. Porque Trump quería un acuerdo, mientras que Zelenski quería garantías muy concretas antes de aceptar un alto el fuego.

DEJA VU

Todo este diálogo, explosivo, a los gritos, transmitido por redes internacionales, en directo, a miles de millones de espectadores, trasladaron, especialmente a los europeos, a un dejá vu, ocurrido entre 1938 y 1940. La posición de Donald Trump era la del entonces primer ministro británico, sir Neville Chamberlain, desesperado por llegar a acuerdos de paz nada menos que con Adolf Hitler, el todopoderoso canciller del Tercer Reich. Quería conjurar la tragedia mediante el "Arte de la Diplomacia". Creía firmemente, a pie juntillas, en la posibilidad de impedir la horrorosa guerra inminente mediante un brillante y esplendoroso "Tratado de Paz".

Quien expresaba la actual posición de Zelenski era Winston Churchill, quien no creía ni media palabra de todo lo que iba prometiendo Hitler. Además, mientras la guerra ocurría lejos, era mucho más fácil ilusionarse con la paz. Chamberlain esgrimía las ventajas de la diplomacia sobre los luctuosos costos de la guerra, igual que Trump en la Oficina Oval.

En el primer tiempo de la gran levantada de Hitler, el primer ministro del Imperio Británico era Neville Chamberlain, del Partido Conservador quien, pese a que tenía alguna oposición en el Parlamento, siguió adelante con todo su capital político en pos de su anhelado acuerdo.

El principio rector de sus esfuerzos consistía en el apaciguamiento de Hitler. Igual que actualmente la Federación Rusa de Putin, el principal argumento para invadir regiones y países era la existencia de germano hablantes. Alsacia, Lorena, los Sudetes (en la República Checa) y, por supuesto: Austria. Obligada a aceptar una anexión forzada por el simple imperio de las tropas del Tercer Reich.

Por supuesto, nadie defendió las ambiciones germanas a estos importantes territorios. Finalmente, enceguecido por sus ambiciones de alcanzar una paz duradera, Chamberlain ofreció viajar a Alemania para entrevistarse con Hitler. Solicitud inmediatamente aceptada por éste.

El 29 de septiembre de 1938 despegó de Londres el Primer ministro Británico y aterrizó en Munich, donde se reunió con Hitler, Daladier (primer ministro francés) y Mussolini. Terminadas las negociaciones le pidió a Hitler una entrevista a solas, la cual fue concedida inmediatamente. Cuando estuvieron a solas, Chamberlain extrajo de sus ropas un papel titulado "Acuerdo Anglo Alemán", de tras párrafos, donde se pactaba que "ambos pueblos consideraban a los Acuerdos de Munich como un símbolo de nuestros dos pueblos de nunca volver a la guerra".

Cuenta la historia que ese mismo día cuando el ministro de Relaciones Exteriores alemán, Van Ribbentrop, se enteró del contenido de ese acuerdo, se lamentó ante Hitler que lo hubiera firmado, pero éste le restó todo valor. "Oh, no lo tome tan en serio, Ribbentrop, ese papel ya no tiene importancia."

¿VUELTA TRIUNFAL?

La vuelta de Chamberlain fue apoteótica. Lo recibió directamente el Rey Jorge VI y saludaron desde los balcones del palacio de Buckingham a una enorme multitud allí reunida.

En enero de 1939 pensaron en Estocolmo darle el Premio Nobel de la Paz a Chamberlain "por haber salvado a Europa", pero finalmente ese premio quedó desierto, con toda razón. Finalmente, durante la madrugada del 1ro. de Septiembre de 1939, Hitler invadió Polonia.

Ni hablar del horror que siguió luego. Las ilusiones de Chamberlain rodaron salvajemente por el suelo. Sus maniobras y dilaciones habían sido notablemente funcionales para el Tercer Reich. Tuvieron que hacer esfuerzos sobrehumanos para recuperar un tiempo precioso perdido en ilusiones sin ningún asidero. Quien la tuvo siempre clara fue Winston Churchill, un guerrero sin abuela. O con ella.

REPERCUSIONES

Mientras los azorados europeos contemplaban los pasos de comedia del Salón Oval sacaron inmediatamente importantes conclusiones. La primera, no pueden esperar más apoyo de los Estados Unidos, por lo menos mientras esté Trump al frente, para nada. Segundo, que su posición tan favorable a Putin es incómoda para toda Europa en particular y para la OTAN en general.

Pero eso sí, el ominoso recuerdo de Chamberlain los hizo cerrar filas inmediatamente alrededor de Zelenski y Ucrania. Es el momento de Europa, enfrentada con la Federación Rusa desde 1949, fecha de creación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Por ahora, la alianza militar real es con los países europeos y, seguramente, Canadá.

Si Donald Trump quiere ser el Príncipe de la Paz, allá él. Europa lo ve distinto. Para ellos, corre el riesgo de convertirse en Sir Neville Chamberlain II, de muy triste memoria.

(De www.laprensa.com.ar)

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