Puede decirse que los descubrimientos realizados hasta el momento, en neurociencia, permiten establecer una ética natural, biológica y objetiva, de validez universal (o planetaria). Ello se debe a que la ética tiene como objetivo promover el bien y rechazar el mal, y ello se logra mediante la empatía emocional, ya que mediante ella tenemos la posibilidad de compartir las penas y las alegrías ajenas como propias, que es la actitud que favorece el bien y rechaza el mal. Federico Fros Campelo escribió: “En una versión cómica de Los hermanos Corso, que parodia una vieja novela de Alexandre Dumas, cada hermano podía sentir el placer y el sufrimiento del otro en carne propia. Si se enojaban entre ellos, no les convenía pegarse, porque el cachetazo terminaba doliéndole al que lo daba y no al que lo recibía”.
“En la vida real esto no pasa. Pero lo que sí sucede es que, de alguna manera, hay ocasiones en que la emoción de otra persona puede sentirse como la nuestra. Es el principio por el cual el teatro y el cine funcionan. ¿Cuántas veces te encontrás ansioso ante las desventuras de un personaje, o entusiasmado por su reencuentro romántico? Esto es lo que llamamos empatía: darte cuenta de lo que quiere y siente el otro, y recrearlo internamente” (De “Ciencia de las emociones”-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2013).
El descubrimiento de las neuronas espejo, que permiten la existencia de la empatía emocional, fue realizado en Italia, mediante los trabajos de Giacomo Rizzolatti, Vittorio Gallese, Leo Fogassi y Luciano Fadiga. En el libro antes mencionado leemos: “No hay registro exacto de cómo fue el momento clave. Pero la cosa más o menos sucedió de la siguiente manera: entra Gallese al laboratorio en un momento de descanso, cuando no había nadie, y se pone a hacer un par de cosas…Mientras un macaco lo mira en silencio, quietito. Debe haber sido mediodía, porque en una de sus idas y vueltas, Gallese manoteó un maní de los que había en un bol para premiar al monito. ¡Zap! Un pequeño ruido de estática salió del monitor conectado a los electrodos del animal”.
“Gallese se dio cuenta. ¿Y si no era una interferencia? ¿Si era una descarga real de alguna neurona? Volvió a agarrar otro maní para ver qué pasaba, mientras los ojos del macaquito sentado y tranquilo seguían posados en él. ¡Zap! Impresionante…¿Una neurona del control motor para agarrar un maní se activaba ante la percepción de otro agarrando un maní?”.
“¡Efectivamente! De eso se trataba. Tras muchos años de trabajo y una gran ola de experimentos con macacos y humanos (sin meternos electrodos a nosotros, sino con técnicas no invasivas), en la actualidad, sabemos que contamos con neuronas del control motor que disparan al ver otra persona realizando un movimiento que podemos hacer nosotros. Tenemos un subconjunto de neuronas que se activan si pateamos una pelota, como si vemos que alguien patea una pelota, e incluso ¡si pensamos en patear una pelota! Llamamos neuronas espejo a este subgrupo. Nuestros mecanismos de percepción y de acción están íntimamente ligados en nuestro cableado”.
Para poder interpretar las emociones de otras personas, de manera que nuestras propias neuronas espejo, en forma inconsciente, reaccionen, es necesario que los gestos, o el lenguaje gestual de los seres humanos, tengan también un origen biológico, y no provengan de costumbres o hábitos culturales. De esa manera se establecerá la conexión empática para constituir el principal proceso natural que apunta a la supervivencia y adaptación cultural al orden natural. Fros Campelo escribió al respecto: “La cara es una fuente de información riquísima acerca de las emociones, lo sabemos desde tiempos inmemoriales. Pero fue recién en 1872 que el famoso Charles Darwin publicó un libro La expresión de las emociones en el hombre y los animales”.
“Darwin fue uno de los primeros en afirmar formalmente que alrededor de todo el mundo, sin importar la cultura ni la tribu ni nada, la gente manifiesta en sus caras el mismo repertorio de gestos para las emociones más comunes de alegría, ira, asco, temor, sorpresa y tristeza. Esta afirmación no es para nada menor, teniendo en cuenta de quien viene. Significa que la expresión de las emociones no es algo adquirido culturalmente sino algo propio de nuestra especie”.
“De cualquier manera, la idea quedó hibernando como un oso. A su alrededor proliferó un invierno de psicólogos que sostenían que usamos nuestra cara condicionados por la cultura, debido a una serie de convenciones sociales aprendidas. La nieve duró hasta la década de 1960, cuando se hizo la primavera gracias al psicólogo norteamericano Paul Ekman. Él no pudo hacer caso omiso a su intuición: tenía que haber una serie de reglas comunes para nuestras expresiones faciales”.
“Ekman se zambulló de lleno en el asunto. Vino a la Argentina, a Brasil, visitó tribus de selvas asiáticas y fue a Japón, llevando consigo fotos de hombres y mujeres con expresiones características. Dondequiera que estuviese, la gente coincidía en el significado de esos gestos”.
Si, desde la Psicología Social tenemos en cuenta la existencia de una actitud o respuesta característica en toda persona, y que son sólo cuatro las componentes emocionales de dicha actitud (amor, odio, egoísmo e indiferencia) podemos establecer una ética natural que consiste en “elegir” y acentuar una de ellas, como es el caso del amor, que implica compartir las penas y las alegrías ajenas como propias (empatía emocional).
Ello implica que, a partir de las neuronas espejo, la objetividad del lenguaje gestual y la elección de una de las componentes emocionales de nuestra actitud característica, hemos arribado a una ética natural, biológica, objetiva y universal que justifica y fundamenta al “Amarás al prójimo como a ti mismo”, abriendo la posibilidad de que, a partir de las ciencias sociales pueda difundirse la relegada y olvidada ética bíblica. El antiguo mandamiento podrá entonces expresarse como: “Comparte las penas y las alegrías ajenas como propias”, como una sugerencia a adoptar tal predisposición.
Debido a que la Iglesia Católica, como las restantes iglesias cristianas, están “en otra cosa”, sería una buena idea impulsar desde los centros científicos esta ética natural para que, al ser conscientes las personas acerca de todo este proceso descrito, posiblemente se inicie una etapa de rearme moral para intentar una mejora generalizada en esos aspectos. Ello será posibilitado por la coincidencia con la ética bíblica, lo cual constituye una “prueba adicional” de la veracidad de tal propuesta.
DEDUCCIONES
Una ética objetiva, como toda construcción cognitiva, admite una estructura similar a la de un edificio, es decir, presenta cimientos (fundamentos) sobre los cuales se ha de construir el resto. El resto, en el caso de la ética, ha de ser el conjunto de deducciones que se han de derivar de los fundamentos, verificadas una a una tomando como referencia la propia realidad.
Los fundamentos de la ética natural, u objetiva, son los siguientes:
1- Existencia de las neuronas espejo como base de la empatía emocional y cognitiva.
2- Carácter biológico y objetivo del lenguaje gestual.
3- Existencia de la actitud característica (desde la Psicología social).
Al considerar la existencia de cuatro componentes emocionales de la actitud característica (amor, odio, egoísmo e indiferencia) se obtiene la ética natural mencionada, ya que promueve lo que conduce al bien (amor al prójimo, o empatía emocional) mientras que también describe lo que conduce al mal (odio, egoísmo e indiferencia).
Como esta ética natural constituye un fundamento adicional de las religiones bíblicas, puede considerarse como una unificación de las ciencias humanas y sociales con la religión moral, interpretando al cristianismo, además, como una religión natural. También ha de ser un primer paso para la unificación de religiones.
Al advertirse el carácter esencialmente biológico, antes que cultural, de los fundamentos adoptados, puede decirse que la respuesta individual ante tal ética, resulta ser un requisito impuesto por el propio orden natural, por lo cual su aceptación generalizada provendrá de los deseos individuales de sentirse auténticos seres humanos al responder afirmativamente ante dicho orden.
En cuanto al aspecto cognitivo, asociado al proceso de “prueba y error”, es importante adoptar una referencia concreta para evaluar los posibles errores, o diferencias, entre las propuestas cognitivas realizadas y la referencia. De ahí surgen, como posibles referencias, la propia realidad, lo que uno piensa, lo que piensa otro ser humano o lo que piensa la mayoría. De esta forma será posible concientizar a todo individuo que será la propia realidad, con sus leyes naturales, la que resulta conveniente adoptar como referencia, lo que resulta ser un requisito importante para dejar de lado toda masificación posible y toda dependencia mental respecto de otros seres humanos.
De tener difusión y aceptación la presente propuesta, se advierte que ello conducirá a una eficaz mejora ante los evidentes problemas que afligen a importantes sectores de la sociedad. La vigencia del “Amarás al prójimo como a ti mismo” conducirá a la verdadera igualdad entre seres humanos. Al poder compartir penas y alegrías ajenas como propias, quedará reducido a niveles insignificantes el gobierno mental y material del hombre sobre el hombre, lo que conducirá a la verdadera libertad. Ello implica que se dejarán de lado los distintos gobiernos humanos, al menos como prioritarios, para aceptar el gobierno directo del orden natural a través de sus leyes, lo que no es algo distinto al Reino de Dios promovido desde la Biblia.
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