domingo, 22 de diciembre de 2024

Los siete pecados capitales socialistas

Siete son los pecados capitales aceptados por la Iglesia, con validez para todos los seres humanos, siendo posible ampliarlos para ser aplicados a los socialistas en particular. Estos aparecen en el libro “¿Está Dios contra la economía?” de Jacques Paternot y Gabriel Veraldi (Editorial Planeta SA-Barcelona 1991).

Como las adhesiones políticas y económicas dependen esencialmente de cuestiones psicológicas, es posible que las descripciones realizadas en Europa, principalmente, hace unos treinta años atrás, sigan teniendo validez en otros países y en la actualidad.

A continuación se mencionan fragmentos de tales pecados capitales que aparecen en el citado libro:

1- Es un movimiento gnóstico. Siempre se encuentran dos polos principales de importancia relativa fluctuante: ortodoxia y gnosis. La gnosis afirma que posee un conocimiento superior, reservado a una minoría de iniciados, los cuales sabrán resolver todos los problemas cuando hayan tomado el poder.

2- El segundo pecado capital del socialismo consiste en la negación del pecado. Es un postulado necesario para quien desea quitar a los hombres libertad y dignidad con objeto de tener sobre ellos la omnipotencia casi divina que justifica la omnipotencia gnóstica.
Aquel que se atreva a emprender la institución del pueblo debe sentirse capaz de cambiar la naturaleza humana. Es necesario, en una palabra, que retire al hombre sus propias fuerzas para darle otras que le son extrañas.
Como ocurre frecuentemente en la gnosis socialista, el «hombre nuevo» perfectamente condicionado por el sistema omnisciente es una caricatura del hombre nuevo cristiano; de la misma manera que el lema fundamental «Arrasemos el pasado» es la inversa del «No he venido al mundo para abolir sino para dar plenitud».

3- El tercer pecado capital del socialismo consiste en que debe seguir creyendo que la economía es un juego de suma nula. Que «para dar a unos es necesario quitar a otros». A pesar de las revisiones a las que se han visto obligadas en este momento todas las variedades del socialismo, el sistema no puede realmente despojarse de esa concepción arcaica puesto que ella suministra los fundamentos morales del dirigismo en nombre del bien común.

4- Creencia en que la producción y la distribución de la riqueza son funciones independientes; por lo tanto, que ellas pueden ser organizadas separadamente y sin consecuencias recíprocas.

5- El quinto pecado socialista es el deseo de una sociedad igualitaria. Dado que en la parte inferior de la distribución de Galton las aptitudes humanas son naturalmente muy diversas y no es posible aumentar rápidamente y mucho la inteligencia, la energía, el carácter, el espíritu de decisión y de empresa, el gusto por el riesgo, la resistencia a las pruebas y a los fracasos, etc., el igualitarismo conduce a disminuir los rendimientos de la mitad superior.
Las consecuencias de esta demagogia son bien conocidas: los empresarios se desalientan, los «cerebros» se marchan.

6- El sexto pecado, verdaderamente capital, del socialismo es el que reposa necesariamente sobre la mentira. «La ideología –escribió Revel- es la principal fuente de descomposición de la información, porque necesita una mentira sistematizada, global y no sólo ocasional. Debe, para permanecer intacta, defenderse sin descanso contra el testimonio de los sentidos y de la inteligencia, contra la propia realidad. Esa lucha agotadora conduce a aumentar día tras día la dosis de mentira requerida para resistir las evidencias que resultan de lo real inexorable…Además, la practica con prisa y asiduidad; pero le agrega una mentira infinitamente más exigente, puesto que la ideología obliga a modificar sin cesar la imagen del mundo en función de la visión que del mismo se quiere tener».

7- Estos pecados, y otros que sería fastidioso empadronar, desembocan en un pecado verdaderamente imperdonable, «pecado contra el espíritu»: el acaparamiento destructor de la cultura.
La función que se atribuye es la crítica destructiva de los valores, de las reglas, de las costumbres, de las tradiciones de la sociedad «burguesa», «conservadora» y naturalmente «capitalista».

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