miércoles, 25 de junio de 2025

Desigualdad capitalista vs. Desigualdad socialista

Como no todos los seres humanos tenemos las mismas capacidades, para cualquier actividad considerada, toda sociedad debería incentivar a quienes mayores aptitudes presentan para la creación de bienes y servicios. De esa forma se optimizarán tanto la producción como la economía de la sociedad. La desigualdad económica a favor de los que mucho producen responderá a una especie de "premio" que los propios consumidores otorgan a los mejores. En eso consiste el incentivo a la productividad.

Como el mejor nivel económico recae en los más productivos, puede decirse que la desigualdad económica capitalista es una desigualdad virtuosa, por cuanto resulta ser una consecuencia de haber trabajado y producido en forma eficaz, beneficiando tanto a los consumidores como también a los productores. Quienes protestan por considerar "injusta" a esta desigualdad son los poco productivos y también los envidiosos, incluso difamando a todo el sector empresarial aduciendo que los empresarios "acaparan" gran parte de la riqueza de la sociedad sin apenas advertir que son los que la crean.

Bajo los sistemas socialistas, el Estado se encarga de redistribuir las riquezas producidas buscando cierta igualdad económica, al menos en teoría. Eliminan los incentivos a los productores, que tienden a producir menos, mientras que favorecen a los poco productivos, que tienden a trabajar y a producir menos que antes. Incluso en el socialismo real, la clase dirigente tiende a establecer una desigualdad económica poco o nada virtuosa, conduciendo a situaciones de pobreza extrema.

Mientras que, bajo los sistemas capitalistas, existe cierta movilidad social ascendente, asociada a la efectividad productiva, en los sistemas socialistas la única movilidad social ascendente se produce por razones políticas, cuando un individuo se afilia al partido político gobernante, aun cuando poca sea su capacidad laboral o productiva.

El caso más notable se estableció en Rusia bajo el marxismo-leninismo; cuando se aplicó el socialismo en la búsqueda de una supuesta igualdad. Esta no habría de ser una igualdad nacida de la empatía emocional, como la igualdad propuesta por el cristianismo, sino apuntando a una supuesta igualdad económica. La nacionalización de los medios de producción, y de la propiedad privada en general, no hubo de implicar una “distribución de la riqueza entre los pobres”, sino que pasó totalmente a manos de la “nueva clase”; la clase dirigente socialista. El resto habría de constituir una subclase bajo la categoría de una sub-igualdad, o igualdad de rango inferior.

Lo que impulsa la acción del revolucionario socialista es la idea de pertenecer a una secta minoritaria caracterizada por su “superioridad moral”, lo que legitima una acción de dominación mental y material sobre una mayoría caracterizada por su “inferioridad” en ese aspecto. En el discurso que el socialista ofrece a la sociedad se escucha principalmente la palabra “igualdad”. Milovan Djilas escribió respecto de la clase dirigente yugoslava en la etapa comunista: “Si damos por supuesto que la calidad de miembro de esta burocracia o nueva clase propietaria, se basa en el uso de privilegios inherentes en la propiedad –en este caso de bienes materiales nacionalizados-, entonces la calidad de miembro de la nueva clase partidaria o burocracia política, se refleja en la obtención de bienes materiales y de privilegios mayor que la que la sociedad concedería normalmente para esas funciones”.

“En la práctica, el privilegio de propiedad de la nueva clase se manifiesta como un derecho exclusivo a que la burocracia política distribuya la renta nacional, fije salarios, dirija el desarrollo económico y disponga de la propiedad nacionalizada y la otra. Así es como se presenta ante el hombre corriente, quien considera al funcionario comunista como un hombre muy rico y que no tiene que trabajar”.

"Partiendo de la premisa de que sólo ellos conocen las leyes que gobiernan la sociedad, los comunistas llegan a la conclusión demasiado simple y anticientífica de que ese supuesto conocimiento les da el poder y el derecho exclusivo a modificar la sociedad y dirigir sus actividades. Éste es el error más importante de su sistema".

"La monarquía no tenía una idea tan elevada de sí misma como la que los comunistas tienen de sí mismos, ni era tan absoluta como ellos" (De "La nueva clase"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1957).

Milovan Djilas, quien llegó a desempeñar altos cargos jerárquicos en el comunismo yugoslavo, agrega: “En la Unión Soviética y otros países comunistas ha sucedido todo de una manera distinta de cómo pronosticaron sus dirigentes…Éstos esperaban que el Estado desapareciera rápidamente y se fortaleciera la democracia. Ha sucedido lo contrario. Esperaban un rápido mejoramiento del nivel de vida, y a este respecto apenas se ha producido cambio alguno, y en los países subyugados de la Europa oriental ese nivel incluso ha empeorado”.

“El monopolio que la nueva clase establece en nombre de la clase trabajadora sobre toda la sociedad es, ante todo, un monopolio sobre la clase trabajadora misma. Este monopolio es en primer término intelectual, sobre el llamado proletariado de avant-garde, y luego sobre todo el proletariado. Esta es la mayor decepción que puede causar la nueva clase, pero pone de manifiesto que su fuerza y su interés radican principalmente en la industria. Sin industria, la nueva clase no puede consolidar su posición o autoridad”.

“Los hijos de la clase obrera son los miembros más resueltos de la nueva clase. El destino de los esclavos ha consistido siempre en proporcionar a sus amos los representantes más inteligentes y capaces. En este caso ha nacido de la clase explotada una nueva clase explotadora y gobernante”.

Peter Drucker escribió respecto de los resultados del capitalismo considerando que llega realmente a lo que los socialistas sólo proponen como un logro lejano y, a veces, como un simple engaño: “En lugar del capitalista de la vieja escuela, en los países desarrollados son los fondos de pensiones los que, de forma creciente, controlan la provisión y asignación de dinero. En EEUU, en 1992, estos fondos reunían la mitad del capital en acciones de las empresas de mayor tamaño del país y controlaban casi el mismo porcentaje de la deuda fija de esas mismas empresas. Los propietarios beneficiarios de los fondos de pensiones son, por supuesto, los empleados del país”.

“Si el socialismo se define, como lo hizo Marx, como la propiedad de los medios de producción por parte de los trabajadores, entonces EEUU se ha convertido en el país más «socialista» que existe, al tiempo que sigue siendo también el más «capitalista». Los fondos de pensiones son gestionados por una nueva raza de capitalistas, los anónimos y desconocidos empleados asalariados, los analistas de inversiones de fondos de pensiones y los directores de cartera”.

Mientras que el marxismo se basa en el trabajo como el principal factor de la producción, algo desactualizado incluso en la época en que surgió, quedaría aún más desactualizado en el futuro. Peter Drucker agrega: “Pero hay algo igualmente importante: el recurso real que controla todo, el «factor de producción» absolutamente decisivo, ha dejado de ser el capital, o el suelo o la mano de obra; ahora es el saber. En lugar de capitalistas y proletarios, las clases de la sociedad poscapitalista son los trabajadores del saber y los trabajadores de los servicios” (De “La sociedad poscapitalista”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1993).

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