Si bien el socialismo mostró su ineficacia en forma bastante evidente, muchos de sus adeptos mantienen su adhesión a pesar de sus fracasos, por lo que todavía sigue vigente en varios países. De ahí la necesidad de continuar con la difusión de sus debilidades como también la difusión, y posterior corrección, de las mentiras vertidas en contra de la postura liberal.
El intelectual de izquierda ha sido siempre el primer eslabón de una cadena de mentiras y violencia, sembrando en la sociedad una casi irreversible cuota de odio hacia la sociedad y la humanidad, promoviendo el mayor retroceso histórico respecto del proceso de adaptación cultural del ser humano respecto del orden natural.
Ante una pregunta de Sergio Marras, en una entrevista a Octavio Paz, éste responde: "Antes de tratar este tema, quiero referirme, así sea de paso, a la evolución de las actitudes de las clases intelectuales de América Latina. Entre 1930 y 1940, por causas bien conocidas, el descrédito de los regímenes democráticos provocó la aparición de varias corrientes autoritarias, casi todas inspiradas por un rabioso nacionalismo y un populismo vocinglero".
"Las ideas de algunos de estos grupos colindaban con las ideologías totalitarias en boga en aquellos años. No es difícil percibir ecos del fascismo italiano y del falangismo español en varios grupos intelectuales de Argentina, Nicaragua y otros países. (En Nicaragua cambiaron después de chaqueta y, con la honorable excepción del poeta Pablo Antonio Cuadra, saltaron del fascismo al castrismo). Otros adoptaron el mesianismo revolucionario, en la versión espuria del marxismo que ha circulado en nuestras tierras, hechas de retazos de leninismo, stalinismo y gaseoso tercermundismo".
"El movimiento de izquierda creció después de la Segunda Guerra Mundial y se convirtió en la ideología dominante entre los intelectuales. Sólo hasta hace unos pocos años, vencido por los hechos ha perdido vigencia. La ha perdido relativamente: todavía quedan muchos obstinados. Hace poco un novelista, conocido nadador entre dos aguas, con el valor que no tiene para condenar el régimen totalitario de Castro, denunció en términos airados al «totalitarismo de mercado». Otro intelectual mexicano, antiguo rector de la Universidad, acaba de publicar un ensayo en el que afirma que Cuba representa la democracia del porvenir y compara a Castro con Montesquieu. Sería cómico si no fuese vergonzoso".
Alguna vez escribí que nuestros intelectuales de izquierda eran los herederos de los teólogos neotomistas del siglo XVI. Exageré: el neotomismo fue una filosofía compleja y sutil mientras que el marxismo hispanoamericano no es sino una suma de vulgaridades, simplezas y obcecaciones. Un verdadero obscurantismo: ninguno de nuestros marxistas ha tenido ni tiene la hondura y la originalidad de un Suárez o de un Vitoria. A pesar de todo esto, en algo se parecen a los neotomistas del siglo XVI: conciben su misión como una cruzada y durante años y años han sido incansables guerreros de una ideología".
"Fueron sacerdotes y evangelistas de una pseudoreligión sin dios pero con inquisidores y verdugos. Nuestros intelectuales de izquierda heredaron también la intolerancia jacobina y la creencia ingenua en un puñado de frases como llaves del universo y de la historia. Han prolongado así uno de los vicios tradicionales del pensamiento latinoamericano: la fe en las soluciones globales, la falta de respeto por la realidad".
Sergio Marras le pregunta a Octavio Paz: "Bueno, muchos de estos intelectuales marxistas hoy día son neoliberales...¿Hasta qué punto cree usted que el neoliberalismo hoy día se está tomando, en América Latina, igual que una teología, de modo semejante a cómo se tomó el marxismo en su oportunidad?".
Octavio Paz responde: "Desconfío de estas súbitas conversiones. Me temo que sea un nuevo cambio de piel. Se quitan una máscara para ponerse otra. Un nuevo acto, ahora chusco, en el carnaval sangriento que ha sido nuestra historia y en el que los intelectuales se disfrazan y los verdugos, los Pinochet, los Castro, ejecutan. ¿Porqué desconfío de ese repentino descubrimiento de la democracia? Lo he dicho ya muchas veces: porque el cambio no ha sido precedido por un examen público de conciencia y por una franca confesión de los errores cometidos".
"Esto es lo que hicieron, en su momento, Gide y Silone, Koestler y Camus, Semprún y Spender. Esto es lo que no han hecho, salvo unas cuantas excepciones, los intelectuales latinoamericanos. Si hay algo valioso en la tradición cristiana, algo que el intelectual debería continuar, es el examen de conciencia. Si nuestros intelectuales hubiesen hecho ese examen de conciencia, habrían explicado a sus lectores (y a sí mismos) por qué se engañaron y por qué los engañaron. Así se habrían economizado mucha tinta, mucha bilis...y mucha sangre. Pero los intelectuales han callado. Es grave pues no se trata sólo de errores intelectuales y políticos sino de faltas morales".
"El socialismo autoritario -o para llamarlo con su nombre verdadero: comunismo- no sólo fue un enorme fracaso político, económico y social. Fue también y sobre todo un régimen terrorista que oprimió a muchos pueblos, deportó a otros y que, en fin, asesinó a millones de hombres. Se recuerda los crímenes de Stalin, pero se olvida que el terror comenzó en 1918, con la fundación de la Cheka por Lenin. La institución de los campos de concentración duró hasta hace pocos años y aun subsiste en China y Cuba [respuesta en los años 90]".
"El stalinismo fue una exageración criminal, no una desviación. Si la conversión a la democracia de nuestros intelectuales de izquierda es realmente sincera, tiene que ir acompañada por una confesión: fueron cómplices -acepto que, en la mayoría de los casos, de manera involuntaria y de buena fe- de un crimen inmenso. No se trata de cuestiones ideológicas ni de opiniones políticas, sino de una responsabilidad moral. Lautréamont dijo, parodiando a Shakespeare: «toda el agua del mar no basta para borrar una mancha de sangre intelectual»".
"En cuanto a los escritores e intelectuales que hemos criticado no tanto al marxismo como al leninismo, y no tanto a este último como a los regímenes comunistas: cumplimos nuestro deber. Fue una tarea de higiese política, intelectual y moral. En mi caso -no tengo más remedio, frente a ciertas difamaciones que hablar de mí mismo- mi crítica a los regímenes comunistas estuvo siempre acompañada por mi oposición a las dictaduras militares de América Latina y de otras partes del mundo".
"También señalé con frecuencia las injusticias, las hipocresías, los excesos y las carencias de las democracias liberales capitalistas, Por último, apenas si es necesario mencionarlo, recuerdo mis críticas al régimen de partido hegemónico en México. No me arrepiento de lo que he dicho y escrito porque, a pesar de sus fallas enormes y sus injusticias, el sistema democrático es mejor que las dictaduras de izquierda y de derecha. Sin embargo, hoy, derrumbado el comunismo totalitario, podemos y debemos continuar con mayor empeño y rigor la crítica de las sociedades liberales capitalistas".
(De "América Latina marca registrada" de Sergio Marras-Grupo Editorial Zeta SA-Buenos Aires 1992)
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