jueves, 12 de junio de 2025

El salto intelectual competitivo e inmeritorio

El buen nivel intelectual es bien valorado por la sociedad y de ahí que muchos son los que tratan de alcanzar tal nivel sin antes pasar por todas las etapas preliminares, como es el estudio de una especialidad respecto de cierto tema. Es por ello que intentan dar un "salto intelectual" tratando de pasar por auténticos conocedores de temas científicos, religiosos o filosóficos, pero usando tales supuestos conocimientos para que la sociedad los mire con buenos ojos. En lugar de ser creadores o difusores de verdades, usan tales pseudoconocimientos pensando en un prestigio social logrado en base a engaños generalizados.

El caso más conocido es el de los terraplanistas, que no sólo son completamente ignorantes en cuestiones científicas, sino que el trastorno mental los induce a suponer que son los científicos auténticos los que engañan a la sociedad buscando prestigio personal. También en temas religiosos y filosóficos surgen tales personajes siendo peligrosos, no tanto el hecho de su existencia, sino porque muchas veces surge una importante cantidad de seguidores que entorpecen y degradan el nivel cultural de la sociedad.

Se menciona un artículo al respecto:

EL FUNDAMENTALISMO DE LA NUEVA ERA

Por John Babbs

Anoche, como tantas otras veces, acudí a una de esas extravagantes reuniones de la Nueva Era. Pero esta vez no creo que vuelva a otra. Me ponen enfermo. En noches como la de ayer debo escapar a la tortura de pensar que estoy condenado a morir. Hay algo tan espantosamente irreal en todo ello que me resulta incluso difícil señalarlo. Lo único que sé es que terminé gritando obscenidades, bebiendo whisky y buscando ligue en un sórdido rincón.

En la reunión de anoche un apuesto joven relató sus viajes alrededor del mundo y su peregrinaje por unos cuatrocientos lugares de poder de todo el mundo. A sus treinta y cuatro años de edad había dado catorce veces la vuelta al mundo y había vivido en la mayoría de esos lugares durante meses, a veces incluso entre años enteros.

Nuestro conferenciante había tenido una visión. Una visión de un mundo en paz, un mundo bueno y limpio en el que todos trabajaban en lo que les gustaba colaborando estrechamente entre sí.

Nos dijo que todos esos sitios habían sido utilizados cuatro o cinco mil años antes de Cristo por los antiguos paganos como lugar de culto a la diosa, como pista de aterrizaje interestelar para visitantes procedentes de lejanas galaxias y como lugar de asentamiento de antiguas civilizaciones mucho más avanzadas que la nuestra.

También predijo calamidades de todo tipo y describió el terrible futuro que nos aguardaba por haber dejado atrofiar nuestro hemisferio cerebral derecho y haber perdido contacto con los antiguos lugares de poder. Luego nos explicó que las religiones patriarcales se habían adueñado de esos sitios para su propio uso y terminaron destruyendo, en el proceso, la profunda sabiduría y las antiguas verdades que encerraban esos lugares.

Calculo que habré estado en un centenar de estos prodigiosos acontecimientos. Gente hermosa, dulce, amable, espiritual. Fascinantes visionarios. Pero bajo todo ese esplendor acecha una sombra apenas velada por los beatíficos tópicos de la dulzura a la que denomino Fundamentalismo de la Nueva Era, la creencia de que yo poseo la verdad y de que todos los demás están equivocados, son estúpidos o malos, la convicción de que yo represento a las fuerzas de la luz y de la bondad mientras que los demás están engañados por las fuerzas del mal.

Esto, obviamente no es algo que se declare en voz alta. Se trata, por el contrario, de algo encubierto pero, no por ello, menos presente. Nunca he hablado favorablemente de Jerry Falwell pero por lo menos con él sabes siempre dónde está y sabes cuáles son sus valoraciones. Con él se puede hablar claramente porque al menos tiene la valentía de manifestar sus opiniones sin tapujo. Lo que más me exaspera de los fundamentalistas de la nueva era es que sus juicios y sus estimaciones morales permanecen ocultas bajo la fachada de la doctrina de la nueva era, tras las pantallas de humo del «amamos a todo el mundo» y el «todos somos uno».

Nuestro joven prosiguió afirmando que «sentía» que las leyendas y los mitos paganos, griegos y romanos que describían este gran misterio eran «ciertas» y que las leyendas cristianas, islámicas y judaicas eran elaboraciones y distorsiones de la «única» verdad. Además, él había desarrollado las funciones de su hemisferio derecho y podía «constatar» que esos lugares habían sido utilizados como pistas de aterrizaje extraterrestre y como asentamiento de los atlantes, los lemures y los habitantes de Mu. ¿Qué cómo podía saberlo? ¡Lo sabía por channeling. Y se acabaron las preguntas!

¡Dénme una oportunidad...Por favor! (Jamás hubiera creído que me escucharía diciendo esto). ¡Dénme hechos! ¿Existe acaso la menor posibilidad de verificar materialmente este tipo de fantasmagóricas afirmaciones?

¿Por qué estamos obsesivamente preocupados por el pasado y por el futuro? ¿Acaso importa tanto lo que ocurrió hace 5.000 años? ¿Por qué justamente ahora nuestros Hermanos del Espacio se aprestan a redimirnos de la locura? ¿Acaso todas estas preocupaciones son algo más que otra forma de huir de lo que se halla frente a nuestros mismos ojos, de eludir el esfuerzo que supone ordenar nuestra vida y aliviar el sufrimiento que nos rodea?

Si la Nueva Era pretende ofrecer algo substancial para reorganizar la vida sobre la tierra, los Peter Pans deberemos aterrizar en tierra firme y acometer aquí y ahora -no en algún remoto pasado o en un incierto futuro- por primera vez en nuestra vida la ardua tarea de transformación. Parafrasenado al sabio budista: «Si quieres cambiar al mundo aparca tu mountain bike, busca un empleo y comienza por barrer el porche de tu casa».

(De "Encuentro con la sombra" de C. Zweig y J. Abrams-Editorial Kairós SA-Barcelona 1992).

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