Se considera a la Teología de la Liberación como una nueva manera de interpretar a los Evangelios, es decir, una manera distinta a la hasta ahora predominante. Se trata de una actitud en el marco de la hermenéutica (Arte de interpretar textos). Esta nueva interpretación se establece a partir de considerar válida la "lucha de clases" enunciada por Karl Marx. Ello implica que no es una interpretación basada en leyes psicológicas que rigen las conductas individuales, como es la empatía emocional, sino que se trata de una "ley" que tiene validez para el marxismo, principalmente. Lucas F. Mateo Seco escribió: "La teología de la revolución aún se podría, de alguna manera, enmarcar en la forma clásica de hacer teología, pues es aplicación de una cierta reflexión teológica a la acción revolucionaria; la teología de la liberación propuesta por Gustavo Gutiérrez y sus numerosos seguidores consiste en una nueva lectura del Evangelio desde el compromiso en la lucha de clases" (De "¿Qué es la Teología de la Liberación?" de L. Mateo Seco y F. Ocariz-A.S. Editores-Buenos Aires 1985).
Los que apoyan la Teología mencionada, para eliminar la lucha de clases y la pobreza generalizada, abogan por la supresión de la propiedad privada a imagen y semejanza de lo que acontece en los conventos católicos y a lo que acontece en las sociedades comunistas. Cuando se trata de pequeñas sociedades y a partir de elecciones voluntarias de sus integrantes, pueden funcionar aceptablemente tales sociedades. A escala de las naciones, cuando se trata de decenas, centenas o miles de millones de individuos, tales comunidades unidas mediante un vínculo material, presentan serios problemas. De ahí que Cristo haya establecido "amar al prójimo como a uno mismo", previendo que "lo demás se os dará por añadidura".
Si Cristo hubiera tenido en mente la "lucha de clases", quizás hubiese establecido, como mandamiento, algo similar al "De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad". Vincularse a los demás mediante los medios de producción, o compartiendo los bienes básicos necesarios, tiende a promover sociedades como cárceles, ya que tales sociedades funcionarían como colmenas u hormigueros, por lo cual el socialismo nunca dio buenos resultados, ni siquiera limitando la pobreza extrema. Gustavo Gutiérrez escribió: "El «pobre», hoy, es el oprimido, el marginado por la sociedad, el proletario que lucha por sus más elementales derechos, la clase social explotada y despojada, el país que combate por su liberación". "Optar por el oprimido es optar contra el opresor" (De "Teología de la Liberación"-Ediciones Sígueme-Salamanca 1972).
El citado autor se desvía totalmente de la separación bíblica entre justos y pecadores, para salir de lo ético para entrar en lo económico. Para Gutiérrez, y para Marx, los burgueses (los empresarios), son los pecadores, los pobres son los justos, algo que no concuerda con la realidad ya que en todos los sectores sociales, incluso en una misma familia, existen tanto justos como pecadores. La pobreza no es generada por los que producen bienes y servicios, sino por los que poco o nada producen; algo muy díficil de hacer entender a un marxista.
La Teología de la Liberación promueve la violencia que ha costado cientos de miles de muertes inocentes en Latinoamérica. Así, los curas envenenadores de almas, promotores de grupos terroristas, actuando como ideólogos de la violencia extrema, han constituido el primer eslabón de una cadena, o secuencia, que conduce al terrorismo armado. Gutiérrez escribió: "La teología de la liberación que busca partir del compromiso por abolir la actual situación de injusticia y por construir una sociedad nueva, debe ser verificada por la práctica de ese compromiso; por la participación activa y eficaz en la lucha que las clases sociales explotadas han emprendido contra sus opresores. La liberación de toda forma de explotación, la posibilidad de una vida más humana y más digna, la creación de un hombre nuevo, pasan por esa lucha".
El "hombre nuevo" de los curas marxistas, no es el "hombre nuevo" cristiano, que comparte las penas y las alegrías ajenas como propias, sino que hace referencia al "hombre nuevo soviético", que es explotado voluntariamente por el Estado quien, luego, "generosamente" distribuye el producto de su trabajo entre los demás. Ni siquiera existe la posibilidad de un vínculo material directo entre personas que intercambian bienes y servicios, ya que en realidad es el Estado el intermediario que impide todo vínculo directo.
En una sociedad democrática, no existe tal cosa como una lucha de clases. En primer lugar, muchos de nosotros nunca nos hemos considerado explotados, ni nunca hemos explotado laboralmente a alguien. Si la teoría marxista no responde a la realidad, conviene cambiar la teoría antes que hacerlo con la realidad. Además, un empresario compite con otros empresarios, a veces intentando producir mejores y más baratos productos, aunque a veces intentando destruir la competencia con acciones ilegales.
Como el capital humano (empleados) es generalmente el principal capital de una empresa, se trata de cuidarlo y mantenerlo, y no explotarlo para que se vaya luego a formar parte del capital humano de las empresas competidoras. También aquí la teoría marxista tampoco funciona. La explotación en realidad existe en economías pre-capitalistas, cuando todavía no existe un mercado competitivo y sólo existen monopolios (como es el caso del monopolio del Estado en las sociedades comunistas).
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