La intromisión, desde la política, del "lenguaje inclusivo", ha sido la peor desnaturalización del lenguaje cotidiano. En realidad, se trata de los efectos de la permanente tarea destructiva que lleva a cabo la izquierda política, establecida para ver finalmente destruido el sistema capitalista y la sociedad burguesa, a la que tanto odian y desprecian, por lo que no tiene mayor sentido ampliar el tema.
Mantener vigente la integridad de un idioma, resulta ser un trabajo cotidiano y permanente. Guillermo Díaz-Plaja escribió: "El problema del «bien decir» está más allá del ejercicio de determinadas profesiones. Nos afecta a todos. Tiene una complejidad difícil. Abarca lo cultural, lo sociológico -incluso- lo politico".
"Se trata -nada menos- que de alertar a una parte de la opinión acerca del despeñadero fonético en que nos hallamos". "La gente propende al sonido fácil, y hay algo así como una «pereza fonética» en el hablante, que le mueve a acortar las palabras y a suprimir sonidos «en punta»".
"¿De dónde viene el mal ejemplo? Oíd la radio, la televisión, los actores. Su alfabeto fonético ha quedado extrañamente simplificado" (De "El oficio de escribir"-Alianza Editorial SA-Madrid 1969).
El citado autor se refiere a algunos casos concretos. Personalmente me viene a la mente el caso de algunos "comunicadores sociales" del Noticiero del Canal 7 de Mendoza, quienes parecen sentir cierta satisfacción cuando vandalizan el lenguaje con expresiones como "la muni", "el finde", "la info" y otras contracciones semejantes. La gravedad del caso es que, sin darse cuenta, muchos televidentes se "contagian" del hábito vandalizador, por cuanto existe la tendencia a repetir lo que se ha generalizado. Nadie quiere sentirse fuera de la sociedad hablando distinto a lo que todos hablan, por lo que la generación "gratuita" de tales distorsiones atentan contra la "buena salud" de la lengua castellana.
Guillermo Díaz-Plaja comenta acerca de estos procesos distorsionadores: "No me parece bien. Y no me parece bien porque es una concesión a los modos más simples y populares, a las más baratas maneras del «mal hablar» de los incultos, de los que no respetan, en la palabra, su condición de vehículo multisecular de los conceptos".
Otro de los inconvenientes observados en las conversaciones corrientes y en las emisiones de radio, televisión e Internet es el uso de palabras inglesas en forma innecesaria, ya que existen palabras castellanas que designan la misma cosa. Posiblemente algunos se jactan de cierta sabiduría lingüística propia mientras que su uso resulta ser una especie de descortesía para quienes no sepan inglés o no estén seguros del significado de alguna expresión en tal idioma.
En el ámbito de la filosofía y de las ciencias sociales existe la tendencia a utilizar un lenguaje distante del natural, por lo cual se entorpece la transmisión de ideas. Incluso la creación de nuevas palabras, a las cuales sea dificultoso asociar alguna imagen más o menos concreta, acentúa la tendencia a que la comunicación se establezca en "circuito cerrado", es decir, para ser entendida sólo por especialistas. Esto sucede, generalmente, cuando se confunde "profundidad" con complejidad creada "artificialmente". Es por ello que varios autores aducen que gran parte de la filosofía sólo trata pseudoproblemas creados a partir del lenguaje confuso.
Al respecto, J. L. Austin escribió: "Para tratar problemas filosóficos -sean ellos los que fueren- hay que usar un lenguaje llano, esto es, claro y simple. Hay que evitar la jerga altamente especializada y generalmente incomprensible que muchos consideran indispensable para hacer filosofía. Grandes pensadores han abogado por esto e incluso han predicado con el ejemplo".
"Los problemas filosóficos, sin excepción, son pseudoproblemas. Se originan en abusos cometidos en directo detrimento del lenguaje ordinario o natural, cuando se pretende usarlo fuera de los contextos donde cumple cabalmente su función. La única tarea útil que puede llevar a cabo un filósofo es curar a sus colegas de la enfermedad profesional que los aqueja. Para ello debe persuadirlos de que se abstengan de sustraer al lenguaje ordinario de sus trabajos habituales".
"Los problemas filosóficos son problemas artificiales; brotan cuando, impulsado por los filósofos, el lenguaje «sale de vacaciones» y empieza a operar locamente como una turbina que girase fuera de sus engranajes. Un lenguaje es una forma de vida. No podemos considerarlo aisladamente y en sí, con independencia de las múltiples funciones que cumple en el cuadro de la vida de quienes lo emplean" (De "Cómo hacer cosas con palabras"-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 1982).
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