viernes, 21 de junio de 2024

Rechazo por ideas y creencias

Entre las causas de rechazo de personas y sectores, tanto en el ámbito de la religión, como de la política y, en general, de las visiones que se tengan del mundo que nos rodea, aparecen las ideas y creencias sostenidas. Esto se hace más evidente en el caso de las religiones, apareciendo divisiones internas principalmente entre aquellos que toman al pie de la letra los Libros Sagrados y quienes adoptan como referencia la compatibilidad de tales Libros con la realidad cotidiana observada.

Los ultraortodoxos judíos, por ejemplo, rechazan todo lo asociado al Estado por cuanto esta institución establece un gobierno de hombres sobre hombres, tendiendo a reemplazar al gobierno de Dios sobre todo hombre. Pero consideran que tal gobierno de Dios no se ha de establecer a través de las leyes naturales existentes, sino a través de los Libros Sagrados redactados según la voluntad de Dios, interpretada por los profetas. Tampoco aceptan los dispositivos surgidos del avance tecnológico por la razón de que tales innovaciones no aparecen en los antiguos Libros Sagrados.

El rechazo de los ultraortodoxos al resto de la comunidad judía, como a toda comunidad ajena a esa religión, se debe a la creencia en un Dios que exige un total acatamiento de su voluntad. Quien la desobedece será un enemigo de Dios, por lo cual la deidad podrá enviar castigos selectivos o bien generalizados, afectando éstos a todos los integrantes de una comunidad. De ahí, posiblemente, la actitud de rechazo hacia el no creyente, o a quien no se rige estrictamente por los Libros Sagrados.

Desde la religión natural también se contempla la adaptación a la voluntad de Dios, pero una voluntad que se ha de establecer a través de las leyes naturales existentes. De ahí que una desadaptación respecto de esas leyes, o una ignorancia de las mismas, implicará un sufrimiento autoinfligido, y no un sufrimiento selectivo ordenado por un Dios que interviene en los acontecimientos humanos.

Si cada uno de nosotros, en cierta forma, "elige" el sufrimiento por desatención a las elementales normas éticas de convivencia, ello no implicará posibles castigos generalizados enviados desde la deidad, por lo cual desaparecen las causas de rechazo. Por el contrario, ante la evidencia de que se trata de un autocastigo casi voluntario, la mejor opción que existe es la de informar adecuadamente al "pecador" de que sus acciones y actitudes son erróneas o incompatibles con las leyes naturales que rigen nuestras conductas individuales.

En el ámbito de la política, por el contrario, cuando predomina una postura que conducirá a una futura crisis social, o a una catástrofe social, estas situaciones afectarán, en mayor o menor grado, a toda la comunidad. De ahí que, como parte interesada por lo que nos pueda suceder a nivel individual, además de considerar lo que le pueda suceder a toda la comunidad, necesariamente surgirá un rechazo ante los promotores y votantes por la tendencia política y económica que puede surgir. Así, desde las posturas democráticas se rechaza a peronistas y socialistas, mientras que, desde las posturas peronistas y socialistas se rechaza toda forma de liberalismo, supuestamente mirado como algo tan negativo como es visto el socialismo real por los liberales.

Alguien puede preguntar por qué no adoptar la postura cristiana de informar al votante "pecador" acerca de lo erróneas que son sus creencias. A ello se puede contestar que resulta casi imposible que alguien fanatizado y movido por el odio, vaya al menos a escuchar a quien se oponga mínimamente a sus creencias. Es el mismo caso de querer convencer de estar equivocado a un ultraortodoxo cuando éste dispone de un arsenal ideológico que contempla toda posible desavenencia respecto de sus ideas y creencias.

1 comentario:

agente t dijo...

En democracia todos escuchamos discursos que no compartimos y por ello estamos sujetos a su posible influencia. Debates parlamentarios y tertulias televisivas serían susceptibles de hacer cambiar nuestra postura si se tratara de una lucha dialéctica sin insultos, bulos o falacias. Es la baja calidad del debate el que favorece el fanatismo, fanatismo por otro parte buscado cuando no se tienen o no se cree en las ideas que presuntamente se defienden.