domingo, 16 de junio de 2024

Igualdad y escala de valores

Un sector importante de las sociedades humanas aspira a la "igualdad de todos los seres humanos" desde el punto de vista económico. Esta igualdad sólo podría lograrse como una igualdad en la pobreza y hasta una igualdad en la miseria, lo que resulta ser una aspiración absurda. Si uno indaga acerca de la escala de valores adoptada por los integrantes de tal sector, seguramente encontrará a personas en los que predomina una valoración de lo material dejando de lado lo intelectual y lo emocional.

Este predominio de lo material no implica que tales personas carezcan totalmente de valores intelectuales y de valores emocionales, sino que estos últimos han quedado empequeñecidos por los valores materiales, supuestamente los más importantes a considerar. La desigualdad económica, entendida como una desigualdad social, es vista como una marginación social y es combatida intensamente por parte de los envidiosos.

Quienes valoran lo intelectual por encima de todo, tienen la predisposición a aceptar la desigualdad del conocimiento ya que suponen poder adquirirlo por medios propios hasta lograr cierta "igualdad cognitiva". Así, un científico como Albert Einstein, que presenta una "desigualdad" evidente a su favor, no es envidiado por el verdadero intelectual por cuanto la divulgación científica y el estudio de la física permiten, no sin cierto esfuero mental, lograr el conocimiento aportado a la humanidad por el físico teórico mencionado; sólo quedaría a su favor el mérito del descubrimiento obtenido.

Se dirá que también existen muchos que sienten envidia de los grandes científicos tratando de descalificarlos de alguna manera, ya que el abismo mental respecto del ciudadano común es bastante grande. Pero esta envidia intelectual no es la que surge en el científico o en el intelectual auténtico, quien se siente agradecido con quienes permiten ampliar el nivel de conocimientos de toda la humanidad.

Tampoco la persona que valora prioritariamente lo emocional, vinculado con la moral, ha de sentirse incómodo con quienes lo superan, por cuanto lograr un nivel óptimo en este aspecto depende más de una decisión personal que de ciertas capacidades innatas, como es el caso de quien se destaca en cuestiones laborales o productivas, o en cuestiones científicas o intelectuales. Quienes valoran adecuadamente lo emocional, careciendo totalmente de envidia, poco problema se hacen cuando advierten que alguien los supera ampliamente en cuestiones económicas o intelectuales.

Pareciera que la envidia es el autocastigo impuesto por el orden natural a quienes adoptan una escala de valores que se opone a ese orden. Mientras existan personas y sociedades que prioricen lo material sobre lo intelectual y sobre lo emocional, los conflictos se mantendrán vigentes como hasta ahora.

La escala de valores orientada por lo emocional apunta a establecer la unidad de todos los seres humanos, pero implica una "igualdad emocional" que dista bastante de la búsqueda de pertenencia a distintos sectores o asociaciones de personas que compiten y rivalizan con otros sectores. Este es el sentido de la religión, o mejor, es el sentido que debería predominar en la religión, si bien en la actualidad es un ámbito que produce efectos contrarios a los que debería lograr.

Quienes rechazan la tendencia a formar parte de subgrupos de la sociedad, o a formar parte de subgrupos de la humanidad (definidos como tribus por algunos autores) son quienes apuntan a sentirse "ciudadanos del mundo" y son quienes buscan adaptarse al orden natural y a sus leyes, dejando de lado las leyes y costumbres humanas que no contemplan la existencia de dicho orden. José Antonio Jauregui escribió: "La religión en sí -o al menos muchas, sino todas las religiones- tiende a presentar a la humanidad como una familia, donde Dios es el padre y todos somos hermanos".

"Nada más universal; nada menos tribal. Si la religión como tal tiende a algo o pretende algo, es precisamente romper toda frontera o muro tribal u otro que pudiere separar al hombre del hombre, el diluir en la comprensión y al amor de Dios, padre de todos, cualquier ponzoña destilada por el Homo tribalis".

"Así, Jesucristo cuida mucho de definir de muchas maneras y en muchas ocasiones la religión -como él la entiende y predica- como amor universal, y de propósito insiste en diversas circunstancias que la religión tiene que ver con la tribalidad como el fuego con el agua. Precisamente -a mi juicio- aquí radica una de las características más esenciales de la predicación de su evangelio. Uno de sus temas favoritos viene a ser: «¡Ojo con la tribalización de la religión! ¡Cuidado con tribalizar a Dios y a los Santos!»".

"Cuando se encuentra Jesucristo.....con dos de sus discípulos, éstos, que no lo han reconocido, le dicen: «Nosotros pensábamos que iba a redimir a Israel...». Ya estamos en presencia de la tribalización de la idea religiosa. Estos discípulos habían concebido al Mesías -a Jesucristo- como a un enviado de Yahvé, del Dios que favorece a una tribu -en este caso, Israel-, y lucha contra una tribu en contra -en este caso Roma, el imperio romano-".

"Ya estamos en presencia del Dios tribal, no del Dios padre de todos los hombres, sino del Dios de esta tribu que apoya, sostiene y defiende a esta tribu contra esta otra o contra todas las demás. Jesucristo había intentado por todos los medios destribalizar la religión, destribalizar los dogmas, destribalizar las leyes, destribalizar a los sacerdotes, destribalizar a Dios" (De "Las reglas del juego"-Espasa-Calpe SA-Madrid 1978).

1 comentario:

agente t dijo...

Pese a esa destribalización de la religión a la que se alude el concepto de pecado original supone un retorno a la idea tribal de justicia pues implica la asunción de una culpa solidaria propia de esa concepción colectivista.