Como proceso autodestructivo de la Iglesia Católica se entiende el abandono de las prédicas evangélicas para ser reemplazadas por otras distintas, y opuestas, al mensaje original. Se deja de lado, en este caso, los distintos casos de corrupción que la aquejan y que también son importantes.
Cuando la Iglesia abandona la idea de que el cristianismo es esencialmente una ética, y se dedica a predicar una espiritualidad entendida como una interacción entre Dios y cada individuo, deja de lado, por lo general, el mandamiento del amor al prójimo, entendido como una empatía emocional por la cual hemos de adquirir o potenciar la predisposición a compartir penas y alegrías ajenas como propias.
Advirtiendo esta falla, o mutilación esencial de la religión bíblica, surgieron propuestas para subsanarla, pero acudiendo a personajes tradicionalmente opuestos a la religión, tales los casos de Sygmund Freud y, especialmente, Karl Marx. El sacerdote Arturo Paoli escribió: "Hemos pasado quizás un poco superficialmente sobre los condicionamientos impuestos a la persona por la cualidad y la importancia de la acción. Aquí se imponen dos fenómenos culturales como Marx y Freud, para ayudarnos a descubrir los condicionamientos de la persona".
"Es importante y urgente reformar el tipo de hombre de la Iglesia, el responsable del reino, porque la personalidad se transmite; se trata más bien de la donación de un viviente a otro viviente, que de la construcción de un plano. Bajo el signo del maestro, del guía, del hombre espiritual, debe encontrarse una realidad. Ahora bien, cierto «plano de santificación» ha dado al mundo presuntos santos, perdidos en la historia, incapaces de orientarse en la ciudad del hombre, que pretenden hacer de guías y no saben transmitir orientaciones en un lenguaje comprensible" (De "La persona, el mundo y Dios"-Ediciones Carlos Lohlé-Buenos Aires 1967).
Si bien muchos santos han sido convertidos casi en amuletos de la buena suerte, en una especie de paganización de la religión moral, varios de ellos han sido ejemplos válidos para tener en cuenta. Pero su "reemplazo" por Marx y Freud no es lo más conveniente en estos casos.
El mencionado autor escribió: "Cuando pregunto a los cristianos que resuelven así la relación dialéctica persona-estructura, cuál es el contenido del anticomunismo, me responden que ahí tienen la solución, que es la del Evangelio, que no tienen necesidad de tomar prestado nada de nadie...y basta: todos conocemos las estupendas apologías de muchos católicos. Pero no hay en el Evangelio una teoría política, ni un proyecto de estructura social: hay una fuerza, un espíritu capaz de animar estructuras que van abriéndose hacia una progresiva liberación. Hacer del Evangelio un escudo para no ver la realidad histórica en que el cristiano vive hoy, es poner el Evangelio contra sí mismo, crear en el corazón del Evangelio una contradicción profunda que no corresponde a su naturaleza".
El señor Arturo Paoli no tiene en cuenta que, si la mayoría de las personas se propusieran adoptar una actitud tal que les permitiera compartir las penas y las alegrías ajenas como propias, dispondríamos de una estructura social que haría innecesaria una teoría política, o bien el propio mandamiento lleva implícita una teoría política basada en la ética natural: la fundamentada en la empatía emocional, la principal ley de supervivencia de la especie humana y de otras especies próximas.
El "sacerdote" convertido en marxista, no descarta el uso de la violencia. Recordemos que muchos terroristas salieron a asesinar gente decente luego de que les hicieran una especie de lavado de cerebro en una parroquia católica. Es importante señalar que, una vez promovida las ideas marxistas, no hace falta que el joven o el adolescente tome un arma y salga a matar gente; no hace falta una "invitación" concreta al respecto. Paoli agrega: "Si no cerramos los ojos ante la implicación persona-estructura, tarde o temprano se nos plantea el problema de la violencia. No puedo hablar del tema sin que se me dirija la pregunta: ¿Qué hará un cristiano ante la necesidad de elegir la violencia, cuando parece el único medio para lograr un cambio de estructura? La pregunta me duele, no sólo porque me pone frente a una cuestión moral bastante complicada, sino también porque supone una opinión bastante ofensiva del cristiano".
"Esto es, se le quiere decir mañosamente esto: Estás de acuerdo con nosotros en que hay que salvar a la persona a través de un cambio o un progreso de la estructura. Pero, ¿lo crees seriamente o tu concepción de la persona y de la estructura es tan abstracta y tan angélicamente «espiritual», que cuando llegue el momento de arriesgar la piel o lo que fuere, retrocederás? ¿Podemos contar contigo hasta el fin, o sólo con tu defensa verbal?".
"Ciertamente, ante un cambio violento de estructuras, el cristiano no puede aceptar la violencia incondicionalmente. La verdadera moral cristiana no es nunca la moral de la huida: cuando no se la puede aceptar porque me lo impide la subordinación del bien inmediato al bien supremo -que es el de la fidelidad a Dios-, no cabe alternativa entre el compromiso, el lanzarme a la refriega, o mantenerme al margen, sano y salvo. La alternativa puede hallarse entre la aceptación de la violencia o el martirio. O se muere marchando con los demás hombres, o se muere resistiendo a la violencia".
"No echar nunca la mano a la espada, puede ser una tesis que se defiende con el Evangelio; pero tomarla para defender el derecho a ciertas libertades, que después en la práctica se pagan con la esclavitud de la mayoría, debería ser impensable para un cristiano. Es prueba de una moral un tanto superficial y más bien jurídica. Creo que si todos los cristianos vieran claro este punto y estuvieran realmente dispuestos a defender a cualquier costa los valores esenciales del Evangelio, no sería necesario recurrir a las armas, Sin embargo, el progreso parece inevitable e indisolublemente ligado a la violencia".
"Para tener derecho a defender la no violencia y a ser portadores de paz, es menestar que nos pongamos de parte de los pobres, y asumamos todas sus llagas, y marchemos con ellos hacia la liberación. El pacifismo predicado por parte de los ricos y que se confunde con el inmovilismo, es más bien una provocación a la violencia".
Este autor parece olvidar el consejo de Cristo: "Guarda tu espada, porque los que a hierro matan, a hierro mueren". Los "sacerdotes" marxistas olvidaron que los sectores víctimas del terrorismo marxista-leninista, por el simple instinto de supervivencia, se defendieron de los jóvenes adoctrinados por sectores de la Iglesia; una Iglesia que convirtió a cada uno de ellos en un asesino y en una nueva víctima. Sin embargo, la Iglesia no ha confesado, como Institución, ningún arrepentimiento. Incluso los curas tercermundistas gozan de las simpatías del actual Papa.
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1 comentario:
Realmente resulta muy forzado acudir a las prédicas de dos ateos tan nítidos como Marx y Freud para realizar una interpretación del mensaje moral y un apuntalamiento de la práctica social correspondientes a un credo teísta.
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