Mientras que la Iglesia Católica fue una de las instituciones que en los años 50 se opuso a la dictadura peronista, en los años 70 fue formadora de jóvenes terroristas, integrantes de Montoneros, estando a favor de la instalación del socialismo en la Argentina. En la actualidad sigue negando su misión histórica, como divulgadora del cristianismo, para promover la caída del gobierno libertario de Javier Milei, o al menos esa pareciera ser la misión esencial del momento en este país.
En los medios de comunicación aparece un video en el que un "sacerdote", con los brazos en alto, dirige el coro de golpistas que llenan un templo, en plena misa. El día anterior ocurrió un hecho similar en otra misa. En la página web del diario La Prensa puede leerse:
El arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge Ignacio García Cuerva, cuestionó los cantos opositores al gobierno de Javier Milei durante una misa que se celebró en una parroquia de Constitución al sostener que "no está bueno" que se utilicen las ceremonias religiosas para "dividir, fragmentar y partidizar".
Luego de que se viralizaran las imágenes de los presentes coreando "La Patria no se vende" y otros cantos contra la administración libertaria en la parroquia Inmaculado Corazón de María del barrio porteño de Constitución, el obispo auxiliar y vicario general de Buenos Aires, monseñor Gustavo Carrara debió salir a pedir disculpas por el episodio.
En realidad, parece ser que es el propio Jorge Bergoglio quien prioriza la política a la religión, por cuanto es la ética bíblica la que debería predominar en la mente de los políticos y del ciudadano común para comenzar a solucionar los diversos problemas que asedian a las sociedades actuales. Jorge Bergoglio manifestó en días pasados: "Para muchos la política hoy es una mala palabra, y no se puede ignorar que detrás de este hecho están a menudo los errores, la corrupción, la ineficiencia de algunos políticos. A esto se añaden las estrategias que buscan debilitarla, reemplazarla por la economía o dominarla con alguna ideología. Pero, ¿puede funcionar el mundo sin política? ¿Puede haber un camino eficaz hacia la fraternidad universal y la paz social sin una buena política?".
"Como he dicho en otra ocasión, la sociedad mundial tiene serias fallas estructurales que no se resuelven con parches o soluciones rápidas meramente ocasionales. Debemos de ir a las raíces. Hay cosas que deben ser cambiadas con replanteos de fondo y transformaciones importantes. Sólo una sana política podría liderarlo, convocando a los más diversos sectores y a los saberes más variados. De esa manera, una economía integrada en un proyecto político, social, cultural y popular que busque el bien común puede abrir camino a oportunidades diferentes, que no implican detener la creatividad humana y su sueño de progreso, sino orientar esa energía con cauces nuevos".
Cuando desde el mando de la Iglesia se habla de política, se hace referencia a tendencias socialistas compatibles con el marxismo, el peronismo y otras posturas históricamente totalitarias. Las prédicas bergoglianas se orientan hacia la política antes que buscar la vigencia plena de la ética bíblica, lo que no debe resultar extraño por cuando en cierta ocasión Bergoglio afirmó que "el cristianismo no es una ética". Ignacio Zuleta escribió: “Bergoglio asume como propia la hipótesis de que la desocupación y la exclusión no son un efecto colateral de la economía de mercado del capitalismo del siglo XXI. Son, por el contrario, según el Papa, un ingrediente sistémico. Por eso la tarea hacia delante es asumir esa realidad y construir caminos para contener y auxiliar a los excluidos de la «sociedad del descarte»” (De “El Papa peronista”-Ariel-Buenos Aires 2019).
En años recientes, Jorge Bergoglio prologó un libro titulado Pobre y para pobres, del cardenal Gerhard L. Müller. Si tal título significa una “Iglesia pobre” dedicada a “fieles pobres”, entonces quedan afuera los individuos de medianos y elevados ingresos, renunciando a la división cristiana de la sociedad en justos y pecadores para considerar una división de tipo económico (entre ricos y pobres) para encuadrarse plenamente en el pobrismo teniendo a la pobreza como virtud.
La prioridad de la política en lugar de la religión parece ser la auténtica vocación de Jorge Bergoglio. Al respecto, Juan José Sebreli escribió: “Los jesuitas han estado más inclinados a la pastoral y la misión que a la contemplación y la mística. Bergoglio, antes que un intelectual –nunca terminó su tesis doctoral sobre Romano Guardini-, es un hombre de acción, un político en el sentido amplio, más apto que su antecesor, el contemplativo Ratzinger, para dirigir una Iglesia agobiada por graves problemas internos”.
“Es significativo que el teólogo preferido por Bergoglio haya sido Romano Guardini, que en El poder (1959) desarrolló una teoría de teología política sobre la concepción católica del poder. Es Dios el que entrega al hombre el poder y le ordena ejercerlo: «El hombre no puede ser hombre y más allá de ello ejercer o no tanto un poder; ejercer ese poder es esencial para él. A ello lo ha destinado el autor de su existencia»”.
“Guardini señala el carácter netamente político del catolicismo en oposición a la orientación despolitizadora moderna: «El problema central en torno al cual deberá girar el trabajo de la cultura futura y de cuya solución dependiera no sólo el bienestar y la miseria, sino la vida y la muerte, es la política»”.
“No puede negarse que Bergoglio fue un buen discípulo de Guardini. También como los jesuitas, era un político antes que un religioso; la preocupación central de su vida fue avanzar en la jerarquía eclesiástica; en los cargos que obtuvo, actuó con exceso de autoridad, aunque tal vez jamás soñó con acceder al máximo poder dentro de la Iglesia” (De “Dios en el laberinto”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2017).
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1 comentario:
Su reunión junto a los dirigentes del G-7 este pasado fin de semana sólo puede ilustrar y confirmar ese aserto de un Papa mucho más político que líder espiritual.
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