martes, 18 de junio de 2024

El populismo antiecológico

El excesivo consumo de energía favorece la contaminación ambiental; de ahí que, desde el punto de vista ecológico, resulta conveniente reducir ese consumo. Para lograr bajar el consumo, el precio de la energía debería ser alto, si bien ello ha de ser perjudicial para los sectores de menores recursos. Sin embargo, en algunos países subdesarrollados mentalmente, como la Argentina, el gobierno peronista anterior hacía todo lo posible para facilitar el consumo masivo de energía reduciendo el precio "artificialmente", para lograr una mayor cantidad de votos en elecciones futuras.

En un programa radial, el economista Osvaldo Granados comentaba que en Buenos Aires capital, y provincia de Buenos Aires, donde se concentra alrededor de un 40% de la población total del país, el usuario de gas pagaba cerca de un 11% del valor de ese combustible (en gran parte importado) y un 18% por la luz. El resto era aportado por el Estado mediante subsidios, llegando al extremo de tener que imprimir billetes en exceso para cubrir el faltante de recursos, generando luego una importante inflación.

El ciudadano que estaba de acuerdo con disponer de gas "gratis", o casi "gratis", se quejaba luego por tener que pagar un excesivo "impuesto inflacionario", es decir, como nada es gratis y siempre alguien paga el valor de la energía, lo que poco le cuesta tendrá luego que pagarlo indirectamente por otra vía. El resto del país tenía también precios reducidos, pero algo más elevados que el mencionado.

Ante el costo exiguo de la energía que paga el consumidor, y debido a la mentalidad predominante en la Argentina, comienza una etapa de franco derroche energético, tanto de gas como de electricidad. Esta decisión populista de los gobernantes, no sólo favorecía el derroche energético y la contaminación ambiental adicional, sino que también alejaba cualquier tipo de inversión en el sistema energético, ya que los reducidos precios impuestos desde el Estado hacía poco atractiva cualquier inversión económica.

En futuras elecciones, seguramente que el peronismo intentará volver al poder, y no sería raro encontrar, como promesa electoral, que habrá de reducir el precio del agua, gas y electricidad, logrando de esa manera un buen porcentaje de votos, ya que el argentino promedio es alguien a quien poco o nada le interesa lo que le sucederá al resto de la población y mucho menos lo que le sucederá al país, por cuanto su visión limitada y parcializada sólo ve lo que lo favorece en el corto plazo y nada más allá.

En el caso de los países desarrollados las cosas son distintas. Por ejemplo, en una universidad estatal de los EEUU, la distribución de recursos se hace mediante una previa distribución de porcentajes respecto de los ingresos al Estado. Supongamos que ese porcentaje fuese del 4%. Luego, si el Estado recauda menos impuestos, el porcentaje se mantiene pero el monto asignado será menor. Dentro de la universidad también la distribución se hace por porcentajes, previamente al pago de gas, agua, electricidad, etc. Ello implica que si el personal de la universidad gasta energía en exceso, ello implicará que sus ingresos mensuales disminuirán también, por lo que el ahorro energético se verá favorecido por este sistema distributivo.

1 comentario:

agente t dijo...

Seguro que a cualquier argentino no millonario le saldría más a cuenta pagar la energía por lo que cuesta realmente que sufrir el impuesto inflacionario motivado por la impresión de moneda destinada a subvencionarla. Lo que perdería pagando la energía al precio real de mercado lo ganaría al comprar el resto de productos sin ser aumentados en su precio por tanta inflación.