Son varios los países en los que predomina la idea de que podrá arreglarse la situación económica y social mediante alguna intervención adecuada del gobierno, de tal manera que no haya necesidad de que el pueblo se oriente por el disciplinado camino del ahorro y del trabajo. Incluso pareciera que la mayor parte de los políticos dan por sobreentendido que lograrán tal objetivo, ya que pocas veces le sugieren al pueblo que sólo la secuencia estudio-trabajo-ahorro-innovación podrá establecer una economía sólida y floreciente y que el Estado, en el mejor de los casos, sólo deberá favorecer la consecución de ese objetivo.
Adviértase que la secuencia mencionada podrá establecerse recién a partir de alcanzarse un nivel moral adecuado, por lo que las propuestas optimistas de quienes proponen milagros monetarios parecen presuponer la inexistencia de una conexión esencial entre moral y economía. Wilhelm Röpke escribió: “Para poder apreciar hasta qué punto es importante para nuestro mundo este espíritu «burgués», pensemos en lo difícil que resulta implantar las modernas formas de la economía en los países subdesarrollados, que a menudo carecen de las condiciones espirituales y morales que estamos analizando. Los occidentales las damos por sobreentendidas, y por eso apenas somos conscientes de que existen, pero los dirigentes de los países subdesarrollados, con frecuencia, sólo advierten los éxitos económicos exteriores de las naciones de Occidente, sin percibir los cimientos espirituales y morales que sustentan esos éxitos” (De “Enfoques económicos del mundo actual” de L. S. Stepelevich-Editorial Troquel SA-Buenos Aires 1978).
Las manipulaciones monetarias más evidentes y más frecuentes son, en primer lugar, la emisión monetaria excesiva (que crece más rápido que la producción) y la expansión artificial del crédito (más allá del ahorro efectuado previamente). La primera crea la ilusión de poder reemplazar al trabajo individual (ya que parece crear bienes y servicios de la nada), mientras que la segunda crea la ilusión de reemplazar al ahorro individual ya que parece crear capital productivo de la nada. La primera manipulación implica el fenómeno inflacionario mientras que la segunda genera las crisis periódicas de la economía.
De ahí surge un principio general que debe tenerse siempre presente: ‘Cuando el individuo se adapta a la economía de mercado, las cosas tienden a funcionar bien; cuando el Estado lo distorsiona, el proceso autorregulado que lo sustenta tiende a generar resultados opuestos a aquellos que se quiso lograr’. Para que pueda considerarse verdadero, no es tan importante que este principio tenga pocos o muchos adherentes, ya que puede verificarse en casos concretos. Puede decirse que es un principio con efectos observables. Así como no existe una emisión excesiva de dinero sin la posterior devaluación de la moneda (y el aumento de precios), tampoco existe una excesiva y artificial expansión del crédito sin una posterior crisis de la economía.
Bajo la firma de Libertarian Press, se lee lo siguiente: “En sus estudios sobre el dinero y el crédito, Von Mises ha puesto de manifiesto el carácter ilusorio de todos los argumentos utilizados en defensa de una política de inflación y expansión del crédito, demostrando que el auge producido artificialmente por una política de «dinero fácil» conduce de modo inevitable a la ruina. Ha probado que la repetición casi regular de periodos de depresión económica no se debe a errores inherentes a la naturaleza de la economía de mercado –el sistema capitalista- sino que, en cambio, es el efecto necesario de tentativas a veces bien intencionadas, pero siempre desacertadas, de interferir en el funcionamiento del mercado”.
“En vano han intentado los defensores de la inflación y de la expansión del crédito desprestigiar esta doctrina, denominada teoría austriaca de los ciclos. Su veracidad ha sido comprobada por los hechos, tales como el colapso del marco alemán en 1923, la gran depresión de 1929 y de los años siguientes y los problemas causados por la inflación actual”.
“Se ha dicho que los pueblos no aprenden de las experiencias históricas ni de las teorías. La realidad nos muestra que, lamentablemente, en la mayoría de las universidades norteamericanas se enseña a los alumnos la falsa filosofía que ha llevado a Europa a la ruina. Falacias muy antiguas, refutadas a lo largo de un siglo, se anuncian ampulosamente con el engañoso rótulo de «nueva economía». Veblenianos, marxistas y keynesianos dominan aún la escena con su absurda glorificación del control «social» de los negocios, de la planificación y del gasto deficitario, pero su intolerante dogmatismo ha comenzado a perder influencia sobre las nuevas generaciones”.
“El profesor Friedrich von Hayek, uno de los más eminentes entre los numerosos discípulos de Mises dice: «Aun algunos de aquellos que recibieron las enseñanzas de Mises tienden a menudo a considerar exagerada la firme tenacidad con que ha llevado su razonamiento hasta las últimas conclusiones; pero una y otra vez su aparente pesimismo, que habitualmente pone de manifiesto en sus juicios acerca de las consecuencias económicas de las políticas de la época, ha demostrado ser acorde con la realidad; y, con el tiempo, cada vez se aprecia más la fundamental importancia de sus obras, que se oponen en casi todos los aspectos a la principal corriente de pensamiento contemporánea»” (Del Prefacio de “Planificación para la libertad” de Ludwig von Mises-Centro de Estudios sobre la Libertad-Buenos Aires 1986).
En la actualidad, se oponen dos corrientes del pensamiento económico: una de de ellas sostiene que la solución de los problemas económicos y sociales provendrá de haber adoptado el “camino difícil” de la escuela-trabajo-ahorro-innovación. Por ese camino los actores económicos se adaptarán fácilmente a la economía de mercado, que es un sistema autorregulado que no debe ser distorsionado por quienes proponen el “camino fácil”, el de la redistribución de las ganancias obtenidas por quienes emprendieron el “camino difícil”, para que puedan vivir con comodidad los que eligieron el “camino fácil” (diversión-vagancia-derroche-consumismo).
El “camino difícil” es el propuesto por los adherentes al liberalismo, mientras que el “camino fácil” es el propuesto por los políticos de izquierda, que suponen que el Estado, otorgando créditos con bajo interés, imponiendo precios máximos, sueldos elevados, etc., respecto de los valores que hubiesen adoptado en un mercado no intervenido, solucionarán los problemas existentes.
En cuanto a las condiciones que debe cumplir el mercado ideal, tenemos las siguientes:
a- Los compradores y los vendedores deben ser demasiado pequeños para influir sobre el precio del mercado.
b- Todos los participantes deben disponer de información completa y no puede haber secretos comerciales.
c- Los vendedores deben soportar el coste completo de los productos que venden y trasladarlos al precio de venta.
d- La inversión de capital debe permanecer dentro de los límites nacionales y el comercio entre los países debe equilibrarse.
e- Los ahorros deben invertirse en la creación de capital productivo.
(De “El mundo post empresarial” de David C. Korten-Ediciones Granica SA-Barcelona 2000).
La pregunta inicial, acerca de si pueden las manipulaciones monetarias, o las perturbaciones que impone el Estado, reemplazar al trabajo y al ahorro, será contestada negativamente por los adherentes a la Escuela Austriaca de Economía (Mises, Hayek, y otros), mientras que será contestada afirmativamente por los economistas keynesianos, o al menos sostendrán que es necesaria la intervención estatal para corregir las limitaciones del proceso del mercado. Mises agrega: “El diagnóstico exacto sobre los males económicos de nuestra época es el siguiente: hemos sobrevivido al corto plazo y estamos sufriendo las consecuencias del largo plazo de políticas que no consideraron debidamente tales consecuencias. Los intervencionistas han silenciado las voces de advertencia de los economistas; pero los hechos se han desarrollado precisamente como los desacreditados eruditos ortodoxos habían predicho”.
“La depresión es consecuencia de la expansión del crédito. El desempleo masivo, que se prolonga año tras año, es el efecto inevitable de los intentos por mantener salarios por encima del nivel que el mercado, sin traba alguna, habría fijado. Todos estos males, que los progresistas interpretan como una evidencia del fracaso del capitalismo, son el resultado necesario de la alegada interferencia social con el mercado”.
“El Documento de los Expertos Británicos, del 8 de abril de 1943, dice que la expansión del crédito lleva a cabo «el milagro…de convertir una piedra en pan». El autor de este documento era, desde luego, Keynes. Verdaderamente, Gran Bretaña había recorrido un largo camino desde las opiniones de Hume y Mill sobre los milagros hasta esta frase”.
En cuanto a las dos alternativas observadas por los socialistas, “el caos vs. la planificación consciente”, de la economía, debe decirse que el caos no es tal por cuanto el mercado es un sistema autorregulado (y no caótico) que surge de millones de decisiones y de previas planificaciones individuales, y que la “planificación consciente” (socialismo), es pura ilusión por cuanto, al no existir el precio de mercado en tal tipo de economía, no puede establecerse planificación económica alguna, o bien se dan órdenes no económicas, en el sentido de que el derroche de los factores de la producción, escasos y valiosos, es la consecuencia inmediata de tales directivas.
El principio de la preferencia del menor esfuerzo, implica que la popularidad del “camino fácil” resulta superior a la del “camino difícil”, ya que la mayoría prefiere un Estado que redistribuya parcialmente la producción de los sectores empresariales en lugar de ser ellos mismos quienes hayan intentado convertirse en empresarios. Como los políticos desean, esencialmente, ganar elecciones, optan por intentar satisfacer las preferencias de la mayoría, y así seguirá la economía con crisis y auges periódicos por cuanto la “voluntad del pueblo” así lo reclama. H. L. Mencken escribió: “El gobierno consiste en una banda de hombres como usted y yo. Ellos no tienen, en general, ningún talento especial para asuntos de gobierno, sólo tienen talento para conseguir y mantener el cargo. El recurso principal para tal fin es buscar grupos que desean algo que no pueden tener y prometer dárselo. Nueve de cada diez veces, esa promesa no vale nada. La décima vez se cumple esquilmando a A para satisfacer a B. En otras palabras, el gobierno es un vendedor de ilusiones y cada elección es una especie de subasta anticipada de bienes robados”.
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