En una encuesta televisiva, un periodista le pregunta a una especialista en educación, acerca de cuál es la práctica pedagógica que se ha dejado de lado, ya sea porque resulta poco efectiva, innecesaria o anticuada, recibiendo como respuesta que es la “transmisión de información”.
Si la educación debe adoptar como referencia a quienes crean los nuevos conocimientos, los científicos, entonces nada mejor que observar lo que ellos hacen cuando tratan de lograr resultados positivos en su tarea investigativa. Cuando Enrico Fermi decide crear el Grupo de Roma, un equipo de físicos teóricos y experimentales que se destacó por sus aportes en física nuclear, lo primero que hace es enviar a los distintos integrantes al exterior para capacitarse con algún destacado especialista en aquellos temas relacionados con las investigaciones que habrían de realizar. Gerard Holton escribió: “La cuarta etapa presenció una gran dispersión, pero temporal; en realidad, fue la segunda fase de un grupo –en dos fases- de expediciones. Rasetti había ido antes al laboratorio de Millikan en Pasadena para trabajar sobre el efecto de Raman. Segré había ido a visitar a Zeeman en Ámsterdam para trabajar en el efecto de Zeeman de la radiación cuadrúpola. Ello fue antes de tomar la decisión de dedicarse a la física nuclear”.
“La segunda fase de las «expediciones» comenzó en 1931, cuando Rasetti fue al laboratorio de Lise Meitner, en el Kaiser Wilhelm Institut, a aprender cómo hacer una cámara de niebla, preparar muestras de polonio y fuente de neutrones, y hacer contadores”. “Segré fue a Hamburgo a trabajar con Otto Stern, y Amaldi al laboratorio de Debye en Leipzig. Su propósito no era aprender directamente el trabajo nuclear, sino algo más general. La intención era «que fuésemos todos a un lugar donde se pudiera aprender una nueva técnica experimental, y traerla de regreso…sin olvidar la intención de ensanchar nuestro campo»” (De “La imaginación científica”-Fondo de Cultura Económica-México 1979).
Se advierte que un investigador, previamente a intentar establecer su carrera científica, debe adquirir una formación básica al recibir información de gente especializada, ya que puede transmitirle sus conocimientos en un tiempo breve. De igual forma, el alumno debe recibir del docente una información básica a partir de la cual podrá, en el futuro, incorporar por su propia cuenta mayores conocimientos en algún tema en especial. De ahí que, si consideramos estrictamente la respuesta dada por la especialista en educación, acerca de que no debe “transmitirse información” desde el docente al alumno, el proceso formativo y educativo carece totalmente de una sólida base.
El problema viene ya desde algunas décadas atrás. Jorge Bosch escribió: “Me parece que una de las principales tareas del enseñante actual consiste en idear las formas adecuadas para transmitir una mayor y más compleja masa de información a una gran cantidad de gente. Este problema no se resuelve con animadores sonrientes y felices que «ayuden a buscar en común los argumentos contradictorios». Con el método de los animadores sonrientes la cantidad de información que se logrará transmitir será cada vez menor y la educación marchará hacia atrás, aunque sea permanente”.
Debido al crecimiento constante de la información disponible en todas las ramas del conocimiento, el caudal de información disponible es cada vez mayor. De ahí la necesidad de enseñar mayor cantidad de contenidos en un tiempo disponible similar. “La masa global de saber científico se duplica cada diez años más o menos. ¿Qué se deduce de estas realidades contundentes, al margen de la palabrería ideológica? Que si se toma en cuenta el presente estado del saber humano se concluye que la información que debe transmitirse en el mismo tiempo es mayor, más compleja y más abundante en cambios conceptuales bruscos que la correspondiente a épocas anteriores” (De “Cultura y contracultura”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1992).
En la expresión “buscar…argumentos contradictorios” se considera un mundo estructurado en base a “contrarios” u “opuestos”, tal como lo sugiere el materialismo dialéctico, aunque tal visión no coincida con la de la ciencia experimental. No resulta extraño que los intereses ideológicos predominen en el ámbito de la educación, ya que, una vez abandonada la lucha armada, la juventud es el objetivo central de los propagandistas del marxismo. Desde organismos internacionales como la UNESCO provienen las sugerencias pedagógicas que apuntan a la destrucción del sistema educativo. Una proclama de ese organismo, afirma: “El hecho es que, con la óptica de la educación permanente y en el presente estado del saber humano, cada vez constituye un abuso mayor del término dar al enseñante el nombre de maestro, cualquiera que sea el sentido que se le dé a la palabra entre sus múltiples acepciones. Está claro que los enseñantes tienen cada vez menos como tarea única el inculcar conocimientos, y cada vez más el papel de despertar el pensamiento. El enseñante, al lado de sus tareas tradicionales, está llamado a convertirse cada día más en un consejero, un interlocutor; más bien la persona que ayuda a buscar en común los argumentos contradictorios, que la que posee las verdades prefabricadas; deberá dedicar más tiempo y energías a las actividades productivas y creadoras: interacción, discusión, animación, comprensión y estímulo”.
En todo proceso educativo, mientras se enseñan las “verdades prefabricadas” (conocimiento verificado experimentalmente), el alumno debe hacer un esfuerzo mental para ir incorporando en su mente el nuevo conocimiento. El proceso educativo tiene éxito cuando el alumno es capaz de llevar en su memoria tales verdades de manera de poder adquirir otras nuevas, o bien resolver situaciones problemáticas en base a la información que lleva depositada en ella. Bosch “traduce” el contenido de la directiva de la UNESCO, de la siguiente manera: “En la actualidad, la relación maestro-alumno es un caso particular de la relación dominante-dominado. El maestro ejerce su dominio comportándose en forma autoritaria, inculcando conocimientos y haciendo valer verdades prefabricadas. Hay que romper esta relación, para lo cual el proceso educativo debe centrarse en la interacción, la discusión, la comprensión y el estímulo: el maestro debe ser un consejero y un interlocutor, pero el alumno debe ser quien busque y encuentre el conocimiento”.
El alumno puede buscar y encontrar el conocimiento sólo cuando dispone de una buena base de información previa, sin la cual podrá aprender muy poco. “Si se va más allá, y se pretende con esto dejar en manos del alumno la selección de temas, métodos y vías de confirmación o refutación, esperando que llegue por sus propios medios a descubrir todo el saber científico acumulado durante dos mil años, desde el teorema de Pitágoras hasta las teorías modernas de la constitución de la materia y de la genética, entonces se producirá una decadencia generalizada en la transmisión de la cultura y en poco tiempo la humanidad volverá, en el mejor de los casos, a la beatífica armonía de la era pre-industrial, en la cual las relaciones de dominación se hallaban sólidamente establecidas”.
La visión marxista de la realidad, además de sostener que el mundo funciona por medio de opuestos o contradictorios y que existe una lucha entre dominantes y dominados, también admite el relativismo cognitivo, asumiendo la posibilidad de más de una “verdad”; algo extraño en la visión de la ciencia experimental. Bosch escribe respecto de Paulo Freire: “Después viene esta insólita descripción del amoroso radicalizado: «Está convencido de su acierto, pero respeta en el otro el derecho de juzgarse también dueño de la verdad». No se sabe si esto es una suprema ingenuidad o una trampa para ingenuos. En efecto: si el radicalizado es un convencido que se cree dueño de la verdad y se enfrenta con otro radicalizado que también se cree dueño de la verdad, pero de una verdad diferente e inclusive opuesta (¿por qué no?), ¿han de respetarse amorosamente, como lo sugiere Paulo Freire? La historia de la humanidad parece indicar todo lo contrario. Los dueños de la verdad, por muy amorosos que sean, terminan peleando a sangre y fuego con otros dueños de la verdad”.
La utilización de la educación para inculcar el marxismo implica también la promoción de la violencia. Bosch agrega: “En una nota al pie de esa misma página el autor [Freire] se explaya acerca de la violencia e incurre sin ninguna originalidad en la «teoría» que los terroristas de izquierda han elaborado sobre la violencia. Leemos: «Toda relación de dominación, de explotación, de opresión ya en sí es violencia. No importa que se haga a través de medios drásticos o no». Así se reencuentra el conocido slogan de los terroristas de izquierda: «La violencia de arriba engendra la violencia de abajo»”.
“La conclusión que se extrae de toda esta «pedagogía» es la siguiente: todo el que se considera explotado tiene derecho a radicalizarse y entonces, por una cuestión de amor, debe reaccionar con violencia. Ésta es una fórmula insurreccional que nada tiene que ver con la pedagogía, evidentemente. Es más bien contrapedagogía”.
“Es interesante observar que, al margen de estos grandes objetivos finales, que han tenido mayor o menor fortuna según las circunstancias, se está consiguiendo de manera efectiva un objetivo menos espectacular pero igualmente pernicioso, a saber, debilitar en forma notable y sostenida el mecanismo social de transmisión del conocimiento y la cultura. Esta tarea se lleva a cabo con los siguientes instrumentos: a) Indisciplina, b) Facilismo, c) Desaliento al mérito y a la competencia; d) Degradación de los contenidos”.
Para destruir el sistema educativo sólo hace falta abolir todo tipo de sanción disciplinaria, ya que, aun el alumno normal, tiene la predisposición a exceder los límites permitidos por el establecimiento educacional adonde concurre. En realidad, al no existir sanción alguna, el alumno siente un llamamiento tácito para exceder cualquier límite imaginable, con lo que dar clases y aprender resulta casi imposible de lograr. Son los sacrificios que debe hacer la población para favorecer la llegada del socialismo, que por cierto no ha de mejorar las cosas en lo más mínimo.
“La infatigable y superficial prédica antiautoritaria ha llevado a mucha gente bien intencionada a confundir autoritarismo con autoridad y disciplina, lo cual está causando estragos especialmente en la escuela secundaria. Sabido es que los adolescentes, en quienes la intensidad de los deseos y las emociones se une a cierta falta de realismo y de estabilidad en la conducta, necesitan claras pautas de comportamiento que, sin oprimirlos ni ofenderlos, los ayuden a desarrollar acciones meditadas, ordenadas y efectivas”.
“Tolerar (o, peor aún, fomentar) la indisciplina es conspirar contra los fines mismos de la educación, y por ello tales acciones, junto con la prédica que las alienta, se inscriben en el marco de la contrapedagogía”.
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