Así como en una colmena existen dos “clases sociales”; las abejas obreras y los zánganos (además de la reina), en las sociedades humanas existen quienes producen y también quienes viven a costa del trabajo ajeno. Entre las causas de conflictos aparece la posibilidad de rebelión del que trabaja en contra de quien no lo hace, si bien en los últimos tiempos se promueve también la rebelión inversa; la de los sectores poco adeptos al trabajo para que ayuden a usurpar a las empresas, o sus ganancias, para establecer “la dictadura del proletariado”.
Mientras que el trabajador encuentra en una economía de mercado la posibilidad de lograr un ascenso económico y social, el parásito espera del socialismo (en caso de acceder a un puesto directivo) la posibilidad de ascender económica y socialmente sin haber trabajado nunca. Carlos Alberto Montaner escribió acerca de Fidel Castro: “Se enamoran y se casan. Poco después tienen un hijo. No hay nada inusual en el asunto, salvo que el viejo Ángel [padre de Fidel], por medio de su hermano Ramón, continúa sosteniéndolo. Fidel Castro no tiene experiencia laboral y no es capaz de mantener a su familia” (De “Viaje al corazón de Cuba”-Plaza & Janés Editores SA-Barcelona 1999).
El parásito, en muchos casos, logra una mejor posición social y económica que el trabajador, ya que los gobiernos populistas le conceden un puesto “laboral” en el Estado, que en el peor de los casos consiste en una contraprestación que implica poner trabas e impedimentos al sector productivo como actividad compensadora por el sueldo que se le otorga. Fernando Benegas escribió: “Desde el principio, han existido dos clases de individuos: aquellos dispuestos a vivir del producto de su propio trabajo actual o del anterior acumulado en forma de ahorro, y otros que pretenden vivir del esfuerzo de los primeros. Una es la clase de los productores, la otra, la de los parásitos”. “Sólo hay dos caminos para que un individuo pueda aprovechar el producto del trabajo ajeno: 1) el del intercambio voluntario, y 2) el saqueo violento o fraudulento”,
“La existencia de individuos deseosos de vivir a costa de los demás, empleando el segundo de los caminos mencionados, ha sido, es y será la causa de conflictos entre los hombres. Ése es «el problema» de la existencia humana. En todos los tiempos los productores han debido gastar parte de sus energías en luchar contra los saqueadores”.
“Productores y parásitos por igual, procuran mejorar su situación. En ese sentido los individuos de ambas categorías son idénticos. Pero algo muy significativo los distingue: los productores vivirían muchísimo mejor si no existieran parásitos; por el contrario, estos últimos no podrían vivir sin los productores”.
“Tal diferencia origina dos ideologías políticas distintas. Aquellos que confían en el propio esfuerzo y quieren vivir del propio trabajo, están por un gobierno exclusivamente dedicado a prevenir, juzgar y castigar el saqueo, sin interferir las fuerzas creadoras; es decir, un organismo limitado a la protección de la libertad y la propiedad individuales. Los que pretenden vivir del trabajo ajeno, propician un sistema que quite a los individuos el control de los medios y resultados de la producción, mediante la prepotencia de las decisiones gubernamentales”.
“La clase productiva usa la fuerza con carácter defensivo, para eliminar a las fuerzas agresivas. La parasitaria, la emplea para someter las fuerzas productivas”. “Según el punto de vista de los individuos creadores, los gobiernos son necesarios, principalmente porque existen parásitos. La opinión opuesta, en cambio, sostiene que los gobiernos son necesarios para legalizar el pillaje. Los primeros quieren un policía frente a sus casas para proteger sus familias, sus propiedades y su trabajo creador. Los otros quieren policía para entrar a los hogares ajenos y apoderarse de los frutos del trabajo de los demás” (De “Ideas sobre la Libertad” Nº 18-Centro de estudios sobre la libertad-Buenos Aires Octubre/1964).
El pillaje ha sido también el origen, en muchos casos, de conflictos internacionales. En lugar de establecer intercambios pacíficos a través del comercio entre naciones, algunas de ellas optaron por extraerlas bajo la fuerza de las armas. El citado autor agrega: “La única causa de violencia entre los individuos es, entonces, el saqueo o la tendencia a practicarlo. Si ésa es la causa de la lucha entre individuos, también lo es de las guerras internacionales. Siempre que los rapaces obtienen el poder en alguna nación, la política de ésta tiende a ser agresiva contra otras naciones, de igual manera en que los individuos pueden serlo contra otros”.
“Los individuos pacíficos recurren al comercio, o sea el intercambio voluntario de bienes y servicios. Los violentos, procuran forzar a otros a hacer lo que ellos quieren. La misma descripción es aplicable a los gobiernos. Tanto en el caso de los individuos como en el de los gobiernos de la segunda categoría, el resultado es el conflicto violento”.
“Mientras uno o varios países continúen gobernados por la ideología según la cual algunos individuos deben producir y otros gastar sin haber producido, habrá guerras. Ninguna diferencia hace cuál sea la estructura política de esas naciones, bien pueden ser «democracias». Siempre ha sido y siempre será así”.
La globalización económica, aun con los defectos que se le puedan asociar, parece ser una opción efectiva para evitar guerras entre naciones, ya que, gracias al intercambio comercial, disminuye la predisposición a iniciar conflictos bélicos.
En la Argentina predomina la creencia de que un sector limitado debe producir las riquezas para que el Estado se encargue luego de redistribuirlas con un criterio de “justicia social”, es decir, para que el parásito y su familia no queden “excluidos y marginados” de la sociedad. Tal es así que se habla de 9 millones de aportantes de impuestos y de 19 millones de “protegidos” por el Estado, muchos de ellos integrantes del sector parasitario.
La decadencia argentina se acentúa con el peronismo al adoptar para el país ideas y prácticas similares a las puestas en práctica en la Italia fascista. Carlo Sforza dijo al respecto: “Me apena considerablemente lo que le sucede a la República Argentina. En ustedes ha prendido la infección fascista y los democráticos tendrán que luchar por muchos años para combatirla. La República Argentina, como nación, tiene la debilidad de un niño de muy corta edad atacado por una infección gravísima. Italia lleva veinte años de régimen totalitario, pero eso es muy poco en relación con sus tres mil años de civilización y cuando nosotros estemos libres de la infección ustedes seguirán todavía sufriendo sus consecuencias” (De “Ideas sobre la Libertad” Nº 18).
Cuando en un país predominan los parásitos, se elevan los gastos del Estado; de ahí la causa principal de la decadencia. A lo largo de la historia se ha podido constatar que los gastos excesivos terminan derribando hasta los más exitosos imperios. William H. Chamberlain escribió respecto de la caída del Imperio Romano: “Describiendo una fase ulterior de la decadencia, el reinado de Diocleciano (284-305), Edward Gibbon define aquella referencia a la opresión como el producto de dos males gemelos que siempre marchan juntos: una burocracia inflada y excesivos impuestos”.
“Citemos su versión: «El número de ministros, magistrados, funcionarios y servidores que ocupaban los distintos departamentos de Estado, se multiplicó más allá de lo alcanzado en tiempos anteriores y (de acuerdo a la cálida expresión de un contemporáneo) ‘cuando la proporción de los que recibían superó la proporción de los que contribuían, las provincias fueron agobiadas por el peso de los tributos’. Desde este periodo hasta la extinción del Imperio sería fácil deducir una ininterrumpida serie de clamores y quejas. Según su credo religioso y situación, cada autor elige como blanco de sus invectivas a Diocleciano, Constantino, Valerio o Teodosio, pero todos concuerdan unánimemente en que la carga de las imposiciones públicas, en particular el impuesto a las tierras y la captación, era la intolerable y creciente preocupación de sus tiempos»”.
“El mismo efecto proveniente de sistema impositivo análogo aplicado en el Imperio bizantino, en el siglo VI, durante el reinado de Justiniano, ha sido descrito de la siguiente manera por otro historiador: George Finley: «Por último, toda la riqueza del imperio fue llevada a las arcas imperiales; los árboles frutales eran talados y los hombres libres vendidos como esclavos para pagar los impuestos; se arrancaban las vides y se demolían edificios para evadir los impuestos…».
«En esta etapa el aumento de las cargas públicas llegó a tal extremo que cada año traía consigo el incumplimiento de los impuestos en alguna provincia y, con ello, la confiscación de la propiedad privada correspondiente a los ciudadanos más acaudalados del distrito en mora, hasta que los propietarios ricos fueron llevados a la ruina y la ley tornóse inoperante»”.
“La caída de Roma no puede identificarse con ninguna batalla o revolución en particular. Fue un proceso lento que se extendió a todos los ámbitos de la vida, comprendiendo la literatura y el arte, y que guardó una íntima relación con la implantación y el advenimiento de una burocracia imperial opresiva y centralizada, en lugar de la autonomía y diversidad locales anteriores, con sus alcances más amplios y sus oportunidades para la iniciativa y realización individuales” (De “Ideas sobre la Libertad” Nº 19-Centro de estudios sobre la libertad-Buenos Aires Diciembre/1964).
Abraham Lincoln, en el siglo XIX, propone algunos “mandamientos económicos” en los que da por sobreentendido que el trabajo es un deber social que debemos imponernos tempranamente:
1- “Usted no puede crear la prosperidad desalentando la iniciativa privada”.
2- “Usted no puede fortalecer al débil debilitando al fuerte”.
3- “Usted no puede ayudar a los pequeños aplastando a los grandes”.
4- “Usted no puede ayudar al pobre destruyendo al rico”.
5- “Usted no puede elevar al asalariado presionando a quien paga el salario”.
6- “Usted no puede resolver sus problemas mientras gasta más de lo que gana”.
7- “Usted no puede promover la fraternidad de la humanidad admitiendo e incitando el odio de clases”.
8- “Usted no puede garantizar una adecuada seguridad sobre dinero prestado”.
9- “Usted no puede formar el carácter y el valor quitando la iniciativa al hombre y su independencia”.
10- “Usted no puede ayudar a los hombres permanentemente realizando por ellos lo que ellos pueden y deben hacer por sí mismos”
(De “Ideas sobre la Libertad” Nº 16-Centro de estudios sobre la libertad-Buenos Aires Diciembre/1963).
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