El objetivo principal de todo hombre debería consistir en realizar, a lo largo de su vida, los proyectos establecidos de joven, o de niño. Como por lo general nadie conoce sus propias límitaciones personales; conocimiento que le permitiría establecer metas alcanzables, y a veces ni siquiera establece proyectos firmes, puede decirse que el principal objetivo consiste en poder desarrollar todas las aptitudes que potencialmente existen en su persona. Al poder desarrollarlas, tendrá a su alcance las metas accesibles, ya sea que las haya previsto de joven o bien que hayan aparecido en el transcurso de su vida.
La vida humana que tiene un sentido, implica varias tentativas por lograr lo que deseamos ser, a partir de lo que somos. Cuando la diferencia es grande, nuestro esfuerzo será más intenso. Mediante “prueba y error” nos vamos aproximando a la meta, para posteriormente poder salir del circuito de intentos y comparaciones. La palabra “salida” («exit» en inglés) implica que hemos tenido éxito con la tarea emprendida, ya que hemos logrado el objetivo («goal» en inglés), palabra que en el fútbol implica lograr que la pelota ingrese en el arco rival, luego de varios intentos de prueba y error.
Cuando la vida no tiene un sentido definido, es decir, cuando nuestros proyectos no implican llegar a ser alguien con ciertos atributos buscados, el objetivo puede llegar a reemplazarse por buscar tener un cierto nivel de bienes materiales. En todos los casos, el esfuerzo que nos imponemos en lograr cierto objetivo, es una medida de cuánto de importante resulta para nosotros alcanzarlo. Una vida inactiva implica una vida exenta de objetivos, o de aspiraciones. De ahí que la actitud negligente, predominante en individuos y pueblos, debe considerarse como el efecto de una previa ausencia de proyectos y de ambiciones, ya sea porque no surgen en forma espontánea o bien porque el sistema económico adoptado, cercano al colectivismo, desalienta o impide alcanzar todo tipo de meta individual.
El desarrollo de los pueblos resulta ser análogo al de los individuos. Incluso puede decirse que la aptitud que posee un pueblo para llegar al máximo de sus potencialidades colectivas depende esencialmente de las aptitudes de sus habitantes para que cada uno llegue al máximo de sus potencialidades individuales. En cuanto a la palabra “desarrollo”, Mariano Grondona escribió: “Según el Diccionario de la Lengua Española, desarrollar es lo inverso de arrollar: es «extender lo que está arrollado, deshacer un rollo». Lo cual vendría a sugerir que las naciones subdesarrolladas ya tienen las cualidades de las desarrolladas pero apretadas y atadas en rollo; sólo les falta «desarrollarlas». Que las tienen, en suma, en estado latente, como una posibilidad, como una potencia, y que su trabajo, el desarrollo como proceso, consiste en realizarlas, en actualizarlas, en traerlas a la experiencia cotidiana de sus habitantes”.
“No se puede avanzar a partir de aquí sin reflotar la clásica distinción de Aristóteles entre el ser en cuanto acto y el ser en cuanto potencia. El ser, lo real, se dice de dos maneras. Hay por lo pronto, el ser de lo que es, de lo que tocamos y vemos todos los días. El ser en cuanto a «acto». Pero hay otra dimensión del ser apenas visible, quizás secreta: lo que el ser puede llegar a ser. El ser en cuanto «potencia»”.
“El ser en acto de una semilla de roble es, simplemente, esto: que es una semilla de roble. Su ser en potencia es el frondoso árbol que está llamado a ser y que llegará o no llegará a ser. Del mismo modo, el ser en acto de una Nación es el nivel que hasta el momento ha alcanzado. Su ser en potencia, la suma de posibilidades que en ella encierra. Cuando hablamos del desarrollo como situación, mencionamos el grado de desarrollo que una Nación ha alcanzado en acto. Cuando hablamos del desarrollo como proceso, apuntamos a la progresiva actualización del desarrollo que late en esa Nación en cuanto a potencia” (De “Textos para pensar”-Banco Provincia-Editorial Perfil SA-Buenos Aires 1996).
El Reino de Dios no es otra cosa que un proyecto de vida individual que tiene como objetivo llegar a una actitud que nos permita compartir las penas y las alegrías ajenas como propias. De ahí que también sea un proyecto de vida social y es el que mejor podrá conducirnos al desarrollo como Nación. Cristo dijo: “Es parecido el Reino de los Cielos a un grano de mostaza que un hombre tomó para sembrar en su campo; y, aun siendo la más pequeña de todas las semillas, cuando crece es mayor que todas las plantas de huerto, y se hace un árbol, adonde vienen los pájaros del cielo a cobijarse en sus ramas” (Mateo)”.
También Wolfgang Goethe propone una actitud a adoptar por el educador, que consiste en suponer que el educando ya obtuvo su desarrollo personal, demostrándoselo en el trato, de manera de orientarlo a que lo consiga en el futuro. Al respecto escribió: “Trata a los demás como crees que deberían ser y así los ayudarás a alcanzar lo que pueden llegar a ser”.
Para que las personas puedan “alcanzar lo que pueden llegar a ser”, es imprescindible la libertad personal, ya que las limitaciones y las directivas que le son impuestas exteriormente, le impiden alcanzar sus metas. Es por ello que los países desarrollados se caracterizan por adoptar sistemas liberales o democráticos, tanto en lo político como en lo económico. Por el contrario, los países subdesarrollados adoptan posturas adversas al sistema capitalista orientándose hacia sistemas intervencionistas o socialistas.
Cuando la Argentina se encontraba, a principios del siglo XX, entre los primeros siete países del mundo, había adoptado una economía de tendencia liberal. Desde la tercera década de ese siglo, por el contrario, al adoptar posturas colectivistas, comienza a relegar su posición predominante para llegar posteriormente al nivel del subdesarrollo. Alberto J. B. Caprile escribió: “En un proceso largo que se inicia con la crisis del año 30, se exacerba bajo el peronismo y cuya tendencia se mantiene posteriormente, las organizaciones dirigidas por el Estado han ido ganando posiciones en la economía nacional, de tal manera que hoy monopolizan o tienen el control total de industrias y actividades para las cuales el Estado no es el organismo adecuado para desarrollarlas”. “En 1972, es tal la magnitud de medios de producción que han pasado a poder del Estado, que con sorpresa para muchos: ¡Somos un país socialista!”.
“Alberto Benegas Lynch así lo expresa: «No debemos olvidar que el peronismo –la más peligrosa de las versiones criollas del colectivismo- paso a paso adoptó buena parte del Manifiesto Comunista del año 1848. Centralización en manos del Estado, del crédito, las comunicaciones y los transportes, y en general, reemplazo de la propiedad privada de los medios de producción por la propiedad colectiva de los mismos, son recomendaciones de dicho documento adoptadas por el peronismo en materia de teléfonos, ferrocarriles, gas, comercio exterior, energía eléctrica, nacionalización del Banco Central, etc.»”.
“Con posterioridad a la revolución Libertadora, las tendencias colectivizantes se mantienen prácticamente en forma invariable en los más disímiles gobiernos que asumen el poder. Es sin duda esta incapacidad que tienen los gobiernos de quebrar la estructura de desperdicio que nos envuelve lo que determina que uno tras otro fracase. Quince años después, con un país empobrecido, sin reservas de divisas, un campo que produce casi meramente para la subsistencia y una industria en crisis, la única solución que vislumbran las fuerzas demagógicas es volver al punto de partida”
“Hoy en día, el Estado argentino a través del gobierno central, gobiernos provinciales y municipales, abarca una variedad tan grande de actividades que recién al detallarlas se adquiere idea de su magnitud: Teléfonos (Entel), Ferrocarriles (FF.CC. del Estado), carbón (Y.C.F.), energía (Segba, Agua y Energía), reaseguros (Instituto Nacional de reaseguros), exportación de cereales (Junta Nacional de Granos), construcción de buques (TARENA y AFNE), empresas marítimas (ELMA, Flota Fluvial), puertos (Administración de Puertos), aceros (Somisa), productos químicos (Atanor, Tandanor), petróleo (Y.P.F.), Mercados (de Hacienda, de Hortalizas, de Papas, de Frutas, de Yerba Mate), automóviles (I.M.E.), empresas aéreas (Aerolíneas Argentinas, L.A.D.E.), explotaciones mineras (Agua del Dionisio, Fabricaciones Militares), ácido sulfúrico (Fabricaciones Militares), conductores eléctricos (Fabricaciones militares), teatros (Colón, Cervantes, San Martín), televisión (Canal 7), radios (Municipal, Nacional, Provinciales, 36 en total), bancos (Hipotecario, Nación, Municipal, de Desarrollo, todos los provinciales, comunicaciones internacionales por telex y radios (Entel), vinos (CAVIC), ingenios (CONASA), obras sanitarias (O.S.N.), envases, textiles, impresión de libros, hospitales, hoteles, universidades, colegios, jardín zoológico, cancha de golf, loterías, casino, etc., etc., etc.” (De “La libertad crucificada”-Ediciones Ambassador-Buenos Aires 1974).
En la actualidad, varias de estas empresas han sido privatizadas. Sin embargo, la mayor parte del déficit estatal actual es generado por el exceso de empleados del Estado. Tales puestos han sido otorgados con fines electoralistas siendo la principal causa que impide al país aspirar a mejorar la situación económica y social. Raramente vendrán empresas y capitales extranjeros, ya que deberán enfrentar un alto nivel de impuestos que será utilizado para solventar los excesivos gastos del Estado. Tampoco las empresas extranjeras se van a arriesgar a invertir en un país en donde poderosos sindicatos limitan la libertad empresarial presionándolas con paros decididos por sus dirigentes bajo criterios extorsivos.
El citado autor agrega: “Lo curioso es que lo que ha llevado y mantenido bajo el control del Gobierno a un conglomerado tan diverso de actividades sea posiblemente el miedo, más que la teoría de que, lo conveniente, es el socialismo –medios de producción de propiedad del Estado-; miedo al capital extranjero, miedo que el capital privado pueda obtener utilidades, miedo de las organizaciones laborales que se sienten cómodas bajo la organización poco competitiva del Estado, miedo a las importaciones de autos, de los exportadores de granos, de las empresas aéreas, de los mercados, de los que quieren buscar minerales, de los frigoríficos…!”.
Juan Bautista Alberdi escribía en el siglo XIX: “La idea de una industria pública es absurda y falsa en su base económica. En cualquiera de ellas que se lance el Estado, tenemos al Gobierno de labrador, de fabricante o de mercader, es decir, fuera de su rol esencialmente público y privado, que es de legislar, juzgar y administrar. El gobierno no ha sido creado para hacer ganancia sino para hacer justicia: no ha sido creado para hacerse rico, sino para ser el guardián y centinela de los derechos del hombre, el primero de los cuales es el derecho al trabajo, o bien sea la libertad de industria. Un comerciante que tiene un fusil y todo el poder del Estado en una mano y la mercadería en la otra, es un monstruo devorador de todas las libertades: ante él, todo comercio es imposible….Un gobierno que además de sus ocupaciones de gobierno abre almacenes…ni gobierna, ni gana, ni deja ganar a los particulares. Con razón la Constitución Argentina ha prohibido tal sistema…, dejando todas las industrias, todo el derecho al trabajo industrial y productor para el goce de todos y cada uno de los habitantes del país” (Citado en “La libertad crucificada”.
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