De la misma forma en que existen los profetas inspirados en Dios, que tienden a inducir en los hombres una actitud cooperativa, existen también los profetas del odio y del resentimiento, quienes establecen una irreligión que tiende a reemplazar a la antigua. Si bien se ha considerado que el ateismo es la negación de Dios, también puede considerarse que en realidad se trata de una sustitución antes que de una anulación de las deidades vigentes. De ahí que tenga sentido hablar de verdaderos profetas por cuanto realizan una labor de predicación y de convencimiento similar, aunque con finalidades opuestas. Rogelio Moreno escribió: “La «muerte de Dios», como se sabe, es una expresión que tiene varios sentidos. Uno de ellos, el más interesante, es el que aparece cuando se piensa en relación con el asesino de Dios”.
“Así considerada, la muerte de Dios es un asesinato […] perpetrado por un feo estúpido que cree hacer mucho y no hace nada, pues se limita a quitar a Dios de su altar para poner cualquier otra cosa (humanidad, progreso, revolución o lo que sea), y así hay substitución de ídolo pero no fin de la idolatría, pues el verdadero inconveniente de Dios no es tanto Él mismo como la relación que con Él mantiene el hombre (trascendencia que da sentido). Y si se mantiene esta relación, poco importa con qué se mantenga, porque será el cuento de siempre, el cuento de nunca acabar: estaremos vendidos al ideal”.
“Es por eso que el problema de Dios, es más una cuestión de referencia (y dependencia en la referencia) que el planteamiento de una pregunta por la existencia. En otras palabras: no basta con decir «no hay Dios» para liberarse de las cadenas de lo divino, pues «lo divino» se embosca siempre en toda trascendencia, y dejar de servir a Dios para servir, pongamos por caso, a la Historia, no nos hace menos siervos, sino más, pues en los nuevos ideales, por ser nuevos, no se ve tan claramente el engaño y hasta puede que no se vea en ellos sino lo contrario de lo que son y que se tome por anuncio de liberación lo que es en realidad prisión más segura y cadena sin herrumbre” (De “La farmacia del olvido”-RBA Libros SA-Barcelona 2007).
Mientras los profetas bíblicos se inspiran en Dios como el creador del hombre y que, como tal, establece leyes estrictas, surgiendo como resultado de tal contemplación la sugerencia ética del amor al prójimo, los profetas del resentimiento, por el contrario, reemplazan a Dios por algún político o algún filósofo que propone sus propias leyes, y de ahí que buscan objetivos opuestos a la actitud cooperativa, llenándolos de resentimiento como paso previo a la construcción de una sociedad utópica, ya que el resentimiento y el odio justificarán plenamente la realización de tal sociedad. El citado autor escribe al respecto: “El resentimiento se presenta siempre como fruto de una reacción desactivada, una reacción que no se efectúa, que se refrena, se contiene. Éste es su principal aspecto: ante una acción determinada, no se reacciona, pero la reacción es sentida, y este sentimiento de la reacción suple a la reacción misma”.
“Es importante ver bien la complejidad del asunto. Lo aparentemente usual es que la gente reaccione actuando; aunque es también habitual que ante una determinada excitación (en sentido muy general: una agresión del prójimo, verbal o física; una cierta presión del medio en que uno se encuentra; una determinada exigencia que flota en el aire…) el individuo no reacciona, y esta actitud puede deberse a factores muy distintos: quizá no haya percibido la acción o, habiéndola percibido, no la sienta amenazante o perturbadora; tal vez la fortaleza del individuo sea tal que la pretendida agresión no suponga para él más que la molestia de una mosca impertinente («no ofende quien quiere, sino quien puede»); puede que se encuentre en un mundo distinto de aquel del que procede la acción (aunque así lo parezca, no todos deambulamos por el mismo mundo, por el mismo tejido de valores y de jerarquía de valores)”.
“El resentimiento, por el contrario, se da cuando se combinan dos elementos aparentemente contradictorios: la reacción y su no efectuación. Entendiendo la reacción como un tipo de acción (acción de respuesta, de rebote, de reflexión), el resentimiento aparece como el extraño producto de una reacción que no es acción, brota de una reacción que persiste como tal sin descargarse, de una reacción que queda fijada, como petrificada, sin perder por ello nada de su fuerza original”.
El resentimiento se transforma luego en ideas que actúan desde la memoria individual, o desde el subconsciente, constituyendo la base para el desarrollo de toda una ideología. “Pero la metáfora de la petrificación se queda corta –sólo sirve para resaltar que una reacción tal no produce en principio efectos externos, que no se sigue de ella nada perceptible afuera-, pues esa extraña (aunque común) reacción que no actúa puede incluso aumentar en secreto silencio su energía y sufrir transformaciones tales que la conviertan, al fin, en irreconocible”.
Los políticos totalitarios y populistas tienen la habilidad de promover el resentimiento ya existente o crear uno enteramente nuevo, y orientarlo hacia algún enemigo real o imaginario, culpable de todos los males del resentido, que resulta así la base de sus ideologías. El enemigo puede ser tanto interno como externo, y es elegido para encauzar el previo resentimiento antisocial existente: “Resentimiento antisocial: resentimiento arraigado contra la sociedad en general o contra las normas sociales en particular y que, a su vez, puede conducir a una conducta delictiva como «reacción de resentido»” (Del “Diccionario de Sociología” de H. Pratt Fairchild-Fondo de Cultura Económica-México 1949).
Mientras los profetas bíblicos orientan al pueblo hacia la riqueza espiritual, induciéndolo a compartir las penas y las alegrías de los demás, permiten que los hombres adquieran un aceptable nivel de felicidad por cuanto la “materia prima” para tal riqueza está constituida por todos los seres humanos del mundo, y no constituye fuente alguna de conflictos. Por el contrario, los profetas del resentimiento indican tácitamente que la “materia prima” para la riqueza material ha sido usurpada por el “enemigo” y de ahí que ese enemigo les haya robado “la felicidad” de la cual carecen.
Puede decirse que el resentimiento es la instancia previa a la violencia social siendo el político populista o totalitario el que “deposita” en la mente de todo individuo la semilla que el ideólogo ha preparado. Rogelio Moreno agrega: “El síndrome del resentimiento sería éste: ante una cierta acción sufrida (ofensa, agresión, difusa hostilidad) el individuo enfermo de resentimiento siente brotar en él una enérgica reacción, pero se ve impotente para darle libre curso; no puede ignorar ni olvidar la fuerza que le sacude, la rabia, el ansia de venganza, de desquite, tampoco puede dejarse llevar por ella, pues se encuentra en posición de debilidad respecto de aquello que es la fuente de la ofensa y, por tanto, el blanco de la respuesta, de modo que difiere la reacción, graba en sí mismo el recuerdo de la ofensa y el compromiso de responder a ella, y urde, de manera más o menos consciente (a veces totalmente inconsciente), modalidades y momentos óptimos para llevar a cabo esa respuesta. Se hallan, pues, tres elementos del síndrome: la reacción, poderosa, pero refrenada por debilidad relativa o impotencia; la memoria, que conserva vida la llama de la venganza; y el trabajo subterráneo de modificación, remodelación y adaptación de las actitudes sustitutorias (que ocupan el lugar de la reacción no efectuada) y de las respuestas proyectadas: trabajo sagaz, artero, de refinada inteligencia adaptativa”.
Los profetas bíblicos no rechazan la posibilidad de que todo individuo sea culpable, al menos en parte, de los conflictos de su propia sociedad. Además, si encuentra culpables entre los demás integrantes, intenta una labor de reconversión, que no es otra cosa que el reemplazo de los valores materiales por los tradicionales valores espirituales. De esa manera aleja de todo individuo el resentimiento antisocial, que daña simultáneamente al individuo como al resto de la sociedad.
Los profetas del resentimiento son, en general, personas resentidas previamente, por lo que poco les cuesta compartir con los demás ese sentimiento perturbador y destructor. En las biografías de todos ellos pueden encontrarse los motivos que los hicieron adoptar tal actitud y que no pudieron superar, sino que amargamente trataron de compartir con toda la sociedad, y si el trastorno psicológico es más grave, con toda la humanidad. Por el contrario, los profetas bíblicos, aun cuando hubiesen tenido que soportar similares conflictos personales, supieron superarlos y tuvieron la dignidad suficiente para aconsejar a los demás y así evitarles caer en el profundo abismo del odio y de la venganza.
El resentido, que ha sido previamente advertido en no confiar en otros profetas que no sean los que tratan de orientar su resentimiento, tiende a alejarse de la realidad y a rechazar los valores espirituales de los cuales presiente no poder adquirir. Max Scheler escribió: “La persona resentida siente como mágica la atracción hacia fenómenos como la alegría de la vida, el lustre, el poder, la dicha, la riqueza, la fuerza; no puede pasar junto a ellos sin contemplarlos («quiera» o no). Pero al mismo tiempo le atormenta en secreto el deseo de poseerlos, deseo que ella sabe es «vano»; y esto determina a su vez una deliberada voluntad de apartar la mirada de ellos, un huraño afán de prescindir de ellos, de desviar la atención de eso que atormenta su alma, afán bien comprensible por la teleología de la conciencia”.
“El progreso de este movimiento interior conduce, en primer término, a una característica falsificación de la verdadera imagen del mundo. El mundo de la persona resentida recibe una estructura muy determinada en su relieve de los valores vitales, cualesquiera que sean los objetos que aquella persona tome en cuenta. A medida que esta desviación vence sobre la atracción de valores positivos, la persona se hunde (con omisión de los valores intermedios y de tránsito) en los males opuestos a aquéllos, males que ocupan un espacio cada vez mayor en la esfera de su atención valorativa”.
“Hay en esa persona algo que quisiera injuriar, rebajar, empequeñecer, y que hace presa, valga la palabra, sobre toda cosa en que puede desfogarse. De este modo, «calumnia» involuntariamente la existencia y el mundo, para justificar la última constitución de su vida valorativa” (De “El resentimiento en la moral”-Espasa-Calpe Argentina SA-Buenos Aires 1938).
Por lo general, se tiene la costumbre de criticar a los populismos en función del deterioro económico producido, o por las oportunidades de desarrollo que fueron dilapidadas. Pero existe un daño mucho mayor y es el resentimiento antisocial promovido por el peronismo y por el kirchnerismo, que ha alejado a la población del sentido de la vida asociado tradicionalmente al cristianismo, para encaminarlo hacia el camino de la violencia social en todas y cada unas de sus formas.
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